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08 enero 2014

El eco de los patos

La ciudad no me inspira. Las historias urbanitas tienen siempre como componentes o protagonistas a personas que llegan agotadas de sus trabajos, con un botón de la camisa desabrochado y la corbata suelta; o el pelo suelo o el tacón del zapato destrozado o con las punteras grises del roce. Sempiternas luces anaranjadas de eterno extrarradio. 
En la ciudad todo es movimiento; de coches, de personas; gente corriendo por todos sitios: unos haciendo footing porque se aburren en sus casas y no hay nada más sano para no pensar que sentir dolor físico, aunque sea por las agujetas que salen tras el ejercicio. Rotondas siempre atascadas de coches, malhumoradas caras tras los cristales en los semáforos…
Sólo alguna vez se puede ver el atisbo de lo que pueda ser la felicidad cuando encuentras algún personaje entre los plásticos de invierno de alguna terraza, o de los que se encuentran ocultos en bibliotecas o museos…el resto es movimiento, ajetreo, siempre cosas por hacer sin orden ninguno ni sentido… da la impresión de que todo se mueve en círculos, las ciudades se han convertido en un inmenso acelerador de partículas…humanas. 
En la ciudad el tiempo pasa muy rápido y de manera imperceptible; se puede llegar a perder el sentido de la realidad y hasta dejamos de oír el pulso vital que late dentro de nosotros. La gente anda perdida con ojos extraviados en sus pensamientos, y apenas atienden y responden automáticamente a las luces rojas y verdes de los hombrecillos que indican, en los semáforos, cuándo se puede cruzar y cuándo no…
En la ciudad todo se compra y se vende, las mercancías, los servicios, los domingos; están plagados los parabrisas de los coches de publicidad de puticlubs y servicios de señoritas con salidas a hotel y domicilios y todo tipo de facilidades, pago con tarjeta y discreción. En la ciudad todo es grande, hasta las desazones y las soledades, los desengaños…bueno, no todo, en la ciudad las personas son pequeñitas, lo son sus cosas y sus sentimientos, suicidios del tamaño de cajas de cerillas, asesinatos o robos en miniatura…todo un teatrillo de marionetas o un escaparate de tienda de juguetes.
En la ciudad no existe el presente, las cafeterías son vintage; los restaurantes modernísimos, el resto de cosas o muy nuevas, o muy viejas.

En la ciudad la vida se asemeja a un libro pensado por muchos autores, sin orden ni concierto y cuyo único mérito, casi exclusivo es, el haber sido escrito, aunque nadie sepa leer.
En la ciudad, las personas son como el eco de los patos: no se sabe si existe o simplemente es la reverberación de su propio graznido.

13 junio 2013

Feria del Libro

Visitar la Feria del Libro de Madrid es siempre un placer...vamos para un cervantófilo como yo, visitar cualquier feria del libro...pero, mirar, rebuscar, encontrar pequeñas joyas y ver que, en todas esas páginas está o puede estar contenido todo el saber del universo y las vidas, escenarios, experiencias de miles y miles de personajes y protagonistas o secundarios que dejan girones de su vida en la tuya al abrir la página de un libro, es algo difícilmente explicable con palabras...para eso están los escritores, para hacernos vivir en negro sobre blanco, en cada página...esta vez me contuve...un poco...

Yo leo, tu lees, ellos imaginan, crean...nosotros vivimos...

