Cobijo Camijanes

Tu espacio de fauna en su estado y hábitat natural

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miércoles, 29 de agosto de 2012

Maestros del camuflaje

La noche siempre ha sido y será el escenario de juego de muchas de las especies que habitan nuestra geografía. Este mundo ocupado por innumerables seres humanos que desarrollan su vida durante el día, hace que la ausencia del sol traiga una oportunidad de tranquilidad para los animales, con menos posibilidades de interferencias con el hombre. Solo aquellos que están verdaderamente capacitados y que tienen desarrollados sus sentidos más de lo normal pueden llevar a cabo una vida nocturna.
Dentro de la gran variedad de merodeadores nocturnos, cada uno juega su papel con sus armas. Algunos mamíferos se basan en su olfato (tejones, zorros, osos...), otros como los murciélagos utilizan la ecolocalización para dar caza a sus presas. Pero la característica que nos trae hoy aquí, es la utilizada habitualmente por las aves que han elegido o han desarrollado sus técnicas para la caza nocturna.
Cuando el sol se oculta  en el horizonte, dependiendo de donde nos encontremos, un canto diferente da pie a la noche. En pinares y encinares mediterráneos, comienza a escucharse el aflautado canto del autillo. Considerada como la rapaz nocturna más pequeña, el autillo abandona su posadero diurno, en el que ha pasado desapercibido todo el día, para comenzar su jornada de caza.


Autillo (Otus scops) saliendo de un posible posadero diurno


Durante el día, los avistamientos de estas aves son francamente complicados, ya que utilizan sus colores crípticos para camuflarse a la perfección con los troncos y apenas hacen movimientos que delaten su posición. Como se puede observar en las fotografias superior e inferior, el autillo posee un plumaje con una tonalidad que se asemeja a la perfección a la corteza del pino.


Autillo (Otus scops) vigilando un claro desde las alturas


La oscuridad siempre complica más el seguimiento y fotografía de la especie en cuestión. Sin embargo, tiene un factor que para nosotros lo hace mágico. El poder observar como una rapaz nocturna caza al acecho desde su posadero, bajo la luz de la luna, es algo que se tiene que sentir, no ser descrito.



Autillo (Otus scops) con su presa en el pico


En los márgenes y caminos de bosques y cultivos espera oculto el chotacabras gris.  Como los cantos de las chicharras cuando aprieta el calor, la llegada del ocaso  en estas zonas la dan los chotacabras emitiendo un sonido monótono y grave. Es entonces cuando comienza su actividad después de un día quieto y camuflado. Confiado de su plumaje, pretende pasar desapercibido (mientras no vuela en busca de comida) entre la maleza de día y en zonas abiertas de noche. Este ave se podría describir como un halcón nocturno, ya que su silueta en vuelo es como la del alcotán o el cernícalo pero su plumaje y actividad es como la de un búho.



Chotacabras pardo (Caprimulgus ruficollis) en un claro arenoso

Chotacabras pardo (Caprimulgus ruficollis) pasando desapercibido


Si los autillos son los fantasmas del bosque mediterráneo, los chotacabras los de tierras de campos; los cárabos son los del bosque caducifolio.
En lo profundo de los hayedos y bosques mixtos de la cordillera cantábrica el final del día es festejado con un ulular un tanto caótico aunque rítmico. Estos cazadores nocturnos se encuentran perfectamente mimetizado con el medio, siendo su plumaje en cada ejemplar una gama de tonos que van desde los pardos hasta los grises.


Cárabo común (Strix aluco)

 
Esas plumas moteadas de negro, grises y marrones mantienen a nuestros protagonistas con vida. De la misma forma que impiden ser depredados por no ser vistos, permiten que sean buenos depredadores comenzando el acecho desde la nada.
Esperamos que haya gustado esta serie de nocturnas.
Gracias a todos los que nos seguís y comentáis de vez en cuando.
Un saludo

