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viernes, 12 de noviembre de 2010

MUTANTES EN LA UNIVERSIDAD

Aunque cuando se lanzó "Mutantes en la universidad" Troma ya llevaba años activa, no hay duda de que esta, junto al primer "Vengador Tóxico", fueron los verdaderos arranques de lo que, a partir de ese instante, sería la "fórmula -temporalmente- infalible" de Lloyd Kaufman y Michael Herz para destacar entre la ingente cantidad de subproductos paridos desde todos los bandos. Mete humor cazurro, mete tetas, mete gore y mezcla todo ello con unas buenas dosis de caos y locura (que ya estaban en sus comedias previas, tales como "Viva la juerga" o "Pegado a ti"). Es evidente que "Mutantes en la universidad" intenta estirar de la cuerda de "Toxic" (el hipócrita mensaje pseudo-ecológico, los residuos verdes burbujeantes, los punkarras malos e incluso -aunque aquí se reduzca a una escena- un héroe invencible resultado de accidentes químicos), y bien le salió la jugada porque, como sabréis, de este film, originalmente titulado "Class of Nuke´em High", salieron dos secuelas más, justo cuando la Troma vivía su mejor momento.
En la central nuclear de Tromaville hay una fuga de residuos. El jefe de la misma decide ocultarlo, así que en el instituto que hay cerca los estudiantes comienzan a verse afectados sin que nadie pueda hacer nada. De entre todos ellos, una chica (la deliciosa y muy muy muy apetecible Janelle Brady) quedará preñada de un bichejo que, tras otro baño de residuos, crecerá hasta un tamaño considerable -muy guapo por cierto- y la liará a hostias con los protas y con la panda de punkarras que son, obvio, el terror del insti. Supongo que no pecaré de lerdo si digo que esta peli es la versión Troma de "Curso 1984" o de cualquier otro producto de "colegios conflictivos", lo que no deja de ser chocante que tantos sabios asocien a la factoría al espíritu del punk rock, dado que en sus "primeras" películas los malos siempre iban con la estética del imperdible, un pensamiento este muy conservador.
Al principio hablaba de la "fórmula Troma". Bien, es evidente que hoy día está ya gastada. En "Mutantes en la universidad" y "Toxic Avenger" aún se logra mantener cierta sobriedad, Kaufman y los suyos están más preocupados en contar una historia entretenida que en desfasar. Luego, a base de estirarla cual chicle y abusar de ella, perdió su sentido. Hoy día cualquier producto Troma es sinónimo de caos, de desmadre por desmadre, de acumulación por acumulación, de ver al puñetero Kaufman haciendo el paria delante de la cámara (que buenos tiempos aquellos en los que se limitaba a dirigir!!!), a hacer chistes autocomplacientes y no parar de mirarse al Trombligo...a veces sale bien ("Toxic Avenger 4"), otras sale mal ("Poultrygeist: Night of the Chicken Dead").
Viendo este "Mutantes en la universidad" me he dado cuenta de dos cosas. Uno, de cómo en su momento el film llegó a fascinarme, no paraba de verlo, me encantaba (y que, by the way, ¡alquilé en "El Corte Inglés"!. ¡Que caratula más guapa la Española!, supera a todas las demás). Me atrevería a decir que, aunque el vengador tóxico tiene más carisma, "Mutantes..." es mejor película (con una dosis menor de violencia y sadismo). Dos, el cómo echo de menos aquella etapa de la productora... hoy todo lo que hacen me suena a refrito, a auto-plagio mal entendido y peor aplicado incluso por ellos mismos.
Tal vez sería momento de que Troma se planteara un cambio... aunque imagino que les da terror la simple idea de alterar la percepción que su público fiel tiene de ellos. Eso no impide la existencia de desinformados promulgando que Kaufman y los suyos hacen "lo que les da la gana". Sí claro, ¡y unos cojones!.
Dirigen esta simpática y entretenida locura el propio Kaufman tras pseudónimo (Samuel Weil) y Richard W. Haines, responsable también del tochito "Splatter University" y de la visible "Asesinos del espacio".

