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viernes, marzo 16, 2018

MIENTRAS AVANZA EL MIEDO...


¿Cuándo decidieron que el miedo era el mejor aliado para dominarnos, para dejar que impusieran sus reglas después de que las luchas de años les hubieran gritado "ya basta"? ¿Cuándo se dieron cuenta de que provocarnos la conciencia de la fragilidad nos convertía en blancos fáciles y que el temblor empujaba nuestras convicciones contra el suelo para allí hacerse añicos?

La vieja Europa, esa puta agotada que renuncia, matiza, retrocede cada día un poco y que sumando pocos ha llegado a ser poco más que una sombre de la que lideró las mejores conquistas del ser humano, para mantener al mercader y demoler la esperanza de aquella empresa de valores y de ciudadanos. La vieja socialdemocracia, y con ella otras construcciones sociales y políticas que alimentaron junto a ella los tiempos de los derechos humanos, de la edificación del estado del bienestar, del humanismo impenitente capaz de defender la alegría como una trinchera, defenderla del escándalo y de la rutina, de la miseria y de los miserables, que se adormiló y fue sorprendida con el paso cambiado por las "manos invisibles", nunca manos inocentes, y no supo dar respuesta ni a los enemigos de siempre ni a las demagogias nuevas y vacías. Cada uno de nosotros, como individuo cerrado y como persona abierta, como identidad propia y como proyección social, que pensamos que todo estaba ya terminado, que no había vuelta atrás, que todo daba ya un poco lo mismo y todos daban ya un poco lo mismo, y no supimos más que dispersarnos en mareas autosatisfechas y redes envalentonadas que nos convertían en enemigo fácil, desaliñado y sobre todo disperso.

El miedo, sí, el miedo. Que cada día nos inunda haciendo ríos de la gota de agua y océanos del torrente, que da vueltas y vueltas a noticias que lo son precisamente por lo poco habituales y nos trastorna hasta hacernos sentir como infierno sanguinario este hábitat nuestro, privilegiado y en calma hasta parecer la antesala del paraíso o la del cementerio. El miedo que agita la debilidad de nuestros cuerpos y la blandura de nuestros credos, la que recuerda a tantos que no la justicia sino la venganza debe moverles, que erige en experiencia universal y tiránica el dolor concreto y específico de la víctima, que cuestiona el criterio de los que saben y da voz y altavoz a necios y cobardes.

El miedo, sí. Y el cansancio, el cansancio que nos ha ido encerrando sobre nosotros mismos, que nos pesa más que la propia edad y nos hace creer que no merece la pena, que ya no merece la pena, continuar con la lucha, con la coherencia, con la utopía como horizonte y el ser humano como proyecto hermosísimo. El cansancio que nos hace renunciar a las discusiones y los argumentos para evitarnos líos y follones, fracturas y crisis.

Pero no puede ser, no puede ser. No debemos renunciar a la voz, al grito, a las ideas, al horizonte, al futuro, no debemos dejarnos vencer por el desaliento porque el edificio que una vez alzamos desde la razón, desde los pilares de la igualdad, la libertad y la fraternidad, desde las herramientas del estado de derecho y de la seguridad jurídica, desde el convencimiento de que no cabe un derecho penal que no sea proporcionado, general, y orientado siempre y sobre todo a la reeducación y la reinserción del delincuente. No puede ser porque el camino elegido entonces era el bueno y se trazó sobre muchos sacrificios, sobre mucha sangre.

No sirve de nada, ha quedado tantas veces demostrado en la historia, el rigorismo penal; es más, suele ocurrir que los países más severos son también los que cuentan con más delitos y más graves entre su población. Sí sirven la educación y la prevención, sí sirve el trabajo para la transformación. Y por eso no debemos callarnos, no cuando quieren convertir al refugiado en enemigo, a la igualdad en problema, a la dignidad humana en disparate. Tampoco cuando, como ahora, quieren emborronar la actualidad con debates que creíamos superados y que se nutren de los lados más oscuros del ser humano, el afán de venganza, la furia, el rencor y el pesimismo para que de nuevo dejemos de mirarles mientras nos empobrecen, nos alienan y nos destruyen, para que dejemos de mirar sus delitos de guante blanco, esos, justo esos, que nunca van a proponer como merecedores de Prisión Permanente, ni de la revisable ni de la otra, aunque sean esos, justo esos, los que nos han traído hasta este presente donde a falta de esa confianza amable y optimista en los derechos humanos como guía el suelo vuelve a estar embarrado y el camino vuelve a ser violento y farinoso.


martes, agosto 09, 2016

EL HORROR


Ayer hablaba sobre la belleza, a partir de esa fortuna infinita que me permitió escuchar el sábado por la noche la lectura que Sir John Eliot Gardiner realizó de una de las más estremecedoras obras musicales de todos los tiempos, la Pasión según Mateo, dirigiendo a sus Monteverdi Choir, sus English Baroque Sololists y a la Escolanía Easo. A la mañana siguiente, con la misma intensidad, fue un reportaje sobre las violaciones masivas en Sudán del Sur, utilizadas como arma de guerra e incluso como soldada para el ejército, el que me golpeó el alma. El ying y el yang, el placer y la pesadilla. Así que he decidido parafrasear el artículo que publiqué ayer en el blog desde el lado oscuro.
 
