Cobijo Camijanes

Tu espacio de fauna en su estado y hábitat natural

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jueves, 26 de septiembre de 2013

Bosques escandinavos

El verano es la estación por excelencia en el norte europeo. Las extensas y frondosas masas forestales del sur escandinavo sufren la nieve, lluvias y gélidos vientos el resto del año. Por ello cuando el tiempo da un respiro, por corto que sea, la vida explota de energía y los aparentemente deshabitados bosques desatan su encanto. Para muchos animales es el único momento en el que pueden tener sus crías sin que un cambio atmosférico pueda ser fatal.
En las lindes de los bosques con las praderías, algún que otro tordo entraba y salía constantemente. Una vez eclosionados los huevos, toda la atención de los zorzales reales se centraba en conseguir dar de comer a su pollada. Entre los dos padres buscan insaciablemente las lombrices que bajo las herbáceas oxigenan las tierras.


Zorzal real (Turdus pilaris)

Los vuelos al nido desde su área de caza se hacen frecuentes para saciar a los pequeños. De vez en cuando la madre pasa unos minutos en el nido dando calor, colocando y adecentando el hogar. En cuanto todo está conforme no pierde un segundo y vuelve a la caza.


Zorzal real (Turdus pilaris) alimentando los polluelos


El nido de zorzal que mostramos, nos sorprendió por su proximidad a un camino entrante al bosque que utiliza la gente para sacar leña. Desde el mismo tomamos las fotografías, en España no recordamos ninguna ocasión de despreocupación por parte del animal semejante.


Estampa típica de la zona


Los menos preocupados, con sus crías ya de la mano, se dedican a armonizar el entorno de altos y robustos árboles que  forman el hábitat de gran cantidad de animales. Los carboneros y herrerillos, al igual que en el resto del continente europeo van y vienen con su abanico de cantos aflautados diferentes. Mientras los pequeños carboneros esperan en ramas cercanas a que los adultos vuelvan con algo de comida, los aún inmaduros herrerillos ya comienzan a aventurarse en búsqueda de los frutos y semillas que consiguen colgándose de las más delicadas ramas.


Carbonero común (Parus major)


Herrerillo común (Parus caeruleus) juvenil



Adentrándonos en la espesura, la luz se hace escasa y todo lo que nos rodea es una sombría postal en la que el musgo y los líquenes lo embaucan todo. Los pinos y abetos más altos proyectan la sombra necesaria para que junto a un alto grado de humedad, hayas, álamos, fresnos y todo tipo de árboles crezcan robustamente. En medio de este maremagnum de grandes troncos, la presencia de paseriformes disminuye, pero  picos y trepadores encuentran su paraíso. La comida y refugio se hace relativamente fácil de conseguir para ellos en un lugar así y los martilleos de cada ráfaga de picotazos se une a la armonía local.


Pico picapinos (Dendrocopos major)
 
 
Normalmente estos pájaros se delatan ellos solos. A parte del ruido que generan, podemos reconocer su posición observando los trozos de corteza que van soltando para llegar a los preciados bichos que bajo ella se encuentran. El picapinos suele picar la madera con mayor estruendo y con más asiduidad. Cuando encontramos un trepador azul, a menudo por sus ligeros silbidos, nos muestra sus movientos tan típicos en los que levanta el cuello y enseña su pecho que a diferencia del ibérico, en el norte lo lucen de color blanco.


Trepador azul (Sitta europaea)


Aunque a veces, lo que cae de las ramas más altas son restos de piñas de unas ardillas que precavidamente van preparándose para el crudo invierno. Otras veces las encontramos porque dejan colgando esa poblada cola mientras se alimentan de los frutos secos en las alturas, principalmente piñas.


Ardilla (Sciurus vulgaris) alimenándose de verdes piñas


Es frecuente por estos bosques, encontrar al pie de los árboles grandes cúmulos de las piñas trabajadas por las ardillas, en las que siempre dejan una punta intacta porque es la que tiene agarrada con las manos. A menudo una vez en el suelo, otros roedores las rematan.


Restos de piñas comidas por ardilla (Scirius vulgaris)



Pocos depredadores son capaces de llegar a semejantes alturas para cazar a uno de estos individuos. En tal caso, la depredación la harían por la noche fantasmas como la marta; ya que durante el día son vistos fácilmente. Por ello, la vida en la altura es relativamente tranquila, mientras que en el suelo cualquier momento puede ser el último. Para sobrevivir, si el camuflaje no es suficiente hay que tener un as en la manga. Las ranas esperan hasta el último momento en el que son vistas para dar un salto y ponerse a resguardo entre la maleza o cualquier oquedad.


Rana bermeja (Rana temporaria)


Muchas de estas ranas no andan lejos de núcleos de agua. Los bosques de escandinavia son conocidos principalmente por su poco desnivel y su consecuente formación de cantidad de lagos. En sus aguas se pavonea el somormujo lavanco. Como el rey del charco un ejemplar de esta especie se pasaba el día en medio del mismo, dando vueltas y buceando en busca de pececillos que comer.
En sus orillas un gran número de fochas tratan de enseñar a sus polluelos donde obtener la comida pasando desapercibidos ante posibles depredadores.


