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9 de octubre de 2022

Hace falta más poesía. Y menos malvados.

Llega octubre con su promesa de cambio, de frescor, de final del verano, de empezar de nuevo. Ya a comienzos de septiembre leía el viejo mantra por las redes: septiembre es comenzar un nuevo año. Yo no estoy de acuerdo con esa afirmación. Para mí no "empieza" un nuevo año. En lugar de eso, se acercan los días más cortos, más oscuros, más fríos y húmedos y, por muy necesarios que sean, no me acostumbro. 

Llega octubre y en Córdoba se celebra Cosmopoética. Ayer se cerró esta edición con la presencia del poeta Luis García Montero. En estos tiempos en los que muchos hablan, opinan, publican y polemizan, hay que buscar refugio en quienes hablan desde la reflexión, la dignidad y la verdad. Al refugio de aquellos y aquellas que nos inspiran, que siembran en nosotros la semilla de la escucha, del diálogo, de la militancia.

Y podréis pensar que en esa última frase me refiero a García Montero. Y sí, pero no solo. Porque mientras esperaba en la cola para poder entrar en el Palacio de Orive (el recinto se llenó y hubo muchos que tuvimos que verlo fuera tras una pantalla), mientras estaba allí decía, mi profesora de Literatura de 3º de BUP saludaba a la señora que tenía delante mía. La recordaba muy bien, aunque habían pasado unos 27 años. Una de esas profesoras que inspiran y siembran la semilla de la escucha y el diálogo y el amor por los libros. Y hablamos. Fue muy emocionante. Quedamos en vernos otro día.

Y también fue emocionante escuchar a Luis García Montero. Su espíritu siempre crítico, siempre vigilante, su dominio de la palabra. Su memoria y su dolor. Su lucidez,  su discurso claro, su recitar sereno y sosegado que nos conmovió a muchas de las que estábamos allí. Y digo muchas porque es un hecho que las mujeres estamos más presentes y más interesadas por estos eventos relacionados con la cultura y la lectura. Una vez más, éramos mayoría.

Al terminar el acto, con la emoción a flor de piel tras escucharle recitar el poema de su último libro Un año y tres meses, y que da título al poemario, mi amiga y yo nos marchamos para seguir sembrando: escucha, diálogo, reflexión. Vida.

Así que ayer, 08 de octubre, fue un día muy especial. Tanto como para sacarme de la caverna y dejarlo aquí registrado. Porque pocas cosas más importan en este mundo que no controlamos los ciudadanos de a pie, que nos zarandea entre crisis, mandatarios políticos sin escrúpulos, desigualdad y cinismo. 

Cierro esta entrada con uno de los poemas que recitó ayer García Montero. La semana en que los niños bien insultaban a las mujeres a las que tanto dicen apreciar. En otro año más de asesinatos machistas, de mujeres jugándose la vida por cómo está puesto el velo o por manifestarse contra la policía de la moral en Irán. En el año en el que en EEUU se decidió acabar con el derecho al aborto y descubrí a señoras que rezan delante de una clínica abortiva que está cerca de mi barrio. Acosando. Juzgando. Coartando. Ese poema que pone en contraste la realidad y el canon. El canon imposible al que las mujeres deben aspirar: más jóvenes, más guapas, más sexis, siempre expuestas a la mirada masculina para su disfrute.

No me cansaré de repetirlo: Hace falta más poesía. Y menos malvados.


MUJERES

Mañana de suburbio
y el autobús se acerca a la parada.

Hace frío en la calle, suavemente,
casi de despertar en primavera,
de ciudad que no ha entrado
todavía en calor.
Desde mi asiento veo a las mujeres,
con los ojos de sueño y la ropa sin brillo,
en busca de su horario de trabajo.

Suben y van dejando al descubierto,
en los cristales de la marquesina,
un anuncio de cuerpos escogidos
y de ropa interior.
Las muchachas nos miran a los ojos
desde el reino perfecto de su fotografía,
sin horarios, sin prisa,
obscenas como un sueño bronceado.

Yo me bajo en la próxima, murmuras.
Me conmueve el recuerdo
de tu piel blanca y triste
y la hermandad humilde de tu noche,
la mano que dejaste
olvidada en mi mano,
al venir de la ducha,
hace sólo un momento,
mientras yo me negaba a levantarme.

Que tengas un buen día,
que la suerte te busque
en tu casa pequeña y ordenada,
que la vida te trate dignamente.

Habitaciones separadas. 1994.
Luis García Montero.

6 de enero de 2022

En cualquier invierno hay un calor decente hecho a vuestra medida - Bienvenido, 2022

 «Creo que, poco a poco, invirtiendo mucho tiempo, me he ido creando un mundo propio. Y cuando estoy en él, yo sola, me siento hasta cierto punto tranquila y segura. Pero el hecho de haber tenido que construirme ese mundo significa, en sí mismo, que soy una persona débil, frágil, ¿no?
Además, desde el punto de vista de la sociedad, mi mundo es algo insignificante. Parece una casa de cartón que un vendaval puede llevarse en un abrir y cerrar de ojos...»

After Dark
Haruki Murakami



Buscaba una cita con la que iniciar la primera entrada de 2022, sin haber tenido el tiempo ni la forma de despedirme del 2021 como es debido. Y ahí estaban las palabras en After Dark -me he ido creando un mundo propio, en el que estar tranquila y segura; mi mundo es algo insignificante...- encajando como anillo al dedo.