Te aguarda emboscado, al acecho. Quisieras que nunca te encontrara, pero él se obstina en el golpe, a veces es cierto lo deseas, porque de alguna manera te recuerda que tu corazón no está todavía tan dañado, pero tal vez entonces decida esquivarte. Eso sí, cuando se aferra a tu conciencia duele, duele de una forma física y extrema, duele desde una mezcla de culpa, de piedad, de mala conciencia, de solidaridad, de impotencia, de rabia.
 
Te marca la memoria. Lo conociste en la fotografía del buitre que aguardaba ya preparado el momento exacto en que el niño famélico se hiciese carroña. Cuando la madre ausente y cubierta de moscas amamantaba a su recién nacido con un pecho seco. Estaba cuando te contaron La noche de los lápices y cuando unos niños intentaron arrancar a una cachorrita de spaniel la pata atada a una cuerda, también en los reportajes sobre la Guerra de Bosnia o sobre las masacres de Ruanda. En tu imaginación, como parte de una memoria colectiva, al pisar el suelo de cenizas de Buchenwald.
 
No se trata solo de miseria o de hambre, no se trata solo de desastres naturales, de accidentes o de mala suerte. Se trata de la evidencia de que el ser humano posee instintos indignos, que laten de la mano la maldad sociópata y la maldad banal. Se trata de mirar al verdugo y sentir el espejo, la duda, la posibilidad de ser en el escenario adecuado, en las condiciones adecuadas, como él una bestia.
 
El horror te recuerda que vives, o eso crees, lejos del mal, protegido desde la impunidad que te otorgó tu buena estrella natal. Y te hace sentir mierda porque no eres fuerte para enfrentarte a su galería de destrucción y muerte, porque no eres valiente para dejarlo todo y tratar de dar la cara junto a quienes lo sufren, porque estás acomodado a tu pequeño paraíso y no te sientes capaz de una renuncia, de un compromiso, de una lucha, de una voz que vaya mucho más allá de lo poco que implica una firma, una manifestación o un estado de Facebook profunda y rabiosamente indignado y triste.  Y hasta a veces ni eso.
 
Nos aguarda emboscado para recordarnos que somos frágiles, inconsistentes, que podríamos perder nuestros privilegios ante la indiferencia de ese nadie que quedará para ayudarnos cuando lo que creíamos lejano, imposible, se nos haga certeza irremediable. Cuando ya no importe que el corazón siga latiendo o la conciencia aún guarde su mínima capacidad para la conmoción junto a su hipocresía máxima.

viernes, junio 03, 2016

POR TODAS, POR TODOS. The Coming Out Trilogy - 3


Un estudiante reconoce en la honestidad de su profesor gay su propio proceso interior y encuentra fuerzas para aceptarse y quererse. Una chica explica a su familia que es lesbiana y modifica en muchos aspectos la valoración que sus padres o hermanos hacían de la orientación sexual. Andrés plantea en su grupo de amigos que ha comenzado el proceso para dejar de ser Rebeca y consigue así mayor información y respeto para la transexualidad. Marcos rompe la barrera del miedo y acude con su marido Sergio a la cena que su empresa organiza cada año para los empleados y sus parejas. Asun y Lidia piden en el hotel cama de matrimonio. Judit recorre las administraciones para reorganizar sus papeles oficiales y conseguir que en su DNI y su tarjeta sanitaria desaparezca el nombre de Pedro, y de paso se liga a un administrativo del INEM.
 
No vivimos solos. Cada uno de nosotros es responsable no sólo de su propia dignidad, de su propio cuidado, no sólo de la atención y protección de aquellas personas cercanas a las que quiere. También tenemos un compromiso con la educación y la transformación de los diversos grupos comunitarios y sociales en los que desarrollamos nuestras vidas. La visibilidad de personas transexuales, de lesbianas y de gays, de bisexuales, es un paso primero y esencial para que la sociedad aprenda tolerancia, respeto, para que entienda que estamos en un mundo diverso y lleno de color en el que se han quedado desenfocados los blancos y los negros. Cada uno de nuestros pequeños actos desencadena una indeterminada sucesión de pequeñas respuestas, de mínimos indicadores que hablan de una sociedad más inclusiva y más abierta. Cada salida del armario ha generado un efecto mariquita, digo un efecto mariposa, y ha obligado a la revisión y cancelación de miles de prejuicios, de cada salida de armario han derivado pequeñas conquistas, que un médico no dé por sentada la heterosexualidad de sus pacientes y recuerde que si eres lesbiana deberías cuidarte más en determinados aspectos, que un educador al hablar a adolescentes de sexualidad no hable sólo de contracepción o de prevención de embarazos no deseados, que una pastelería prepare tartas de boda con él y él, que una empresa decida contratar a una mujer transexual.
 