Focha (Fulica atra) con su polluelo


A estas latitudes se hace muy común la presencia de los córvidos. Carroñeros que aprovechan cualquier desecho para obtener su dosis energética. Siempre vigilantes desde las alturas, sus graznidos vuelven tétrico el ambiente con la caída del sol.


Par de grajas (Corvus frugilegus)


Cuando empieza a oscurecer, el propio bosque te dice que te vayas: Comienzan a salir con gran fervor todo tipo de mosquitos, baja tremendamente la  sensación térmica y la visión se hace difícil. De vuelta, clavando los zuecos en las espesas alfombras de musgo y llenos de picaduras, los duendes empiezan su juego. Un curioso corzo nos tiene vigilados y paramos la marcha para observar su belleza en ese idílico entorno.


Corzo (Capreolus Capreolus) vigilante

 
Atrapados por el espíritu del bosque descubrimos la magia del norte. Animales que igual no han llegado a estar en contacto con el hombre, o que en su caso no han tenido razón de sentirse amenazados, continuan su travesía sin disimulo entre las sombras del ocaso. Echamos la última mirada el uno al otro y desaparecemos del lugar para dejar el fluir natural del bosque a nuestras espaldas.


Corzo (Capreolus capreolus) en la espesura del bosque escandinavo
 
 
La ausencia del blanco escudo anal que acostumbramos a ver en los corzos de la península nos recuerda lo lejos que estábamos de casa. Pero por otro lado, nos enseña lo bien que se adaptan estos animales que podemos encontrar casi en cualquier parte de la geografía europea.
Saludos a todos y hasta la próxima




sábado, 26 de febrero de 2011

Una de paseriformes

Hacía ya tiempo que no subíamos ninguna imágen sobre algún paseriforme, por lo que la entrada está dedicada especialmente a todos los amantes de estos intrépidos voladores.
¿Qué tienen en común todas las especies de esta gran familia de aves? A modo de resumen y para no hacerlo muy pesado, podemos decir que se consideran paseriformes todos aquellos pájaros de pequeño tamaño que emiten cantos melodiosos gracias a un órgano específico para la emisión sonora llamado siringe. Este se sitúa en la base de la traquea, en donde se bifurcan los dos grandes bronquios.
Gracias a los diferentes cantos de las aves, podemos conocer a cualquier especie sin necesidad de observarla, tan solo bastará con escucharla. Esto es posible porque cada paseriforme posee cantos exclusivos y distintivos, y que están directamente relacionados con las funciones vitales del animal. Por ejemplo, el carbonero palustre, nuestro siguiente protagonista, realiza una emisión sonora característica de la época nupcial, otra diferente para avisar a sus congéres del peligro o también pueden producir reclamos de aviso a las crías.
Situados ya, ahora toca mostar algunas de las fotografías que hemos tomado en las últimas salidas de campo. Comenzamos con el carbonero palustre, típico de las masas forestales de la Cordillera Cantábrica.

Carbonero palustre (Parus palustris)


Carbonero palustre (Parus palustris)

Compartiendo hábitat con el carbonero palustre, pero de mayor distribución peninsular y ceñido a las masas forestales de roble, aparece el trepador azul. Gran habitual en nuestros días de montaña.


Trepador azul (Sitta europaea)


Trepador azul (Sitta europaea)


Trepador azul (Sitta europaea)

Dejando la montaña a un lado, nos centramos ahora en las praderas y pastizales cercanos a los cursos fluviales donde encontramos una gran diversidad de avifauna. Un ejemplar bastante frecuente de la zona es la bisbita común, siempre campeando por lugares cercanos al agua.


Bisbita común (Anthus pratensis)

Los jilgueros se aglutinan en grandes bandos, muchas veces utilizan los cardos para deborar las semillas y emitir sus cantos.


Jilguero (Carduelis carduelis)


Jilguero (Carduelis carduelis)


Tarabillas, zorzales, petirrojos e incluso alguna alondra son habitantes frecuentes de los prados de siega.


Tarabilla común (Saxicola torquatus)


Petirrojo (Erithacus rubecula)


Zorzal común (Turdus philomelos)


Zorzal común (Turdus philomelos)



Alondra común (Alauda arvensis)


Algunos paseriformes han desarrollado la capacidad de imitar el canto de otras aves. Uno de ellos es el estornino negro, al que solemos oir como plagia el sonido de marcaje de territorio del ratonero, procurando así, alejar a posibles amenazas. Solo emula emisiones sonoras cuando se encuentra en armonía con el medio, es decir, cuando está tranquilo y agusto.


Estornino negro (Sturnus unicolor)


Estornino negro (Sturnus unicolor)


Con estos pequeños alados, nos despedimos hasta la siguiente entrada. Gracias por vuestras visitas y comentarios, ya que son la base para continuar con la ilusión de seguir publicando entradas en un futuro.
Un saludo a todos.