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lunes, 21 de octubre de 2019

2 X 1: "ARIEL" y "LA CHICA DE LA FÁBRICA DE CERILLAS" (Aki Kaurismäki)

Ariel (1988)

En la segunda mitad de los ochenta, el director finlandés, Aki Kaurismäki, dirige una trilogía de dramas personales muy similares, pero progresivamente más audaces en su trama y a la vez más surrealistas.

La primera de las cintas, Sombras en el paraíso (Varjoja paratiisissa, 1986) es, dentro del singular modo de filmar del realizador escandinavo, la más convencional de todas. La estructura de la trama es la conocida de chico conoce a chica, se pelean y se reencuentran; base de partida para el resto de la trilogía, aunque con matices.

En Ariel, segunda de la serie, Kaurismäki rueda una tragicomedia con el atractivo y característico humor negro de su cine, donde también propone una historia de amor como eje de la trama. Si bien, la película arranca con el personaje masculino en crisis (cierran la mina donde trabaja, su padre se suicida, le roban el finiquito, etc.). Nada parece salirle como es debido cuando, en el colmo de los males, se le estropea el coche descapotable que ha heredado: la capota no funciona, no se cierra, y el automóvil se encuentra a merced de las inclemencias de un tiempo helador, precisa metáfora de la situación en la que se encuentra el protagonista.



Cuando intenta vengarse del robo que acaba de sufrir, termina en la cárcel donde conoce a otro fracasado como él (el mismo actor principal de Sombras en el paraíso). En el interín de tanta calamidad, nuestro personaje establece una relación amorosa con una chica peculiar. Una mujer que intentará ayudarles a salir de la cárcel para terminar de estropearlo todo.

Rozando el género negro, pero con el desdramatizado estilo del director, transcurre la película entre altibajos de dicha relación central. Kaurismäki deja que los personajes respiren para insinuarnos algo en lo que parece creer si nos atenemos al resto de su filmografía: el amor puede arreglarlo todo; o casi.




La chica de la fábrica de cerillas (Tulitikkutehtaan tyttö, 1990)

La mejor de las tres cintas, al menos la más premiada, es La chica de la fábrica de cerillas. Otra tragicomedia con cierta relación con el célebre cuento de Christian Andersen, La cerillera (también con La cenicienta).

Kaurismäki ahora se centra en el personaje femenino, interpretado por Kati Outinen, la misma actriz protagonista de Sombras en el paraíso. Kati es una mujer que trabaja en la empresa del título, para mantener a su madre y al caradura de su padrastro. El empleo alienante no facilita las cosas, tampoco el resultado de la relación de una noche con un hombre de clase acomodada. Embarazada y rechazada por el sujeto, que solo accede a pagar el aborto, Kati decide emplear medidas drásticas contra todos aquellos que la maltratan.

La chica de la fábrica… es de nuevo un drama cómico o una comedia dramática, como se quiera, donde destaca el humor negro y la elegante forma de rodar del, para mí, genial director nórdico.



Con un cine de altura, proponiendo casi siempre dramas con trasfondo social, la mirada de Kaurismäki suele fijarse en el entorno hostil de la clase trabajadora, donde predominan los oficios en los que las personas pierden su identidad; o, sencillamente, donde reina el paro. La clase baja, las viviendas desportilladas, el triunfo del amor ––aunque en este filme, ni eso––, y, sobre todo, el singular humor, hacen llevaderas historias como la que comentamos hasta transformarla, prácticamente, en una parodia.

Un estilo de planos fijos, sin apenas diálogos, con prioridad casi obsesiva por la imagen (cine puro) es lo que nos regala, en cada una de sus películas, el hijo de Mika Kaurismäki, otro grande. Cine directo, imágenes limpias (me recuerda a Hitchcock), actores fijos, planos detalles, son los elementos, la firma, de uno de los mejores directores europeos del momento; y de siempre.







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