El
fotógrafo italo-británico Felice Beato (1832-1909) capturó a
finales del s. XIX la vida cotidiana de los últimos samuráis de
Japón durante el período Edo.
Testigo
de una guerra
Felice
Beato retrató el cerrado mundo de los samuráis durante los años
que residió en Japón. En esta escena, un grupo de samuráis del
clan Satsuma consulta un mapa durante la Guerra Boshin (1868-1869),
que enfrentó a los partidarios del shogunato
Tokugawa con la facción que pretendía devolver el poder político a
la corte imperial.
Soñando
entre biombos
Felice
Beato
logró
entrar con su cámara en los espacios más íntimos de la sociedad
japonesa,
retratando escenas como esta, en las que dos
mujeres duermen placidamente
ante la mirada del fotógrafo.
Paisaje
armonioso
Las
casas de té fueron tradicionalmente uno de los espacios de ocio de
los japoneses.
Más refinados que los burdeles y posadas, en ellos también se
entablaban relaciones con cortesanas. En esta instantánea
Beato muestra el jardín y la terraza
de una de estas casas de té.
Trabajo
artesano
Uno
de los aspectos más característicos de las fotografías de Felice
Beato en su etapa en Japón son los muchos oficos y profesionales que
retrató.
En esta imagen, un carpintero moldea la madera en su taller.
Una
cámara entre catanas
Ante
la cámara de Beato posaron numerosos personajes del Japón
ancestral. Samuráis
ataviados con sus armaduras y armas
se dejaron retratar con el
fin de perpetuar su imagen.
Dedicadas
a la belleza
Del
gran legado de imágenes que dejó Felice Beato destacan las
delicadas
escenas del mundo de las geishas, que se convertirían en un icono de
belleza tras la desaparición de los samuráis.
Retratando
el entorno
A
Beato le apasionaba retratar la sociedad japonesa del s. XIX, pero
entre
su colección de imágenes aparecen paisajes como este.
Un barco y un lago, una composición sencilla pero repleta de
belleza.
Envío
postal
Entre
algunas de las imágenes más curiosas de Beato encontramos la de
este cartero
que porta la carta en el extremo de un palo de bambú.
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