Le encantaba ver cuando leía.
Le fascinaba de tal manera, que no movía un músculo para mirarla así... absorta.
Miró su reloj.
—Bien. Fue una lectura hermosa. Me voy, vida. — la lectora volteó extrañada.
—Qué?
—Que debo irme. Estoy en la hora.
—No. Hablaste de lectura. Y tú no lees.
El hombre se acercó —Bueno... acabo de leer a una chica leyendo — y dándole el beso de despedida, agregó —Y fue lindo.
La chica le miraba. No dijo palabra. Sólo sonrió.
—Te amo — pronunció la lectora en bajita voz luego de cerrarse de la puerta.