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miércoles, 29 de agosto de 2018

Lo prometido es deuda... aunque me repita más que el ajo

Esta mañana leía otro artículo de esos que se escriben a rebufo de la publicación anual del informe de la Agencia Tributaria. Más o menos como el que provocó esta entrada de hace unos días. Y también envié un tuit a quien lo había escrito reprochándole la manipulación de su articulo pero, a diferencia del otro, su autor sí me ha respondido y lo ha hecho en estos términos:

"Cuando se afirma algo así, debe uno indicar que se manipula. En caso contrario, su juicio carece de fundamento" (sic).

Y tiene toda la razón. Así que aquí están mis fundamentos.

"En 2017 pagaron a la Agencia Tributaria un 48 por ciento menos que en 2007, a pesar de que sus ganancias fueron mayores que hace 10 años".

En primer lugar hay que aclarar, una vez más, que el resultado contable de una empresa no tiene por qué coincidir con sus beneficios en España porque puede incluir, entre otras magnitudes, los beneficios obtenidos fuera de España y que tributan en el país en que se generaron. Por tanto, si queremos comparar lo que pagaron las empresas a la Hacienda española en dos periodos distintos en relación con sus beneficios, debemos hacer referencia a sus beneficios en España. De no hacerlo así, la comparación sería absurda. Imagínense, por ejemplo, una empresa que en 2007 no tenía actividad internacional, tuvo un beneficio de 100 € y pagó 20 € de IS, y que esa misma empresa internacionalizó su actividad en 2017, obteniendo 200 € de beneficio en Francia y 0 € en España. ¿Podríamos afirmar que esa empresa tributó un 100% menos en 2017 respecto de 2007 a pesar de haber duplicado sus beneficios? Evidentemente podríamos decirlo, pero estaríamos manipulando los datos. ¿Por qué? Porque resulta evidente que lo que se pretende transmitir con esa manipulación es la enorme injusticia que supone que una empresa no haya pagado impuestos a pesar de haber obtenido más beneficios, obviando que sí los ha pagado, pero en el país en el que se generaron.

Volviendo a lo dicho en el artículo, sólo hay que ir al cuadro 3.1 del informe de la AEAT para comprobar la manipulación. En él se puede verificar que en 2017, las empresas pagaron a Hacienda un 37,21% menos que en 2007 (22.136 millones de euros frente a 35.254 € millones de euros) y no un 48%. Y también, que los beneficios sobre los que pagaron esos impuestos (base imponible consolidada) han sido en 2017 un 32,45% inferiores que en 2007 (106.471 millones de euros frente 157.627 millones de euros).

Entonces, ¿de dónde se saca el autor esa cifra del 48% menos de recaudación si realmente es el 37,21%? Pues de que confunde impuesto ingresado con impuesto devengado. Para no repetirme, me remito al cuarto párrafo de esta entrada, en la que contestaba a la manipulación del otro artículo.

Conclusión: las empresas pagaron en 2017 menos que en 2007, fundamentalmente porque sus beneficios en España también fueron inferiores, no superiores.

"Es con el IRPF con el que se paga más. El tipo efectivo, es decir el porcentaje de todo lo que se recauda anualmente con él en relación a la renta del conjunto de los ciudadanos, fue en 2016 del 12,3 por ciento. Pero el esfuerzo fue claramente mayor por los ingresos del trabajo, el 15,5 por ciento, que por lo ganado con inversiones, es decir, con la venta de acciones, o de casas, con dividendos o intereses de deuda o depósitos o con la ganancia por alquiler de viviendas o locales. Son las rentas de capital, que puede tener todo el mundo, pero que tienen en mucha mayor medida los más ricos. Su tipo impositivo fue sólo del 9 por ciento. Es la primera diferencia que vemos entre lo que se tributa por trabajar y lo que se tributa por disponer de riqueza".