sábado, 22 de febrero de 2025

JUEZ, JURADO Y EJECUTOR

Padeciendo yo "justicieritis" aguda, y gastando la película semejante título -¡patrio!-, difícil, muy difícil iba a ser que no corriera al vídeo-club más próximo a alquilarla esperanzado. Y difícil, muy difícil iba a ser también que el resultado no se saldara con la palabra que comienza por D y acaba en "ción". Así pues, otra más palasaca, de esas que no veía desde aquel primer y poco notorio intento. Hasta que, ¡yes!, la otra palabreja maldita, que arranca con un N y concluye con "gia", comenzó a dar por culo y decidí hacerme de nuevo con ella y repetir, preparado, preparadísimo esta vez, sabiendo perfectamente a lo que me exponía. Y, claro, "asín" no vale, porque el consiguiente golpe duele menos e incluso terminas encontrándole virtudes al pifostio, aunque anden muy muy ocultas entre esos maravillosos drops y esas rayacas propias del ripeo-de-vhs que me pasó mi bien amado Enorm (la caratula completa también se la debemos a él. Si es queeee...)
John Willis es un poli duro como una roca. Le han matado al compañero, así que, nada más comenzar la película, anda ya vengándose, liándola a tiros y matando a todo al que se le ponga por delante, incluso si son señoras. Paralelamente, un psicópata sale libre de su encierro y, raudo, se dirige a los lúgubres túneles del metro neoyorquino a recuperar su banda de malandrines, que viven ahí, ocultos entre la oscuridad. No tardarán nada en comenzar a robar y asesinar a viandantes confiados. El poli se alía con una periodista que investiga el asunto (sí, terminarán yaciendo) y decide pararles los pies, a lo bruto y aunque le quiten la placa y la dignidad.
En realidad este producto del año 1988 luce como título original el chanante "Underground", a veces mutado a "Underground Terror" por aquello de darle más color. Pero no, no hay terror. Ni acción. Estamos ante un puro y duro thriller de segunda. Bien facturado en general, decente, con su notoria dosis de violencia, algún leve arrebato de gore gráfico (poca cosa) pero más bien plomizo. Notas que tenía potencial, pero se queda a medio gas (consecuencias del escaso montante, presupongo), aunque no va exenta de pequeños buenos momentos y, muy especialmente, un policía justiciero protagonista que funciona gracias a su tremenda mala hostia. Por ejemplo: uno de los villanos intenta robarle el bolso a una pava y ¿¿qué hace nuestro madero??, pegarle tres tiros por la espalda mientras huye. ¡Toma cha!. Sí, claro, es uno de los malos, pero en el momento de la ejecución él no lo sabe con seguridad, lo revienta únicamente por querer robar un monedero. Si eso no es expeditivo, ya me dirán qué es. Tampoco le tiembla el pulso a la hora de eliminar esbirros arrepentidos de sus actos que solo pretenden ayudar. E incluso se diría que disfruta acabando con el jefe de la pandi -considerar esto un spoiler les convierte a ustedes en unos ingenuos-, exigiéndole a berridos que le mire a los ojos previo remate. Todo ello ante la horrorizada reacción de la periodista, allí presente. En eso, como digo, la peli se me ganó y recordó al "Harry Callahan" de 1971, cuando se movía de manera ambigua entre la legalidad y la ilegalidad, sin despeinarse.
A semejante mastuerzo con placa lo interpreta un muy adecuado Doc Dougherty, quien debutaba acá y luego haría unas cosas más, moviéndose entre productos televisivos y roles muy secundarios para películas más o menos conocidas. Un carrerón parecido al de su guapa "partenaire", Forbes Riley, cuyo crédito más curioso es el protagonismo previo en uno de los slashers más toscos que se recuerdan, "Splatter University", según las artes directivas de un Richard W. Haines apunto de entrar a formar parte de la factoría Troma. Y así ocurre también con el resto, auténticos supervivientes que lo mismo te salen en un blockbuster, haciendo de policía o abogado o barrendero, que en un subproducto.
Con el personal que hay tras la cámara la cosa cambia levemente. Muchos de los principales responsables de "Juez Jurado y Ejecutor" tenían las manos manchadas de puro zetismo, habiendo participado en títulos rimbombantes, algunos hoy considerados de puro culto. Quizás el más llamativo sea Brian O´Hara, co-guionista y responsable de la "story". Como director se encargó en 1999 de la famosa e infame comedia transgresora "Rock 'n' Roll Frankenstein", muy políticamente incorrecta, con chistes homofóbicos, auténtico maltrato animal... allá ande iba provocaba sarpullido. El otro guionista, Bob Zimmerman, escribió también el libreto de un popular slasher de tercera regional, "Silent Madness / Locura Sangrienta", además de meter la zarpa como técnico en "Pesadillas de una mente enferma", "La casa del terror (Don´t go in the house)" o "Aberraciones sexuales del conde Drácula".
Igualmente en tareas de machaca curró mucho James McCalmont, director de "Juez, Jurado y Ejecutor". Puedes ver su nombre en una galería interminable de títulos -antes y después de sus propios y únicos dos largometrajes- que van desde "Mi diabólico amante" a "El silencio de los borregos". Previo a la reseñada, venía de co-firmar un aburrrrrido tostón pos-apocalíptico titulado "Infierno en Safehaven" junto a otro que ha pasado unas cuantas veces por acá, Brian Thomas Jones.
Y terminamos con el primer nombre que aparece en los créditos de "Juez, Jurado y Ejecutor", Steven D. Mackler, productor, cuyo currículum va bien surtido de "joyas" como "Neon Maniacs" (reseñada en nuestro pest-seller), "Deadtime Stories", "Infierno en Safehaven" por supuesto, así como la película que el co-culpable de aquella, Thomas Jones, venía de hacer solano, "The Rejuvenator". Otra cosa titulada "Voodoo Dawn", según guion de John Russo y con papelillo para un entonces aún novato Tony Todd y, por fin, un poco de "cualité" con "El pico de las viudas", aunque tampoco le serviría ya de mucho.
Es curioso que siempre ande/mos hablando de que si Fred Olen Ray, Jim Wynorski, David DeCoteau, Charles Band, etc, etc... pero como vemos, el campo del cine de explotación y bajo presupuesto norteamericano de los ochenta era bien vasto, habitado por un montón de señores que, aunque jamás destacaron demasiado, dejaron sus pequeñas huellas en forma de sendos productos entrañablemente pestilentes. Y anda que no mola nadar entre toda esta roña a cambio de noventa minutos medianamente sufrientes.