II Concilio de Nicea (787)
Concilio II de Nicea | |
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VIIº Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica | |
Fecha de inicio | 24 de septiembre del 787 |
Fecha de término | 787 |
Aceptado por | Iglesia Católica, Iglesia Ortodoxa Rusa |
Concilio anterior | Concilio III de Constantinopla |
Concilio posterior | Concilio IV de Constantinopla |
Convocado por | Emperatriz Irene |
Presidido por | Tarasio de Constantinopla |
Asistencia | 300 obispos |
Temas de discusión | Iconoclasmo |
Cánones | 22 |
El Concilio II de Nicea es el VII Concilio ecuménico de la Iglesia Católica, fue convocado por iniciativa de la emperatriz Irene para tratar el problema del error iconoclasta, lo que se había convertido en auténticos actos de persecución contra el culto a las imágenes por parte de emperadores, como Constantino V (741-775) y León IV (775-780).
El Concilio II de Nicea, aunque no acabó totalmente con el iconoclasmo, contribuyó de forma relevante a su desaparición. En Occidente encontró algunas dificultades su aplicación por parte de Carlomagno (768-814) y sus teólogos, debido a la defectuosa traducción de sus documentos. El concilio constantinopolitano IV lo declaró ecuménico, y es el último de los concilios ecuménicos aceptados por los católicos y los ortodoxos.
Concilio
Inicialmente la emperatriz Irene había convocado el concilio para celebrarlo en la Iglesia de los Santos Apóstoles, en Constantinopla, el 17 de agosto del 786, pero una revuelta militar hizo que se transfiriera el siguiente año a la nueva sede de Nicea.
El concilio comenzó sus sesiones el 24 de septiembre del 787 en la iglesia de Santa Sofía y fue presidido por el patriarca Tarasio de Constantinopla, quien presidio las ocho que tuvo este evento. El papa Adriano (772-795) no pudo participar fisicamente y envió en su lugar al arcipreste romano Pedro y al archimandrita del monasterio griego de San Sabas, con algunas cartas en las que exponía la doctrina católica sobre el culto a las imágenes.
Sesiones
En la primera sesión, Tarasio hizo leer una carta de la emperatriz Irene, y se examinó el caso de algunos obispos que habían participado en el conciliábulo de Hiereia del 754.
En la segunda reunión fue aprobada la exposición de la doctrina cristiana, que el papa Adriano había presentado en una de sus cartas al concilio. Tarasio respondió solemnemente a la pregunta de los legados papales declarando la veneración por el culto relativo a las sagradas imágenes, aunque reservaba la adoración y la fe únicamente a Dios.
En la tercera sesión se leyeron unas cartas sinodales de Tarasio y de Teodoro de Jerusalén en las que se declaraba la validez del culto a las imágenes.
Las sesiones sucesivas se dedicaron a mostrar los argumentos de la Santa Escritura y de tradición favorables a la doctrina propuesta anteriormente.
Luego, en la séptima sesión se aprobó una solemne definición sobre el culto a las imágenes, afirmando que es lícito representar en imágenes a Cristo, a la Virgen Santísima, a los ángeles y a los santos. El culto que se da a las imágenes va dirigido al modelo, al prototipo representado por ellas, y se debe distinguir de la adoración debida a Dios.
La octava sesión tuvo lugar en el palacio imperial de Magnaura, con la asistencia de la emperatriz Irene y de su hijo, así como 300 obispos, que rubricaron las actas del concilio. Se lanzaron también en esta sesión cuatro anatematismos contra los iconoclastas.
En las actas conciliares griegas se añadieron 22 cánones de carácter disciplinario sobre la vida eclesiástica, que recogían, en buena parte, prescripciones conciliares dadas anteriormente.
Fuente
- Francisco Javier Paredes Alonso, Maximiliano Barrio, Domingo Ramos-Lissón y Luis Suárez: Diccionario de los Papas y Concilios. Volumen IV: Concilios y apendices. Barcelona: Editorial Ariel, 1999, 1ra Edición. ISBN: 84-344-0513-X