El único dato que he podido verificar es el del tipo efectivo total del 12,3% sobre la renta del conjunto de los ciudadanos. Tanto el 15,5% del tipo medio sobre los ingresos del trabajo como el 9% sobre las rentas del capital desconozco de dónde han salido y, desde luego, es un dato que no he encontrado en los distintos informes de la Agencia Tributaria. Quizás el autor del artículo, al que remitiré esta entrada, pudiera aclararlo. No obstante lo dicho, y a expensas de la posible aclaración que nos pudiera ofrecer para verificarlos, esos datos parecen erróneos. Sobre todo si tenemos en cuenta que la retención sobre los rendimientos del capital mobiliario están en torno al 20%.

"Por ejemplo, suponemos dos personas. Una gana 3.000 euros al mes. Otra 1.000. Las dos van a una tienda y compran cada una un ordenador, por el que pagan 500 euros. Además, cada una deberá abonar un IVA del 21 por ciento, es decir, 105 euros. La primera, la que gana 3.000 euros, habrá tributado el 3,5 por ciento de su salario. La segunda, la que gana tan sólo 1.000 euros, tributará en cambio el 10,5 por ciento. Un vistazo a las cifras reales indica que el tipo efectivo total del IVA, es decir, lo que se recauda con él en proporción a la renta total de los hogares, es del 11 por ciento. Si comprobamos los datos de 2010, los últimos disponibles diferenciados por niveles de renta, resulta que el 20 por ciento de los hogares más pobres paga un tipo efectivo con el IVA del 11,5 por ciento, y que el 20 por ciento de los hogares más ricos paga un tipo de casi la mitad, del 5,6 por ciento".

Sin comentarios. Usar como referencia los ingresos para analizar un impuesto que grava el consumo es un auténtico dislate, se mire por donde se mire. Pero le viene bien al discurso decir que los hogares más ricos pagan un tipo del 5,6% frente al 11,5% de los hogares más pobres. Tan absurdo como si usáramos de referencia el consumo para analizar el tipo efectivo del IRPF con objeto de concluir que las rentas más altas pagan un IRPF cercano al 70%, lo que vendría muy bien a quien mantuviera el discurso de que hay que bajar el IRPF a las rentas más altas. O tan absurdo como usar el resultado contable de las empresas como referencia para calcular el tipo efectivo del IS en España, como también se hace en el artículo.

"Los grandes grupos empresariales, los que más ganan y los más poderosos, pagan el 6,1 por ciento. Increíble, pero cierto"

De esto ya hemos hablado largo y tendido, así que no me repetiré. 



viernes, 4 de mayo de 2018

De leyendas urbanas y otras ignorancias II

Esta semana, con motivo del día del trabajo, he vuelto a leer y a escuchar las ya clásicas -y cíclicas-, leyendas urbanas de que, en el reparto de la tarta del PIB, los beneficios empresariales se llevan la parte del león o que la fiscalidad de estos beneficios es muy inferior a la de los rendimientos del trabajo.

De estas leyendas ya hablé hace un par de años. Y como el trabajo ya está hecho y las conclusiones no han variado sustancialmente, ¿para qué reescribirlo?

No creo que volver a explicarlo sirva de mucho, porque quien compra ese mensaje sin más argumento que sus prejuicios y su sintonía política con quien lo vende, no va a perder un minuto de su tiempo en comprobar los datos que lo desmienten.

De todas formas, por si les interesa, rescato aquella entrada que se titulaba "De leyendas urbanas y otras ignorancias". Tan de actualidad como lo estaba ayer y como, me temo, lo estará mañana.


lunes, 10 de julio de 2017

Sobre la progresividad del impuesto sobre la renta: un test casero

Hay muchas maneras de medir la progresividad de un impuesto. La mayoría de los índices utilizados son técnicamente muy útiles para quienes se dedican profesionalmente a esos menesteres, pero poco intuitivos.

