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lunes, 16 de septiembre de 2024

Tímidamente perfecto


Soporta en la mudez sus tripas derramándose
en la hornacina de un papel periódico
trincado por el cinto.

A veces se acuchilla las arterias,
no para suicidarse,
sí para extorsionar al que lo mira
con el jaez de la omisión de auxilio.

Al paso de los años,
busca desprestigiar la primavera
dejando que las flores mueran en su patio;
y odia el invierno,
cuando su estupidez lo atrapa en el trabajo
con poco abrigo
(dos horas antes del final de la jornada),
mientras cae el mercurio, y cae él
tiritando sobre el cemento helado.

La magia del amor hace indolora 
la herida del malandro, 
y hace que un hombre rudo
derrame vergonzosas lágrimas 
por una prostituta de la esquina.

¿Por qué, entonces, es tan difícil 
vivir sin cuestionarse,
como el ebrio Bukowski?


domingo, 28 de abril de 2024

Llamado a los príncipes

Príncipes de la tierra,
amos de nuestras existencias:
os habla vuestro fiel admirador.
Escuchad mi proclama:

Seguid creando las feroces guerras,
provocando las muertes inocentes
con vuestras frías bombas sanguinarias.

Seguid saciando vuestra sed de sangre,
obedeciendo atávicos impulsos
de vuestra voluntad de poderío.

Rubricad con traiciones presagiadas
vuestros pomposos tratados de paz.
Mostradnoos por siempre
la fría realidad de la existencia.

Príncipes de la historia,
opresores demócratas,
dictadores corruptos,
imperialistas arrogantes,
emperadores sátrapas,
caciques de las tribus nómadas,
jefes de los emporios financieros,
pandilleros urbanos...,

proseguid la hierática misión.
Calculad fríamente
el cúmulo de muertes necesarias
para la sumisión de vastos reinos.

Mortales fieras,
astutos carniceros de la tierra:
proseguid vuestro noble quehacer
de refinar la cacería.

Mostradnoos por siempre
la bella imagen del siervo ensangrentado




viernes, 19 de abril de 2024

Regreso de la emoción

1

He llegado hasta aquí bastante harto de mi aliento,
de tanto correr hacia espejismos que se alejan,
de vivir bajo el mismo campanario
oyendo el mismo bronce de cancela día a día.
Mi corazón se habituó a amar fotografías
con ojos de turista paralítico: el mundo grecorromano,
la aplastante piedra removida y elevada por Sísifo,
y tantas otras huellas de la cruel soledad del hombre.
En una casa grande ya y sin hijos, harto estoy, liberto esclavo,
(sé lo que es un corral de hombres solitarios con alas),
abandonado por los ángeles que me indicaron el sendero,
practicando matanza de demonios por las noches,
donde el cuervo de Poe viene a graznar sus “¡nunca más!”,
burlándose de mi melancolía, de mi esperanza,
atizando la vacuidad de mi cuarto, de mis fantasías,
exigiendo su estatua de Palas y mi generoso albergue.


2

Estirando las piernas luego de una larga noche frente al monitor,
salgo insomne a la calle de mi barrio, a la intemperie,
para esperar los colores del sol que irrumpirá en minutos,
como un antiguo dios, sobre los árboles, entre las nubes.
«Es quizás –pienso- esta visión esplendorosa de matices
la puerta al paraíso tantas veces soñada por egipcios».
Se abren las ventanas del vecino, donde las arañas
vuelan paralizadas desde las alfombras sacudidas,
mientras en una casa en ruinas de una época lejana,
—hacían el amor a oscuras siempre en las noches—,
alumbrada por esta misma luz que resplandece,
tararea una viuda ya muerta trozos de nostálgicos boleros.
Soy esa imagen proclamando mi destino, este presente
que muy pronto será ese amor perdido en la memoria.
Soy el hombre sordo que oye el nítido susurro de la vida:
voces que viajan sobre la brisa agonizante que se pierde.
Le confieso mis impresiones con saludo y sonrisa
a cualquier transeúnte caminando hacia la parada de autobuses,
y sigo fascinado por los tornasoles del alba, donde prosigue
la luna su marcha trasnochada hacia el abismo del planeta,
con los ecos insonoros que llegan como mariposas del pasado.
Quiero cantar a voz en cuello la mañana de luz y vida
que va expandiéndose y me regresa con su destello
a la mágica calle de mi niño, a mi madre enseñándome
con su dedo índice y su rostro pegado al mío,
las últimas estrellas rutilantes y el infinito azul del cielo.


