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domingo, 2 de marzo de 2014

IT DON'T MEAN A THING...




Hoy en día, pocos son los autores que llegan a conocer en profundidad a los personajes Marvel o DC protagonistas de los cómics que dibujan. Más allá del aspecto o el uniforme de los héroes que les toque en suerte dibujar, pocos artistas conocen a las personajes de ficción que se ocultan debajo de la máscara: su extracción social o tendencia política, los equipos deportivos de los que son hinchas, qué libros leen, qué clase de comida les gusta, qué películas disfrutan o el tipo de música que escuchan. Pequeños detalles fundamentales para poder construir personajes con los que el lector pueda empatizar y sentirse identificado, personajes tridimensionales, tan reales que por momentos parezcan escapar de las viñetas que los confinan, cobrando vida propia.

Quizá la razón de todo esto radique en que la mayoría de los guionistas y dibujantes de nueva generación que trabajan en la actualidad en la industria americana del cómic no son realmente aficionados al 9º arte, no se han criado leyendo las aventuras de los personajes de los que se encargan ni están familiarizados con ellos, y por tanto ignoran todo el rico background que acumulan a sus espaldas. O lo que es peor, toman la decisión voluntaria de ignorarlo u olvidarlo, ante la imposibilidad de documentar correctamente los más de 50 años de historia editorial de muchos de estos personajes. Ser un profesional de la escritura o el dibujo no lleva implicado que te gusten necesariamente los personajes de los que te encargas, no lo olvidemos. Sólo significa que te ganas la vida haciéndolo. A menudo el cómic no es más que un paso intermedio en las carreras de muchos guionistas y dibujantes, una estación transitoria antes de pegar el salto al mundo del cine, la publicidad o los videojuegos. Como resultado, muchas de las interpretaciones actuales de los héroes de las dos grandes parecen completamente planas y superficiales, no hay auténticos personajes debajo de sus icónicos y reconocibles uniformes. Son cascarones vacíos. A veces da la sensación de que el uniforme es lo único que queda de los personajes que conocimos y disfrutamos. Y a veces ni eso.

Pero este no es el caso del legendario Paul Smith, autor de la magnífica ilustración de la Cosa (The Thing) que tenemos más arriba. Ya desde tiempos de Stan Lee y Jack Kirby, ambos autores dejaron establecido que Ben Grimm, la entrañable cosa de ojos azules, era un gran aficionado al jazz y el swing de los años 30 y 40, la época de las big bands. Y más concretamente del gran Duke Ellington. Smith, conocedor de este hecho y de la tradición e idiosincrasia del personaje, realiza un bonito homenaje a la canción de 1932 'It don't mean a thing (if it ain't got that swing)', aprovechando al mismo tiempo para hacer un divertido juego de palabras entre el título del tema y el nombre del protagonista. Una ilustración llena de encanto, conocimiento y cariño hacia el personaje. Eso sí, cómo se las apaña el bueno de tío Ben para tocar el ukelele con esos dedazos continúa siendo un auténtico misterio...


domingo, 23 de diciembre de 2012

CÓMICS MARVEL DE LOS 80 (I):
PAUL SMITH EN IRON MAN


Portada de Iron Man # 159 (Junio de 1982), obra de Paul Smith.

A mediados de 1982, el comic-book de Iron Man, el Vengador escarlata, se encontraba en un momento de transición. Atrás quedaba una larga y exitosa etapa a manos del guionista David Michelinie y de un primerizo John Romita Jr. Ambos autores fueron los encargados de realizar muchos de los mejores números de la serie hasta el momento, y algunos de los que los aficionados guardan un mejor recuerdo.

Aunque tanto Michelinie como Romita Jr. volverían por separado a la serie más de un lustro después de su partida, lo cierto es que en 1982 se preparaban para ceder el testigo a partir del número 160 al equipo formada por el veterano Dennis O'Neil (que había abandonado DC un par de años antes) y por Luke McDonnell en el apartado gráfico.

El número 159 es pues un fill-in, un número de relleno situado como bisagra en medio de dos largas etapas.  Lo que hace especial este número es el artista encargado de dibujarlo, Paul Smith, uno de los pencilers con más talento del mercado americano y tristemente uno de los menos prolíficos, con apenas 8 decenas de comic-books dibujados en más de 30 años de carrera. Por lo tanto, cada número realizado por este autor es un pequeño tesoro en sí mismo.

Paul Smith comenzó su carrera trabajando como animador a las órdenes del director Ralph Bakshi en la adaptación de 'El Señor de los Anillos', y de ahí pegó el salto al mundo del comic-book. Lo cierto es que su pasado como animador dejó su huella en su manera de dibujar, cuyo estilo se caracteriza por la síntesis en el trazo (tremendamente elegante y estilizado, casi de línea clara), por la expresividad facial y corporal de sus personajes y por lo diáfano de su narrativa.

Entre sus trabajos más conocidos se encuentra una breve pero recordada etapa en Doctor Extraño junto al guionista Rogern Stern (a la que la crítica especializada no ha dudado en tildar como una de las mejores y más definitorias del personaje, a la altura de las de Ditko o Colan), la primera miniserie de 'X-Men y Alpha Flight' (que dio lugar a la saga de 'Las Guerras Asgardianas', cuya segunda mitad se encargaría de dibujar otro artista maldito, Arthur Adams) o 'La Edad de Oro' para DC junto a James Robinson, quizás el elseworld definitivo sobre la JSA y el All-Star Squadron.

