Cuando uno se acerca a "El
proyecto Hail Mary", lo hace inevitablemente bajo la larga sombra de "
El marciano".
Andy Weir demostró que sabía mezclar la ciencia dura con la supervivencia extrema y un protagonista carismático. Sin embargo, tras cerrar la última página de su última novela, la sensación que prevalece no es la del asombro ante el cosmos, sino la de haber consumido un producto de ingeniería inversa: un libro diseñado no para ser leído, sino para ser adaptado.
A pesar de su innegable optimismo y su tono amable —quizás sus únicas virtudes genuinas—, la novela se desploma bajo el peso de su propia artificialidad. Lo que tenemos entre manos es un guion de Hollywood disfrazado de literatura, una obra fallida que intenta camuflar su trama inverosímil con toneladas de datos científicos que, lejos de aportar rigor, terminan por ahogar la narrativa.
Un optimismo de "Sitcom" frente al Apocalipsis
Empecemos por lo que funciona, que justifica esas dos estrellas sobre cinco. En un panorama de ciencia ficción actual dominado por distopías sombrías, nihilismo tecnológico y futuros colapsados,
Andy Weir apuesta por la esperanza. "El
proyecto Hail Mary"· es una novela fundamentalmente optimista. Es reconfortante leer una historia donde la cooperación entre especies y la competencia (en el sentido de ser competente en tu trabajo) son las herramientas para salvar el mundo, en lugar de la violencia o la política oscura.
Ese tono "amable", casi inofensivo, hace que la lectura sea ligera. Es "comida reconfortante" (comfort food) para el cerebro. Pero ahí termina el elogio. Porque ese mismo tono, cuando se estira durante cientos de páginas frente a la amenaza de la extinción total de la humanidad, deja de ser optimista para volverse frívolo.
El problema de Hollywood y la "Merchandising-ficción"
Es imposible leer este libro sin visualizar los engranajes de la industria cinematográfica girando detrás de cada capítulo. La novela no se siente orgánica; se siente como un guión extendido para un estudio de cine. Y, de hecho, con la película ya anunciada, mis sospechas se confirman.
El ejemplo más flagrante es Rocky, el alienígena. Si bien la idea de un ingeniero pentadáctilo con sangre de mercurio es interesante sobre el papel, su ejecución literaria es manipuladora. Rocky no es un personaje complejo; es una mascota glorificada. Su forma de hablar, sus gestos, su relación de "colegas" inmediata con el protagonista... todo está calibrado para generar ternura fácil.
Estoy dispuesto a apostar lo que sea a que, tras el estreno de la película, veremos estanterías llenas de peluches de Rocky. El diseño del personaje y su interacción parecen haber pasado por un grupo de enfoque de marketing antes que por un proceso creativo literario. Weir ha escrito al "Baby Yoda" de la literatura de ciencia ficción dura: un recurso narrativo diseñado para vender juguetes, que desactiva cualquier tensión dramática real con su "monería".
La Trama: Una autopista de conveniencias
Narrativamente, la novela es un desastre de "Deus Ex Machina". La premisa es aterradora (el sol se apaga), pero el desarrollo carece de tensión real porque el lector sabe, desde la página uno, que Ryland Grace lo va a solucionar. Y no porque sea una historia de héroes, sino porque el universo conspira a su favor.
La trama avanza a golpe de casualidades imposibles y eventos fortuitos imprescindibles. ¿Necesitan un material imposiblemente resistente? Casualidad: Rocky tiene una nave hecha de "xenonita", un material mágico indestructible. ¿Necesitan comunicarse? Casualidad: Grace, un profesor de secundaria, programa en tiempo récord un software de traducción xenolingüística perfecto en una hoja de cálculo de Excel. ¿Necesitan combustible? Casualidad: Los alienígenas tienen de sobra y se lo regalan.
Grace no es un personaje que supera obstáculos; es un personaje que camina por un pasillo donde las puertas se abren solas justo antes de que se estrelle contra ellas. Esta sucesión de "milagros científicos" elimina cualquier sensación de peligro. Todo es demasiado fácil, demasiado limpio, demasiado conveniente.
El estilo: Entre la Wikipedia y el Club de la Comedia
Aquí llegamos al punto más doloroso de la lectura: la disonancia tonal.
Por un lado, Weir se esfuerza desesperadamente por dar una pátina de seriedad a la obra mediante interminables explicaciones científicas. Páginas y páginas dedicadas a la física de partículas, la biología celular especulativa, la relatividad y la ingeniería de materiales. En "
El marciano", esto funcionaba porque era la base de la supervivencia. Aquí, se siente como relleno. Son vertederos de información (info-dumping) que detienen la trama en seco. Parece que el autor nos grita: "¡Mirad cuánto he investigado! ¡Esto es serio!".
Pero, inmediatamente después de una lección de física de tres páginas, el protagonista suelta un chiste digno de un adolescente de catorce años. El humor de Ryland Grace es, siendo generosos, cansino. Siendo realistas, es insoportable.
El uso recurrente de frases hechas, sarcasmo ligero y esa actitud de "profesor guay" destruye la inmersión. Grace se enfrenta a la muerte, a la soledad absoluta y al destino de la Tierra, pero su monólogo interior suena como un monologuista malo en una noche de micrófono abierto. Esta mezcla de "hard science" con humor infantil desmonta la credibilidad de la obra. No puedes pedirme que me tome en serio la mecánica orbital de los "escarabajos" si el piloto se comporta como si estuviera en una excursión de colegio.
Conclusión: Un producto, no una obra
"El
proyecto Hail Mary" es una novela previsible. Es una novela segura. Es una novela que tiene miedo de aburrir al lector con silencio o introspección, por lo que llena cada hueco con una explosión, un descubrimiento científico milagroso o un chiste malo.
Es, en esencia, cine de palomitas impreso en papel. Probablemente funcionará de maravilla en la gran pantalla, donde los efectos visuales y el carisma de un actor de primera línea puedan tapar los agujeros de guion y la falta de profundidad emocional. Pero como novela, como pieza de literatura de ciencia ficción, es un intento fallido.
Es una obra que confunde la acumulación de datos con la inteligencia, y la sensiblería con la emoción.
Andy Weir ha intentado repetir la fórmula de "
El marciano", pero ha olvidado el ingrediente principal: la autenticidad. Lo que queda es un cascarón vacío, brillante y ruidoso, listo para ser consumido, olvidado y convertido en merchandising.
Lo mejor: Su lectura es ágil y el optimismo es un cambio de aire bienvenido. Lo peor: La trama se sostiene sobre casualidades absurdas, el humor es irritante y se nota demasiado que está escrita pensando en la adaptación al cine.