No tiene por qué ser fácil. "Recuerda decir siempre tu segundo apellido, no vayan a confundirte con un hijo mío", "¿Cáncer? Ya será esa otra cosa" son parte de mis consecuencias, junto a personas que se han apartado de mí, personas que me han hecho objeto de sus bromas y convertido en protagonista de sus divertidísimos chistes de maricones, anónimos amenazándome con matar a Glenda. Hay quienes han recibido palizas, quienes perdieron sus empleos, quienes han sido expulsados de sus casas, quienes han sufrido por ser valientes. Y que han sabido salir adelante con la mirada al frente y la cabeza muy muy alta. Pero incluso en la parte oscura de la visibilidad late nuestra fuerza, la fuerza de saber que tenemos razón, de que cada alegría propia se multiplicará por ciento en las alegrías de otros, que nuestros tropiezos avisarán a los que vengan, que nuestras lágrimas servirán para limpiar sus ojos y despejar un poco más sus experiencias.
 
Claro que debemos salir del armario, claro que debemos reivindicarnos y hacerlo como nosotros mismos decidamos, de traje y corbata o con boa de plumas, en la cátedra o en la discoteca. Es nuestra obligación para con nuestra comunidad de iguales, la de educar, sorprender, indignar, provocar y al fin de la lucha transformar.
 
Y esa responsabilidad es mucho mayor allí donde es más difícil pero se llega más lejos, es la de los personajes públicos, los que pueden mover miles y miles de conciencias y ser ejemplo y referencia para miles y miles de personas. Los gobernantes, los políticos, los actores, los cantantes, los educadores. También, por supuesto, los deportistas. Por eso me siento tan agradecido por la actitud abierta y valiente de Víctor Gutiérrez, de Javier Raya, de Jesús Tomillero (qué dura experiencia ese "el gol te lo van a meter por el culo" de alguna rata indigna), de Antía Fernández, porque abren caminos y cambian conciencias, porque abren no sólo las puertas de los armarios sino también las de los estadios. Justo en ese mundo del deporte en el que seleccionadores, comités olímpicos, deportistas de élite, aficionados y hooligans se consideran con patente de corso todavía para insultar sin consecuencias, para agredir sin rechazo social, para humillar y agredir, para explicar a tantos miles de jóvenes que ser gay o lesbiana está mal y que lo que tiene que hacer esa gente es "cortarse un poco". Vaya, gracias, generosos.
 
Lo sé, habrá más hombres y más mujeres en el mundo del deporte que darán la cara. Cada vez más. Y muchos lo harán gracias a que Antía, Gutiérrez, Raya o Tomillero han tenido algo de héroes. Incluso acabaremos escuchando la salida del armario de algún jugador de fútbol de la liga de las estrellas. Tal vez entonces dejemos en vergüenza a quienes hoy intentan avergonzarnos, tal vez entonces el deporte sea algo más habitable, algo más limpio. Tal vez sean muchas las personas que reflexionen y aprendan.
 
Por eso, sí, por todo eso, es necesario que salgamos de los armarios. Por eso es necesario que no se trata de cuestiones privadas e íntimas, esa intimidad que ha sido herramienta para la dominación y la exclusión, sino compromisos públicos, militantes y revolucionarios.
 
Y porque, qué coño, son muy guapos y nos encanta saber que juegan en nuestra liga. Que de ilusión también se vive.

jueves, junio 02, 2016

POR TI, POR VOSOTROS. The Coming Out Trilogy - 2


¿Por qué salir del armario, por qué no reservar algo tan íntimo a la esfera privada, por qué ir exhibiendo pancartas? Continúo con esta miniserie de tres capítulos dedicada a Víctor Gutiérrez y Javier Raya, que con su valentía han dado pie de nuevo a estas reflexiones sobre lo agobiante que es compartir oscuridad y polvo con las polillas y lo saludable que es abrir la puerta a patadas y respirar aire fresco, dejarse invadir por la luz, sonreír bajo la lluvia cuando de pronto crece un arco iris.

Ayer hablaba de mi propia identidad, de mi dignidad, de mi salud, de la necesidad de ser honesto con uno mismo y con los demás, de abandonar las mentiras, las dobles vidas, los silencios. Pero hoy quiero recordar que también estoy fuera del maldito armario y me niego a ser discreto, a regresar, a dejarme asimilar de nuevo a callarme por ti.

Por ti, Lander, que fuiste una luz esperanzadora truncada de una manera tan absurda, tan violenta, tan rápida, que te marchaste justo cuando íbamos a comenzar un camino común y libre.

Por ti, Leo, mi Leo, sobre todo a ti, quizás la persona más hermosa que he conocido nunca, por ti que me regalaste tu sonrisa, tu amor cuando ya me había convencido de que nunca iba a encontrarlo, de que no era digno de que me quisieran, de que el tren se había marchado. Por ti que me ofreciste la voz quebrada, la fragilidad, la debilidad, para que pudiera estar a tu lado susurrándote cada día mi "te quiero", acariciándote la mano, tratando de dar la talla ante la enfermedad terrible. Por ti, que quisiste morir entre mis brazos para despedirte sabiéndote abrazado, querido, amado.

