Barroco francés

Barroco francés
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Concepto:En Francia el barroco adquiere caracteres más sobrios que en Italia, con plantas menos complicadas, fachadas más severas, mayor respeto por las proporciones y renuncia a los efectos violentos, es un arte fundamentalmente al servicio de la monarquía absoluta, y su gran realización será el Palacio de Versalles.

Barroco francés. Estilo artístico desarrollado por el arte francés durante el siglo XVII.

Antecedentes históricos

Los precedentes más inmediatos del Barroco francés están en el Manierismo de sus cortes refinadas, especialmente en la que se agrupó alrededor del palacio de Fontainebleau. Esto determina dos características básicas del estilo: su origen cortesano, ligado al gusto palaciego, especialmente acentuado durante el reinado del Rey Sol, Luis XIV; y su raíz clásica, que nunca se abandonó durante el Manierismo y que constantemente remite a dos modelos italianos: Rafael y Miguel Ángel.

Detalles

De esta Italia que funciona como modelo, el Naturalismo tenebrista tuvo una repercusión limitada, en un grupo de pintores relativamente ajenos al mundo de la Corte. Y sin embargo, en todos ellos se aprecia una paleta mucho más aclarada, composiciones más equilibradas, en suma, un cierto clasicismo que suaviza la violencia dramática de Caravaggio o Gentileschi. Resultan en su obra periférica mucho más cercanos a otros receptores del tenebrismo, como fue el grupo holandés denominado los caravaggistas de Utrecht.

La tendencia predominante fue sin duda el Clasicismo, íntimamente relacionado con el Idealismo italiano. Muchos de los autores franceses consideraban imprescindible para su formación el viaje a Roma, donde estudiar directamente a los clásicos. Esto motivó el establecimiento de una colonia de artistas franceses en Italia, que albergó figuras de la talla de Simón Vouet, Nicolás Poussin o Claudio de Lorena. Éstos dos últimos ni siquiera regresaron ya a Francia, pudiendo ser considerados como un eslabón del Barroco italiano pleno. Su mayor importancia radica en la novedosa forma que tuvieron de entender y valorar el paisaje por sí mismo, que apenas si depende ya de un tema bíblico o mitológico, reducido a su mínima expresión. Pero el foco que sin duda resultaba más atractivo era la Corte parisina, en especial en los reinados de Luis XIII y Luis XIV. Allá se desplazaron artistas como el escultor Bernini, que hizo una entrada triunfal en París, no correspondida con sus éxitos allá. La Corte de París y más tarde la de Versalles centralizaron una producción grandilocuente pero clasicista, contenida en los cánones del Renacimiento italiano y el Idealismo, en pro de una maquinaria estatal que se denominó absolutismo. Este régimen ostentaba el dominio total de la vida del país, incluido el arte. Sus pintores se dedicaron por completo a exaltar a este régimen, lo cual hizo que se manifestara una magnífica escuela de retrato oficial, idealizado, manifiesto de poder a veces elegante pero frío. Los mejores exponentes de este tipo de retrato fueron Vouet, Philippe de Champaigne, el favorito del cardenal Richelieu, de quien legó una fascinante imagen, Sebastien Bourdon, el más italianizante de todos, y Charles Le Brun, quien trabajó sobre todo en la decoración del nuevo palacio del rey, Versalles.

Arquitectura

Las motivaciones y los condicionantes con los que parten los artistas del barroco francés son muy diferentes a los del barroco italiano. A pesar de mantenerse católica, Francia tiene que superar graves divisiones internas, que llegan a afectar a la estabilidad de la monarquía, lo que motivará que la necesidad del Estado sea la de garantizar su propia existencia, fortificar sus instituciones y proyectar una imagen de la realeza poderosa y absoluta. Estos condiciones imprimen al barroco francés un carácter cortesano, palaciego, vinculado además al hecho de que se convierte en la potencia europea después del hundimiento definitivo del imperio de los Austrias.

El arte religioso queda en un segundo plano. Los grandes encargos son siempre de la nobleza y de la monarquía, grandes conjuntos palaciegos, rodeados de jardines, que constituyen una de las principales aportaciones del barroco francés al arte europeo. Palacios en los que la fachada principal mira hacia el jardín, manteniendo en los patios cierto clasicismo, que estará presente como corriente en todo el barroco francés. La decoración se reserva para el interior, en la que se despliega una gran suntuosidad, techos pintados con frescos, espejos, molduras doradas. Las techumbres son de gran altura, formando cuerpos prismáticos en los que se abren ventanas abuhardilladas, llamadas habitualmente mansardas. El urbanismo tiene gran desarrollo, se abren grandes avenidas en eje de los palacios y de las plazas, en las que se incluyen arcos de triunfo y monumentos conmemorativos.

Primera mitad del siglo XVII

En esta etapa hay una gran actividad constructiva, con iglesias de gran austeridad, aunque sigan en planta el modelo jesuítico de Il Gesú. A pesar de la abundancia de obras, no son muchos los proyectos de gran entidad que se realizan, mas bien se trata de mansiones nobles en las afueras de París. En el urbanismo se crean las llamadas plazas reales, en las que las construcciones se someten a un mismo diseño común, como la Plaza de los Vosgos, con la estatua central de Luis XIII.