02 junio 2013

Charles de Gaulle

La sala es, en general de un gris indefinido. Tiene grandes ventanales semicirculares cubiertos por unas cortinas de un amarillo macilento que en algún otro momento tuvieron que estar de mejor moda y que dan su vista a la zona de carga y los hangares. Grandes tablones rectangulares con caballetes hacen las veces de mesas. Suficiente. La verdad es que no sabía yo que en el aeropuerto internacional Charles de Gaulle, tuvieran semejante infraestructura, pero tampoco me resultó extraño habida cuenta lo chauvinistas que son los franceses, o lo detallistas que son para estas cosas, según se mire. Lo cierto es que aquí estoy, levantando mi copa, brindando con cava del duty free, junto a catorce o quince personas más, de las que solo conozco a tres o cuatro, novio incluído por la felicidad duradera de la pareja. 
Y es que Mario conoció a Chikako en una de las pocas veces que salió de su Valencia natal para ir a Madrid a un ciclo de conferencias sobre la conjetura de Hodge. Allí la conoció y, allí alteró todo su universo vital. Eso es lo que alcanzó a contarme a mi su mejor amigo, que el resto de detalles, estoy seguro que se los guarda y alguna vez los conoceremos. Él que tenía en Valencia, su pareja de hecho o unión civil estable, con sus dos hijas, sus clases en la facultad y una ausencia total de preocupaciones, repentinamente en el AVE de vuelta a casa tras el simposio, vio que nada de lo que antes era tan real, encajaba; desde ese congreso y Chikako, sus fórmulas vitales no tenían soluciones ciertas, sino que llevaban a otras incógnitas y se elevaban sus dudas exponencialmente. Todo dejó de tener sentido en su vuelta desde lo que pasara en Madrid con esa linda japonesa de piel de porcelana, modos y gustos suaves y una dulzura de emperatriz de la era Heian. Arregló los temas en la universidad con una beca para estudios en el extranjero; me pidió que le arreglase los papeles de modo que no le faltase nada a Lola y sus niñas y...hasta ahora, en esta sala, con un menú del tipo que dan en los aviones, con una tarta que he traído yo de España no sin dificultades y un grupo de amigos de la pareja a los que no les importa viajar para ir de boda, en el tiempo muerto entre dos vuelos intercontinentales porque Chikako, y ahora Mario, viajan mucho de ciclo de conferencias en ciclo de conferencias, intentando resolver incógnitas matemáticas, para otros; que, de momento su ecuación tiene una solución muy clara. 

22 febrero 2013

M.

M. era un pueblo robado. Era como uno de esos niños de Sor Maria, sin destino, sin historia. Estaba literalmente enclavado en el fondo de un valle en el que, en algún momento tuvo que haber un río, pero que ahora constituía un cauce seco plagado de adelfas. En M., miraras donde miraras, nada más que veías, su tierra amarilla, los laterales de unas montañas yermas y violetas y una vieja carretera, gris y serpenteante que aparecía por una punta del pueblo, su lado este, y dibujaba un sinuoso trazo de huida por el lado oeste. A la entrada en el lado este, justo al lado del desvencijado cartel que anunciaba la entrada en M. había una pared y una pintada en la que se podía leer " la sociedad está preocupada por la banalización de la violencia"; y otra con un enorme pene junto al que se leía "bienvenidos al fin del mundo". Junto a esa pared que en tiempos pudo ser una casa, se situaba todas las tardes de sol de invierno Victoria en su silla de ruedas. Y desde su atalaya móvil daba la bienvenida agitando el brazo a los pocos coches que pudieran llegarse al pueblo: algún coche despistado, algún camión de reparto o; sin duda, el que más le gustaba, el de Correos que se veía desde lejos descender por el valle, contrastando su amarillo huevo con el violáceo brillo de las montañas. Dejaba alguna carta si acaso y huía de M. Porque en M. nadie se queda ni llega, salvo Victoria que, debido a un desgraciado accidente, tuvo que dejar la capital donde estaba sirviendo para volver a sus orígenes.
 Ya no llegaba tampoco el tren y, el viejo apeadero es ahora un esqueleto de la postmodernidad. Nada que ver con los buenos tiempos, tras la guerra que nos dejó vacíos a todos, en los que algún tren que iba a la ciudad capital paraba para cargar algún pasajero o recargar agua y Victoria, niña, se asomaba a las ventanillas de la primera clase para ofrecer agua de anís en su botijo nuevo, a recoger para comer las cáscaras de naranja que se arrojaban desde el tren al andén del apeadero de  M. y pelearse por ellas con una cabra que tenía por allí el jefe de estación para, con su leche, alimentar al menor de sus hijos.
En M. no se queda  ni la lluvia, pasa de largo por el pueblo llevada en volandas por un viento agrio que hiela los espíritus que roza. Por eso, los días de viento y lluvia, no hay nadie en las calles de M.; y por eso Victoria esos días, se queda en su casa y ve llover y agitarse las hojas de los árboles tras la ventana de su salita de estar. Y M., en la tormenta, parece el escenario de cartón-piedra de cualquier Viridriana, robado del tiempo y de la historia.