3

Estás en este mundo todavía, ante el juez impasible
que observa tu posible reincidencia como a un ladrón
liberado recientemente de la cárcel.

Has viajado de cuerpo en cuerpo como las bacterias
antes de percatarte de la mentira de la juventud,
y has sufrido de amor enfermo cada diez años, y a los cincuenta
te sacudió perder a las gaviotas lejos de las playas del tiempo.

No te atreves a mirar las manos asesinas de tu Yo,
el espejo donde tu rostro enarbola sus paredes en ruina.

Miras casi con lágrimas a ese entusiasta minero del espíritu.
Ya no crees en Dios, pero tu madre sigue rezando por ti
y tu mujer impregna su perfume de perdón
y te invita a envejecer juntos en la misma casa.
Ella cree que vivirán de su jubilación
—toda vez que el proceso natural de la vida me mate a mí primero.



miércoles, 10 de enero de 2024

Deuda con mi hermano muerto

Mi hermano muerto
me reclama el dinero que me había prestado,
y yo le digo que me espere,
que no hay forma de cancelar la deuda
estando él del otro lado,
donde no existen giros de los bancos.

«Espérame, mi triste camarada,
no seas tan insoportable.
No me dejas dormir, entrecortas mis sueños.
Sabes que siempre pago, sabes que te pagaré.
Nunca he negado que te debo.
Espérame, tozudo niño,
y no le hagas soñar esto a mamá.»

jueves, 26 de octubre de 2023

Invocación a las musas

Dadme, piadosas musas, rebeldía
que me libre del déspota insaciable,
del demonio, del monstruo insobornable,
devorador de la virtud del día.

Contemplad mi titánica porfía
de la vida en el éxodo implacable,
batido de avidez infatigable
como un jardín luchando en la sequía.

Os ruego que en el tramo del futuro
anuléis el destierro, el lance duro,
y abráis las puertas de mi enigma humano.

Dadme al final, a un paso del arcano,
ya extinguida mi antorcha y mi fortuna,
como «epitafio la sangrienta luna» .

jueves, 19 de octubre de 2023

Claudio


Emperador del Imperio romano desde el 24 de enero
del año 41, hasta el 13 de octubre del año 54.

A Ramón Carballal


Aquí estoy, con mi grito fatigado,
en el año catorce de mi imperio,
ensalzado por muchos, infamado por pocos
(los que urdirán mi muerte).

Ciertamente, el terror continuo
me habita como la imagen
de una horda extranjera y asesina.
¿He sido un mal emperador?

Con los ojos censores de mis antepasados
subo—abrumado por mi bárbaro pavor—,
sobre mis castigados hombros,
secuelas de una Roma licenciosa.

¿Dónde se encuentra Mesalina
fraguando sus excesos?
Oigo incesante sus conspiraciones,
su dádiva carnal a los perjuros.

Los patricios escrutan las amplias galerías,
los oscuros jardines y aposentos;
huyen de mis terribles amenazas
e insobornable mal carácter.

¡Prefieren el placer con los eunucos!

Los libertinos jóvenes—¿qué fueron?—,
se esconden tras las dóricas columnas,
mientras las vírgenes abandonan sus cítaras
y ansiosas deambulan tras la cópula.

Los guardias son estatuas inmoladas
a quienes no se siente respirar.
¡Ay de mí!, si la paga no perciben a tiempo:
sus dagas se hundirán en mi esperanza.

Sufro los mil achaques de la senectud.
El veneno en mi sangre cumple la profecía,
mientras los cortesanos se deleitan
en las irreverentes danzas.

¡Angustia del poder! Con suerte llevarán
los dioses en sus brazos mi alma;
y hoy desprecio a los hombres,
la ingratitud de sus infames actos.

En mi lecho de enfermo, luego de tanta gloria,
soy el venado de la cacería,
aspiro el aire amargo de la conspiración,
sorbo el veneno de Agripina.

¡Guardias, venid! Que el más avaricioso
de los traidores del imperio apure mi partida,
apresure la infamia, y apremie la memoria
eterna —¡Claudio!—, de mi nombre.

lunes, 1 de mayo de 2023

Represa del gran demonio

Soy el demonio que puede provocar la gran catástrofe.
¡Aguantadme la risa que no consigo contener!
Suponed mi figura rojiza y fulgurante
bajando con las aguas en brutal destrucción.

Aunque se me ha otorgado poder discrecional
por parte de los cojonudos dioses, no abriré las compuertas,
no dejaré a las aguas arrasar los poblados.
Yo soy el buen demonio para el hombre gregario,
y debo como tal encauzar los caudales.

