Lunes sin sol, primera hora, estudiantes a las aulas, tienen todo por hacer. El tren cabalga entre la luz mortecina, hay muros con pintadas y dibujos para ser vistos, casi fugazmente.
Hay vagones varados en los que alguna vez viajé, hasta en sueños. Hay melenas húmedas, lisas, con coletas, rizadas, intuyo formas.
Recorro la calle Zurbano, ahí, en el número 76, empezó todo, la calle es corta y algo pervive en la memoria.
Se celebra la festividad de Santa Isabel de Hungría y en el colegio con nombre que pierde el país, sito en la calle Hortaleza, hay vivas a la santa y música en el patio tapado por muros.
En otras aceras hay algunos que cantan, otros miran, los mas no sabemos qué hacer, andamos como alternativa. En San José casó Simón Bolivar antes de ser libertador. Yo me siento, solo, afuera silban los guardias y atronan las sirenas, la virgen de la Candelaria parece niña y su rostro denota resignación o enfado. Podría hacer fotos y no las hago, podría enfadarme y lo hago, por breve espacio de tiempo, y es que Caixaforum cobra seis euros por entrar a su espacio cuando ganan dinero a espuertas.
Los escolares, en grupos, van de museos o jardines, hoy rompen la monotonía. Subo la cuesta que llega al Ángel caído, se me hace dura aún andando. El arte de la casa de vacas me da envidia, sana.
El bar mas grande del mundo ya no existe, hay otro, se entra por Cadiz y se sale por Barcelona, lo decía mi padre, allí había gambas.
Hay vagones varados en los que alguna vez viajé, hasta en sueños. Hay melenas húmedas, lisas, con coletas, rizadas, intuyo formas.
Recorro la calle Zurbano, ahí, en el número 76, empezó todo, la calle es corta y algo pervive en la memoria.
Se celebra la festividad de Santa Isabel de Hungría y en el colegio con nombre que pierde el país, sito en la calle Hortaleza, hay vivas a la santa y música en el patio tapado por muros.
En otras aceras hay algunos que cantan, otros miran, los mas no sabemos qué hacer, andamos como alternativa. En San José casó Simón Bolivar antes de ser libertador. Yo me siento, solo, afuera silban los guardias y atronan las sirenas, la virgen de la Candelaria parece niña y su rostro denota resignación o enfado. Podría hacer fotos y no las hago, podría enfadarme y lo hago, por breve espacio de tiempo, y es que Caixaforum cobra seis euros por entrar a su espacio cuando ganan dinero a espuertas.
Los escolares, en grupos, van de museos o jardines, hoy rompen la monotonía. Subo la cuesta que llega al Ángel caído, se me hace dura aún andando. El arte de la casa de vacas me da envidia, sana.
El bar mas grande del mundo ya no existe, hay otro, se entra por Cadiz y se sale por Barcelona, lo decía mi padre, allí había gambas.
Un señor, muy charlatán, dice cosas sobre el diablo y demás pecados, cierro mis oídos.
Ando y sigo andando, dolores y molestias antes de tomar el tren de vuelta donde busco el asiento como las personas mayores.
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