¿Qué debo responder cuando la presunción de heterosexualidad reinante asume que yo también lo soy y me pregunta el nombre de mi novia o de mi esposa, me pregunta por mis hijos o me explica de alguna manera que yo también estoy obligado a ser, ja, normal? ¿Debo callar, seguir el juego, sonreír y apartarme, disimular? Me niego a hacerlo, os debo mi recuerdo, mi gratitud, mi pasión, mi respeto, se lo debo a vuestra juventud insultante, a vuestra alegría inmensa, a vuestros cuerpos latiendo junto al mío. Os debo el valor y la sinceridad que siempre mostrasteis, os debo tanta vida. Regresar al silencio sería  borraros, sugerir que no habéis sido importantes, que vale más una seguridad gris que una memoria preñada de colores y de momentos. No voy a negaros, no voy a renunciar al privilegio de haber sido vuestro. No voy a dar vuestros nombres al silencio.

Por vosotros también, por el dolor de haber dejado que mi padre se fuera sin saber quién era yo realmente, por el privilegio de haber sido amigo de Javipapi, de haber sentido su apoyo en esos primeros momentos en los que tenía que aprender a andar a plena luz, ese amigo que siempre camino con la cabeza alta bien seguro de quién era, impermeable a las lenguas de doble filo, siempre con una cerveza para brindar y una hermosa conversación para compartir. Por Pedro, que hizo de nuestra dignidad su vida y su lucha y que siempre diría "con la cabeza bien alta, mi niño" con ese acento canario y ese fuego en las palabras.

Hay demasiadas personas, demasiadas buenas personas, que han sembrado su honestidad y su coraje. Mi visibilidad es también un homenaje a la suya. Porque sin su viaje a la luz, el mío no hubiera sido igual, quizás ni siquiera hubiera sido posible.

La visibilidad, el armario roto, la luz para ti. Porque te lo debo.

miércoles, junio 01, 2016

POR MÍ. The Coming Out Trilogy - I

En estas últimas semanas, dos deportistas de alto rendimiento españoles han salido del armario, han hecho pública su orientación sexual, el patinador Javier Raya y el waterpolista Víctor Gutiérrez. Bien por ellos, bien por esa valentía que todavía hay que tener para enfrentarse a un mundo complejo, el del deporte profesional, en el que hablar de orientación sexual o de identidad de género continúa siendo peligroso. Que se lo digan si no al joven árbitro gaditano, que ha decidido colgar las botas ante la vergonzosa actitud de clubes, árbitros y federaciones andaluzas tras visibilizarse como gay.
 
Por mis redes sociales, imagino que por muchos otros mundos, ha vuelto a surgir un viejo comentario: A mí me importa lo que hagan como deportista, todo lo demás es su vida privada. Siempre seguido por la pregunta: Así que ... ¿por qué tienen que hacerlo público?  Empieza junio, un mes igual de bueno que cualquiera para agarrar al toro por los cuernos o al hipopótamo rosa por el tutú, y seguramente mejor por la costumbre que tiene el arco iris de salir con más fuerza. Así que vamos allá, y en forma de trilogía.
 
Comienzo por pedir disculpas por cierto tono cansado que se me escapa cuando toca enfrentarse de nuevo a estas cuestiones. Son ya muchos años, muchos debates, muchas discusiones, muchos amigos ganados y algunos perdidos, pero es cierto que no todo el mundo ha llegado a nuestras vidas en el mismo momento, redes sociales incluidas, no todo el mundo ha recibido necesariamente la misma información y por tanto hay que seguir asumiendo (cómo me gusta el nombre que le puso José Luis Serrano a esta constante defensa del quiénes somos, "microluchas de todos los instantes") que seguirán preguntándonos si estamos casados, cómo se llama nuestra mujer o nuestra novia, y toda la clásica retahíla que nos obligará una vez más a elegir entre permanecer escondidos o ambiguos, llegado el caso a vivir en una infinita sucesión de salidas de armario. Ya saben, "Mi novia se llama Alejandro" o, como le dije una vez a cierta operadora comercial (muy pesada) que insistía en hablar "con la señora de la casa": "Dice mi marido que la señora soy yo, ¿qué quería, pues?":
 
Se me está yendo la neurona. La pregunta es ¿Por qué hay que salir del armario, por qué no nos quedamos en la esfera privada y dejamos de lucir pancartas?
 
Primera respuesta de la trilogía: Lo hago POR MÍ
 
Imagino que resulta muy difícil explicar a alguien que siempre ha sido visible lo que supone la invisibilidad, el dolor, la frustración, el desamparo, la pérdida de autoestima que puede suponer no existir de lleno en los espacios sociales que habitas. Puesto que algo como tu sexualidad, tu deseo, tus afectos, tu amor, han de ser absolutamente opacos, nos dicen, tuvimos algunos la experiencia de no haber existido en nuestra familia, en nuestro colegio, en nuestros grupos de amigos, instituto, universidad, trabajo, médico. No recibimos nunca información adecuada ... bueno, sí, sabíamos que lo que nosotros éramos se consideraba por los demás como algo gravísimo, como un insulto, como lo peor que podía pasarle a alguien, no teníamos modelos positivos que seguir, no teníamos explicaciones que compartir y que asumir. Teníamos solo vergüenza y miedo, así que no quedaba más remedio que callar, que compartir oscuridad y polvo con las polillas y optar o bien por la frustración absoluta de los deseos, imagino que para acabar en el manicomio, o bien por una doble vida que acabaría por llevarnos a los turbios espacios de lo prohibido, temblando cada vez que nos acercábamos a un local de pervertidos o llorando cuando regresabas a casa sintiéndote sucio después de haber dejado que algún tipo te tocara.
 
