Una Navidad londinense confirma, una vez más, el pequeño universo narrativo que Mónica Gutiérrez ha ido tejiendo libro a libro. La autora rescata aquí a algunos de sus escenarios y personajes anteriores, como la librería del señor Livingstone, el excéntrico librero; Oliver; los fantasmas navideños...— para construir una historia que funciona casi como una reunión navideña de viejos amigos literarios. Este gesto intertextual, acompañado de un sinfín de referencias metaliterarias, otorga al relato un aire de complicidad con el lector habitual de Gutiérrez: quien la ha leído antes encuentra guiños, capas de sentido y un mundo reconocible que se expande con cada novela. Es un libro claramente dickensiano en ambiente y tono: calles londinenses envueltas en luces, personajes bondadosos, segundas oportunidades, una mirada amable sobre lo cotidiano y un optimismo casi militante. Gutiérrez no esconde que trabaja con estereotipos, pero los maneja con la flexibilidad de quien sabe que en la novela feel good lo arquetípico no es un defecto, sino una herramienta. Aquí los tipos puros —el héroe ligeramente torpe, el anciano sabio, el alma bondadosa que guía, el librero que parece salido de otro siglo— funcionan como engranajes de un mecanismo narrativo que busca consolar, iluminar y reconfortar. Y funciona, en buena parte, porque Gutiérrez posee un talento especial para el diálogo. Sus conversaciones son ágiles, humorísticas, cálidas, con un ritmo casi cinematográfico. Hay algo en su manera de escribir que recuerda al cine clásico de los años 40: películas como ¡Qué bello es vivir! o La mujer del obispo están presentes en esta historia en la que la bondad se despliega sin cinismo y lo maravilloso se insinúa en los márgenes de lo cotidiano. Además, su prosa destaca por su limpieza sintáctica y por una elección léxica precisa, que acompaña la ligereza del tono sin caer nunca en la simplicidad. Escribe con una claridad elegante, cuidada, sin ser ostentosa. Una Navidad londinense es una lectura amable que ofrece justo lo que promete: un pequeño refugio emocional para los días fríos, una historia que se lee con una sonrisa y que deja una sensación de ligereza agradecida. En épocas cercanas a la Navidad, cuando uno busca relatos luminosos que sirvan de respiro, esta novela se convierte en ese soplo de aire fresco que reconcilia —por momentos— con el mundo. + Leer más |