Puedo hacer un rápido resumen de las lecturas más reseñables para mí. Tomo como referencia mi Goodreads y los datos están claros: sesenta libros terminados donde se cuentan novelas, ensayos y algunas maravillas ilustradas. 
Ha sido el año de Maggie O´Farrell (he leído todo lo que tiene traducido y publicado), de dejarme llevar por las recomendaciones de mi familia lectora para caer rendida a Claus y Lucas de Agota Kristof, Nada se opone a la noche, de Delphine de Vigan, Federico de Ilu Ros, El hombre de hojalata de Sarah Winman, El duelo es una cosa con alas, de Max Porter y After Dark de Haruki Murakami. 

Clásicos con los que he disfrutado mucho: Expiación de Ian McEwan, La carretera de Cormac McCarthy y Mendel, el de los libros de Stefan Zweig.

Miro al 2022 de frente y veo un año lleno de posibilidades. Decía Robert Frost: «Puedo resumir en tres palabras todo lo que he aprendido de la vida: la vida sigue.»

Cruzo enero de la mano de El corazón helado, de Almudena Grandes porque es verdad eso que dicen: el mejor homenaje que se le puede hacer es leerla, nombrarla, que permanezca en nuestra memoria. Descansa tranquila, Almudena. Aquí en la Tierra somos muchos más los que te queremos, los que no usamos tu nombre en vano, ni lo ensuciamos. Somos más los que se emocionan al escuchar las palabras, el tono, ejemplo de dignidad y amor de Luis García Montero cuando habla de ti.

Empecemos, pues, 2022 de la mano de quienes tienen algo valioso que decir. Con la esperanza de que en la balanza de los próximos 365 días pesen más los luminosos que los difíciles, que siempre haya más apuntes en nuestro debe que en el haber. Pongámonos manos a la obra.


EN CUALQUIER INVIERNO SE ESCONDE
UN CALOR HECHO A NUESTRA MEDIDA


Ya no nieva. La noche
descansa en la blancura de unas sábanas
con forma de ciudad.
Detrás de la ventana no estoy solo.
Tengo algunos tejados, esquinas luminosas,
y pasan caminantes
con prisa y muchas bolsas de regalo     
en busca de una cena familiar.

A la luz de la noche
parpadea la nieve. Parpadea
la pantalla del móvil. Feliz año,
que tus sueños se cumplan,
justicia para el mundo,
la dirección del banco saluda a sus clientes...
Parpadean mensajes y navegan
con sus breves deseos   
en esta religión de la distancia.

Que se acabe la crisis,
república, salud y el amor de los tuyos,
mañana no será lo que Dios quiera,
este año es el nuestro y es valiente,
atreverse a nacer con la que está cayendo,
hoy me acuerdo de ti.

Parpadea la vida, los años parpadean,
las historias, papeles en el viento,
desarraigados árboles que pasan 
en el viento que pasa
como pasan las hojas y la nieve.

El náufrago perdido en una isla
procura dar señales con el humo
de una hoguera, o arroja
una botella al mar.
En medio de la nada,
mientras las olas llegan como números
a una orilla electrónica,
también me acerco al mar y envío mis mensajes.

Con la barba crecida
y la camisa rota,
descalzo por la arena de una isla,
súbdito de mi caza, de mi pesca y mi red,
nada digo a los otros
si no es que estoy aquí,
que sigo naufragado en un lugar del mundo
y que marco los días
en el tronco de un árbol,
para que no se olviden,
desarraigados días que pasan con el viento,
con el viento que insiste y murmura
deberías hablar,
deberías hablar
porque en cualquier invierno
hay un calor decente
hecho a vuestra medida.

Luis García Montero
Un invierno propio (2011)


 






8 de agosto de 2021

AGOSTO 2021 - I

Hace algunas semanas escuchaba fascinada una pequeña columna radiofónica del periodista Enric González titulada No hay noticias. Cuenta en ella un acontecimiento insólito: 

«Cuesta imaginar, hoy, lo que ocurrió el viernes 18 de abril de 1930, a las 20:45. La BBC británica, por entonces el mayor imperio informativo del planeta, redujo su noticiario radiofónico vespertino a unas pocas palabras. Estas palabras: "Buenas noches. Hoy es Viernes Santo. No hay noticias". Y durante un cuarto de hora sonó un concierto de piano.»

Reflexionaba Enric sobre lo tranquilizador que resulta un titular así. Y claro que lo sería, ¿verdad? Un día sin catástrofes climáticas, sin desmanes políticos, sin mención a pandemias ni otras enfermedades, sin violencia ni injusticias, sin manipulaciones. Añadiría que, puestos a pedir, un día sin basura televisiva, mediática o en las redes.

Lo cierto es que creo que hoy me lo voy a permitir, aislarme de toda la fatalidad y desequilibrio reinantes. Dejaré que desde la distancia B. me cuente qué tal evoluciona todo lo que ha ido sembrando en el huerto familiar, me dejaré anestesiar por la ficción de un libro y de alguna serie. Intentaré evitar el malestar que generan las redes (y he comprobado que eso solo se consigue evitándolas el mayor tiempo posible o en su totalidad), y disfrutar del silencio exterior de los domingos. Un día sin noticias. Voy a publicar esta entrada, una de las cuatro que quisiera hacer en agosto. Voy a compartir un poema de Chantal Maillard. Voy a escuchar Oltremare de Ludovico Einaudi.