Segunda mitad del siglo XVII

Bajo el reinado de Luis XIV, el rey Sol, la arquitectura acentua ese carácter monárquico y cortesano. El rey controla toda la actividad a través de la Academia. La reales fábricas, se dedican a la producción de artículos suntuosos, tapices, cerámica, para la decoración de los palacios reales. Emprende grandes proyectos constructivos que reflejen el concepto de monarquía absoluta. Uno de esos primeros proyecto de Luis XIV es completar las obras del palacio parisino del Louvre, llamando incluso para ello a Bernini, aunque su diseño finalmente fue descartado y se eligió el del francés Claude Perrault. El palacio mas importante es el de Versalles, que pasa de ser un modesto pabellón de caza, a ser la residencia del rey y donde se fija la corte. De este hecho surge la necesidad de ampliarlo para dar cabida al rey, la numerosa corte y las sedes de los ministerios y despachos. En 1678 ya es sede del gobierno, momento en que se emprende la gran ampliación encargada a Luis Hardouin Mansart (1646-1708).

Escultura

Al igual que en la arquitectura, la escultura está condicionada por su función al servicio de la monarquía, debe glorificar al soberano, presentado a las súbditos su magnificencia, su esplendor y al mismo tiempo proporcionando los entornos palaciegos y refinados que el poder requiere para sus liturgia y sus ceremonias. Se prefieren por lo tanto los temas mitológicos y alegóricos, que enlazan a la monarquía con las glorias romanas. El influjo de Bernini es apreciable, aunque no consigue eliminar el peso clasicista impuesto por la academia. Es la segunda mitad del siglo XVII cuando hay un mayor desarrollo escultórico, debido lógicamente a la fuerte demanda de obra en el reinado de Luis XIV, y la necesidad propagandística de la monarquía. Versalles es además el edificio destinatario de la mayor parte de la obra . Como autores destacados de esta tendencia se tiene a Pierre Puget (1622-1694), formado en Italia, se inclina sobre todo por temas mitológicos de carácter alegórico, durante un tiempo trabaja fuera de la corte, pero consigue hacer un hueco entre los escultores reconocidos con su “Milón de Crotona”, derivado de los grupos escultóricos de Bernini, con recuerdos del Laoconte, obra que le abre el camino a nuevos encargos de mayor entidad.

Los escultores propiamente cortesanos son los realmente reflejan el estilo del barroco francés, como François Girardon (1620-1715) que realiza varias fuentes y grupos escultóricos para los jardines de Versalles, como “Apolo servido por las ninfas”, concebido como una escena al aire libre, inspirando para la figura de Apolo en el modelo helenístico del Belvedere. También realiza escultura funeraria, como el sepulcro del cardenal Richelieu, que introduce una teatralidad muy del estilo de Bernini.

Antoine Coysevox interviene en la decoración de los salones de Versalles, con más personalidad que Puget; gran retratista, recurre con frecuencia a representar al retratado como si fuese un personaje mitológico, como por ejemplo en el caso de Maria Adelaida de Saboya, como Diana Cazadora. Retrató a los personajes más importantes de la corte, sobre todo a Luis XIV y Luis XV.

Pintura

La tendencia es aquí también cortesana, aristocrática, como los ampulosos retratos que hace Rigaud de Luis XIV, un estilo pomposo, en la vestimenta y en la composición. En esta línea cortesana la presencia del tenebrismo italiano es mínima y predomina la tendencia clasicista que desde la Academia se viene marcando en todas las artes. Es Georges Le Tour (1593-1652) quien introduce en Francia la estética caravaggista, siendo prácticamente el único que la sigue fielmente y que incluso la desarrollo aun más, sus cuadros aparecen completamente a oscuras y tan sólo un pequeño foco de luz, normalmente una vela o un lámpara, permiten ver la realidad, minuciosamente reflejada. Esta iluminación tan característica le da a sus cuadros un aire especialmente intimista, una atmósfera misteriosa, que se presta muy bien a la temática religiosa que suele trabajar. Ejemplos de este estilo tan personal son “La Magdalena penitente” o “San José carpintero”.

El Clasicismo barroco francés está representado por dos pintores profundamente academicistas, Claudio Lorena y Nicolas Poussin partidarios de conservar la esencia de la pintura vinculada al equilibro, las formas serenas, los temas mitológicos, introduciendo como ya habían hecho los pintores de la escuela veneciana el paisaje, al que empiezan a dar una gran importancia que le llevará a convertirse en un género autónomo, de forma simultánea a lo que se estaba haciendo en los Países Bajos.

Nicolás Poussin (1594-1665), es el pintor de la serenidad, reacciona contra el descarnado naturalismo de Caravaggio, y contra los escesos del barroco mas desmedido de Rubens o Rigaud, busca el orden, la iluminación serena, sin fuertes contrastes, que da al cuadro un atmósfera diáfana, en muchos casos las figuras parece más bien esculturas de aire clásico. Introduce frecuente en los cuadros escenas mitológicas o religiosas en ruinas clásicas, rodeadas de vegetación. Cuida siempre que la composición se mantenga en los modelos clásicos. Se pueden citar como obra representativas de su estilo, la escena pastoril “Et in Arcadia ego” o la representación de la “Sagrada Familia.”

Claudio Lorena (1600-1682) , tiene para muchos críticos un mayor interés, por el empleo que hace del paisaje en sus cuadros, en el que intenta capta la luz del sol reflejándose a través de los árboles, sin caer en los efectos teatrales y tormentosos de pintores como Rembrandt. Pinta escenas en puertos imaginarios, que evocan el esplendor de la antigua Alejandría, con pórticos monumentales en los que las figuras se reducen de tamaño hasa convertirse en algo secundario. En los países los árboles en gran variedad llenan la escena, con composiciones que tienden a la simetría. Como ejemplos cabe mencionar “El puerto de Ostia en el embarque de Santa Paula” o “Ezequiel en las ruinas de Tiro".

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