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-Tio querido, ¿te diste cuenta que tenés el pantalón de un traje y el saco de otro?
-Uyyy! Lo peor es que no puedo arreglar el lío. Lo demás quedó en Montevideo.
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Era una espina que tenía clavada en mi orgullo. Pero he decidido comunicarla a nuestros lectores. Por cuaresma, digamos. Para reirnos un poco. Para acordarnos de Lille. Para decirle a mi sobrina tan observadora, que mejor se saque los lentes de contacto, que no los necesita ni ella ni yo.