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miércoles, 17 de septiembre de 2025

Setenta grandes maestros de la Colección Peréz Simón

El pasado octubre asistí a esta exposición en la sala de Centro Centro, en Madrid, en el Palacio de Cibeles. Se recogían aquí obras de setenta maestros, una pequeña muestra si consideramos que la colección comprende unas 4.000 piezas de pintura, escultura, dibujo, artes decorativas y manuscritos, desde el siglo XIV en adelante. A esto hay que añadir una biblioteca con más de 50.000 volúmenes.







Juan Antonio Pérez Simón nació en Llanes (Asturias), pero con solo cinco años emigró a México junto con sus padres. Su interés por el arte comenzó a desarrollarse siendo todavía un adolescente, en un viaje a Europa durante 1964.







La muestra está dividida en tres secciones temáticas.







Una primera con maestros antiguos y primeros modernos, en la que encontramos obras de Lucas Cranach el Viejo, Rubens, Murillo, Canaletto, Tiépolo, Goya, Brueghel el Joven, entre otros.






Una segunda parte está dedicada a pintores del siglo XIX como Turner, Van Gogh, Cézanne, Pissarro, Sorolla, Zuloaga, Lawrence Alma-Tadema, etc.






Y una tercera que comprende desde las vanguardias hasta la actualidad, con Munch, Tamara de Lampicka, Léger, Rothko, Magritte, Yoshitomo Nara o Frida Kahlo.





Según sus propias palabras, el arte es la forma más elevada de comunicación entre los seres humanos. También: Entre las cosas que compartimos, la más universal, porque se alimenta de la íntima naturaleza humana es el amor a la belleza. Otras palabras suyas: El arte trasciende el tiempo y el espacio, siempre es nuestro contemporáneo.






Pero la buena noticia es que está previsto que la Serrería Belga, un edificio industrial de 1925 que mantuvo su actividad hasta la década de 1970 y que fue adquirido por el Ayuntamiento de Madrid para fines culturales, acoja en forma de cesión, doscientas obras de esta impresionante colección.






El edificio, que fue rehabilitado en 2013 y cuenta con 4.000 m2, tendrá que someterse a una nueva remodelación que garantice el aislamiento, las condiciones de temperatura y humedad ideales para conservar estas pinturas.





Como podéis ver, abarca un espectro muy amplio, no solo desde el punto de vista temporal, sino también desde el geográfico. Creo, además, que las obras han sido seleccionadas con un criterio muy acertado.






Ya estoy deseando poder visitar este nuevo museo en Madrid.

miércoles, 18 de junio de 2025

Marianne von Werefkin II

Esta entrada es continuación de esta otra, en la que os contaba cómo un catálogo de un museo me llevaba a otro, y luego a otro, siguiendo las obras de esta pintora rusa como si de un juego de la Oca se tratara. Fue casual, por tanto, que tuviera previsto un viaje a Múnich en el que inmediatamente incluí la Städtische Galerie im Lenbachhaus, donde se exponen varios cuadros suyos.




Marianne von Werefkin fue una pintora expresionista que vivió fundamentalmente en Múnich y Ascona, donde fallecería, además de en su Rusia natal. Había conocido a Alexej von Jawlwnsky, con quien mantendría una tormentosa relación de casi tres décadas, en San Pertersburgo. Era 1892.




Cuatro años más tarde, se mudaron a Múnich, donde Marianne abandonaría la pintura durante una década con el doble propósito de impulsar la carrera de su pareja al tiempo que se dedicaba al estudio de la técnica pictórica, creando un laboratorio en el que ambos experimentaban con los colores.




Werefkin era cuatro años mayor, tenía más experiencia, y habiendo probado su talento como pintora realista, necesitaba romper con su pasado y crecer como pintora. Por otro lado, a inicios del XIX, se consideraba que el arte femenino carecía de la originalidad y creatividad necesarias para labrarse una carrera artística, lo que afectó a nuestra protagonista desde un punto de vista psicológico. En sus diarios, “Lettres à un inconnu” deja constancia de todas estas dudas e inseguridades.




La capital bávara ofrecía entonces una reputación excelente como centro artístico, atrayendo a multitud de jóvenes talentos, muchos de ellos rusos o de Países del Este. Lejos de permanecer con los brazos cruzados, convirtió el salón de su casa en un centro cultural en el que se intercambiaban ideas continuamente. Escritores, bailarines, actores y aristócratas se reunían allí, en el Salón Rosa, que sería el germen de otra asociación, la Neue Künstlervereiningung München (1909-1912).