Lo recuerdo como si fuera hoy, aunque ya han pasado algunos años. Recuerdo ese momento en el que podría haber perdido la razón, en que el dolor del desamor se sumó a la vergüenza y a la culpa y tuve que elegir: o apostaba por mí, daba una patada a la maldita puerta del maldito armario, o me rompía. Así de fácil y de difícil. Un par de tanteos, unas cuantas aclaraciones más bien innecesarias con los amigos y amigas que habían estado cerca cuando me enamoré como un adolescente idiota de Juan. Y por fin, con ese sentido del melodrama que me acompaña a veces, mi primer contacto con ALEGA y ¡una rueda de prensa! Espectacular, salir del armario con foto y nombre en El Diario Montañés. Será por eso que una conocida de rancio abolengo me dijo tiempo después "lo tuyo fue una conmoción en Santander".
 
Salí del armario porque no podía más, porque me dolía tanto secreto, porque estaba negándome y ya no quería hacerlo, porque quería dejar de mentir a las personas a las que quiero, a pesar de que haya resultado tan difícil con algunas. Decidí reivindicar mi propia dignidad, mi derecho a elegir mi camino, mi vida, decidí luchar por mí, apostar por mí, intentar empezar a quererme después de haberme despreciado tanto.
 
Sigo siendo un cobarde, sigo sin poder solucionar todo el daño que el puto armario, la puta homofobia me causaron: no tuve adolescencia, no pude experimentar la magia del primer amor ni la del primer polvo, me convencí tanto entonces de que era un monstruo y de que nadie me querría nunca que me siento todavía violento si alguien me dice algo bonito, sigo siendo casi incapaz de decirle a un chico que me gusta que me apetecería ir al cine (o a la cama, qué coño) con él, sigo sin saber si en un determinado momento sería bueno hacer una caricia o dar el pistoletazo de salida para un beso.
 
Pero sí sé una cosa, no he vuelto a mentir, no he vuelto a callarme. Soy maricón. Y es algo que necesito que sepas, como necesito también que sepas que o lo tomas o lo dejas, que no admito medias tintas, que no quiero homófobos cerca. Y que gracias a que salí del armario y sigo haciéndolo cada día ya no tenéis poder sobre mí, ya no podéis hacerme más daño.

martes, marzo 12, 2013

DON'T CRY FOR ME, PONFERRADA



Yo, como a mis más fieles lectores y comentaristas no puedo negarles nada, tendré que echar mano de mi irresponsabilidad acostumbrada y escribir sobre el Affaire Ponferrada a requerimiento de Bruno.

No conozco el caso con pelos y señales, aunque no poca es la información que ha ido apareciendo en los medios, creo que suficiente para hacerse una idea somera y abrir paso a un par de reflexiones.

En mi Twitter pude presenciar un mini debate acerca de si lo que había dominado la decisión del PSOE de presentar una moción de censura apoyado por el partido local fundado por el acosador de Nevenka y con el voto de éste, era Maquiavelo o Max Weber. Si se trataba de una operación, pues, de ingeniería del poder, caiga quien caiga y olvidando los valores y las éticas, o si más bien estábamos ante un ejercicio de responsabilidad en el desempeño público que, en busca del bien común, no podía aferrarse de forma maximalista a unos valores morales que valdrían para la conciencia personal pero no para la conciencia política. Aunque en el resultado final lo que parece que ha estado más presente es el Visir Iznoguz. O peor, de Anacleto.

Parto de la premisa de que, en lo que a Ponferrada se refiere, está casi todo el mundo a estas alturas mejor callado. El PP, porque hasta fechas recientes ha venido gobernando con el apoyo del grupo formado por Ismael Álvarez, aunque también porque Álvarez fue alcalde de Ponferrada en representación del Partido Popular, que le apoyó y avaló en el Caso Nevenka hasta que sobrevino la condena. La propia ciudadanía de Ponferrada, porque ha dejado bien claro, como suele pasar en los ámbitos locales y no sólo, que al ejercer el derecho al voto premia a imputados y condenados, siempre y cuando la trayectoria de imputado o condenado venga avalada por buenas dosis de populismo, al tiempo que suele castigar honestidad, austeridad o gestión responsable. El PSOE, pues bueno, porque en ese deseo de alcanzar una alcaldía tan relevante a mi juicio ha perdido el oremus.