29 agosto 2012

Agosto es lo que tiene

Agosto es lo que tiene, cogían vacaciones nuestros padres (las madres nunca las han tenido) y se hacía perenne su presencia en el patio sentados, leyendo el periódico o limpiando uno a uno los radios de las ruedas de las bicicletas para, después engrasar estas; era "el ya estoy de vacaciones" personal que el paterfamilias se imponía como ritual anual. Después una compra grande para el mes para abastecer las necesidades de su "desnutrida" familia y listo; por delante, toooodo un mes de desayunos al aire libre, paseos por el puerto nuevo y el viejo, peregrinas visitas a la plaza de abastos a por pescado y las siestas de verano, largas y plomizas como un día de invierno. 
Y es que en agosto, venían también los amigos de Madrid, con sus vidas doradas que, siempre parecían mejor que las nuestras, que si Madrid tal, que si Madrid cual...que si en Madrid voy a un sitio de tal, en Madrid parecía todo grande; lo es y aparte hay mucha gente por todos sitios... Más tarde con el tiempo uno se da cuenta de la realidad, aunque ya intuía yo entonces que, los que llevaban escudos y camiseta del Atlético de Madrid, tenían una vida menos dorada o más de barrio que los que la llevaban del Madrid; estos sí que eran pijos, pijos; los otros se acercaban más al ideal provinciano que teníamos en el pueblo, parecían más reales. Lo cierto es que llegaban casi de madrugada y, ¡pop! en la mañana del día 2 de agosto, allí te los encontrabas, en tu puerta saludando para contarte todo un año en el que no se había tenido el más mínimo contacto, tan efímeros son los veranos. Empezaba entonces nuestro pequeño ritual de puesta al día, muestrario de los últimos comics de Garfield que no habían llegado a provincias, lo último de Sabina que nosotros no teníamos en original y los interminables juegos de roll que estuvieron de moda en la temporada invernal y a los que la luz del verano sentaba mal (yo siempre creí que a los monstruos del averno y demás seres oscuros los deshacía y derretía el verano peninsular), sin frío y lluvia fuera no eran lo mismo. También el cine de verano en sesión doble, con sus inagotables golosinas y los duros asientos que a todos nos dejaban el culo cuadrado; y los paseos, y los atardeceres ya menos eternos en agosto, y...y después terminaba agosto y se iban los "chamarileros" de las novedades capitalinas y los de provincias, nos quedábamos algo huérfanos de solaz y de amigos; estos volvían a sus vidas normales en Madrid, a sus trabajos los padres, a sus colegios los amigos, todos a sus barrios y a sus casas...En el pueblo, el viento helado de la mañana, marcaba el inicio de la temporada de soledades, para grandes y pequeños, de rutinas...ahora creo que lo único que cambia es el nombre del viento que da inicio a los invernales, el resto, es casi idéntico...sobrevivir... 

06 agosto 2012

Perisgrundvägen

Perisgrundvägen es una pequeña localidad al norte de Helsinki, al oeste de Finlandia en la que Brad Olessün tiene su pequeña cabaña. Brad, dedica sus días a talar los troncos de las coníferas que hay en el bosque cercano, en virtud de una concesión que tiene del gobierno finlandés. Pero a sus 62 años Brad, ha considerado que ya no tiene la misma fuerza para manejar el hacha y la sierra y puso un anuncio en internet para aquellos interesados en continuar con su importante labor en el bosque y en su cabaña. Pero Brad, no quiere dejar en manos de cualquiera sus queridas herramientas, así que está llevando a cabo una especie de “casting” para seleccionar a la persona idónea que sepa desempeñar el trabajo y se adapte bien a la vida de leñador. ¿Qué tengo yo que ver en todo esto? Pues que respondí al anuncio y me voy este mes de agosto a superar la prueba y desestresarme cortando enormes troncos. Se me ha prometido un buen sueldo, atardeceres eteeeerrrrnos y una bebida compuesta con laurel, miel y whisky que elabora el propio Brad y que se toma caliente. Con todo, lo que más me ha interesado ha sido poder hacerme con su colección de pipas y tabacos especiados…
Creo que en la mochila me llevaré mis calzoncillos pulgueros, los vaqueros viejos y, como no, mi camisa roja de cuadros y franela. También algún libro para cuando el viejo Brad y yo terminemos la jornada poder leer algo antes de dormir. No entiendo el finés y, es más, me han dicho que el acento de la zona es tremendamente complicado, pero bueno, creo que ambos pondremos buena voluntad y que, esa pequeña inconveniencia no deba ser un problema...

11 abril 2012

Tésis (que he encontrado por ahí)

