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lunes, 21 de septiembre de 2020

La mujer helada. Annie Ernaux

 



     "Mujeres frágiles y vaporosas, hadas de manos suaves, pequeñas auras de sus casas a cuyo paso quedo surgen el orden y la belleza, mujeres sin voz, sumisas, por mucho que busque , no veo tantas así en el paisaje de mi infancia. Ni siquiera el modelo inferior, menos distinguido, mas ordinario, las frotadoras de fregaderos limpios como las patena, las cocineras de retales, las que llegan a buscar al niño a la escuela un cuarto de hora antes del timbre, con todas las tareas de la casa ya finiquitadas; las bien organizadas hasta la muerte. Mis mujeres, las mías, vociferaban todas, tenían el cuerpo descuidado, demasiado pesado o demasiado plano, dedos rasposos, caras sin pintar, o, al contrario, maquilladas como puertas, con gruesas manchas rojas en mejillas y labios".

     Sigo las recomendaciones de quienes me parecen afines. No ya en sus gustos, que es casi lo de menos muchas veces, en realidad me interesa más la afinidad en lo que respecta a lo que uno busca en la literatura. A Annie Ernaux llegué gracias a una de estas personas, Marc Peig, colaborador de Un libro al día (imprescindible). Y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La mujer helada.

     Gusta Ernaux de compartir sus vivencias en su obra y es que la ficción empezó a ser autobiográfica para esta autora que relata, en La mujer helada, su matrimonio. Narrado en primera persona la autora dibuja el mundo en el que una mujer deja de tener significación propia, vive en las calles, juega y sueña para terminar en un matrimonio que nada le aporta y con una maternidad que se aleja diametralmente de lo que ella una vez imaginó. El reloj a ritmo de biberón y la vida como oportunidades que ya no se presentarán son los rasgos característicos de esta novela breve, brevísima, narrada con una belleza que trasciende a lo que dice mediante el cómo lo hace. Ernaux presenta a una mujer que se limita a seguir de forma casi automática, sin ser persona, lobotomizada por una vida que no le da margen de movimiento, autonomía o queja, se congela porque no siente o se congela tal vez por el frío que deja como único rastro la soledad que representa. 
     Diremos ahora que representa algo que ya no existe, antes de mirar la fecha en la que el  libro fue escrito mientras la palabra autobiográfico nos martillea en la cabeza. Diremos que eso no existe antes de leer el final del libro porque, una vez lleguemos a ello, esa excusa ya no nos sirve.

     La honestidad de una novela no está reñida con la opinión personal sobre lo que en ella se relata. En este caso y sin poner en duda su realidad me ha parecido excesivo el desaliento y relativamente sencilla la solución al caso, y eso ha provocado que luche con sentimientos encontrados frente a la novelita. En cuanto a la prosa, nada que ver, es una verdadera maravilla leer a Ernaux. No solo por la honradez que destilan sus palabras, también por la belleza de la simplicidad sin apenas adornos pero de cuidado vocabulario (aquí hay que agradecerle al traductor también su labor).

     La mujer helada trata de una mujer joven que cae en la ironía. En realidad toda la novelita es una ironía en sí misma ya que de donde se quiere ir es en donde cae. La vida misma. La desmitificación sobre lo que querían las mujeres en un momento en el que su papel venía condicionado por su sexo y el género, en definitiva, como ejecutor. Porque las decisiones, ni siquiera se valora que puedan ser tomadas. Al menos algunas.

     Me ha gustado mucho leer a Ernaux. De hecho ya tengo más libros suyos en casa. Acercáos a sus letras, os va a encantar.
 
     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

jueves, 19 de enero de 2017

Memoria de chica. Annie Ernaux


     "He querido olvidar a aquella chica. Olvidarla de verdad, es decir no querer escribir más sobre ella. No pensar más que debo escribir sobre ella, sobre su deseo, su locura, su estupidez y su orgullo, su hambre y su sangre cortada. Nunca lo he conseguido."

     Uno de los libros que han salido sin ruido pese a las muchas recomendaciones es este Memoria de chica. Se está colocando en cada mesa y, en realidad, mucha gente no sabe por qué. A veces pasa. Hoy traigo a mi estantería virtual, Memoria de chica.

     Conocemos a la narradora, autora, protagonista. Conocemos a la chica que cumplió dieciocho años en 1958, en verano, en la colonia de S, en el distrito de Orne. O en realidad a quien conocemos es a la mujer en la que se ha convertido, marcada por ese verano y que ha intentado escribirlo muchas veces sin conseguir hacerlo, y la conocemos en esta obra en la que parece que finalmente lo va a lograr. Es el año y el verano en el que una chica sedienta de sentimientos, de hacer el amor con amor, conoce a el Otro y vive sus primeras experiencias.

     Memoria de chica es un ejercicio privado de introspección de la propia autora en el que, cambiando a ratos la persona utilizada o el tiempo, nos comparte su experiencia. Ese paso a la vida adulta resumido en un verano que no olvidará y para el que jamás puedo encontrar palabras. Veremos como entra a relatarlo y se dispersa hablando de la chica nacida en la familia que ya había perdido una hija o de la apetencia de cafés y moka. Nos dejará comprender el esfuerzo que le supone relatar esta historia comenzada mil veces, seriamente tan solo una en un año cuyo calendario se solapaba con el de aquel verano. Y asistiremos ahora a este esfuerzo necesario de contarnos ese verano en el que se convirtió, además, en escritora. Esfuerzo que se muestra poético y asfixiante a ratos, tal vez por eso la autora decide respirar en el presente un momento, permitiendo así hacerlo al lector que va tomando poco a poco conciencia de la importancia de lo que Ernaux nos relata. La importancia vital de las cosas no es más que aquella que les conceden quienes las vivieron. Así que sí, este libro narra hechos de una importancia vital. Y logra hacerlo sin demasiados tapujos, ni siquiera a la hora de describir sus primeras relaciones sexuales. Porque al final, tampoco es importante. Ernaux nos cede en este libro un pedazo de ese alma sangrante que es el interior de una adolescente plasmado de forma realista, sin grandes tragedias, casi en forma de tránsito. Y lo difícil que es explicar esos momentos incluso cuando somos adultos. Ese es el gran mérito de esta obra alabada por crítica y libreros desde el momento de su publicación.

      Una vez más, no necesitamos un libro extenso, ni tampoco nombres, porque con unas simple siglas nos es más que suficiente. Porque si la autora parece seguir buscando comprenderse a la edad que tenía en ese verano, el lector hará lo propio con sus propias experiencias. Todos hemos sabido lo que es un amor de verano, un beso, una amistad que parece infinita y queda olvidada a unas fechas. Todos sabemos lo que es tener esa edad y buscar el amor y temer el rechazo y sentirlo todo sin saber expresarlo. Eso es lo que tal vez intenta dejar claro Ernaux en esta obra: que todos hemos tenido un verano del 59. Y de un modo u otro, seguimos teniéndolo dentro.

     Comenzaba hablando de esos libros cuya presencia parece constante pero que uno no termina de saber de qué tratan, como en este caso, y ahora tengo la duda de si todos miráis todas las contracubiertas y esto me pasa solo a mi. ¿O también hay libros cuyas cubiertas llegan a resultaros familiares pero nunca llegasteis a mirar su sinopsis?

     Gracias.