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jueves, 14 de noviembre de 2024

Tattoos

 


- Lo único positivo de no ligar ahora es no tener que descubrir  serpientes, dragones, cruces, cristos y vírgenes cuando se sacan la camiseta.

- A mí me da un parraque.

- Jajajaja

Uol

jueves, 25 de julio de 2024

Aludida

 - ¡Mira que le echo cebos, pero siempre me escribe comentarios quien no me interesa! La otra nunca se da por aludida.
- Por eso yo me fui a negro.
- La misma mierda de siempre.
- ¿Pedimos otra?
- Muy fría, por favor.








domingo, 9 de diciembre de 2018

Revisionista



―¿A ti te ha pasado alguna vez? 
―¿Qué cosa? 
―Que te hayas vuelto a enrollar con alguien al cabo de una década o más y esta vez... te ha parecido que su polla ha menguado. 
―Jajajajajaja. Pues sí. 
―¿De verdad? ¿Y por qué será? 
―A lo mejor es que encoge con la edad, igual que perdemos centímetros de estatura por el aplastamiento de las vértebras. 
―Boh, no te rías. 
―También puede ser... 
―¿Qué? 
―Que con los años su volumen es proporcionalmente inverso al crecimiento de la panza de su portador. 
―Jajajajajaja, pues no te digo yo que no. Antes estaba muy flaco y era todo polla.
―Eso me suena jajajajaja. Pero... oye, oye, oye... ¡desembucha!, ¿con qué ex te has vuelto a liar? 
―¡A ti te lo voy a decir! 
―Anda, jo, porfa, dímelo, porfa... 
―Circula, anda, circula.
Uol

RevisionistaDel revisionismo o relativo a él.
Revisionismo Tendencia a someter a revisión doctrinas o prácticas establecidas para actualizarlas.

jueves, 26 de enero de 2017

Doñas




―Desde que salgo con ella he descubierto que soy torpe, irresponsable, egoísta y holgazán. 
―¡¿Cómo?!
―Está visto que no quiere verme feliz.
―Me recuerda a mi madre.
―Otra buena mujer.

Uol 

Doña: Tratamiento de respeto que se antepone a los nombres de pila femeninos. Proviene del latín domĭnus (propietario o señor), término que también dio origen a la palabra dueña.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Churrasco



Queredes que xoguemos ao pilla-pilla mete-saca antes ou despois do churrasco? *

Frases veraniegas, fiestas populares.

Uol.

* ¿Queréis que juguemos al pilla-pilla mete-saca antes o después del churrasco?

Churrasco gallego
 
Churrasco. Facer unha churrascada

lunes, 10 de noviembre de 2014

Un sitio como éste

Mujer fatal

Era un antro oscuro, como corresponde. Nos miramos un minuto o más. Me arrimé a la barra, facilitando la aproximación. Te acercaste, como esperaba o deseaba. Inclinándote sobre mi oreja vertiste unas palabras, y entonces yo retrocedí a aquel tiempo, como era de imaginar. Y sonó la música en mi cabeza, recordando tu voz grave y vacilona. Lo jodido es que los versos 5 y 6 al fin tenían sentido. El futuro acaba por atraparte. Inútil resistirse. Entonces, vivamos. Carpe Diem.
Uol 

¿Qué hace una chica como tú
en un sitio como éste?
¿Qué clase de aventura
has venido a buscar?
Los años te delatan, nena,
estás fuera de sitio.
Vas de caza,
¿a quién vas a atrapar?
No utilices
tus juegos conmigo.

Mujer fatal, siempre con problemas.

Mujer fatal, siempre con problemas.

¿Qué tienes en los ojos, nena,
o es que vas a llorar?
Ya sé que alguien pisó tu orgullo
en un oscuro portal.

No intentes atraparme,
ya he aprendido a volar.


¿Qué hace una chica como tú
en un sitio como éste? 

Mujer fatal, siempre con problemas.
Mujer fatal, siempre con problemas.
Éste no es tu sitio.
Tú eres fatal.