21

No existe el infinito:
el infinito es la sorpresa de los límites.
Alguien constata su impotencia
y luego la prolonga más allá de la imagen, en la idea,
y nace el infinito.
El infinito es el dolor
de la razón que asalta nuestro cuerpo.
No existe el infinito, pero sí el instante:
abierto, atemporal, intenso, dilatado, sólido;
en él un gesto se hace eterno.
Un gesto es un trayecto y una trayectoria,
un estuario, un delta de cuerpos que confluyen,
más que trayecto un punto, un estallido,
un gesto no es inicio ni término de nada,
no hay voluntad en el gesto, sino impacto;
un gesto no se hace: acontece.
Y cuando algo acontece no hay escapatoria:
toda mirada tiene lugar en el destello,
toda voz es un signo, toda palabra forma
parte del mismo texto.

Matar a Platón - Chantal Maillard

24 de mayo de 2021

Wislawa Szymborska - El odio

 «A lo más que se puede aspirar en la vida es a ser poeta. 
A través de ellos hablan los dioses.»

Juan José Millás.

La poesía siempre tiene algo de atemporalidad, algunos poetas destacan por su mirada certera y porque supieron ver en la condición humana lo suficiente para saber que hay cosas que nunca cambiarán. Llevamos semanas de guerras y odios. Ya ni siquiera tengo ganas de discutir o confrontar opiniones, ni aún cuando leerlas me ponen al borde de la náusea. "No es bueno nunca hacerse de enemigos que no estén a la altura del conflicto" decía Fito Páez. Enseñanzas que traen los años, benditos sean. Así que, como la mayoría de las veces, el consuelo está en los libros y en acercarse a quienes tienen algo que decir, alejados del ruido, cerca de la verdad. El consuelo está en saber cuál quieres que sea tu lado correcto de la Historia y qué has hecho para reivindicarlo. 

Hay que leer a Wislawa Szymborska.


CIERTA GENTE

Cierta gente huyendo de otra gente.
En cierto país bajo el sol
y bajo ciertas nubes.

Dejando atrás sus todos respectivos,
campos sembrados, ciertas gallinas, perros,
espejos en los que ahora sólo el fuego se contempla.

Llevan a la espalda hatillos y cántaros
día tras día más pesados, cuanto más vacíos.

El agotamiento de alguien tiene lugar en silencio,
el arrancamiento a alguien de su pan en el tumulto
y el acunamiento del niño muerto de alguien.

Ante ellos un incesante "por aquí no",
no es ése el puente que necesitan
sobre un río extrañamente rosado.
Alrededor unos disparos, a veces más cerca, a veces más lejos,
en lo alto un avión que parece dar vueltas.

Vendría bien alguna invisibilidad,
alguna oscura pedregosidad,
y aún mejor un no-haber-sido
por un tiempo breve o incluso largo.

Algo todavía ocurrirá, pero dónde y qué.
Alguien saldrá a su encuentro, pero cuándo, quién,
desempeñando qué papel y con qué intenciones.
Si tiene elección,
quizás no quiera ser un enemigo
y los deje con cierta vida por delante.



EL ODIO

Contemplad, qué activo sigue siendo,
qué bien se conserva
en nuestro siglo el odio.
Con qué ligereza afronta grandes obstáculos.
Qué fácil para él saltar, atrapar.

No es como otros sentimientos.
Es más viejo y más joven que ellos al mismo tiempo.
Él mismo crea razones,
que lo despiertan a la vida.
Si se queda dormido, no es nunca el suyo un sueño eterno.
El insomnio no le quita fuerza, antes se la da.

Con religión o sin ella,
lo importante es arrodillarse en la salida.
Con patria o sin ella,
lo importante es lanzarse a correr.
Para empezar no está mal eso de la justicia.
Después ya corre solo.
¡Odio! ¡Odio!
Su rostro lo desfigura una mueca
de éxtasis amoroso.

¡Ay estos otros sentimientos,
enclenques e indolentes!
¿Desde cuándo la fraternidad
puede contar con las multitudes?
¿Alguna vez la compasión
ha llegado primera a la meta?
¿Cuántos admiradores arrastra tras de sí la incertidumbre?
Arrastra sólo el odio, que sabe lo suyo.

Lúcido, inteligente, muy trabajador.
¿Hace falta decir cuántas canciones ha compuesto?
Cuántas páginas de la historia ha numerado.
Cuántas alfombras de gente ha extendido
en cuántas plazas, en cuántos estadios.

No nos engañemos:
sabe crear belleza. 
Son espléndidos sus resplandores en la oscuridad de la noche.
Estupendas las humaredas de sus explosiones de destellos rosados.
Difícil negar a unas ruinas su pathos
y el vulgar humor
de unas columnas vigorosamente erectas entre ellas.

Es maestro del contraste
entre el estrépito y el silencio,
entre la roja sangre y la blanca nieve.
Y ante todo, jamás le aburre
el tema de un torturador impecable
sobre su víctima mancillada.

Listo en todo momento para nuevos quehaceres.
Si tiene que esperar, espera.
Dicen que es ciego. ¿Ciego?
Tiene el ojo certero del francotirador
y él, sólo él, mira al futuro
confiado.


 (Traducción de David Carrión Sánchez)
El gran número Fin y principio y otros poemas.


One day in Marsala - Vicenzo Utro


21 de marzo de 2021

21 de marzo_Día Mundial de la Poesía

ALMA

Ya se nos permite usar tu nombre.
Ya sabemos que eres inefable,
anémica, muy quebradiza y sospechosa
de las misteriosas culpas de la infancia.
Sabemos que ya no se te permite vivir
ni en la música ni en los árboles al apagarse el sol.
Sabemos (más  bien nos han dicho)
que ya no estás en ningún sitio, en absoluto.
Pero, con todo, oímos tu voz cansada
en el eco, en la queja y en las cartas
que nos escribe, desde el desierto griego, Antígona.