Jean Philippe Marouac es considerado por los críticos y expertos en arte como el fundador del realismo tal y como lo conocemos en la actualidad. Sus cuadros gozan del privilegio de la mirada, la perspectiva, e interpretación que su autor hace de la realidad que le rodea. Además la época que le tocó vivir era propicia en acontecimientos y se prestaba dulcemente a ser retratada. El París de finales del XIX y principios del XX constituía para nuestro autor, un enorme lienzo en el que plasmar o del que coger toda su fuerza creativa; su potente pincelada, casi violenta en los albores de su carrera, igual refleja a la alta burguesía, con sus señoras y sus criadas (por cierto, muchas de ellas españolas), que a la más mísera prostituta del Montaparnasse. Con sus cuadros Marouac se convirtió en un testigo de excepción de una época, comienzo de la melancólica y maravillosa decadencia que es París en la actualidad; si bien, no fue conocido, ni estudiado, ni apreciado al "no aportar nada significativo a los movimientos de vanguardia al uso de la época" (Modernisme á Paris, un art decádent, E. Blesson, Editores Reunidos, 1968, página 315). Era lógico, entre la diversidad de las vanguardias, la totalidad de movimientos pictóricos, podríamos decir, de fachada, porque duraron poco o nada para la influencia que se les ha querido dar después, Marouac era lo más parecido a un fotógrafo, pintaba realidades.
Es, sin embargo, a partir de los años 80, cuando, ante el inexplicable auge que tienen las instalaciones y la pérdida de rumbo que toma la pintura como tal, cuando se descubre o redescubre a este genio de la normalidad. Y todo, a raíz de un misterioso personaje que se halla en todos sus cuadros. Es un transeúnte que, unas veces aparece de espaldas, otras mira un escaparate distraído, toma un café o un vino en un cenador, sentado frente a un periódico, otras mirando al pintor mientras este "toma" su fotografía...Y decimos que misterioso porque, al momento de redactar esta tesis, ninguno de los autores estudiados, y que serán referenciados oportunamente en la bibliografía de este ensayo, han dado cumplida y certera explicación de ese personaje. Los más creen que se trata del propio autor que juega a introducirse en sus cuadros al modo que lo hiciera Velázquez en Las Meninas. No se comparte esta opinión, por cuanto en nada se parece físicamente al autor y porque, razón fundamental, el propio Marouac, no sabemos si jugando al despiste, lo negó en la única entrevista a TF1 de él conocida. Lo cierto es que ese transeúnte de traje gris, constituye en casi todos los cuadros el punto de fuga por el que " se escapa o diluye" el cuadro. Una vez hallado ese personaje, lo demás se borra, se difumina y pasa a un segundo plano. Esté o no mirando al espectador, cobra una fuerza inusitada constituyéndose en el elemento central del cuadro que, a la par, dota al mismo de una equilibrada estructura y da sentido al resto del lienzo. [...] (Hombre de Gris, Redescubriendo a Marouac, Univ. Autónoma de Chile, año 1998)

27 marzo 2012

Día Internacional del Teatro

Dramatis Personae.

  • Bobé, el pianista del "tudo bem"
  • Pepe, extremeño hemipléjico.
  • Javier, desesperanzado habitual, tomando chocolate a primera hora de la noche. 
  • Un camarero.
  • Un televisor con el sorteo del Euromillón puesto.
Salón-cafetería de la primera planta de un hotel de cinco estrellas. Es la primavera portuguesa. La noche se cierne ya, fresca y fragante sobre la capital del Tajo. Bobé comprueba su boleto antes de marchar a casa y habla con Pepe que apura su whisky antes de subir a su habitación. Gasta silla de ruedas porque cayó mal en la mili en un entrenamiento con los paracas. A pesar de eso sigue tirándose desde el avión. 

Javier espera a que se enfríe un poco el chocolate que toma todos los días desde su extrañamiento en Lisboa y apura un pasteis de Belem que acompaña a la bebida. 
El camarero hace que recoge y limpia, aburrido.
El televisor suena a bolitas con números y a sorteo. 
Fuera parece que truena. La suerte ha vuelto a pasar de largo.

pd. Día mundial del teatro. Día mundial de la vida. Esto lo dedico hoy a Antonio Tabucchi, gran enamorado de Lisboa también y que esta semana se ha convertido en mito.  