 Música: Burning: ¿Qué hace una chica como tú? (1978)



miércoles, 23 de julio de 2014

El zapato

-¡Dios, hacía un lustro que no me pasaba tal cosa, unos ojos enredados en los míos con esa intensidad!
-¿Y...?
-Y nada. Como Cenicienta pero al revés, se fue del pub a medianoche y no creo que volvamos a coincidir.
-Tendrás que dar a probar el zapato...
-¡Si lo hubiese dejado...!
Uol

miércoles, 18 de junio de 2014

Camino en rojo

Rojo, rojo, rojo.
Las zapatillas rojas llevándome por los caminos, por los senderos de la vida, por tierra y asfalto, por cemento y madera, por alfombras y moquetas. Rojo en sueños y en infiernos, en cielos y en realidades. Mis pies rojos empujándome a bailar hasta el final.

Roja Uol

























domingo, 8 de junio de 2014

"Programa de mano" (tercer aniversario)

Hombre leyendo el ACTO I del Programa de Mano

Obra: Programa de Mano (versión de Uol Free)

ACTO I
 
TOSCA (1900), de Giacomo Puccini.
Música: Tre Sbirri, una carrozza by Enzo Mascherini.



Scarpia desea a Tosca (solo).

Te deseo y no me ves. Sólo soy un nombre que ignoras, alguien invisible, el que pone normas que no sigues; ése al que no se mira a los ojos, un lacayo, un plebeyo, un mal necesario pero al que no se tiene en cuenta, un mero funcionario que lleva cuentas y listas y nombres. No me ves, Tosca, no me ves. Pero yo te deseo. Mis ojos te siguen cuando pasas por mi lado con tu meneo de caderas sobre los tacones, ésos que hacen un sonoro ruido por el adoquinado, por las losetas, por el azulejado suelo de la oficina. Pasas frente a mí con tu contoneo, tus manos alejando la melena del cuello, aves migratorias revoloteando. Tu perfume, bandera que ondea tras tu paso poniendo firme a mi soldado. Pero tú me ignoras, acaso me desprecias, soy invisible ante tus ojos. Pero yo te deseo, Tosca. Ven a mí, paloma, gacela, tigresa. Ah, te deseo, te deseo como el guepardo que olisquea a su presa, de forma sangrienta y visceral, sin dudas y con ansias, con hambre y sed voraces, sin disculpas, sin culpas. Te deseo con rabia y celos, pues no sé en quién se posan tus ojos, tus labios, tus senos, tu coño. Y ahora voy a tocarme con frenesí. Un solo de mi mano, esperando entre la música de la conquista futura, de la rendición, del mordisco aniquilador en tu cuello, que un día me toques tú a mí, tus labios en los míos, tu coño en mi boca, tu boca en mi polla, mi polla en tu coño... ah, ah, ah, Tosca, mi Tosca.


ACTO II 

CARMEN (estrenada en 1875), de Georges Bizet. 

Don José quiere la capitulación de Carmen (dúo) 

Modernos Carmen y don José.


Don José espera a la moza en la taberna. Tirarse a Carmen no le ha aliviado la tensión en la entrepierna, antes bien, diríase que anda en celo de continuo, no consigue apartar a  la moza de su pensamiento; nunca se había sentido así, en estado de excitación permanente, como adolescente que se ha masturbado por primera vez y descubre emocionado los placeres de la carne. Pero follarse a Carmen no ha resultado como él pensaba. A ver, entiéndase, ha sido placentero, más que placentero, ha sido celestial, exquisito, ¡mierda!, ha sido alucinante, brutal, una explosión de los sentidos. Pero Carmen, aunque ha gemido y se ha corrido, se ha reído mucho, lo ha mirado con medias sonrisas y ha salido de la cama canturreando y, coño, no es eso lo que él quería. Él quería la cara de arrobo que por desgracia se le ha instalado a él en la suya; entrega, entrega total, rendición y no armisticio quería de Carmen,  pero Carmen es mucha Carmen, por lo visto. Así que don José ha ideado un plan.

Carmen entra en la taberna y lo busca con los ojos. En cuanto lo descubre, su rostro adquiere una expresión de suficiencia y petulancia que, sin embargo, no engaña a don José. Chiquilla caprichosa, él ha visto lo que escondía un segundo antes el rostro de la muchacha: expectación y cierta ansiedad. El hombre respira hondo, aún puede ganar esta partida. Le va a enseñar él quién es en realidad. 