Adam Zagajewski

EL VASO QUEBRADO

Hay veces en que el alma
se quiebra como un vaso,
y antes de que se rompa
y muera (porque las cosas mueren
también), llénalo de agua
y bebe,

quiero decir que dejes
las palabras gastadas, bien lavadas,
en el fondo quebrado
de tu alma,
y, que si pueden, canten.

Francisco Brines.

ALMA

I.
Inquilina del cuerpo
sin contrato de alquiler
II
Esencia irrenunciable    
del ser
III
Moneda de cambio

Itziar Mínguez



21 de marzo - Día Mundial de la Poesía.




31 de diciembre de 2020

Los restos del naufragio - Adiós, 2020.

Cerrar el año como quien llega a la meta de una maratón: exhausta pero feliz de hacerlo. Me siento a hacer balance frente a la hoja en blanco y pienso que ha sido terrible y al instante me digo que aún así queda mucho por salvar de este naufragio. Y, sin embargo, esta entrada pretende ser un ritual, el trozo de papel lleno de todo lo malo que se prende con la intención de que arda y desaparezca.

De todas las frases hechas que se han dicho y oído este año me quedo con que toda esta experiencia nos ha cambiado. En mi caso, siento que lo ha hecho. Ha habido que tomar decisiones difíciles, adaptarnos, agarrar tablas de salvación, tragar saliva y liberarnos de ciertos lastres. He mirado a mi alrededor y he visto a personas a las que quiero viviendo situaciones difíciles, algunas muy alejadas de la pandemia. Cómo no reflexionar o aprender de todo ello. Cómo no salvar a nuestras personas, nuestras lecturas y ficciones de este naufragio.

La poeta Wislawa Szymborska dijo en su discurso de recepción del Premio Nobel: 

«Hay, ha habido y seguirá habiendo un cierto grupo de personas a las que toca la inspiración. Son todos aquellos que conscientemente eligen su trabajo y lo realizan con amor e imaginación. Se encuentra médicos así, y pedagogos, y jardineros, y otros en cien profesiones más. Su trabajo puede ser una aventura sin fin siempre y cuando sean capaces de percibir nuevos desafíos. A pesar de dificultades y fracasos su curiosidad no se enfría. De cada duda resuelta sale volando un enjambre de nuevas preguntas. La inspiración, sea lo que sea, nace de un constante “no sé”.

Personas como ésas no hay muchas. La mayoría de los habitantes de esta tierra trabaja para ganarse la vida, trabaja porque tiene que trabajar. No son ellos mismos quienes con pasión eligen su trabajo, son las circunstancias de la vida las que eligen por ellos. El trabajo que no gusta, el que aburre, valorado sólo porque, incluso siendo desagradable y aburrido, no es accesible para todos, es uno de los peores infortunios humanos. Y no parece que los siglos que vienen vayan a traer algún cambio feliz. Así pues me permito decir que, si bien les quito a los poetas el monopolio de la inspiración, los incluyo, de todos modos, en el pequeño grupo de los favorecidos por el destino.»

La inspiración, las personas que eligen su trabajo -y, añado, la forma en la que han decidido vivir- y lo hacen con amor e imaginación serán siempre pilares en los tiempos difíciles. Tengo la suerte de conocer a mujeres así. Tengo la suerte de leer a autor@s así, que tras el shock inicial me ayudaron a crear una burbuja, un lugar para el consuelo.

No le pido mucho a 2021. Lo miro con la misma expectación con la que este chico de la fotografía (Christmas toys, 1910) mira algo que desea del escaparate.  Decía la escritora y periodista Leila Guerriero (en relación a la polémica del representante de Louise Glück y la editorial Pre-textos): «el único momento en el que puede permitirse la candidez de tener héroes es la infancia.»



Estoy de acuerdo con Leila. Hace mucho que desapareció la candidez de la infancia. Aún así, miro con cierta ilusión hacia el nuevo año, con energía suficiente para afrontar lo que venga. Con la esperanza de que sigamos teniendo alternativas, como las que la poeta Itziar Mínguez recoge en su poema. Con la canción Happy, de Bukahara, y esos mayores que bailan ajenos a todo. Creo que es una buena manera de despedir 2020. 

ALTERNATIVAS

A veces
lo único que puede hacerse
es tomar conciencia
y respirar

otras
cerrar los ojos
y esperar que pase

algunas 
encomendarse a un dios de guardia
y rezar

en ocasiones
cruzarse de brazos
o cruzar los dedos

en eso consiste
básicamente
la vida.

Itziar Mínguez Arnaiz
Que viene el lobo

22 de noviembre de 2020

Vivir es ir de victoria /en victoria/ hasta la derrota final - Miki Naranja

Recámara

Amo la palabra porque
será munición para mañana.
(Miki Naranja)








Se veía venir. Era fácil que un día, puestos en la balanza los pros y contras de seguir dando contenido a ciertas redes sociales, el sentido común ganara y entendiera que el tiempo de compartir en Instagram se había acabado. 
Se suponía que iba a escribir una lista de "cosas" por las que podíamos salvar este 2020, pero lo cierto es que es mucho más difícil y más complejo que todo eso, ni siquiera se está a salvo ya en la considerada "red social friendly".