No es bueno para nadie que torrentes anárquicos,
cual vómitos de dioses destructivos,
empujen los navíos de la muerte,
y asalten, cual piratas execrables,
vidas y haciendas de los valles bajos.

No es bueno para nadie que negras turbulencias
precipiten los ánimos de los sobrevivientes;
y es menos bueno aún envenenar las almas
de tristes habitantes confundidos
que siguen adorando un solo Dios
por miedo a la vehemencia de los cielos.

Como tantos otros demonios, amo
yo también a los hombres, y deseo
cuidar de sus cosechas;
y gozoso, dejar que las muchachas
se reconozcan en la carne;
y dejar que el anciano se sirva de su cántaro,
para el sacro brebaje de los ritos
en las praderas ancestrales.

Agradables murmullos
del curso heroicamente controlado
llevarán en las noches las tranquilas corrientes
dominadas por mi gran voluntad.

Así pues, hombres de dudosa fe:
ofrendadme vuestras doncellas núbiles,
tenedme como único demonio, y jamás olvidéis
que un enojo causado por vuestra traición
abrirá la fisura y romperá el gran muro.

Hombres que vivís en los valles:
jamás provoquéis mi arrebato.

Y, por las dudas, como a Dios, ¡adoradme!
Ja ja ja

viernes, 7 de octubre de 2022

La ceguera de la luz del día

(Yo la miro -esplendente, ella-
cayendo en láminas de vidrio
entre las ramas ocres.)

¿Cómo puede la luz del día
que está ahí, meridiana en sus matices,
iluminar la risa
de la joven que pasa ensimismada,
ajena a los curiosos, como quien viene
de una alcoba de amor inagotable?

¿Cómo puede
tanta luz
esfumarse de languidez
-foto antigua-,
y enceguecer el alma
ante tantos tesoros en detalles
de nuestra vida cotidiana:
mirar con absorción las nubes
desde un autobús atestado,
devolverle su cielo a un pequeño
en brazos de su madre
que sin razón aparente nos sonríe,
visitar el cementerio
donde está enterrado nuestro padre
para decirle que sentimos mucho
los silencios desgraciados
en tantas ocasiones perdidas?

¿Cómo puede
tanta luz no mostrarme
que cada instante es una hoja
cayendo en esa misma luz,
donde no existe chance alguna
de retener la gradación
que sucumbe en la sombra de los árboles?

sábado, 1 de octubre de 2022

El músico


Oigo los tímidos acordes,
en áspera armonía combinados,
ascender y bajar en compases hirientes.

Noto los dedos duros, malheridos
sobre la cuerda indócil,
vertiendo progresiones imprecisas.

Tenaz, el alma,
lanzándose frenética en su fe,
desde la cima con la guitarra pronta,

surca al final —balada en mi menor—,
la consonancia del heroico vuelo
en el olvido azul del gris aprendizaje.



miércoles, 17 de agosto de 2022

La construcción del muro

    “¡Basta ya! La palabra es un ladrillo. ¿Me oísteis?” León Felipe.


Mañana alcanzarás en el empeño 
de levantar el imponente muro,
más allá de los límites del sueño,
la visión del edénico futuro,                   

armonizando arpegios de guitarra,
trinando sobre rígidos esquemas,
liberado de injurias, de anatemas,
y del trato vulgar que te desgarra.

Ágilmente, la plástica argamasa,
irá creciendo hasta encender la umbría
hora del dios que niega simpatía
al hacedor de la estructura y masa;

al mortal noble que jamás se atrasa
en elevar su ofrenda escrupulosa,
pese a que sea escasa y azarosa,
en el sediento páramo la caza.

Cuando con suma rapidez, el muro
se eleve hasta la altura no esperada
por los fracasos, ganarás el puro
aire de libertad y gloria alada;

y hollarás desde lo alto la gregaria
y gris costumbre del insecto humano:
la socarronería del cristiano
y el petulante idealismo paria.

¡Basta! En la infancia, malicioso daño
haz recibido de los monasterios,
con sus odiosas loas al rebaño,
que hoy prefieres las dudas, los misterios.

Te han dicho que la mole construida,
por causa de impensados accidentes
propiciados por traicioneras gentes,
puede ceder cimiento y ser destruida;

y en ese caso, el corazón y todo
el esfuerzo: tesón, brío y coraje,
se hundirán en el repugnante lodo
del imposible orden que lo ataje.

Es una posibilidad muy fuerte,
pues no desconocemos lo siniestros
que son los enemigos, y cuán diestros
se muestran en aniquilar la suerte

del hombre luchador, del paradigma
en levantar el firme y elevado
muro; mas, no te sientas abrumado,
porque tu voluntad guarda su estigma.

