Sin abandonar el
tema que nos ha ocupado las últimas entradas del blog, retomamos nuestra serie
acerca de las novedades en DVD para comentar el lanzamiento que Cameo Media
tiene previsto efectuar el próximo día 22. Se trata de la obra maestra de Paul
Leni, El Hombre de las figuras de cera; película perteneciente al caligarismo o, lo que es lo mismo, al
expresionismo más puro (véase el capítulo III del especial sobre el Expresionismo).
Leni, antiguo
decorador de Max
Reinhardt (el productor y director teatral, padre del Expresionismo), se rodea de nombres propios del movimiento y se deja influenciar
por, Caligari,
primero, pero también por Las Tres Luces (Der Müde Tod de Fritz Lang, 1921), para rodar Das Wachsfigurenkabinett. Una maravilla de filme que, a
su vez, inspiró a cineastas posteriores y que aborda un tema que será
recurrente en las futuras películas de terror, los crímenes en los museos de
cera:
A un escritor
(Wilhelm Dieterle) le encargan el trabajo de inventar tres historias fantásticas
sobre otras tantas figuras célebres (el califa Harun al Raschid, el zar Iván el
Terrible y el asesino, Jack el Destripador) con el objetivo de promocionar el
museo de cera donde se exhiben. El poeta se apoya en su propia persona y en
Eva, la hija del dueño del museo, para protagonizar los tres cuentos. En ellos,
la pareja sufre el acoso de los hombres de cera que han cobrado vida. Mientras
escribe sus relatos, el escritor se enamora de Eva al tiempo que le va venciendo el sueño…
Como en Der Müde Tod, Leni narra tres historias
diferentes donde los mismos actores dan vida una y otra vez a distintos personajes
en un imaginario país árabe, en la Rusia zarista o en el Londres decimonónico. Para
escribir el guión, Leni no pudo elegir a
nadie mejor que a Henrik Galeen, otro de los fundadores del
expresionismo cinematográfico. De Galeen es, por ejemplo, el libreto de Nosferatu, pero también fue el director de uno de los remakes de El estudiante de Praga y el colaborador de Paul Wegener en la primera versión de El Golem. Para encarnar a
los villanos de cada episodio, Leni tampoco se corta y se decide por los tres
actores fundamentales del movimiento: Emil Jannings, Conradt Veidt y Werner
Krauss. Sin duda, uno de los atractivos de la película es ver trabajar juntos a
estos tres actores legendarios.
| El agobiante laberinto del palacio del califa |
Con respecto al
protagonista, el futuro realizador Wilhelm Dieterle —que cambió su nombre de
pila por el más “americano”, William, después de emigrar a Estados Unidos—, hay
que decir que tampoco era ajeno al expresionismo ya que había pertenecido al
elenco de la compañía de teatro de Reinhardt. En El Hombre de las figuras de cera,
Dieterle es un pluriempleado que interpreta a tres personajes y además ejerce
de ayudante del director. En el primer acto, da vida a un panadero que
tiene que demostrarle a su mujer que no es tan débil como ella cree, para lo
cual se dispone a robarle al mismísimo califa el anillo de los deseos. Mientras
el panadero arriesga su vida, su “ligera” esposa flirtea con todo aquel que se
acerca a su casa, desde el visir hasta el propio califa. De este primer
capítulo, destaca el contraste del amenazante muro de la ciudad, con los decorados circulares de la vivienda del panadero y los laberínticos e imposible corredores del palacio. Esto
último en sintonía con la oronda figura de Emil Jannings que interpreta a un
lascivo califa. Se dice que Douglas Fairbanks se fijó en la cinta de Leni, en
este capítulo en concreto, para idear su Ladrón de Bagdad (The Thief of Bagdad de Raoul Walsh,
1924).
En el segundo
episodio, Dieterle es un príncipe de la corte de Iván el Terrible. El
célebre zar es interpretado por Conradt Veidt al más puro estilo
expresionista. Un monarca envilecido que ordena asesinar a su sicario, “el
envenenador”, para evitar ser una más de sus victimas. Veidt interpreta al zar
como hizo en Caligari,
como si fuese el zombi Cesare, sólo que ahora el monarca está hipnotizado por
un reloj de arena que cuenta el tiempo que le queda de vida. De nuevo los decorados —también el vestuario—
son un aspecto a destacar: las cúpulas esféricas que aluden al fatídico reloj
de arena se mezclan con otras formas más verticales, en armonía a la estilizada
figura del zar; aunque, igual que en el primer capítulo, los techos sigan siendo
demasiado bajos para que puedan andar cómodos los personajes. Es clara la
influencia de este acto en la excelente Iván el Terrible (1944) y su segunda
parte, La conjura de los boyardos (1958), ambas de Eisenstein. El Iván del director soviético es calcado al
de Veidt: camina a cámara lenta y se comporta como un autómata a través de unos
decorados que acentúan aún más la verticalidad que ya esbozó Leni.
Pero si hay un
capítulo que represente el caligarismo tal como lo enunciamos en anteriores entradas, ese es el tercero: Dieterle, el
poeta, escribe sobre Jack el Destripador, pero se queda dormido. El asesino,
interpretado por Werner Krauss (el doctor Caligari, ¿recuerdan?), cobra vida y
persigue al escritor y a su novia a través de una ciudad de pesadilla, donde
los decorados se desdoblan, donde se agolpan los edificios extrañamente
inclinados en un delirio maravilloso obra del propio Paul Leni y del pintor
Fritz Maurischat, todo para reflejar la angustia de la pareja. El único problema de este acto es que queda demasiado corto en comparación con los otros dos. Al parecer la falta de presupuesto fue el motivo de la amputación del filme que, en el origen, constaba de cuatro partes. Aun así, la cinta es una obra maestra del cine alemán, y del cine silente en general.
Para los
cinéfilos, pero también para diseñadores o artistas de cualquier índole,
recuperar, o visionar por primera vez —dichosos ellos—, El Hombre de las figuras de cera, prometemos que será una actividad sorprendente que no olvidarán nunca.
Ver ficha de El Hombre de las figuras de cera.
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