El 07 de noviembre me desperté con la noticia de que Miki Naranja había fallecido víctima del cáncer que padecía. Le seguía en las redes porque era poeta, porque hablaba de poesía y compartía el trabajo de otros poetas dejando clara su admiración por ellos. Le seguía porque siempre tenía una palabra amable o certera o una emoción que se nos instalaba en el pecho a quienes le leíamos. Y, de pronto, un sábado sin importancia deja de serlo porque irremediablemente algo ha cambiado. Sabes que se cumplen todos los clichés y frases manidas: ya nada será igual, no es justo que se vayan aquellos cuya presencia es luminosa y hacen que, desde esa distancia quirúrgica de las redes, nuestros días sean mejores. Las reacciones no se hacen esperar: Instagram se llena de pesar, de pésame y de pequeños obituarios y homenajes. 

No fui capaz entonces de decir nada porque en estos casos me puede ese pensamiento que comparte Sally Rooney en Gente normal cuando ironiza sobre esa tendencia a llenar el muro de la persona fallecida de comentarios que nunca leerá. No niego que darán consuelo a sus familiares pero me reconozco en ese lugar crítico que juzga severamente el escaparatismo de las redes.
Puede que haya algo que podamos salvar de este 2020, pero vaya si nos está dando momentos de destrozo, incertidumbre y oscuridad. Recuerdo haber pasado el fin de semana intentando cubrir el vacío y la presencia de su muerte con un maratón de capítulos de This is us y hojeando libros y fragmentos.  Todos necesitamos permitirnos buscar el consuelo y la tregua en la ficción.


Recuperé un fragmento del discurso del poeta polaco Adam Zagajewski, recitado en la entrega del Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2017, aquel en el que afirmaba que la poesía no estaba de moda:


«Descubrimos la dualidad del mundo, por una parte, la imaginación; por otra, la obstinada realidad de una mañana de noviembre cuando ya han caído las hojas de los árboles. Durante mucho tiempo, no sabía qué era más importante, lo que existe o lo que no existe, la gente que va al trabajo temprano por la mañana, los hombres soñolientos que leen los grandes titulares de los periódicos deportivos y siguen las derrotas y las victorias de sus clubes preferidos de fútbol y las mujeres que dormitan en el autobús; o antes bien las cosas escondidas, la música y la luna, las ciudades que ya no existen, los cuadros de los grandes maestros, actuales y antiguos, en los museos. Y necesité muchos años para entender que hay que tener en consideración ambas caras de este dualismo desigual, puesto que vivimos en una ambivalencia eterna, no podemos olvidarnos del sufrimiento de la gente y de los animales, del mal, que es mucho más tenaz y astuto que los sueños que perseguimos.

No podemos olvidarnos del mal, de la injusticia que continuamente cambia de forma, de las cosas que perecen, pero tampoco de la felicidad, de las experiencias extáticas que los gruesos manuales de teoría política o de sociología no han llegado a prever.»


Vivimos en esta ambivalencia de pérdidas y ganancias, de tristeza y felicidad. Esta gestión de sentimientos contradictorios que nos arrasa sin ninguna piedad. Por eso quizá me cuesta volver aquí a hablar de lecturas y lo hago para hablar de emociones. Por eso quizá mi tiempo de escaparate instagramero toca a su fin. 

Nos iremos todos, pero solo algunos lo harán dejando huella, apareciendo de vez en cuando en nuestro recuerdo y, en el caso de Miki Naranja -Miguel Ángel Herranz-, tendremos además un regalo tangible para hacerlo, en forma de poemarios y palabras. Y qué mejor manera de cerrar esta entrada que hacerlo con alguno de sus poemas publicados en Palabras de perdiz. 


Acolchados

Saber caer

-en silencio-

como las hojas
como los gatos

como cae la noche


la desgracia.


Viernes

Requisito para ser un náufrago:

vivir rodeado por mar,
conservar al menos un amigo
imaginario,
reír sin fundamento, llorar
a sabiendas de no ser escuchado,
mantener la esperanza abierta,
remota,
de que alguien
                         algún día
por razones que se nos escapan
se salga de su ruta habitual
nos mire,
nos vea


quizá nos rescate.



No lo olvides, hijo


Tu avión de papel
tiene más de avión
que de papel.


19 de julio de 2020

Lost in... como estado natural


"Goya", sustantivo proveniente del urdu: Dejarse llevar por la imaginación hasta sentir algo ficticio como real.



Goya es el reino de la fantasía, de historias asombrosas capaces de hacerte olvidar dónde estás y qué estás haciendo; historias que te elevan hasta alturas inimaginables o que te permiten surcar océanos sin saber dirigir un timón. (De "Lost in translation",  Ella Frances Sanders publicado por Libros del zorro rojo)



Goya es una de las palabras intraducibles que existe, como lo son saudade o tsundoku y habla de ese dejarse anestesiar por la ficción. ¿No creéis que en estas últimas semanas, está siendo imprescindible?

En mi caso no hablo solo de la pandemia y sus consecuencias: lo inasumible que está resultando la nueva normalidad, el aluvión de malas noticias, los discursos de odio, los enfrentamientos en las redes... Están también los acontecimientos que te afectan de una manera más personal. No sé qué pasa que últimamente mujeres a las que quiero y aprecio están pasando por situaciones bastante alejadas de lo que podríamos considerar baches en el camino: son como un océano en mitad del sendero y te pillan sin una mísera piragua. No es suficiente con apretar los dientes y seguir adelante, no al menos sin valorar primero todos los escenarios. Quizá por eso hay veces en las que una se encuentra torpe e inerme para dar alivio.

