
Hijo del escritor Francisco González Ledesma, su trayectoria periodística le podría catalogar como se autodefinía el gran Miguel Indurain, un ciudadano del mundo. Ha cubierto el genocidio ruandés, la Guerra del Golfo, corresponsal de «El País» en Londres, París, Nueva York, Washington, Roma y, ahora, en Oriente Medio, es también un gran contador de historias de fútbol, como lo atestigua su alabado «Historias del Calcio» (2007), donde recopiló sus columnas semanales sobre la liga italiana.
Por Joseba Vivanco
Gara
Ha dejado por unos días su atareada corresponsalía en Jerusalén para, vía Ciudad Condal, su refugio natal (1959), estar esta tarde en Bilbo, donde, junto a otros dos monstruos de la pluma y la palabra como son Jorge Valdano y Juan Villoro, escritor mejicano y autor de «Dios es redondo'', charlar casi, casi, sobre lo divino y lo humano, que es lo mismo que disertar sobre "El fútbol en la sociedad contemporánea''. Así es como se titula el evento que este jueves (a las 19.00 en la Sala BBK, en Gran Vía 19-21, hasta llenar aforo) ha organizado la Fundación Athletic y la entidad financiera. Con Enric González, hincha periquito a la vez que seguidor del Inter, ha conversado GARA, más que entrevistarlo, justo antes de viajar a la capital vizcaina.
Fútbol y sociedad. Un binomio que, estando de por medio Jorge Valdano, da para un tratado filosófico en toda regla...
Es que el enunciado es como decir "La vida y la historia'', da para todo. Pero con estos dos personajes con los que compartiré mesa es muy fácil hablar de esto y de todo; vamos, que acabará saliendo de todo.
Porque hay quien afirma que el fútbol es como la vida, es más, incluso alguien dijo que quien no ha jugado nunca a fútbol, no conoce la vida...
Bueno, pueden ser, como muchas veces, exageraciones, pero es verdad que el fútbol siempre había sido un juego y un mecanismo de pertenencia a algo, de inclusión a algo. Quien se hace del Athletic o del Barça, y puestos en lo peor del Espanyol, está entrando en una comunidad. Lo que sucede es que ya estamos empezando a escribir nuestra historia, nuestra biografía personal, nuestro relato de la vida en términos de fútbol...
Es cierto, yo siempre ligo el nacimiento de mi primera sobrina con el mismo día en el que Athletic ganó aquella Copa al Barça de Maradona.
Así es. Mire, a mí me pasó una cosa hace un año que me dejó bastante acojonado. El día en que cayó Mubarak, en la plaza de Tahrir, yo estaba allí hablando con dos tipos en un ambiente de euforia desenfrenada y el tío va y me suelta que aquello era casi tan fuerte como cuando ganaron la Copa de África... De repente el fútbol es el patrón por el que se miden cosas como las revoluciones, los cambios históricos...
Hombre, en la semana previa al último clásico liguero Madrid-Barcelona, a Guardiola se le ocurrió decir que por encima del partido lo importante esos días era la reunión Merkel-Sarkozy en la que nos jugábamos el euro, y desde Madrid le dieron de lo lindo, como diciendo, «ya está aquí el listo»...
Sí, sí, sí... Ya está aquí este jodiendo la marrana. Y era una semana en la que el euro acojonaba porque estaba a punto de hundirse. Pero sí, es verdad, la narrativa tiene como base eso que le llaman la suspensión de la incredulidad, aceptas que lo que te cuentan en ese relato no es solo verosimil sino verdad. Pues es lo que hemos aceptado con el derbi permanente, el Madrid-Barça, que se sucede como un bucle, siempre parece nuevo, siempre es el partido del siglo... Coño, hemos entrado en el terreno de la ficción.
¿Usted es entonces de los que está ya aburrido de tanto clásico?
Sí, sí, es que yo ya los mezclo. Parece un continuum. Ya no sé si lo que hizo Pepe fue en tal partido de tal año o fue en el otro. Yo creo, sinceramente, que cansa, y que el fútbol corre el riesgo de morir... bueno, más que de morir, de quedar muy tocado por el éxito. El fútbol es quizá la última burbuja que queda en la economía mundial, son un disparate las cifras que se manejan, las deudas acumuladas... Fíjese, podría existir hasta algún tipo de paralelismo con lo que sucedió con el boxeo, que en los años cincuenta, sesenta y setenta era la hostia en todo el mundo y luego perdió crédito, la gente dejó de creérselo, por algunas razones que también se dan en el fútbol... La repetición de partidos entre los mismos, la fractura del ascensor, es decir, que en el fútbol en teoría puede pasar de todo, que el último de Tercera sea campeón de Europa, pero eso es ya cada vez más inverosímil y eso afecta a la credibilidad del fútbol...
Es que el fútbol hoy es mucho más que un deporte...
Sí, así es. El cambio es evidente. Hace treinta años uno era de un club forzosamente, era de un club que conocías, que conocías la historia del club, sus olores, que hubieras visto muchas veces la hierba en la que se juega... ¿Pero hoy? Yo recuerdo un Barcelona-Madrid de ida de la Champions, lo ví en Beirut, en un hotel... y acabaron pegándose dos tipos, dos libaneses, cada uno de un equipo. Coño, cómo puedes vincularte tanto a algo. Pues porque los clubes se han convertido en símbolos por encima de lo local, ya no es el equipo de tu barrio, de tu ciudad, de tu infancia... Ése es el relato que hoy la gente compra y asume.
Claro. Como cuando ves en televisión esas imágenes de países empobrecidos y nunca faltan camisetas de estos grandes equipos...
¡Es que es acojonante! Si te repasas las imágenes de cuando capturan a Gadafi o de la guerra en Libia, parece una guerra civil Madrid-Barça, van todos con las camisetas. Es algo que cuesta explicar... A ver si hoy en Bilbao nos aclaramos charlando, por qué está pasando esto.
¿Por qué cree usted?
Hombre, en los criterios morales por los que nos regimos las personas o sociedades siempre está el metarelato del héroe, por encima de lo bueno y lo malo, de la moral, y aquí, los futbolistas han asumido esa condición de superhéroes. Héroes planetarios. Pero eso choca con la puñetera realidad de que un futbolista es solo un futbolista, si hablas con él ves que su heroicidad es limitada, es solo un señor que sabe practicar un juego. Pero por lo visto ese juego es capaz de representar muchas cosas de nosotros...
¿Porque los futbolistas, ni siquiera los de mayor relevencia mundial, asumen para nada ese papel de héroes, incluso morales?
Pero es que es imposible. No podrían ni tirar un córner, se les paralizarían las piernas.
¿Qué puede pasar por su cabeza cuando ve esas imágenes de gente que pasa hambre, que ha sufrido una catástrofe natural, que está inmersa, como decía, en una revolución, vistiendo una camiseta con su nombre...?
Es que mejor no pensarlo. El futbolista ha de ser un tonto para todo lo que no es el juego. Porque si no... Tienen que abstraerse porque al final saben que no son ellos, que ese nombre en la camiseta representa cosas que te sobrepasan y mejor limitarse a lo tuyo e irse a los tópicos de siempre. Porque si no... imagínese el colocón...