Tras perder la batalla de Zama frente a Escipión. Aníbal pasó siete años ejerciendo de estadista en Cartago. Su enfrentamiento con la oligarquía púnica, que acabó pactando en el senado romano la extradición de Aníbal, le obligó a huir durante doce años más casi hasta el fin del mundo conocido. Desde donde trató de reactivar su lucha contra Roma. A los sesenta y cuatro años, acosado de nuevo por los romanos, optó por el suicidio. Fue el fin del gran rival.
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