Esta semana, de camino al trabajo, estoy leyendo El infinito en un junco: la invención de los libros en el mundo antiguo, de Irene Vallejo. Premio el Ojo Crítico de Narrativa 2019 y Premio Las Librerías Recomiendan de No Ficción 2020. Dice su biografía que estudió Filología Clásica y obtuvo el Doctorado Europeo por las universidades de Zaragoza y Florencia. Lo que yo puedo afirmar de ella es que ama lo que conoce y lo transmite con el mismo amor y pasión. El infinito en un junco está siendo mi goya. Ese paréntesis ante la realidad. Es consuelo. Prometo dedicarle una entrada solo por el gusto de alargar la despedida.

En El infinito hay una cita a un poema de Wislawa Szymborska. Creo que sabía mucho sobre la naturaleza humana, sobre el comportamiento, sobre la vida. En estos tiempos convulsos en los que resulta difícil mantener la esperanza hacia nuestros congéneres, Szymborska dirige sabiamente el foco.


CONTRIBUCIÓN A LA ESTADÍSTICA

De cada cien personas,
las que todo lo saben mejor:
cincuenta y dos,
las inseguras de cada paso:
casi todo el resto,
las prontas a ayudar,
siempre que no dure mucho:
hasta cuarenta y nueve,
las buenas siempre,
porque no pueden de otra forma:
cuatro, o quizá cinco,
las dispuestas a admirar sin envidia:
dieciocho,
las que viven continuamente angustiadas
por algo o por alguien:
setenta y siete,
las capaces de ser felices:
como mucho, veintitantas,
las inofensivas de una en una,
pero salvajes en grupo:
más de la mitad seguro,
las crueles
cuando las circunstancias obligan:
eso mejor no saberlo
ni siquiera aproximadamente,
las sabias a posteriori:
no muchas más
que las sabias a priori,
las que de la vida no quieren nada más que cosas:
cuarenta,
aunque quisiera equivocarme,
las encorvadas, doloridas
y sin linterna en lo oscuro:
ochenta y tres,
tarde o temprano,
las dignas de compasión:
noventa y nueve,
las mortales:
cien de cien.
Cifra que por ahora no sufre ningún cambio.


No sé vosotras, pero yo ando muy perdida estos días, con esa sensación de ir dando palos de ciego, de estar dentro de un engranaje en el que no te sientes cómoda.
He pasado de la incertidumbre más absoluta a la planificación más exhaustiva. Parece recurrente en las conversaciones que tengo con algunas amigas eso de estar más centrada en el futuro, en los planes, en los retos y en todas las expectativas que en el propio presente. Y sin darme cuenta finaliza julio y me siento en un estado a contrarreloj. Cuántas veces somos conscientes tarde de que se nos han ido los días, perdidos... y esos ya no vuelven. Así que hoy he pensado que quizá, a partir de ahora, debería de centrarme más en el ahora y, como me decía el otro día una amiga, familiarizarme con el término objetivos razonables.

Me he traído un poema de Alfonso Brezmes para apuntalar este deseo. Tomar conciencia del ahora.


LOS PUNTOS INVISIBLES

Desconfío de las rectas:
van a donde quiero ir,
no por donde quiero ir.

La sucesión de los recodos
que conducen a un lugar
¿no son acaso parte del lugar?

¿No dibujan las flechas
dirigidas a un solo corazón
el mapa mismo del deseo?

Una vez estuve a punto de perderme
por querer salir del ahora
para llegar antes al después.

Solamente cuando tardo
porque entro en el paisaje
logro ver los puntos que lo unen.

Sólo cuando me demoro
en el camino que me lleva
logro saber a dónde voy.

A ciertas alturas de la vida,
el por dónde es importante:
Ítaca —ya lo sabíamos—
se desvanece al llegar.


Yo creo que a Irene Vallejo le gustaría, aunque solo fuera por su referencia a Ítaca. Esa Ítaca que tanto se parece a la de Kavafis.


Bonus track.
No sé qué os parecerá a vosotros, pero cerrar el domingo y esta entrada con Ophelia The Lumineers me parece una buena manera de hacerlo.
¡Feliz semana y felices lecturas!









24 de mayo de 2020

No es difícil dominar el arte de perder.

«No es casual, decía Serguéi Dovlátov,
que todos los libros tengan forma de maleta.»



No sé si alguna vez os lo he contado, pero yo empecé a leer y a entusiasmarme con los libros cuando me mudé a Madrid. Este 2020 se cumplirán diez años. Durante los tres anteriores estuve en tres lugares diferentes por motivos laborales, así que podríamos decir que estaba habituada a los cambios y adaptaciones. Pero lo cierto es que Madrid impresiona, su frenesí te zarandea, su cosmopolitismo te fascina y durante la estancia experimentas sentimientos tan dispares como el terror y la seducción. Una de las reglas para sobrevivir ante la expectativa de pasar entre diez y doce horas fuera de casa es elegir cómo llenar los huecos temporales entre la ida y la vuelta al trabajo. Fue gracias a los libros que conseguí pasar el trance y me acostumbré a esa rutina donde ir a trabajar tenía como aliciente llevarme a cualquier otro lugar, gracias a sus páginas.

Empezaba el año contándoos que había hecho un parón laboral y disfrutaba de las mieles del descanso y de la vida contemplativa. No os miento, ha sido lo mejor que he hecho en años y no me arrepiento ni un poquito. Tenía algunos planes a largo plazo pero entonces llegó el coronavirus y nos pasó por encima como una ola traicionera: te coge desprevenida y cuando quieres darte cuenta estás en la orilla tosiendo agua salada y escupiendo arena. Y qué miedo pasas hasta que tus pies tocan tierra firme. Qué miedo hemos pasado, qué terribles pérdidas y vidas truncadas, cuántos planes, proyectos e ilusiones arrasados. Y lo que nos queda por ver y vivir.

