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Norah Lange
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Norah Lange. Escritora y poeta argentina, se destacó como autora de a vanguardista en la primera mitad del siglo XX junto a otros integrantes del Grupo Martín Fierro, como Jorge Luis Borges, De entre su obra habría se destacan poemas como La calle de la tarde o El rumbo de la rosa, así como novelas y ensayos como Personas en la sala o Los dos retratos.
Sumario
Síntesis biográfica
Nacida en Buenos Aires en e año 1905 de ascendencia noruega, por su atractivo físico, su cabello pelirrojo y su carácter afable l hicieron merecedor de se celebrada como la “musa del Ultraísmo”.
Labor
Fue una de las primeras escritoras argentinas en prosa y destacó por su actitud firme y rebelde a la hora de hacer valer sus derechos. Colaboró con diversas revistas porteñas de vanguardia publicando poemas y relatos estas revistas de tendencia ultraísta, fueron "Prisma", "Proa" y "Martín Fierro".
Vida privada
De su amor idílico juvenil con Jorge Luis Borges este prologó su primer libro titulado La calle de la tarde en (1925). Más tarde Leopoldo Marechal la
ficcionalizó en su novela Adán Buenosayres con el nombre Solveig Amundsen.
Fue esposa del poeta martinfierrista Oliverio Girondo en 1943.
Muerte
Al morir en 1972 se encontraba escribiendo la novela El cuarto de vidrio.
Premios
- Premio Municipal Nacional de Literatura
- Segundo Premio Nacional de Literatura
- Gran Premio de Honor
- Medalla de Oro (SADE)
Obras
Poesía
Prosa
- Voz de la vida (1927), novela
- 45 días y 30 marineros (1933), novela
- Cuadernos de infancia (1937), memorias.
- Discursos (1942)
- Antes que mueran (1944), memorias
- Personas en la sala (1950), novela
- Los dos retratos (1956), novela
- Estimados congéneres (1968), discursos
- Obras completa, en dos tomos.
Fragmento de su obra
Un fragmento de su obra escrita en prosa “Antes que mueran” revelan los sentimientos de fuerza y rebeldía de Nora depositado en sus memorias:
Podría decirte, por ejemplo, que cierta vez cerré la ventana y sentí que algo permaneció encerrado dentro del cuarto. Abrí la ventana, pero no quiso salir; tal vez no pudo salir. La cerré; volví a abrirla de par en par. Fue inútil. Todo seguía igual. No quería salir. Se quedaba adentro, sin moverse. Entonces -había transcurrido mucho tiempo- cerré la ventana, impacientemente, sin ninguna benevolencia, con esa crueldad transitoria e incomprensible, pero muy verdadera, que suele sobrevenir cuando nada nos vigila.
Y eso que encerré adentro se pasó toda la noche mirándome.