06 marzo 2012

Verde

Mis recuerdos de infancia son verdes. Del mismo color que los muebles y las densas cortinas que cubrían las ventanas que daban a la calle. La habitación tenía una cama vieja que perteneció a la abuela y en la que, según creo, terminó sus días. Allí estuve yo postrado dos años por mis problemas de columna. Al principio de estar e, imaginándome a la abuela en la cama expirando, me sentí unido a ella, pensando que esa cama iba a ser el anticipo cómodo, de latex o viscolástica de un féretro...para los dos. Para mi alivio, al momento de escribir estas palabras, no ha sido así. Recuerdo particularmente las siestas en el invierno cuando el sol comenzaba a entrar por la ventana, en un lapso de una hora, se llegaba a la almohada y se quedaba un ratito calentando el cuerpo y el espíritu. Luego se despedía lenta pero amablemente y seguía su recorrido universal hacia otros lugares. Fuera podía hacer mucho frío que, a la hora de la siesta, entre las 3 y media y las 4 y media, el sol pasaba a visitarme. Desde mi posición de firmes, tumbado, con el corsé atado a la cama y sujeto al techo con unas cuerdas y una polea, antes de que llegara el sol, atisbaba un trozo de cielo, azul las más de las veces, gris, otras, perlado de amatista en los atardeceres. Yo no me podía mover, pero el universo seguía haciéndolo por mí. A través del cuadrado de ventana intuía algo parecido a la vida; oía conversaciones que había en la calle, el ladrido de los perros, otros niños o mis amigos, jugando en la calle...el resto me lo imaginaba....
Siempre he pensado que tenía suerte, porque la habitación de un enfermo no puede ser verde. Blanca sí, a lo sumo con algún tono azul; y sin espacio apenas. En una mesilla, un perenne vaso con agua para tomar las pastillas contra el dolor, un bajoplato y la jarra, de cristal, más o menos moderna, con un trapito para taparla o una tapa de plástico de las de ahora, dependiendo de la época.
En la otra mesilla, los libros, los cuadernos, los deberes, las lecturas obligatorias, que el homeschooling no está admitido legalmente en España, es una especie de cannabis educativo. Y junto a los "aperos" de enseñanza, los otros libros, los de verdad, los que salían por el recuadro azul que era el cielo reflejado en la ventana y me llevaban fuera de la cama, más allá de la casa y de mi defecto-cuerpo. Entonces no había televisión; bueno no había para tener dos televisores en todas las casas. Había en el salón y punto, núcleo familiar desde que la caja tonta se convirtiera en algo así como una prima charlatana: una más de la familia.
Yo mientras tanto arriba, siempre arriba, tabla-cuerda y rigidez; escuchaba las conversaciones y veía a mi madre desvivirse por el hijo postrado en un constante ir y venir de la habitación verde a todas las demás partes del mundo.
Durante esos dos años mi mundo fueron los pasos sibilantes de mi madre, el azul del pequeño rincón de cielo que me había tocado en suerte y el verde, verde siesta, verde convalecencia, verde...

28 febrero 2012

Los Patos de Central Park

Ahora, con el borboteo de la cafetera como sintonía de fondo de mi mañana, escucho las noticias que una presentadora muy guapa lee apresuradamente con los ojos fijos mirándome. No me gustan las noticias de la mañana aquí, en España. A las nueve de la mañana aún no ha pasado nada y lo único que reflejan los informativos como los espejos del Callejón del Gato son noticias del día anterior, mascadas, pero envueltas en el papel de regalo nuevo de la mañana; en la era de la información son viejas ya. Además no cuentan con el reposo que tienen las de los periódicos, que también te cuentan las noticias del día anterior, pero con el sosiego que otorga, haberse sentado el redactor en su mesa y en su silla, haber encendido el ordenador y haberla redactado: es una viva voz argumentada. 
Cuando estaba en Nueva York, la rutina era la misma, pero los informativos de las 8 o las 9, tenían una enjundia y un peso del que carecen aquí. Siempre los veía antes de ir a La Institución. Allí, sí pasaban cosas. En España tengo la impresión de que el tiempo pasa más leeento, pasan menos cosas, pero las siento más reales. De todos modos, echándome el café todas las mañanas no puedo evitar pensar, al mirar la hora, que ahora mismo estaría abriendo sus puertas La Institución; o comenzando a entrar gente en Wall Street; o abriendo la biblioteca de la universidad y su bibliotecaria, española, comenzaría a colocar los libros que los estudiantes habían dejado por las mesas de consulta y los sillones de lectura. A esta hora, los patos de Central Park comenzarían a salir para ir buscando gentes que les echen pan para el desayuno. 

21 octubre 2011

Para Javier

Aunque los agoreros de siempre traten de tiznar nuestra moderada alegría, hoy es un día de esperanza, el final del terrorismo, de asesinatos sin sentido y de dolor, mucho dolor, puede haber acabado para siempre. No podemos sino alegrarnos y estar expectantes. Que se cumpla. La esperanza y la ilusión la ponemos el resto, me encantará poder decir a mi hijo que intentamos dejarle un mundo mejor y contarle que ETA es una cosa que está en el más recóndito rincón de los olvidos. Y suena...