El caso es que mi sector es uno de los esenciales, así que vuelvo a estar en activo. Y después de toda esta introducción -creedme, tiene sentido- os voy a hablar de por qué me ha gustado tanto En la ciudad líquida, de Marta Rebón.

En la ciudad líquida es mucho más que una ciudad, mucho más que un viaje, mucho más que un libro. Es seguir a Dostoievski en su primer periplo por Europa, visitar la habitación y media de Brodsky en San Peterburgo, la dacha donde Pasternak compuso su Doctor Zhivago o las fincas familiares de Nabokov. Mediante ensayos narrativos y crónicas personales, la autora traza un fascinante mapa de vidas y obras literarias y de su impacto en nuestras geografías más íntimas. Las ciudades líquidas son aquellas cuyos contornos se reflejan en las aguas de un río o de un mar. Para la autora, son también una metáfora del espacio interior en que uno se sumerge cuando, en estado de suspensión, se lee, se traduce o se escribe. Pero lo que hay dentro de este libro no se puede explicar. Marta Rebón, una de las más importantes traductoras del ruso de este país, hace un recorrido íntimo y profundo por la literatura, los paisajes y las lenguas que han determinado su vida. Esta obra es un homenaje a autores como Chéjov, Dostoievski, Pasternak o Nabokov, entre muchos otros, y es un homenaje a la palabra y a su doble filo, ya que en ella habitan a la vez la silueta y su reflejo, como ciudad líquida que también es. La magnífica escritura de Marta Rebón nos ofrece ahora una nueva perspectiva: su propia mirada del mundo, su elegante voz, su sabiduría. Cada año Caballo de Troya invita a un editor a que coja las riendas del sello dejándole su impronta personal. En la ciudad líquida es la quinta novela que Lara Moreno recoge en la colección durante su año de regencia.


«En Rusia, literatura y exilio han ido de la mano. Entre los que partieron durante el siglo pasado están, por citar algunos ejemplos, Nina Berbérova, Gaito Gazdánov, Gueorgui Vladímov, Vasili Aksiónov, Joseph Brodsky o Serguéi Dovlátov; entre los que se quedaron, Anna Ajmátova, Borís Pasternak, Mijáil Bulgákov, Ósip Mandelstam, Isaak Bábel, Vasili Grossman o Lidia Chukóvskaia.»



Antes de leer el ensayo de Rebón, había empezado el libro "La palabra arrestada", de Vitali Shentalinski (y en la que Marta Rebón participa en la traducción),  una especie de recopilación de los casos más sangrantes de escritores rusos que fueron arrestados, deportados, torturados y perseguidos por la maquinaria de Stalin, con reproducciones de los interrogatorios incluidas. Podríamos decir que La palabra arrestada abrió mi apetito y En la ciudad líquida ha resultado ser un complemento perfecto dada la temática y la manera de contar de la autora.

Como se indica en la sinopsis, Marta Rebón es traductora de ruso y su ensayo es un paseo por varias ciudades (desde Moscú hasta Tánger), una recopilación de fotografías (solo por eso merece la pena la edición en papel) y una pequeña selección de citas de autores que van hilando este ensayo: un homenaje a la literatura, a los grandes autores rusos, al poder de la palabra, al oficio de escribir y contar historias.


Mi vida nunca ha sido ni será comparable a la de los escritores rusos exiliados (¡menuda obviedad!), pero sí puedo entender la sensación de nostalgia, de exilio y de viaje enriquecedor del alma.

«Tánger es una ciudad donde todo el mundo vive con cierto grado de incomodidad, decía Paul Bowles». 

A mí me parece que habla de Madrid.

«Tarkovski, por el contrario, solo entendía un tipo de peregrinación, el viaje interior: "No aprendemos nada al recorrer la superficie de la Tierra. Todo aquello que somos lo llevamos a cuestas. Acarreamos la casa de nuestra alma como las tortugas cargan con su caparazón. Viajar por países del mundo solo es un viaje simbólico"».


En la ciudad líquida me ha acompañado esta semana en mis trayectos al trabajo, en el cercanías y en el metro.

  «El tren es el medio de transporte más literario de Rusia, atraviesa con asombrosa frecuencia novelas y poemas».

He sentido sus páginas y las he disfrutado porque, al igual que la autora, soy una cazadora de citas literarias y fragmentos y disfruto mucho intercalándolos en mis entradas. Reconozco el estilo y por eso lo aprecio. También porque hay veces que el día a día se te hace muy pesado, necesitas que alguien te aligere esa carga y durante un tiempo te cuente historias, te embelese. 

Quienes me conocen saben que vivo este exilio de mi ciudad natal como una pérdida. Incluso este último cambio, volver a la actividad frenética del trabajo, los horarios de trenes y la adaptación a la "nueva normalidad" significan el aplazamiento de cualquier proyecto, la pérdida de esta vida pausada y rica a la que me he acostumbrado con tanta rapidez en los últimos meses. Por eso me resultó toda una #señal encontrar esta referencia a Elizabeth Bishop.

«Elizabeth Bishop nos recuerda algo tan simple, a la vez que esencial, como que vivir es aprender a conjugar el verbo perder: "Pierde algo cada día. Acepta el sobresalto/ de las llaves perdidas, de la hora malgastada./ No es fácil dominar el arte de perder».