Pero si por un trabajo es especialmente recordado Paul Smith hoy en día, ese es sin duda por la decena de números que dibujó en 'The Uncanny X-Men' junto a Chris Claremont (165-170 & 172-175 USA). Smith sustituyó a Dave Cockrum como dibujante, que a su vez había regresado a la serie previamente tras la marcha de John Byrne. Y lo cierto es que el trabajo de Smith supo estar a la altura de Byrne. Algunos piensan que incluso lo superó en algunos aspectos. ¿Quién no recuerda algunas escenas míticas, como la de la transformación de Tormenta durante la Saga del Nido? ¿O la famosa splash-page en que Kitty Pride gritaba -¡El profesor Xavier es un idiota!? ¿O el duelo a navaja entre Calisto y Ororo, con el liderazgo de los Morlocks y la vida del Ángel en juego? ¿O Scott Summers agujereando una moneda en el aire mientras cortejaba a Madelyne Pryor? ¿O el cambio de look de Tormenta y su peinado mohawk, tan propio de los 80? ¿O el duelo de Cíclope contra el resto de miembros de la Patrulla-X, manipulados mentalmente por Mente Maestra? Y tantos y tantos otros momentos inolvidables de esta etapa, tan numerosos que cuesta recitarlos...

Volviendo al número de Iron Man que nos ocupa, es necesario mencionar que el guión corrió a cargo de Roger McKenzie, y cuenta con un argumento sencillo, como corresponde a un número unitario. Tras enfrentarse a los 4 Fantásticos en el famoso número 232 de su serie (el número que fue el punto de arranque de John Byrne como autor completo al frente de 'The World's Greatest Comic Magazine', en Julio de 1981), el villano Diablo fue derrotado con la ayuda mística del Doctor Extraño. Habiendo perdido la memoria a resultas del combate, un amnésico Diablo trabaja como bedel en Industrias Stark hasta el momento inevitable en que recupera sus recuerdos, desatándose la batalla contra Iron Man.

Así pues, argumentalmente el número no es más que un combate entre el Vengador y un villano prestado de la galería de los 4F, que reaparece aquí. Entretenimiento puro, pirotecnia sin pretensiones. Pero eso sí, menudo combate. Merece la pena deleitarse con las páginas dibujadas por Smith, que soporta sobre sus hombros todo el peso del cómic, empezando por la splash-page inicial con el dragón bicéfalo.



Como era de esperar, el alquimista español carga contra el héroe con toda clase de elementales, ya sea de fuego, hielo, aire o piedra, como ese magnífico golem de asfalto que hace que Iron Man atraviese varias plantas de pisos de Stark International.





Y entonces alcanzamos el momento cumbre, el clímax de la batalla, cuando Diablo lanza los 5 modelos previos de armaduras animadas contra su dueño, en una secuencia muda de 2 páginas que es absolutamente magistral, antológica. No sólo por la manera en que Smith descompone la acción en páginas de 8 viñetas, barajando sabiamente los planos (narrativamente impecable, con ese plano de las antiguas armaduras golpeando con saña a Stark alejándose gradualmente, dando la derrota por segura, en una secuencia de 3 viñetas, para a continuación comenzar en la siguiente página a imponerse paulatinamente a ellas, una por una), sino también por la expresividad épica de la anatomía de los combatientes, con Iron Man alzándose sobre los restos destrozados de sus contrincantes. En ese sentido, estas 2 páginas me parecen tan buenas como las célebres 3 primeras páginas mudas que dibujara Steranko para el número 1 de 'Nick Fury: Agent of S.H.I.E.L.D.' (Junio de 1968).




Finalmente, tras derrotar al villano, Iron Man se lo entrega a los 4 Fantásticos para que lo custodien, terminando el cómic con un simpático comentario de la Cosa, que por aquella época desconocía la identidad secreta de Tony Stark.

- Sue Richards: Por cierto, Ben... Me pregunto donde estará Tony Stark.
- Ben Grimm: Ah, todos los playboys son iguales, Susie. No tienen ni una sola preocupación en el mundo. ¿No  es verdad, cabeza de lata?
- Iron Man: Ben... no sabes ni la mitad.


Fijaos en los rostros de Iron Man en todas las viñetas. Lo cierto es que nunca la inexpresiva máscara del Hombre de Hierro había resultado tan expresiva como en las manos de un dibujante como Paul Smith, ni la armadura clásica (la mejor de todas las armaduras del personaje) había lucido tan bien desde tiempos de Neal Adams.

En España, el número 159 de Iron Man se publicó por primera vez dividido entre los números 14 y 15 del volumen I de la serie de Cómics Forum en 1986, debido a la extraña costumbre que tenía Planeta en aquella época de cortar episodios por la mitad.

Después de este episodio, Paul Smith no volvería jamás a dibujar la serie de Iron Man (con la excepción del Annual 10 de Agosto de 1989, inmerso en la saga 'Atlantis Attacks'), con lo cual este pequeño número aumenta su valor, al tratarse prácticamente de un ejemplar único e irrepetible.