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lunes, 15 de julio de 2013

Scheherazade

Término sugerente, quizás intrigante, al leer "Scheherazade" en el apunte que estoy estudiando, pensé en un muy lindo disco de Renaissance, "Scheherazade and Other Stories".
Al márgen de la relación musical, y de este disco tan agradable, emparentado con lo que hace actualmente Ritchie Blackmore, me quiero remitir al significado de Scheherazade.
Un flujo vivo y grupal que evoca una multiplicidad de personas anónimas(...) El flujo narrativo de las viejas artes de recitar, entrelazadas a los modos de vida rurales y a las actividades artesanales compartidas, constituían un "hacer juntos". Los oyentes participaban del relato narrado y éste poseía una inestabilidad viviente, era abierto por definición y se metamorfoseaba  al sabor de diferentes experiencias enunciativas (extraído de "La intimidad como espectáculo", de Paula Sibilia).
Ésta experiencia de oralidad, de lectura y escucha, es cada vez menos frecuente, pero que lindo que es cuando uno se toma un rato para leerle a su pareja, o a un amigo, o a un hijo, un parrafo, unas breves líneas de un cuento, o de una noticia o de lo que sea; un momento de comunión en la lectura.

miércoles, 10 de julio de 2013

Te lo transmito directo al bocho

Las culturas postfigurativas son aquellas en las que las tradiciones y costumbres de las generaciones adultas son transmitidas y enseñadas a las culturas jóvenes sin problemas de aceptación. En el extremo, lo postfigurativo alude al paso de tres generaciones donde nada significativo cambia ni se critica.
En las culturas cofigurativas, el cambio en las experiencias de las generaciones más jóvenes es patente y en algunos casos, permanente y profundo. Esos casos pueden ser la llegada de un colonizador, una revolución, una conversión religiosa, etc. Esas generaciones jóvenes pasan a establecer una brecha con lo que los mayores pueden enseñarles; aprenden entre pares u otros que comienzan a adquirir los nuevos modelos sociales.
Por último, las culturas prefigurativas son aquellas en las que se da cierta combinación de las dos descriptas con anterioridad. Ni la inmutabilidad, ni el cambio permanente; más bien cierta apertura a lo desconocido.
Cultura y compromiso, de Margaret Mead, es el texto que (en el 2do capítulo) terminé de repasar para el final de Comunicación y Educación, que hace unos días comenté que estoy preparando. A dicho texto corresponden los conceptos con los que empecé ésta publicación. No podría calificar del todo a esto como un tiempo restado al repaso; escribir lo que terminaste de entender, ayuda. Eso yo creo que es así.
Por último, encontré que todo esto de la transmisión se relaciona bastante con lo que se puede leer en el último libro de Zygmunt Bauman, Los retos de la educación en la modernidad líquida.

martes, 2 de julio de 2013

Fuera de sí

Representar las emociones los sufridos momentos de la vida, las alegrías que le llegan (aún si se da momentáneamente) a un personaje -histórico o ficcional- en teatro ¿desafía a ponerse en la piel de otro en todos los aspectos y sutuaciones mencionadas?
Yo pienso que eso es así, solo hasta cierto punto. Calzarse el traje de un Otro - personaje, es, al mismo tiempo, hacer de uno mismo personaje e imbricarle el personaje de uno mismo a quien sea que uno esté representando. Esa es una posibilidad, entre otras.
De la obra de William Shakespeare que leí, este año me estoy ocupando y preocupando de cuatro en particular, por un trabajo en teatro (del cual hablaré cuando llegue el momento).
Otelo, el moro de Venecia, perdió la cabeza, perdió su amor por medio de las mentiras y falsas apariencias que sabiamente Yago, supo hacerle creer. Ésta podría ser uan sintesis de la historia, de este libro que terminé de leer hace unos meses, de una de entre tantas reseñas que se pueden encontrar gracias a Pepe Gugle.
Y justamente sobre Otelo, hace unos días encontré un video (en inglés; aviso porque eso quizas sea una restricción para más de uno), que me resulta muy útil para meterme más en la piel del personaje (¿o más  bien de qué perspectiva es conveniente tener en cuenta para fusionarme con el personaje? Y así regresar al tópico que me sirvió para dar comienzo a ésta publicación).

martes, 25 de junio de 2013

El infierno y los celacantos

Leer. Un placer que no todos se dan o pueden hacerlo en estos días. A algunos el asunto no les atrae ni entretiene. Otros pierden su tiempo con best sellers, libros de autoayuda o simplemente con el Olé.
Hace unos días terminé de leer El infierno y los celacantos de César Fuentes Rodríguez. Lo primero que quiero decir, de entre las numerosas impresiones que me provocó, fue que me me entretuvó mucho, me tuvo pendiente de lo que iba aconteciendo con la historia y cuando terminé de leerlo, tuve esas clásica sensación de vacío, esa que te toma animicamente cuando algo que venías disfrutando, de repente ¡paff! se acabó.
El peso de un libro de quinientas y pico de páginas, forrado para que los sudores de la mano no degraden el material de la tapa, con olorcito a nuevo entre sus páginas; son cosas que forman parte de la relación física que uno mantiene con un libro que lee cotidianamente, dandole un aspecto que va mucho más allá de lo meramente instrumental en cuanto al libro como objeto.
En sus dosis razonables, en base a algunas páginas cada dos o tres días o en ocasiones fagocitando capítulos enteros en algunas semanas, las desventuras de Felipe García Duarte y sus jornadas de ensueño en la mansión a la que se dirige por un excéntrico proyecto de trabajo, se transformaron para mí en mucho más que una historia más en los libros que leo año a año (en materia de literatura, exceptuando aquellos que tienen fines académicos y de otra formación en general).
Además de desafiar mi stock de vocablos, teniendo que recurrir al diccionario cuando la ocasión lo ameritaba, sentirse identificado con situaciones vividas por el protagonista, anhelar estar en sus zapatos en ciertos momentos, que me acompañe esperando el tren, e inclusive que me inspire para crear y actuar, son algunas de las tantas razones por las que el disfrute que tuve con El infierno y los celacantos me lleva a recomendarlo fervorosamente.
Por esos sueños que maduran en el horno del inconsciente y están dando sus frutos en el suelo fértil donde han abonado ¡salud!