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sábado, 25 de mayo de 2024

podría

Releer lo leído sabiendo que yo lo escribí y sin encontrar rastro de mí en esas letras que suenan sin abrir la boca, que yo pasé por ahí, por esa puerta y olvidé encender la luz quedando todo en la penumbra que los visillos viejos guardan.

Podría reescribir el final o más bien continuar la historia y barajar los personajes haciendo travesuras, llevándolos y trayéndoles, hacer una saga de sus andanzas, dejar que lleguen a término sin acabar nada, a una nueva interrupción que llega cuando se cierra la tapa y con el libro entre las manos el lector se piensa si dejarlo en la estantería o en un banco de la calle o en un escalón de un portal al que accederá esperando a que alguien baje o entre y el susodicho lector se haga pasar por alguien que está esperando a alguien pero que sólo está esperando realmente a que la persona que le franqueó el acceso siga su vida sin recelar de él y le deje buscar la mejor ubicación para dejar las letras y palabras a la espera.

viernes, 7 de octubre de 2022

patio

El patio de mi recreo era de cemento, duro y resistente, y ahí sigue, lejano. Ya no juego allá, y pasando la vida seguí buscando lugares. Ya mi patio es a veces una habitación que se llena de sombras que desaparecen cuando apago la luz, o que se llena de ella por la mañana, espacio para todo lo que de juego tengan mis días.

martes, 20 de septiembre de 2022

inexistente

Creí inventar un nombre, empezaba por D, mayúscula, como todos los nombres, aunque pronunciado no veamos la diferencia de alturas entre las letras. Yo lo leía y releía y me sonaba bien, aunque nunca salió de mis labios, quedó encerrado. Descubrí mi error leyéndolo, escuchándolo aquí y allá, hasta me llegó a parecer que era un nombre habitual. No me importó, quedó para siempre como el nombre no dicho, sólo escrito, en parte mío, asociado a alguien inexistente, que nació y sigue danzando dentro de las inconexas neuronas que se resisten y que batallan por seguir inventando.

rostro

Voy a dar vueltas a un rostro que tiene los ojos cerrados. Si los abre será como correr la cortina, veré lo que hay al otro lado. Si no los abre ahora volveré más tarde a despertarla. Serán los últimos flecos de un sueño plácido los que la mantienen así, yo le preguntaré y ella no sabrá responder, ni siquiera recordará una instantánea, suya, única, ya olvidada, tan inaccesible como ese otro lado.