Los valores éticos no son, no deben ser, una mera declaración formal. Si hablamos de ética pública, de valores ideológicos, de decisiones que afectan a la propia identidad y al gobierno ciudadano, tendremos que intentar ser mucho más coherentes y claros. Y es cierto, siguiendo a Max Weber, que el interés público puede exigir algunas veces sacrificios en el ámbito de lo valorativo, lo que él llama Ética de la responsabilidad , pero no es menos cierto que estas rupturas deberían ser públicas, explicadas y convincentes. Hasta el punto de que uno de los mayores errores que puede cometer un gobierno  (pongamos Zapatero) es el de traicionar algunos principios por presiones o para evitar males mayores, pero hacerlo sin aclarar las condiciones y motivos a los ciudadanos a los que parece que se nos considera demasiadas veces menores de edad.

Es probable que existieran razones más que suficientes para intentar desalojar al PP de la Alcaldía de Ponferrada. Y a día de hoy no nos olvidemos de que una moción de censura es legal y legítima, mal que nos pese a todos cuando caemos víctimas de esa herramienta. Pero desde el principio algunas cosas no sonaron bien en el proceso ponferradino. Y lo que peor sonó siempre fue la participación de Ismael Álvarez en el mismo, alguien condenado por acoso sexual, con lo que eso supone para la mirada de quienes defendemos desde la razón y desde el corazón la dignidad e igualdad de las mujeres. Vale que haya cumplido ya su condena, pero sigue sin gustarnos, vale que se hubiera comprometido a abandonar el ayuntamiento (lo de abandonar la política uno se lo puede creer o más bien no), pero sigue sin gustarnos, vale que en adelante el apoyo al gobierno municipal fuera a venir de los otros concejales del grupo y no del ex-alcalde, pero la presencia de uno ha contaminado listas completas en otras partes del país, no sé por qué no tiene que afectar esa contaminación también -y a todas las bandas- a Ponferrada.

A partir de ahí, la sucesión de errores, la mala gestión del caso, ha sido permanente. Fue un error, un error clamoroso que una vez más demuestra que en las altas esferas del partido se está a veces más a hacer cuentas que a defender contentidos, más a la ingeniería que a la realidad, que se escucha sólo lo que se quiere oír, plantear una moción de censura en esas condiciones. No sé si hubiera cambiado algo de haber dimitido Ismael Álvarez antes de la presentación de la moción. Pero desde luego fue un error plantear la moción con su voto. Pero enredándose en el error, fue un error dar marcha atrás tras la moción. Si había que dar el paso, tal vez hubiera sido mejor sostener las razones y seguir adelante, avalando con la dimisión de Álvarez lo hecho y justificando mal que bien los beneficios que hubiera aportado la salida del ex alcalde de la política municipal. Pero Rubalcaba anuncia que se recula cuando ya hay un nuevo alcalde. O lo que es lo mismo, cuando acorrala contra la pared a los socialistas de Ponferrada. En cuestión de medio segundo era evidente que el nuevo alcalde no iba a dimitir, que además esa dimisión hubiera supuesto una imagen realmente rocambolesca de juegos de tronos al margen del bien común. De hecho, me ha sorprendido que efectivamente Álvarez haya renunciado a su acta de concejal después del digo digo digo diego del PSOE. Así que a falta de alcalde socialista en Ponferrada ahora ni alcalde, ni concejales, ni, me temo, afiliados.

Por intentar sacar algo en claro y en positivo de este juego kafkiano y errático, en un país donde nadie dimite, nadie ha dimitido. Pero en un país donde nadie pide disculpas, al menos Óscar López ha asumido con la boca pequeña (asumir de verdad responsabilidades es otra cosa) la mala gestión y se ha flagelado un poquito en público. Para que se nos pase rápido el berrinche supongo.

Mal el acuerdo, mal el desacuerdo, mal las conclusiones. Mal.

martes, enero 15, 2013

¿QUIÉN ABANDONA?


No parece una pregunta baladí en este país que cuenta entre los avales de esa Marca España que al parecer tanto preocupa al gobierno con el indudable mérito de ser el país de la Europa occidental que peor trata a los animales, el más cruel e indecente con sus mascotas, el que sólo con las cifras comprobadas a través de instancias oficiales y sin que se pueda saber el número real de muertes y abandonos, lidera ante el espanto de los demás europeos la carrera del maltrato.

¿Por qué España, qué ocurre aquí que no exista en otras latitudes del viejo continente, quién abandona, quiénes abandonan o justifican y encubren los abandonos? Sobre el porqué, voy a limitarme a recordar que España hace del maltrato animal fiesta y señal de identidad, que una buena parte de la clase política, una buena parte de los ciudadanos, una buena parte de la intelectualidad o de los rostros populares mira hacia otro lado, cuando no aplaude abiertamente y con orgullo, apoyándose en el “arte”, la “historia”, la “cultura”, la “identidad” o la “tradición” lo que no es más que sadismo engalanado para el placer de los más bajos instintos de las peores personas. ¿Por qué íbamos a dar valor, pues, a la vida o al bienestar de un animal, qué responsabilidad iba a esperarse de nosotros? Lanza al toro, campanario al burro, degollina al ganso, sebo al cerdo, espolón al gallo, río al gato y piedra al perro. Olé y olé.