Yo creo que terminar esta entrada con la recomendación de que os acerquéis a En la ciudad líquida y la transcripción del poema completo de Bishop es una buena manera de cerrarla.
Mientras acaricio la ganancia de cada nuevo día, intento vivir aprendiendo a conjugar el verbo perder.


Un arte

El arte de perder se domina fácilmente;
tantas cosas parecen decididas a extraviarse
que su pérdida no es ningún desastre.

Pierde algo cada día. Acepta la angustia
de las llaves perdidas, de las horas derrochadas en vano.
El arte de perder se domina fácilmente.

Después entrénate en perder más lejos, en perder más rápido:
lugares y nombres, los sitios a los que pensabas viajar.
Ninguna de esas pérdidas ocasionará el desastre.

Perdí el reloj de mi madre. Y mira, se me fue
la última o la penúltima de mis tres casas amadas.
El arte de perder se domina fácilmente.

Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aun más:
algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.
Los extraño, pero no fue un desastre.

Incluso al perderte (la voz bromista, el gesto
que amo) no habré mentido. Es indudable
que el arte de perder se domina fácilmente,
así parezca (¡escríbelo!) un desastre.





4 de abril de 2020

Sobre la muerte, sin exagerar - Wislawa Szymborska


«La poesía es el gran saldo del capital»
Victoria Guerrero Peirano


Había empezado esta entrada contando que, mientras la escribía, escuchaba la BSO de Amélie. Hablaba sobre lo agotador y deprimente que está resultando ver a mucha gente aprovechando esta situación de incertidumbre para tomar medidas desde ya y no quedarse atrás en la crisis económica que se avecina. Lo hacen vendiendo su propio relato, apelando a la conmiseración de quienes leen sus quejas y serán sus futuros clientes. En unos gremios, ese mercantileo se ve más que en otros.

Esta mañana escuchaba en la radio, aún en la cama, el testimonio de personas que carecen de todo recurso aquí en España, incluso de un techo. Viven al día. Sin colchones económicos, en la más absoluta precariedad. Ellos no tienen ninguna red social, periódico o cámara donde mostrarse y poder convertirse en víctimas. Porque siempre hay quien aprovechará cualquier situación para intentar ser más víctima que las propias víctimas de este coronavirus y del sistema económico.

He borrado todo lo que había escrito sobre ello y he pensado que no quería darles mayor hueco aquí y os aseguro que el mérito lo tiene Yann Tiersen. Su música ha ido modificando mi estado de ánimo. Citaban el otro día, entre las cien cosas más bellas de este mundo, su canción Les jours tristes. Tan absolutamente perfecta para este presente, que os dejo una versión subtitulada.




Porque ahora mismo importan las familias que han sufrido una pérdida, que mantienen a un ser querido en un hospital o en casa con este maldito virus. Quienes están dando todo de sí para que este país funcione, para que haya suministros, para que se salven vidas. En el sentido más literal (y extenso) de la palabra. Cualquier comparación o intento de poner el foco en uno mismo usando el "y yo más" o el "y yo qué", sinceramente, me parece un discurso miserable. No hay nada como una crisis para comprobar la pasta de la que está hecha la gente. Ay, la pasta, el vil metal...


Encontré un poema de Wislawa Szymborska sobre la Muerte, en un artículo que hablaba sobre la importancia de los obituarios ahora que, por razones sanitarias, nos arrebataron la posibilidad de despedirnos. Uno podría pensar que es imposible que un poema sobre la muerte pueda ser lo más apropiado en este momento. Lo es, pienso, si el mensaje que trasluce es de esperanza.


Sobre la muerte, sin exagerar 


No sabe encajar una broma,
no sabe de estrellas, de puentes,
de tejidos, de minas, de labranza,
de construir barcos, ni de pastelería.

Hablamos sobre el día de mañana
y dice su última palabra
sin venir nunca al caso.

Ni siquiera sabe hacer
las funciones propias de su oficio:
ni cavar fosas,
ni clavar ataúdes,
ni limpiar los despojos que su paso deja.

Ajetreada con tanto matar,
lo hace de cualquier modo,
sin método ni destreza.
Como si se estrenara con cada uno de nosotros.

De acuerdo, tiene éxitos
pero, ¡cuántos fracasos,
cuántos golpes fallidos
e intentonas estériles!

A veces faltan fuerzas
para fulminar a una mosca al vuelo.
Y más de una oruga la deja atrás
al arrastrarse en la carrera a más velocidad.

Todos esos tubérculos, vainas,
antenas, aletas y branquias,
plumajes nupciales y pelambres de invierno
demuestran serios retrasos
en su penosa labor.


La mala voluntad no basta,
y nuestra ayuda a base de guerras y revueltas
no le resulta por ahora suficiente.


En los huevos laten corazones.
Crecen los esqueletos de los recién nacidos.
Las semillas se visten con sus primeras hojas
y a veces también con árboles en el horizonte.

Quien afirma que es todopoderosa
es, él mismo, prueba viviente
de que, de todopoderosa, nada.

No existe vida,
que, aun por un instante,
no sea inmortal.

La muerte
siempre llega con ese instante de retraso.

En vano golpea la aldaba
en la puerta invisible.
Lo ya vivido
no se lo puede llevar.



Cuidaos mucho y rodeaos de personas que en días como los que vivimos esté dispuesta a anteponer el dolor de los demás al propio. Porque no todos los dolores son iguales y nunca fueron tan necesarios ciertos silencios.