miércoles, 12 de octubre de 2011

Cazadores nocturnos

Tal día como hoy hace dos años, comenzaban nuestras aventuras en este cobijo. En estos dos años hemos intentado plasmar de forma original, amena y didáctica nuestras imágenes y experiencias que tomamos a lo largo de numerosas jornadas de campo. Para que todo esto haya cuajado ha sido imprescendible vuestra colaboración mediante visitas, comentarios, correos, felicitaciones y demás... Por todo ello, os queremos agradecer enormemente vuestra participación, ya que nos llena de energía para poder seguir publicando entradas a lo largo del tiempo. Sin vuestra cooperación todo esto habría sido mucho más complicado.
Después de todo este rollo... vamos a introducirnos en lo que al tema de hoy se refiere: los cazadores nocturnos.
Durante las largas noches de verano, nos hemos ido encontrando con diversas especies de animales que aprovechan la oscuridad para salir en busca de alimento; aunque, muchos de ellos acaban siendo parte de esa comida. Mientras unos intentan pasar desapercibidos, otros se aprovechan de esa confianza para cazar; y son estos pequeños cazadores nocturnos protagonistas de esta entrada.
Las rapaces nocturnas son las reinas de la noche, con su inmejorable vista nocturna, sigilo prodigioso y unas fuertes garras matadoras. Es en la época estival, cuando mochuelos y autillos invaden las grandes extensiones de cultivos de regadío para aprovechar las grandes concentraciones de insectos que se dan por la zona


Mochuelo común (Athene noctua) en su lugar+ de caza


En estos lugares, abundan posaderos de diferentes tipos que utilizan a su antojo para encontrar presas y para estar alerta ante cualquier peligro. Los aspersores son unos de ellos.


Mochuelo común (Athene noctua) sobre un aspersor


Otro de los posaderos más solicitado son los postes de piedra. Aquí se sienten más seguros, ya que solo tienen que vigilar en un campo de visión de 180º. Estos suelen ser frecuentados por ejemplares juveniles.


Pareja de mochuelos comunes (Athene noctua)


Son tantos los mochuelos que rondan este lugar, que hemos hecho un recopilatorio de algunas de las caras que ponen. La más característica, los ojos bien abiertos de sorpresa instantánea. Lógicamente, hemos intentado minimizar la exposición de flashes y luces a sus ojos tan sensibles; por lo que no hemos repetido foto con ningún ejemplar.


Mochuelo común (Athene noctua)

Aunque la mayor parte de la dieta del mochuelo la constituyen los micromamíferos, es durante las noches de verano cuando acuden a los márgenes de los cultivos de regadío en busca de la gran abundancia de insectos.
Normalmente y durante la mayor parte del año, en las egagrópilas de esta pequeña rapaz podemos observar pequeños huesecillos de ratones y topillos. Pero en los meses más calurosos, esas bolas formadas por restos de alimento no digerido adquieren una composición bastante diferente, en donde predominarán restos negros y oscuros de las cutículas de algunos artrópodos.
Los caminos y lugares aledaños a estos que atraviesan las grandes extensiones de cultivo son normalmente el escenario de caza de estos pequeños cazadores. Durante una ocasión pudimos observar en un transecto de unos 300 metros como cazaban 8 mochuelos diferentes


Mochuelo común (Athene noctua) en un camino que atraviesa un cultivo de regadío


Los cazadores nocturnos no solo lo constituyen las rapaces nocturnas. Durante el ocaso y las primeras horas de las calurosas noches de verano, algunos reptiles aprovechan también para cazar. Las salamnquesas son especialmente nocturnas y comparten dieta con los mochuelos más jóvenes. Pequeños insectos como mosquitos, son su principal alimento.


Salamanquesa común (Tarentola mauritanica)



Salamanquesa común (Tarentola mauritanica)



Como suelen frecuentar las zonas rurales, aprovechando los lugares iluminadas, puede darse la casualidad de que aparezcan también por los alrededores de los cultivos y sus casetas. Pero, se las puede encontrar también en sotobosques cerca de concentraciones de insectos como pueden ser las riberas de rios, lagunas o canales.


Salamanquesa común (Tarentola mauritanica)



Salamanquesa común (Tarentola mauritanica)



Detalle de la salamanquesa común (Tarentola mauritanica)


También durante la noche, la culebra de escalera busca a sus presas en cualquier rincón. Es más frecuente encontrarse con ejemplares juveniles o subadultos como el que se muestra en las siguientes imágenes debido a las grandes dispersiones que realizan.


Culebra de escalera (Rhinechis scalaris) subadulta


Culebra de escalera (Rhinechis scalaris) subadulta


Este ejemplar a medida que vaya creciendo le irán desapareciendo poco a poco "los peldaños" de la escalera que dibuja su dorso (los adultos los borran totalmente y marcan exageradamente las dos lineas). Suele ser frecuente que trepe o escale por muros de piedra o árboles en busca de nidos de pájaros. 