Pero ¿quién?

Abandonan, por supuesto, los dueños. Los que deberían ser compañeros de los animales que eligen para tomar parte en sus tiempos y sus vidas y acaban siendo sus verdugos miserables. Esos dueños que no cumplen las leyes vigentes, que no alimentan adecuadamente, que no se preocupan de la salud, siquiera de las vacunas, que no implantan el chip identificador ni esterilizan a sus animales para poder así saciar con nuevas y diminutas víctimas su voracidad y su irresponsabilidad.

Abandonan los cazadores, y con ellos muchos de quienes tienen cerca un animal sólo por motivos prácticos, y que no otorgan valor alguno a quien, sin embargo, les sirve con presteza y con eficiencia. Que no tenga el perro un accidente, que no muestre nervios o miedo, que no envejezca. Porque la crueldad humana encontrará mil formas peores que la del abandono o el tiro para que el perro pague con dolor su jubilación, sin que de nada valga abogar por la entrega y el trabajo bien hecho durante años. No, para ellos el perro no vale ni la bala con la que, al menos, acabarían rápido.

Pero ojo. Abandonan las administraciones locales, los ayuntamientos. Que no sólo no ofrecen espacios, indicaciones, información y apoyo para la tenencia responsable de mascotas sino que penalizan y acosan, hasta el punto de que en buena parte del territorio patrio sale más barato abandonar o apalear a un perro o gato que dejar que corra un rato en un parque o una playa.

Abandonan quienes deberían educar para el civismo y alientan y consienten, por ejemplo, carteles como el que durante años presidió la puerta de un colegio de Santander, un dibujo realizado por un grupo de peques autodenominados “los mataperros”. Y sí, mal los dueños que ensuciaban el patio del colegio cada tarde con los excrementos de sus mascotas. Pero no más profesores, dirección, alumnos y familias de ese dibujo impresentable. Abandonan los medios, que rara vez se ocupan de los excesos y rara vez lo hacen desde un análisis frío, objetivo e iluminador. Y que sin embargo celebran fiestas y cacerías y demás ceremonias del dolor.

Abandonan las autoridades regionales, los gobiernos autonómicos, que miran con indiferencia la dura realidad, que permiten la cría indiscriminada que, sin embargo, nunca admitirían en otras especies, que controlan armas y permisos de armas pero pasan de largo ante la realidad, estado y suerte de los perros, aunque se les llene la boca, eso sí, de declaraciones públicas de amor a los animales. Que no mueven medio músculo, que no encuentran medio minuto para hacer cumplir las normas que ellos mismos han elaborado no tanto para la protección animal como para tranquilizar sus sucias y culpables conciencias. Y que además estrangulan, presionan e ignoran a quienes, las sociedades protectoras, hacen el trabajo de concienciación, de denuncia y de rescate que deberían hacer ellas.

Y abandona, claro, la administración del estado, el gobierno, desde sus tres poderes. De nuevo con la indiferencia, con la pasividad, con la comprensión con maltratadores. Esa administración que sólo prevé penas pacatas e ineficaces en los ámbitos civil, penal y administrativo, sin asumir la seriedad del problema, penas tibias que además se esfuerza en no cumplir. Y valga como ejemplo ese juez que considera que no hay delito en arrojar a un pobre spaniel a una sima de 30 metros porque el animal no murió. Olé, señoría. O la subida del IVA veterinario sin excepciones para las protectoras que sirve sólo para estrangularlas aún más y hacer más difíciles las opciones de rescate.

¿Abandonarán también las instituciones europeas a gatos, perros y demás animales con la desgracia de “trabajar” como mascotas de los españoles? Hay denuncias interpuestas contra nuestro país, por otros países y por grupos animalistas de otros países, escandalizadas ante las cifras de muerte y abandono que se manejan. Yo espero que no, espero que Europa por una vez haga lo que debe y de un fuerte espaldarazo a la Marca España con una sanción ejemplar, que haga temblar a todos y cada no de los antedichos y tantos más como ellos. Y que los pudra, que nos pudra, de vergüenza.

(Nota: Entre tanta miseria humana, las protectoras y los animalistas dan un contrapunto de luz y de trabajo. Agradezco a Sos Setter la foto, que tomo prestada de su web, en la que se aprecia el estado, tumor, desnutrición, tristeza en que recogieron a Rocky Balboa, este pointer que hoy está felizmente recuperado y en espera de adopción. Como les agradezco su trabajo, les agradezco a la loca de Gin. Y como agradezco a Rocky Balboa sus ganas de vivir y la alegría y felicidad que hoy contagia).

domingo, agosto 05, 2012

¿DEBE SER EL DOLOR OBLIGATORIO?


Nada tiene que ver la crisis con muchas de las decisiones que el gobierno del Partido Popular está adoptando. Con muchas decisiones que vienen a alterar el estado de las cosas desde una perspectiva claramente ideológica, extremista, contraria a las propias declaraciones y programas con los que los conservadores obtuvieron el respaldo mayoritario en las últimas convocatorias electorales. De hecho, algunas de ellas no gustan siquiera a sus votantes. 

