Rubén Gozalo Ledesma
Relato seleccionado Certamen Microrrelatos de Abogados noviembre 2011
Me encontraba en la sala de espera del bufete viendo la lluvia caer a través de los cristales. En la acera, una mujer mayor caminaba despacio como una tortuga entre la jungla de coches. Estaba nervioso, tanto que ni siquiera reparé en que llevaba un calcetín de cada color. Aquella llamada sólo podía significar una cosa. Al fin me harían socio de la firma de abogados. Después de siete años trabajando catorce horas al día, sin pensar en otra cosa que en litigios, leyes, jueces y estrategias, mi esfuerzo había dado sus frutos. Cuando entré en el despacho del jefe busqué en su rostro algún indicio que confirmara mis sospechas. Su risa triunfal me indicó que lo había conseguido. —López, su último alegato en el juicio nos ha convencido. Usted no es el hombre que esta firma necesita.
Tu escrito con la declaración de amor me dejó sin palabras. Durante años había sido testigo de excepción en la sala. Mi alergia al compromiso, el miedo al rechazo provocó que nunca te dijese nada. Aun así, me fijé en ti desde el primer día. ¡Cómo olvidarte! Siempre impecable, firme en tus convicciones como un soldado, poniendo orden a quienes cometían desacato o pronunciaban una palabra ofensiva al tribunal; jamás dejaste que calumniaran, injuriasen o insultasen a nadie. Por eso me gustabas, por tu determinación y fiereza cuando el eco de tu voz se proyectaba raudo en la sala. ¡Pero compréndelo! Yo soy una toga y tú, un mazo. Lo nuestro es imposible como ese sueño de una noche de verano.