No eres ajeno a las dificultades
que presenta la construcción de muros,
pues cada quien expone sus oscuros
análisis y mil contrariedades.

Mas, pese a la amenaza de los males,
la obra que principias a entrever,
no podrán los demonios detener,
aunque antepongan armas demenciales.

Dejarás, en extremo, tus jardines:
la poda del rosal policromado
y de aquel crisantemo descuidado,
pues son en tu labor futuros fines.

Seguirás trabajando con la piedra,
exento del espíritu remiso,
con firme y duradero compromiso,
como el tesón de la sufrida hiedra.

Y con finas molduras de acabado
tu trabajo darás por concluido,
tu esfuerzo inagotable por pagado,
y tu existir contento por vivido.

Y cada mano tuya que levanta
un ladrillo, reviste la manera
de requerirle a Dios y a la Quimera
el grito triunfador de tu garganta.



martes, 2 de agosto de 2022

Hipocresía de los dioses

Tras ir perseverando en tu vivir
para alcanzar la luz y un buen destino;
tras siempre combatir el desatino,
el caos de la idea, del sentir;
tras tanta decepción al percibir
la inútil fe del ciego peregrino,
la meta inalcanzable del camino,
ignoto de la estrella tu existir…,
hallas que existes mudo en la memoria
de tu tiempo; y te encuentras, por los dioses,
al adiós y al olvido, condenado.
Han sellado con dudas tu victoria
a pesar de tu ofrenda: francas voces 
en mil poemas de dolor cantado.


jueves, 9 de junio de 2022

Hoy no quiero ser romántico


Deja de cultivar tus flores
en el jardín de mi ternura.
Su tierra es árida este día.

Ese «te quiero» mío
no lo podré cubrir con versos,
porque me es imposible en esta noche
bajarte las estrellas
o volverme cantante de boleros
para encender tu corazón.

Hoy no podré crear metáforas
para igualarte a un sacro templo;
no podré componer sonetos consonantes
donde la estrella rimará con bella, para ti,
y suerte con mi muerte, para mí.

Hoy me siento sin estro
para nutrir tu amor romántico.

Por esta vez, deseo ser desorden de tu alcoba,
aullido en la ladera de tus muslos,
el fauno al que sonríes
porque lascivo se te echa encima.


jueves, 2 de junio de 2022

De extremo a extremo


A mil kilómetros del más cercano mar, 
a las nueve y cuarenta y nueve de la mañana, 
desde un cuarto con sus ventanas translúcidas,
miro una vida resistente
girando en el umbral de mi universo.

Las luces incendiarias que reflejan los vidrios
me enceguecen de a ratos,
y luego tiembla en mi mente
la invasión de los recuerdos,
partiendo de la inocencia
de mis fantasías embriagadas
hasta el ultraje de mi hoy vulnerable.

¿Cuánta luz guarda todavía
mi estrella guiadora?
En los ocasos, a contraluz del sol,
se distinguen con plena nitidez
los vuelos vigorosos de los vuelos cansados.

El desánimo se aleja del ánimo
para no incorporar a su fatiga
la penosa realidad de verse rezagado.
Ante la luz que sigue titilante,
desea lidiar solamente con sus débiles alas.

jueves, 31 de marzo de 2022

Razón para el contento de este día

El hombre está tratando de encontrar su risa
y cancelar sus deudas honoríficas.
Quiere a toda costa
un sendero de césped rastrillado para sus pies descalzos,
trinos de pájaros amables
que le allanen las huellas del silencio,
encadenarse a la seguridad de los encomios,
y salirse de algún modo de su semana sin violines.

Mas hoy no le encuentro razón a la tristeza,
ni lágrimas, ni frustración.
No veo saturarse el beso amante
en las esquinas de las ciudades urgentes,
no encuentro ángeles sin alas,
la levedad del polen deseando existir
en las tardes de poca brisa y carentes de aves.

Hoy me asiste el ensueño acumulado
de los duendes sonrientes
en los bosques que sueñan primaveras.
Hoy hallo mariposas del ayer,
asombro, éxtasis, ternura,
en el sereno rito del café con leche,
y encuentro aquella luz, invento de la luna.