03 octubre 2011

Confesiones

-Tu, la verdad, es que eres perfecta como primera esposa. Con tu culito respingón, con tus pechos enhiestos y bien colocados, que me traen un recuerdo algo taurino; con tu forma de arreglarte y tardar dos horas justas de reloj antes de salir de casa a cualquier cosa; con tus caprichos de "ahora sí, ahora no"; con tu manera de no valorarme ni apreciar casi nada de lo que hago, a pesar de que me dices que soy muy bueno y que me quieres mucho; con tus ansias de libertad y con eso de que tenemos una relación muy infantil; eres preciosa y culta y lista...pero...- le dijo sin dejar de ensortijar el precioso pelo negro entre sus dedos; y mientras veían tumbados en el sofá una absurda comedia romántica de la que él, como siempre, se sentiría identificado con el personaje secundario que al final se quedaba con la chica...pero eso era el cine.


En ese instante notó como por el brazo que ella tenía agarrado resbalaba una lágrima...


En un primer momento no dijo nada, para después hipar un susurrante "pues déjame".


Aparecía el THE END en la pantalla cuando él suspiró:


-Es que no puedo, pero creo que llegará. Todo a su debido tiempo, todo a su debido tiempo...¿te apetece un café? Yo voy a por uno...

26 abril 2011

Viernes Santo

El intenso olor a incienso y un espeso humo de oficios lo cubre todo, se eleva y desciende, recorre rincones y llena toda la nave central, iluminada, y las capillas, semioscuras. Él ocupa el centro frente al altar, yace magullado y humillado de muerte humana sobre un paño púrpura que hace que recoge la sangre de la talla.


Doliente, una señora, parece que reza a su lado. Pero no. Es algo más. Llora, acaba de perder al hijo. ¿Qué te han hecho?. ¿Qué te ha pasado?. Susurra a su oído. Le recorre con sus manos. Toca y roza su cara levemente con sus dedos de tabla; inerte y con la mirada perdida, la muerte no responde. Suave. Besa sus heridas. Suavemente acaricia sus pies. Le han robado sus entrañas. No reza. Se duele de que le hayan arrancado al hijo, a su hijo y siente un dolor eterno, sin esperanza, insondable. ¿Qué te ha pasado?, ¿qué te han hecho? No te tenías que haber ido así, tan pronto. Y no encuentra respuestas, hoy no las tiene. Levanta la vista y, justo enfrente de ella, un señor, con la mano en la boca, llora su llanto, le duele su dolor...solo entonces, con la misma suavidad, encuentra algo de consuelo y, entonces, solo entonces, comienza a entonar una oración que susurra a Su Oido...

18 marzo 2011

Jaloque

El peor momento para los dos era cuando decíamos de recoger para marcharnos. Los veíamos correr a lo lejos y acercarse para preguntar qué pasaba, aunque sabían bien lo que tocaba. Otra carrera hacia la orilla y una de vuelta hacia nosotros. La marea había comenzado a subir, el mar rugía insólitamente a pesar de ser el mediterráneo, el viento comenzaba a levantar areniscas y, en remolinos, se llevaba las voces y pensamientos de la gente que, hasta hace un momento, pasaba la tarde de domingo. El sol no era ya, más que el reflejo de sí mismo, y la sombra de la ladera de una peña, rasa, casi yerma y violeta, va extendiendo imperceptiblemente su línea hasta casi alcanzarnos.
Se llegan a nuestra altura, estamos desmontando el "chiringuito"; con dos de las cuatro estacas quitadas, aprovechan para meterse debajo de la tela, es seda de paracaídas. Quitamos una tercera pata y, a la cuarta, la tela que, hasta ese momento hizo de parasol, cae grácilmente sobre ellos, los cubre y envuelve en un sedoso misterio, sus torpes movimientos. El jaloque gira en torno de todos ellos y levanta, de cuando en cuando, la tela...¿cu-cu?...¡¡trás!! y vuelve a caer, y sueña con escapar mar adentro, y vuelve a ser levantada por sus manitas y el hálito que los acaricia.
Luego, en el coche, los granos de arena en las alfombrillas son un vestigio invernal de playa y mar añorados. El uno sobre el otro, duermen en la parte de atrás, mecidos por un suave traqueteo de autovía. Empieza a ser de noche de verdad, en la radio, bajita de volúmen, ultiman los resultados del grupo XIII de la Tercera División y en unos minutos el informativo de las 21,00 horas hará las veces de despertador de lunes...la semana habrá comenzado.

23 enero 2011

Dominicos

El muro de adobe, y ladrillo más tarde había estado ahí desde el siglo XVII y, en otras épocas, era la separación entre un cierto paraiso y todo un infierno. Dentro, los monjes, dominicos en esta ocasión, disfrutaban de su pobreza de sopa boba diaria, de su jardín, de su ora et labora y, desde el otro lado de ese muro, dominaban el tiempo y nuestras vidas al toque metálico de la campana de su convento.

La iluminación en aquella época no sería muy distinta de la que hay ahora.

