La carrera de la actriz Robin Wright ha tenido dos picos estelares: uno en sus inicios —con la excelente película de Rob Reiner, La princesa prometida (The Princess Bride, 1987)—, y el otro en los últimos años con el éxito mundial de House of Cards (2013-2018). Precisamente, la confianza que le ha dado haber dirigido algunos episodios de la serie de televisión es la que ha propiciado su debut como realizadora de cine. Robin Wright dijo que sentía que había vuelto a empezar, que dirigir era como si estuviera disfrutando de otra nueva vida en Hollywood. «Estoy en modo comprar algo para dirigir», llegó a decir en una entrevista. Así es como eligió el guion de Land (aquí titulada En un lugar salvaje), a la vieja usanza, después de leer varios libretos:
Edee (Robin Wright), mujer traumatizada por una tragedia, huye de la ciudad para vivir aislada en la montaña, en una cabaña lejos del pueblo más cercano, sin vehículos y solamente con unas cuantas provisiones. Cuando los alimentos se acaban y llega el invierno, Edee se ve incapaz de sobrevivir. A punto de morir, Miguel (Demián Bichir), un cazador, y Alawa (Sarah Dawn Pledge), una enfermera, descubren la cabaña y cuidan de ella. Una vez recuperada, insiste en que quiere vivir sola, pero sin saber cazar, ni pescar, ni cultivar la tierra, sus posibilidades de sobrevivir son escasas...
El guion de Jesse Chatham y Erin Dignam le llegó a Robin Wright en 2018 y enseguida despertó el interés de la actriz. En la película, gracias a la argucia de los guionistas para enganchar a la audiencia, no sabemos hasta el final qué es lo que le pasó a la familia de la protagonista; tampoco se explica hasta el último momento la razón por la que Miguel ayuda desinteresadamente a Edee. Según Robin Wright, el largometraje «cuenta la odisea de una mujer tras sufrir una experiencia que cambia su vida, y que decide sanar a su manera y bajo sus propios términos».
En realidad, Edee se retira a un lugar inhóspito, no con el propósito de curarse de la depresión que la atenaza, sino de abandonarse a su suerte. Es una especie de suicidio asistido por la naturaleza. No huye para "sanar", como asegura la directora, huye para dejarse llevar al mínimo contratiempo. Claro que un “contratiempo” en un lugar como ese, es una sentencia de muerte.
Una cinta, pues, de supervivencia, de aprendizaje y amistad, donde la naturaleza es un personaje más al que no hay que menospreciar. Wright denuncia con su película la arrogancia y soberbia del ser humano, que se cree capaz de vencer a los elementos por su mera presencia como dominador del planeta. Es algo en lo que han insistido varios directores en los últimos años en películas más o menos ecologistas.
Por poner solo dos ejemplos, en Cuando todo está perdido (All Is Lost, J. C. Chandor, 2013), un navegante solitario interpretado por Robert Redford lo tiene muy complicado para sobrevivir; mientras que en Everest (Baltasar Kormákur, 2015), con la participación de Robin Wright en el reparto, se narra la historia real de la tragedia ocurrida en la ascensión a la célebre montaña en mayo de 1996. Todas ellas con una destacable fotografía, que también es el aspecto más notable del filme de Wright cuando las excelentes imágenes ayudan a encuadrar la historia en cada época del año. Lo curioso es que la cinta se rodó en Canadá, en otoño, en una ventana de apenas un mes donde estaba previsto que se dieran en Alberta todas las condiciones meteorológicas (lluvia, nieve, sol, viento) de cada una de las estaciones.
Tema sencillo, pero bien expuesto, rodaje convencional, organización clásica, estupendo equipo y brillante fotografía son los componentes que conforman la primera piedra en el camino de una directora a la que habrá que seguir muy de cerca.