Werefkin no era solo la anfitriona, sino que a menudo lideraba las conversaciones, creando un ambiente propicio para el desarrollo de Jawlensky, proveyéndole de contactos. Diez años más tarde, Marianne volvería a pintar con un estilo muy diferente que conservó hasta su muerte en Ascona, en 1938. El cambio comienza cuando se escribe a sí misma: “No soy un hombre, no soy una mujer, soy yo misma”.




Es en Múnich donde Jawlensky tendría un hijo con Helene Nesnakomoff, la doncella personal de Werefkin, de forma que, tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, los cuatro convivirían en Ascona por un tiempo. En 1921, Jawlensky, su mujer y su hijo, regresaron a Alemania mientras que Marianne se quedaría en Suiza.


El pintor ruso todavía formaría parte de otro movimiento artístico, Die Blaue Vier, formado por el propio Jalensky, Feininger, Kandinsky y Klee, pero eso lo dejamos para otra ocasión.

domingo, 30 de marzo de 2025

Marianne von Werefkin I - Ascona

Es curioso comprobar cómo a veces los acontecimientos se van encadenando como las cuentas de un collar sin que hagamos apenas nada para precipitar los hechos. En el catálogo de la Colección Merzbacher (os hablé de ella aquí) encontré una referencia a Marianne von Werefkin y al grupo de pintores rusos que se refugiaron en Ascona, al sur de Suiza durante la Primera Guerra Mundial.




Una visita al Museo Comunale d’Arte Moderna sació mis ansias de conocimientos sobre esta estupenda pintora, pero enseguida me creó nuevas necesidades. En este otro catálogo descubrí que otro museo en Múnich albergaba más cuadros suyos. ¿Y dónde tenía previsto ir unas semanas después? Por casualidad, a la capital bávara. Lo dicho, a veces la vida te pone el camino, la compañía y el medio de transporte en la puerta de casa.





Leyendo, investigando sobre la vida de esta pintora, expurgando la información errónea que unas webs copian de otras, he encontrado una historia fascinante que pretendo dividir en varias entradas.







Marianne von Werefkin fue una pintora expresionista rusa, nacida en Tula, cerca de Moscú en 1860. Su madre, también pintora, provenía de una familia de príncipes cosacos, y su padre fue un condecorado general de la época zarista.





Pasó su infancia en Vitebsk (Bielorrusia) y Willnau (Lituania) hasta que en 1886 la familia se trasladó a San Petersburgo. Allí se convirtió en alumna del pintor realista Ilya Repin y conocería a Alekséi Jawlensky, el hombre junto al que pasaría tres décadas. Su estilo en aquella época hizo que se la conociese como la Rembrandt rusa.





Cuatro años más tarde la pareja se mudó a Múnich, donde ella abandonó la pintura para impulsar la carrera de Jawlensky al tiempo que se dedicaba al estudiar la técnica pictórica, pero con el estallido de la Primera Guerra Mundial se exiliaron en Suiza. Vivieron unos años en St Prex, en el lago Leman, luego en Zúrich y finalmente en Ascona.








Nunca llegaron a casarse, quizás por sus diferentes clases sociales, quizás porque ambos recibían una pensión rusa que habrían perdido en caso de contraer matrimonio. Para terminar de complicar las cosas, Jawlensky se enamoró de Helene Nesnakomoff, la doncella de Werefkin, de quien tendría un hijo, de modo que su relación estuvo llena de altibajos. Tras la vuelta de Jawlensky a Alemania, Marianne encontró una nueva pareja, el cantante Ernst Alfred Aye.









En 1924 había fundado un movimiento artístico denominado Der Grosse Bär (La Osa Mayor) con otros siete miembros que procedían de Alemania, Estados Unidos, Países Bajos, Rusia y la propia Suiza: Ernst Frick, Albert Kohler, Walter Helbig, Otto Niemeyer-Holstein, Gordon Mallet McCouch, Otto van Rees y Richard Seewald.







La primera exposición se llevó a cabo en 1924, en el Café Verbano de Ascona. Werefkin donó un gran número de obras a la ciudad, y ahora podemos disfrutarlas en el Museo Comunale d’Arte Moderna. En otra entrada os hablaré de su estancia en Múnich y traeré más pinturas.