Bajo la mesa su mano ha ascendido de la rodilla al muslo y ella ha hecho ademán de levantarse con alguna excusa, ir al baño, pedir otra ronda en la barra, pero ya don José deja unas monedas sobre la madera y se la lleva de la mano a la terraza, atrancando la puerta tras él, previo soborno al tabernero.

Ay, don José, don José, no hay quien lo reconozca, anda usted muy soliviantado.
Nada de eso, Carmen, soy muy reconocible, eres tú quien no me conoce, todavía...

Lo mira intrigado la mujer, pero ya don José rodea sus mullidas nalgas con las manos, la arrima a su cuerpo, le besa la boca, la asfixia con su deseo. Carmen, Carmen. Una mano sigue el contorno de una nalga y bordea su hendidura, acaricia y presiona. La mujer ondula su cuerpo, no se sabe si buscando o evitando los dedos de don José, bien pudieran ser ambas cosas. Carmen, Carmen. Y la humedad aparece, nítida, innegable en las yemas de los dedos. Le desabotona la blusa. ¿Pero aquí? Sí, aquí, ahora. Mía. Y una mano rodea el seno, turgente y lleno, suave y dulce para su boca. Nos van a descubrir, don José. Nos van a ver. La acalla con su lengua, con sus dedos que acarician los pliegues tibios de su carne de hembra. Calla, Carmen, calla. Hoy vas a saber, vas a saber tú cuál es mi nombre. La arrima al murete de la terraza, le levanta la falda, le baja la braga y sigue tocándola. La mujer gime, echa la cabeza a los lados, tiene ganas de morderse los nudillos, de gritar o golpear algo. Bájame los pantalones, ordena él. Y ella lo hace, su polla erecta salta liberada a su encuentro. Y Carmen se arrodilla y se llena la boca con la picha hinchada de don José. Sé que te gusta, Carmen. Y lame y chupa. Y don José se arranca la camisa y alza a Carmen. Le arranca la ropa, la gira. Apoyada en el murete, la calle polvorienta se ve allá abajo, un perro pasa. Se arrima a ella, pero no entra. Le muerde el cuello. ¿Qué quieres, Carmen, qué quieres? La mujer echa hacia atrás su trasero, se aprieta contra él, sus manos buscan el culo del hombre. ¿Qué, dime, qué? Carmen toma en su mano la polla del hombre, la acerca a su hendidura, pero él se aparta un poco, no entra. Ella gime. Dilo, Carmen, dilo, y los dos sabremos quién soy y quién eres. ¿Qué, qué? Ya sabes qué. Pero lo grita ¡Joder, José, fóllame ya! Y don José penetró y derribó la última frontera, allí, contra un murete de una terraza de una taberna de un barrio polvoriento. Y Carmen gritó y gritó de puro placer, allí contra el muro, viendo las chimeneas, terrazas y tejados de un barrio polvoriento de una vieja ciudad. Y cuando acabaron no hubo canturreos, sólo jadeos y ojos brillantes de saciado deseo.


ACTO III

FAUSTO (1859), de Charles Gounod, inspirada en el Fausto, parte I, de Goethe.

Fausto vende su alma a cambio de un elixir de eterna juventud.


Fausto rejuvenecido

Mi tiempo se acaba. Un suspiro, me ha parecido un suspiro. Pero ya está, se acabó. Me pregunto si mi vida ha servido para algo, para alguien. Me pregunto si la he desperdiciado en trabajo y más trabajo. Yo pensaba que era feliz, ahora no lo sé. No he tenido tiempo para el amor. Bueno, he tenido amores, muchos. Pero los apartaba, sin querer, sin pretenderlo; alejaba de mí a esas mujeres que me querían. No tenía tiempo para atender sus peticiones, sus necesidades. No necesitaba a nadie. Más tarde, en todo caso. Ahora ya es inútil, mi tiempo se acabó, se acabó. Se acabó sin darme cuenta. Ya es tarde.

 ―¿Se puede? 

Así me presenté.

