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viernes, 17 de diciembre de 2010

DAS WEISSE BAND

En el puesto 7 coloqué una película mucho más reciente: La cinta blanca (Haneke, 2009), una obra que nos reconcilia con la idea de que todavía hay gran cine por venir. Una obra maestra de un maestro moderno, Michael Haneke, autor de algunas de las películas que más me han motivado e influido en mi vida. Funny Games o El Vídeo de Benny son tratados sobre la violencia y el mal desnudo, visto con ojos de entomólogo y frialdad de microscopio, algo así he querido hacer muchas veces con mis poemas (ahí quede como intento La flor de la tortura). Sin embargo en La cinta blanca Haneke llega a una suerte de clasicismo formal tremendo que hace que su incursión en las entrañas de la maldad sea más despiadada y efectiva que nunca. Esta película no es una alegoría del horror nazi, como tantas veces se ha dicho, quedarse en ese detalle (figurado además) sería mirar demasiado al tópico, no, La Cinta Blanca es la disección de un corazón podrido. "Abandonad toda esperanza" se advertía en la entrada del infierno de Dante, ese cartel cuelga ahora del pecho de la especie humana. Es duro, es posiblemente verdad. Como ejemplo esta escena, una de las muestras de violencia psicológica más brutales que haya visto nunca. En fin. El amor de un padre es siempre infinito.

domingo, 25 de enero de 2009

Benny descubre lo que se siente, de EL VÍDEO DE BENNY (Michael Haneke)



La mayoría de las personas del primer mundo percibimos la violencia a través de los medios de comunicación. La violencia es otro simulacro más en la pantalla. Un simulacro, una sombra, una nada, que resbala por nuestros ojos con la misma intensidad que la lluvia o que un anuncio de lavadoras. Cuando la violencia y la muerte se vaporizan, podemos pasar a través de ellas sin mancharnos. Lo vemos, pero estamos inmunizados, no lo somos. Continuamos sin más, incluso lo que observamos en el mundo real parece teñido de brillo catódico. Incluso la realidad palidece. El espectáculo, lo real como género de ficción. La teoría de los espejos. Rómpelos. Al borde de cada fragmento está el mundo, desnudo. Haneke propone colocar un espejo delante de otro, un simulacro dentro de otro, mirándose de frente, hasta que salta hecho añicos. No es una denuncia de la violencia, es una traduccón del código que la enmascara. Una ironía, el emperador desnudo y cubierto de sangre.