No entiendo hoy al hombre triste.
Me gusta francamente hoy vivir,
sintiendo la alegría de este día
en el crecer de árboles inmensos,
cuyas ramas se llenan de susurros
que, luego de milenios, se están dejando oír.

sábado, 12 de marzo de 2022

Soneto inconcluso



Caer en el sopor, en su maraña,
efigie del baldío sentimiento,
torturado con el vil presentimiento
de que el hastío es saña solo saña.

jueves, 9 de diciembre de 2021

Razón



Pirámide suntuosa del absurdo almático,
oculta bajo arenas del desierto,
ofrece el infinito abierto
al corazón apático.

lunes, 29 de noviembre de 2021

Poesía: ¿dónde estás?

Deseo llegar a los versos, ¿voy a los sucesos,
hablo de la muerte, del sol cuando cae el ocaso,
voy creando correspondencias y similitudes,
o hablo de anécdotas personales, de amores ya perdidos,
hago algo con el cuerpo radiante de mi amada,
describo el terrible dolor que me causó, abro mi pecho
para que el mundo vea las pulsaciones de mis sentimientos?
¿Debo gritar las injusticias, debo cantar a mi país, o debo
describir los rincones de mi casa, de mi patio, de mi jardín,
debo filosofar, encontrar gnosis, verdades deslumbrantes,
debo componer música, melodía de ríos, de bosques,
ritmos de las noches urbanas, de los paseos lúgubres,
de las prostitutas, de los mendigos, de los niños de los semáforos?
¿Debo llegar al mar, a las arenas, a las espumas, a las sirenas,
divertirme con las bellezas que hoy están grises y fláccidas,
llegar a las montañas, a los ecos profundos, a los inviernos,
a las nieves sobre los prados húmedos, a las primaveras, las flores,
o entrar en las intrigas de la sociedad, en los conflictos del poder,
en las guerras interminables, en el cansancio, en el hastío?
¿Dónde debo encontrar mi poesía, ese secreto que un gran día,
indiferente a la ansiedad, al capricho, al tesón, a la experiencia,
estalla en pleno rostro y en plena conciencia de mi vigilia?
¿Debo pactar con Mefistófeles, invocar a los dioses, escrutar
las estrellas, buscar con mis tecnológicas herramientas?
¿Debo exhumar cadáveres de amigos y parientes, gatos y perros,
o acaso de enemigos, de esqueletos de héroes, cantar sudarios
de piratas, de peones, de obreros, de lavanderas tímidas?
¿Debo indagar en las ideologías, en los puntos de vista
que destruyen amistades en las tabernas, en los yates?
¿Debo regresar a mi infancia, a recoger las rosas de mi madre,
a exprimir mi memoria y recuperar el ocio infinito, con la lluvia?
¿Debo mirar el tiempo en todos los espejos de mi entorno,
y fragmentar en versos las copiosas mentiras de mi vida?
¿Debo verme en el otro espejo: mi subconsciente,
y galopar sobre potros dorados con cuernos de unicornios
en los prados azules de la muchachas que juegan al golf
con sus nodrizas de miradas embrujadas, lésbicas?
¿Acaso debo entrar en las palabras y enlazarlas,
visualizando previamente sus únicos destinos, sus manos
abiertas y extendidas para tocarse, para agarrarse,
y crear una fusión nuclear de la verdad con la belleza?
¿Es cierto que solo esperan los poemas ya todo escritos,
que duermen en un reposo intacto, en una alerta muda,
 una hibernada, como en una tumba de resurrección,
como si la eternidad fuese su imperio de siempre?
¿Es cierto que debo hacer antesala si la luz no llega,
que debo mantener la compostura si reina el caos?
¿Es cierto que debo insistir horas y días y semanas
hasta que la palabra realice su danza amorosa con el silencio?
¿Es cierto que un poema oscuro es irrecuperable,
y mejor es dejar que la mortaja del olvido lo recubra?
¿Es cierto que tampoco debo exaltar cualquier vocablo,
o sobornar con elocuencia, con dicción admirable,
la perfecta distancia de las sílabas, y la perfecta
yuxtaposición de las imágenes y de las metáforas?
¿Es cierto que el verso posee vida propia, y voluntad
para adquirir su definida cualidad, aunque exista encerrado
en las mazmorras de los demonios del subconsciente,
y que yo debo saber vislumbrar el destino hacia el ser,
para cavar con paciencia el túnel de su libertad?

Deseo volar a los versos y, hasta hoy, siempre han huido de mí,
se esconden en el firmamento, detrás de las estrellas infinitas,
como si quisieran herirme con indiferencia y des-aire,
y verme caer sobre el buque que surca a los abismos,
sobre la húmeda cubierta, a merced de los marineros,
para que se diviertan con sus bullas, al verme renguear
de estribor a babor con mis quebradas alas blancas.