La modernidad hizo pasar una carretera nacional junto al muro y lo convirtió en un vestigio gris e hizo que asomaran los ladrillos en ciertos desconchones.

La postmodernidad tapió las ventanas que dan a la ya antigua nacional, que las autovías han convertido en un vestigio gris camino de Madrid. En ámbar intermitente el semáforo, declara inútilmente que ya no es esa parada obligatoria en medio de un pueblo y en la que se despertaban los niños para preguntar cuánto quedaba de viaje de vuelta de los sures inciertos y soleados.
Su ventana enmarca un trozo de ese muro al otro lado de la carretera. Sus arrugas, la melancolía de más tránsitos; y la esperanza cuando, desde el fondo de la calle se oyen los pasos de algún transeúnte que pasa, fugazmente, frente al retablo inmovil desde hace mucho tiempo de su sala de estar. Dentro la luz es de un amarillo macilento y al fondo del salón la tele vomita actualidad...es ahora la que marca el tiempo, domina nuestras vidas al son de su vacuos ecos de pantalla plana...
Los que ahora pasan por aquí andan perdidos...como todos...como siempre...desde que el muro es muro...

21 diciembre 2010

Aspersión


Las frescas noches noches de verano han dejado paso al baile de las hojas con el viento y con el agua de la lluvia. Un intenso olor a salitre y a invierno que llega del cercano y bravo mar lo impregna todo. Lo trae un viejo viento del norte que se cuela por los rincones, bajo las sábanas que cubren herrumbrosas bicicletas, sobre el tic-tac de los centenarios relojes que para nadie marcan las horas...recorre estancias vacias y levantando el sombrero amablemente, sale por donde entró en busca de otras hojarascas que levantar.

En el jardín de la parte de atrás, resuenan ya lejanos los ecos de las tertulias, literarias, políticas, costumbristas; seguro que ahora estarán atronando los cafés de la capital para embaucar a jovenes literatos anarquistas aspirantes a una gloria, cada vez más efímera y de baja calidad.

Las tres sillas vacuas ahora, volverán a soportar, seguro, ilustres posaderas con la canícula. Los tertulianos siempre ocupan la misma. De hecho, en la que aparece cortada, se suele sentar un renombrado jurista, autor de prestigio y hombre preclaro de la república. Ya de todos es sabido que lo que se "tertuliea" en verano, se concibe en otoño y se pare en invierno (sea ley, novela o ensayo) Cada cual ocupa su lugar. Ahora esa silla también soporta estoicamente esa aspersión que es aquí la lluvia en espera de recuperar algún protagonismo en alguna otra foto o ser asiento de alguna gran idea.

19 diciembre 2010

Me he jubilado

Los viejos periodistas cuando nos retiramos, perdemos todo contacto con las noticias y con la actualidad. La verdad es que, a nuestro alrededor, se conforma una nueva realidad paralela, ajena y diferente de cualquier otra, de cuadros marrones y bata de guatiné. Lo más importante que perseguimos ahora es el sol de mediodía y la sección de dulces del Mercadona (cada cosa tiene su tiempo). En el periódico te dicen las "jovenes promesas" que vuelvas cuando quieras, que te pases y mires. Eso, solo mirar, porque la realidad, su juventud, las noticias, alcanzan una velocidad a la que uno ya no llega. Es más, a la que no quiero llegar. Porque a base de tanto correr, las cosas se quedan anticuadas en minutos y a las "jovenes promesas" les salen surcos en la cara con la misma velocidad con la que se despacha la última guerra, la última víctima de violencia (¿machista?). Con esas cosas-noticias, a esas edades, la vida es tan desmemoriada como a nuestras edades, en nuestro caso puede que sea un incipiente alzeimer, en su caso una especie de demencia juvenil. Las noticias se olvidan al sonido de un chasquido. Pensándolo bien, su realidad es también paralela a lo que está pasando de verdad, va dos minutos por delante de la vida, la arrolla y se olvida. Hoy he decidido que no me voy a volver a pasar por el periódico ni ver ningún noticiero. No me interesa. Las noticias más importantes que me puedan contar, ya me han pasado.