Culebra de escalera (Rhinechis scalaris) subadulta


Detalle de la culebra de escalera (Rhinechis scalaris) subadulta


Culebra de escalera (Rhinechis scalaris) subadulta trepando


Antiguamente, todos estos nocturnos estaban asociados a la muerte, el mal aguero y verlos o cruzarse con ellos era algo que trataban de evitar. El canto de búhos y lechuzas daba mal presagio; las serpientes se temían por pensar que atacarían a las personas sin reparo. Algunas de las historias parecen sacadas de películas de terror. En pueblos castellanos, se cuentan leyendas de aldeas despobladas en las que las salamanquesas habían envenenado el agua cayendo en sus pozos. Cuentan también, que si una te cae en la cabeza, perderás el pelo, quedándote calvo. Por ello, por superstición, la primera reacción que tiene la gente es matarlas.
Ni que decir tiene, que todas las historias, mitos y leyendas que rodean a las especies de nuestra fauna son absolutamente inciertas, sin criterio ninguno, ni argumentos científicos que lo demuestren.


Autillo (Otus scops)


Viendo esta última foto, todas las demás y cualquier otra imagen de estos pequeños matadores, esperamos sensibilizar a más de uno. Estos cazadores nocturnos simplemente embellecen las noches con su presencia, haciéndola más especial. Y son estrictamente esenciales y fundamentales en la regulación de la cadena trófica.
Un saludo y gracias por visitar estas entradas que tanto nos gustan mostrar.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Crónica de un autillo

Fácilmente confundible con el mochuelo en la lejanía e incluso con murciélagos en vuelo, este minúsculo alado puede estar observándote dónde y cuándo menos te lo esperes. Los autillos, al igual que el resto de las aves rapaces nocturnas, no provocan ningún ruido sospechoso en vuelo gracias a sus plumas aterciopeladas y siempre desde las tinieblas te habrán descubierto antes de que ni siquiera tu te inmutes de su presencia. Dado que estos son los búhos más pequeños y poseen el mejor camuflaje, lograr observarlos, pensamos que conlleva un gran importancia, dificultad y misterio.


Autillo (Otus scops) sobre un roquedo de su zona de caza


Después de tantos años escuchando su monótono canto, al caer la noche fascinados por la magia que transmite, decidimos ponernos en serio con la búsqueda de algún ejemplar. Por lo que las largas noches de este verano han sido para nosotros especialmente largas, aunque hayan parecido tan cortas. Todas las noches que hemos podido, las hemos dedicado a observar, fotografiar y entender a estos pequeñajos. Tras mucho andar, un día logramos dar con una silueta pequeña y orejuda en la rama de un pino durante el ocaso, que al momento salió volando. Así, conseguimos animar el tema y empezar con las hipótesis de lugares de nidificación, de caza...
-Primero limitamos la zona en la que podría tener el nido a unos cuantos árboles (un pino, varios frutales y algún chopo. Todos ellos grandes y con agujeros de pícidos, o simplemente oquedades naturales). De este lugar procedía el canto del autillo tan característico, una especie de pitido pausado, a menudo doble. Se podía escuchar al final del ocaso, a la primera hora de noche y durante la última hora de la noche justo antes del amanecer. Es decir, emite su sonido antes de salir y al llegar.
-Después, entendiendo de donde salía cada noche, buscamos hasta dar con él en un posadero habitual al que acudía las noches de agradable temperatura, sin viento y tranquilas siempre a la 1:20 de la madrugada. Este, un árbol muerto en medio de descampados y arroyos con sotobosque. Una vez que tienes un lugar donde localizarlo, poder seguirlo y descubrirlo nuevamente cuando está cazando es fácil porque emite un curioso sonido (Una especie de chirrido que se podría escribir como "chowín" bastante similar al sonido que provoca una suela de goma mojada al andar) acompañado de un levantamiento y encogimiento del cuerpo como su primo el mochuelo.
-Por último, pudimos ver cómo tenía dos zonas de caza: una a campo abierto donde disfruta de micromamíferos; y otra, quizás la más curiosa, una urbanización donde aprovechaba las concentraciones de bichos en las farolas.


Autillo (Otus scops) en medio rural


En este último lugar pudimos hasta observar tres en el tejado de una casa. Aunque para cuando tiramos la foto ya sólo quedaba uno.


Autillo (Otus scops) sobre un tejado


Por estas fechas no hemos conseguido localizarlo, y es que, poco falta para que realice su viaje hacia África a pasar el invierno. La verdad, poder disfrutar hasta varias horas del encanto de la noche y de la actividad de "sus pequeños guardianes" es un lujo que se goza más con 20ºC veraniegos que con los bajo cero invernales.
Esperemos que os haya gustado esta entrada. Un saludo a todos nuestros visitantes y gracias por dejaros caer por el cobijo de vez en cuando.