El pobre idiota lloriqueaba allí sentado por el tiempo malgastado. Mirando por la ventana como quien ve pasar tren tras tren sin decidirse a comprar billete. Podría haberlo dejado consumirse en su melancolía, dejar que se bañase en su culpa. Pero simpatizo con los atormentados. Será el oficio. En fin, se lo propuse. Al principio disimuló, el muy hipócrita, como si no hubiese sido él quien me convocó, quien imploró ayuda a los mismísimos infiernos, negando esa ciencia en la que tanto se apoyó, en la que tantas horas invirtió, perdida ya la fe. Bien, los que pierden la fe son mi caldo de cultivo. Y acudí. Es mi naturaleza. 

Había una mujer, siempre la hay. Margarita. Fue una joven que le amó cuando estaba en la treintena. Podrían haber sido felices, pero él se escondió en su trabajo, no es el momento, ya habrá tiempo. Nunca quiso saber qué había sido de ella. Y ahora Margarita se había reencarnado en la imagen de Patricia, aquella pizpireta auxiliar de laboratorio que le hablaba con respeto y distancia, que lo miraba como quien mira a su abuelo. Y el viejo languidecía, quería recuperar el tiempo perdido. 

La transacción fue rápida. Tu alma. ¿Qué me das a cambio? Una polla dura, vigor, vitalidad, atractivo. Ya he dicho que fue rápido, no dudó el muy ladino. Se creyó el rey del mambo, se anilló hasta la polla. Y se acercó a Patricia. 

La muchacha se acostaba con Óscar, su novio encofrador, y para que Fausto quedase bien enganchado al contrato diabólico, y para facilitar de paso la tarea, lo largué cual Urías una temporadita a las Canarias, malo sería que allí no se despistase con alguna chicharrera. Despejado el camino, Fausto se deshizo en halagos con Patricia, no cejaba en invitaciones a comer y a cenar, e incluso se atrevió con rozamientos indiscretos. La pava no caía. Hasta que Fausto, tanto tiempo perdido en su vida, se lanzó a las bravas. La esperó en su despacho en pelotas, con la polla tiesa y anillada. Esta Betsabé sintió curiosidad, claro, nunca hubiese imaginado tal artillería herrada en su sosote jefe, y se lo cepilló. Fausto no cabía en si de alegría. Se sentía joven de nuevo, vigoroso, su polla dura como una piedra. Se hizo ilusiones. Un hogar. Patricia esposa y madre. Quizás no fuese tarde todavía. Pero la joven lo esquivaba. Le hizo gracia ese Fausto inesperado, pero dudaba. Se dejaba querer, pero se acordaba de Óscar. ¿Qué haría allá en Tenerife? 

Fausto volvió a requerir mis servicios. 

No puedes dejarme a medias, Mefistófeles. La quiero. Quiero que sea mía. Necesito conquistarla del todo. 

¡Pobre diablo! ¿Cómo explicarle que el amor no se compra? Ni siquiera yo, con todo mi poder, podía comprar  más que un cuerpo.  Y eso ya lo tenía. Patricia se acostaba con él, pero para Fausto esto no era suficiente. Quería amor, que lo amase, que hiciese planes, futuro. Pero a él el futuro ya lo había rebasado. 

Está bien, le dije. Esta noche invocaré al Jefe. Tú pon de tu parte. Pero recuerda que tu alma es mía y me la cobraré. 

Patricia llegó a la oscura casa llorando. Acabó confesando que Óscar se había caído de un andamio y había muerto en el acto. Fausto la arropó, la acunó entre sus brazos, la llevó al lecho y la desnudó. Patricia llevaba unas braguitas tan delicadas como alas de mariposa. A Fausto le saltó el corazón en el pecho. Era tan hermosa, tan joven, con tanto tiempo por delante... Eso le dijo. Ya verás, el tiempo te calmará, aliviará tu pena, te volverás a enamorar. La muchacha lo miró con cariño, por primera vez. Y lo besó con ternura. Y Fausto la amó con toda la voluntad de su cuerpo prestado, con toda la bondad de su alma alquilada, con toda la fuerza de la eternidad soñada. Y Patricia amó a aquel hombre que la había condenado y protegido a la vez. Y aquella noche gozaron el uno del otro. Y Fausto se sintió dichoso durante unas horas antes de que su corazón reventase de felicidad y obstrucción coronaria. 

¿Qué queréis? Es a mí a quien encargan estas putaditas.

Uol, en el III aniversario, decidiendo el futuro de este blog. 

Música: E lucevan le stelle (Tosca, de Puccini) en boca de Giuseppe Campora.