05 octubre 2010

Cuadro de Mar

Las procesiones en los pueblos marineros, las procesiones en el mar tienen la inconsistencia del medio en que se producen. Las vírgenes o los santos de turno parecen levitar sobre las aguas, como antaño sostienen las escrituras que hizo su jefe o patrón.
Después, a su término, se produce una quiebra en el espacio y, por qué no, también en el tiempo, cuando llega la hora de desembarcar al santo. Se produce un tumulto, la gente, los pescadores, los camareros, los cofrades, entre el mar y los embarcaderos, en tierra de nadie, con un pie en el barco hacen zozobrar la talla, caen algunas flores al agua. En firme, titubean los instrumentos, tímidos, a algún oboe se le escapa alguna nota. No toca la banda el pasodoble correspondiente hasta que se perfilan claramente quiénes van a ser los cuatro portadores del paso. Palmas. Gritos y hurras jalonan el paso. Alguna salada lágrima recorre arrugadas mejillas de fervorosas beatas. Algo tan intangible como la fe, se hace líquida en los ojos de las señoras y en su bisbiseo orador.
El zigzagueo de la imagen sobre los hombros fieles que se encaminan hacia la parroquia comienza a dar conclusión a la procesión.
Algún cohete horada el cielo color pastel del anochecer.
En fin, otro año más el mar cumple, la gente cumple con la rutina y con la patrona que, con los honoríficos y trasnochados sones del himno nacional atraviesa el umbral de la iglesia.

19 junio 2010

Vila-Matás

La verdad es que mi primer intento como novelista fue, o ha sido, un completo fracaso. El libro ha resultado todo un éxito editorial. Pero ya en las primeras entrevistas y conferencias para la presentación del mismo, me resultaban extrañas determinadas preguntas que, sobre el mismo, se me hacían por gente que, de modo súbito, se había convertido en verdadera estudiosa de mi obra y alababa el volúmen como lo mejor que se había escrito en este principio del siglo XXI (si salvamos a Vila-Matás y alguna que otra honrosa excepción que circula por ahí).
Así, eran múltiples las referencias a un capítulo 28 que yo no recordaba haber escrito; según creo recordar, a la editorial entregue 26 capítulos. Otras cuestiones hacían referencia al epílogo del Capítulo 40 que tampoco se representaba en mi memoria. De este último, lo que más me llamaba la atención era que se dijera del mismo que dejaba abierta la puerta hacia una segunda parte. Yo creo que el libro no dejaba abierta la puerta a nada, pero es que, a mayor abundamiento, jamás me han gustado las sagas, salvo las que han conseguido que millones de adolescentes analfabetos funcionales (según los clasifica la ONU) se hayan acercado a la lectura.
Todo eso, por no nombrar la existencia de preguntas y cuestiones sobre personajes de los que no recuerdo su presencia entre las páginas de la novela. Un detective borracho y mujeriego (¿en España tendría éxito este tipo de personaje?); una mujer misteriosa que aparece y desaparece entre la página 100 y la 210. Lo cierto es que a mi me gustan los personajes secundarios, normales, con sus miserias y sus terribles ganas de supervivencia a cualquier costa y sus sombras, y no esos que me refieren.
En fin, que tendré que releer mi novela, porque no la recordaba tan larga, tan plagada de tópicos y típicos personajes y sobre todo, porque, con sus pastas en rústica y su portada, se me ha hecho una gran desconocida de mesilla de noche y, así, creo que de seguir esto así, no puedo o no podré volver a escribir nada nunca más.

30 mayo 2010

Ensayo-Fetiche

Lo cierto es que en el video, únicamente se ven dos pies; caminando, un paso tras otro. La perspectiva está tomada, obviamente, desde arriba; se graba a si misma. ¿A si misma? Sí. Es una mujer. La cuadrícula del vídeo, capta desde el pie hasta casi la rodilla. Las piel blanca del incipiente calor de la eclosión primaveral y las uñas, perfectas, de un magnífico rojo manzana. No hay sombra en el vídeo o sobre la acera que permitan saber la hora a la que fue grabado o que nos hagan imaginar las formas, el contorno, la silueta de quien se graba. Desde los pies, el resto hay que imaginarlo a carboncillo: cadera un poco ancha, cintura alzosa de nardo...
La acera es gris; no se oyen coches, ni mucho ruido, y eso que las ciudades de ahora murmullan sin descanso palabras de humo y tubos de escape. A cada tres pasos, una flor en forma de margarita, hoya con sus pétalos el centro de las baldosas. Se oye un leve taconeo, las sandalias deben ser de "entretiempo", todavía no descubiertas en su totalidad, aprisionan un poco el meñique del pie izquierdo; llevan un poquito de tacón.
El vídeo dura como tres minutos, los pasos un poco menos; alcanzan una barandilla, se paran; uno de los pies sube un poco y reposa en el cemento del que surgen las enrevesadas formas modernistas de la baranda. Sube la imagen por un momento y se vislumbra un río, con patos, al otro lado una vieja catedral de estilo gótico alemán y, pegado a los pies, un paseo de lilos que se pierde en el infinito.