De entre ellas, el estupor y el enfado ante una concreta me hacen regresar a este blog al que tanto quiero, tanto debo y que sin embargo tan abandonado tengo: la reforma que el ministro Gallardón propone para la regulación de la interrupción del embarazo. En especial, aquel extremo en el que se prohibirá la praxis del aborto en el caso de malformaciones graves en el feto, tal como estaba previsto en la primera de las regulaciones, en el tan lejano 1985, y que por cierto pasó sin demasiados problemas la prueba de la constitucionalidad. 

Significa esta decisión, primero, un regreso a la consideración de la mujer como ser parcialmente incapacitado, alguien que no tiene altura intelectual ni moral para adoptar sus propias decisiones sobre su propìa vida y a la que hay que controlar desde la superioridad perifrástica del gobierno. Porque en el fondo, eso es lo que supone la anulación de una ley de plazos: volver a arrebatar la interrupción voluntaria del embarazo del centro de decisión que lealmente le corresponde, la mujer que habrá de soportar la preñez, el parto y en buena medida todavía hoy la mayor parte del peso de la crianza. A cambio, el regreso a la casuística, esta vez con cuentagotas. 

Tengo para mí que la razón última de esta deriva de Gallardón responde a dos factores. El primer de ello, ese conservadurismo tradicionalista del que muchos estábamos seguros pero que él, ciertos medios, y una gran campaña de mercadotecnia política, se habían encargado de nublar. El segundo, más importante, la condición de ambicioso arribista de don Alberto, que a la vista de los malos tiempos que corren para la popularidad de Mariano Rajoy, la indefinición acerca del futuro de país y gobierno, y la pérdida de espacio de su gran oponente, la condesa consorte de Murillo, ha decidio congraciarse con los sectores más carpetovetónicos y ultramontanos de la derecha hispánica, precisamente aquellos que había perdido por jugar a la equidistancia y a la modernidad y que ahora ensalzan las virtudes de Alberto el Justiciero. 

Son muchas las reflexiones, cartas y documentos que he leído estos días. En su mayor parte hablando de la experiencia terrible que familias y niños sufren cuando se hacen presentes tantas enfermedades crueles e irreversibles. Cartas en las que no se niega el profundo amor al hijo, pero que siempre se tiñen de una tristeza profunda, densa, cortante, la provocada por años de lucha sin esperanza, la de horas de lágrimas y de impotencia junto al doliente. Y es que, como bien decía en una espléndida mirada ética el jesuita Juan Masiá en El País, al hablar de malformaciones en el feto son muchas y muy diferentes las situaciones, algunas que hoy consideraríamos de gravedad menor, que permitirían cierta autonomía, cierta normalidad, a sus afectados (lo que por cierto no impediría el esfuerzo, la implicación, el exceso que se exigiría a las familias). Pero otras en las que el niño nacería no ya con una condena a muerte temprana e irreversible, sino sobre todo en las que nacería sólo para sufrir. Enfermedades degenerativas, enfermedades neurológicas, enfermedades que suponen fortísimos dolores que un niño de corta edad apenas podrá soportar, frustraciones sociales, inmovilidad, incapacidad para llevar una vida de calidad mínima. Niños que de llegar a la juventud estarían condenados a vivir recluidos, a desconocer el amor. Seres para el dolor. Un dolor contagioso para familias que dejarían de vivir, dejarían de encontrar otro estímulo en el mundo diferente del cuidado, querido o no, del enfermo extremo. ¿Van a resistir esa prueba todas las parejas? ¿podrán con tal responsabilidad todas las madres? ¿cuántos hijos odiarán a sus padres, les echarán en cara el haber abandonado al resto de la progenie? Nadie habla del aborto con frivolidad. Claro que la interrupción del embarazo es fruto será siempre dolorosa. Pero podría, tendría que ser una decisión propia, un dolor elegido. Y de aquí el título de este regreso al blog. ¿Puede el dolor ser obligatorio?¿Quién se cree Gallardón para imponer a miles de personas un sufrimiento extremo e inhumano? ¿Quién va a llorar cada noche junto a la cuna, quién va a quemar sus días junto al enfermo obligado a pasar operación tras operación, a atravesar tratamientos constantes, a soportar los mordiscos de los más crueles dolores en su cuerpo?¿Quién va a pagar todos esos gastos, ahora que el gobierno del que forma parte el propio Gallardón retira prestaciones educativas, sanitarias, sociales? Sobre todo, ¿quién va a sentir cada día la noche en el alma, el grito interior o exterior de que sería mejor no haber nacido? 

Sí. Es cierto. Hay quienes piensan que se puede infligir dolor a otros, quien cree que puede provocarlo de manera activa o pasiva, quien permanece ciego ante el sufrimiento. Hay pervertidos, hay asesinos psicópatas, hay psicópatas sociales. Y me temo que hay una tercera razón para que Gallardón decida obligar a miles de personas a retorcerse de dolor mientras sus familias se retuercen de impotencia. Es un sádico psicópata. No encuentro otra explicación.
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