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Urgente: reformar la Constitución Española, especialmente en el Título VIII

viernes, 13 de septiembre de 2013

En dos Blogs anteriores –“Constitución: deber de memoria”, 24 de diciembre de 2012, y “Cambios en la Constitución”, 26 de febrero de 2013- he planteado la apremiante necesidad de reformar, después de 35 años, la Constitución Española, particularmente en el capítulo que se refiere a la vertebración del Estado y que, por la inmensas presiones de aquel momento, tuvo que quedar en “sinfonía inacabada”, en palabras del Presidente Adolfo Suárez. 

“El Estado de las Autonomías, escribía en el mes de febrero, ha sido enormemente beneficioso para el desarrollo del conjunto del Estado Español. Pero han subsistido, indebidamente, limitaciones y privilegios que ahora deben transformarse en unas normas en las que, con un suficiente autogobierno, quepan todas las excelentes particularidades culturales e históricas de España… Ni un día más bailando al son del déficit y las primas de riesgo. Las riendas del destino común no pueden seguir anquilosadas, ceñidas al pasado”. 

Del Blog de diciembre extraigo este párrafo: “El auténtico encaje de bolillos que fueron capaces de llevar a cabo, con innumerables tensiones, los “padres” de la Constitución, permitió hacer efectiva la transición a un sistema democrático, con un pluralismo político, cultural y lingüístico encomiable, aconfesional…. La Constitución no sólo deberá ponerse al día serenamente –sin el acoso de los mercados que, paradójicamente, increíblemente, motivó la única reforma efectuada- sino que debe aparecer como solución y no como problema, como la Carta Magna de un Estado donde quepan todos los españoles con una gran capacidad de autogobierno y unos principios comunes bien establecidos y generalmente aceptados”. 

Las soluciones deben ser políticas. Ahora no sólo es posible sino urgente proceder a la configuración federal que en 1977-78 no pudo llevarse a cabo.

Cambios en la Constitución

martes, 26 de febrero de 2013

No deben demorarse ni un día. El tiempo pasa y se acercan fechas que deben hallar terminada la “sinfonía inacabada”, según palabras del Presidente Adolfo Suárez, refiriéndose especialmente al Capítulo 8º de la Constitución. 

El “Estado de las Autonomías” ha sido enormemente beneficioso –“¡quién te ha visto y quién te ve!”- para el desarrollo en el conjunto español. Pero han subsistido, indebidamente, privilegios que ahora deben transformarse en unas normas en las que, con un suficiente autogobierno, quepan todas las excelentes particularidades culturales e históricas que configuran el Estado. 

Ni un día más bailando al son del déficit y las primas de riesgo. Las riendas del destino común no pueden seguir anquilosadas, ceñidas al pasado. 

Manos a la obra para, a primeros de junio, haber perfilado, en un gran acuerdo general, los cambios que permitan abordar con serenidad la nueva andadura. Esto es lo importante. 

Y lo urgente: cambiar la Constitución y un “Plan País” para saber qué tipos de trabajos pueden y deben generarse. 

Lo demás son cuentos… amargos.

Constitución: deber de memoria

lunes, 24 de diciembre de 2012

Los que con mayor vehemencia se oponen a cualquier modificación de la Constitución española son, en buena medida, los que menos intervinieron en hacerla posible. Parece que han olvidado o que desconocen, en particular, las circunstancias que rodearon la redacción del capítulo 8º, dedicado a la estructuración del Estado en Comunidades Autónomas. 

El auténtico encaje de bolillos que fueron capaces de llevar a cabo, con innumerables presiones, los "padres de la Constitución", permitió hacer efectiva la transición a un sistema democrático, con un pluralismo político, cultural y lingüístico encomiable, aconfesional, ... a pesar de la creciente "tensión" originada por las discrepancias de quienes, desde algunos sectores nostálgicos de las fuerzas armadas, consideraban que se había ido demasiado lejos tanto en el reconocimiento de partidos como en la delegación de competencias de gobierno a las Comunidades Autónomas. 

Y, en consecuencia, la prevista "federación", sin privilegios "históricos" para Comunidad alguna, quedó en "sinfonía inacabada" en palabras del "mago" de la transición, el Presidente Adolfo Suárez. Con su dimisión, tan dolorosa como bien calculada, trató de evitar el golpe de Estado que, de todos modos, tuvo lugar. Y no resultó, por milagro, en una auténtica tragedia. 

La Constitución no sólo deberá ponerse al día serenamente -sin el acoso de los mercados que paradójicamente, increíblemente, motivó la única reforma efectuada- sino que debe aparecer como solución y no como problema, como la Carta Magna de un Estado donde quepan todos los españoles con una gran capacidad de autogobierno y unos principios comunes bien establecidos y generalmente aceptados. 

Hay que completar ahora la "sinfonía inacabada", después de 35 años con unos resultados excelentes, en lo que a la descentralización se refiere, que no deben desvirtuar cuestiones económicas relativas a la deficiente gestión de algunas Comunidades. 

Sí: mejorar y actualizar lúcidamente, cuando haga falta, la máxima referencia jurídica del Estado. 

Completar cuando sea necesario lo que tuvo que quedar inacabado. 

Hace tiempo que debía haberse hecho, pero ahora es muy urgente. 

Deber de memoria.