Aprovechando que la Agencia Tributaria ha publicado sus estadísticas de 2015 y que una gran mayoría de la progresía de cartón piedra no para de pedir a grito limpio que se aumente la progresividad del impuesto sobre la renta, analizaremos cuán progresivo es nuestro impuesto directo por excelencia, el IRPF. Y lo haremos empleando un índice casero, muy sencillo e intuitivo. Pero antes, empecemos por aclarar términos.

Cuando a alguien se le pregunta qué significa que un impuesto sea progresivo suele responder que la progresividad consiste en que paguen más los que más tienen o los que más ganan. Pero no. Porque en un impuesto proporcional -aquél en el que todos pagan el mismo porcentaje de su renta o de su riqueza-, paga más el que más tiene o el que más gana y, sin embargo, no es progresivo. Si el impuesto consistiera en un 10% de la renta, quien gane 15.000 € pagará 1.500 € y quien gane 90.000 € pagará 9.000 €. En ese ejemplo, quien más gana paga más -se cumple la premisa-, pero se trata de un impuesto proporcional en el que, por definición, la progresividad es nula. Una renta 6 veces mayor paga 6 veces más.

Pero el impuesto progresivo sobre la renta va más allá. Aplica un porcentaje mayor conforme mayor es la renta, por lo que quien más gana, paga más, no sólo en términos absolutos, sino también términos relativos. En el supuesto anterior, un impuesto progresivo consistiría en que la renta de 15.000 € pagase el 10% y la de 90.000 €, por ejemplo, un 15%. Esto supondría que la renta menor pagase 1.500 € y la mayor 13.500 €. Expresado en términos más gráficos, una renta 6 veces mayor pagaría 9 veces más. Identificaremos el grado de progresividad con el exceso que paga la renta mayor respecto de lo que pagaría si el impuesto fuera proporcional. Así, en este ejemplo, la progresividad sería de 3. Antes de seguir, hagamos un ejercicio muy sencillo al que deben contestar sobre la marcha, a partir de su concepto intuitivo de equidad. En ese ejemplo, asumiendo que el impuesto debe ser progresivo, ¿cuánto creen ustedes que debería ser esa progresividad? ¿creen que 3 es una progresividad razonable? ¿debería ser de 5, 7 o 10? Anótenlo antes de seguir leyendo.

Vayamos ahora a datos reales y tomemos de las estadísticas que acaba de publicar la AEAT dos tramos de renta similares a los del supuesto anterior. Por ejemplo, el de 12.000-21.000 € y el de 60.000-150.000 €. Para hacer los cálculos, tomaremos en cada tramo su valor medio calculado conforme a otras variables que también se ofrecen en las estadísticas -si alguien tiene interés en conocer cómo he calculado ese valor medio, sólo tiene que preguntar-, y que arrojan como resultado una renta media de 16.500 € para el primer tramo y de 83.000 € para el segundo. Si acudimos a esta tabla, comprobaremos que los contribuyentes del primer tramo han pagado una media de 1.590,41 € y los del segundo tramo una media de 23.225,19 €. O lo que es lo mismo, una renta 5 veces mayor ha pagado 14,6 veces más. Recordemos que en un impuesto proporcional hubiera pagado 5 veces más.

A la vista de los datos, ¿creen que es suficientemente progresivo nuestro IRPF? Cojan el papelito en el que apuntaron el grado de progresividad que les parecía razonable y  respóndanse ustedes mismos.


miércoles, 5 de julio de 2017

¡Ay, Dios, qué cansado es esto...!

El titular: "Asalariados y autónomos tributan el doble que las empresas". El problema: que es una burda manipulación. Periodismo de calidad, sí señor.

Al margen de que los enlaces del artículo no funcionan y de algunas meteduras de pata cuando hace los cálculos del IRPF -como que la presión fiscal del ahorro ascienda al 35%-, la auténtica manipulación no está en que la presión fiscal efectiva del IRPF en 2015 estuviera en el 17,15%, sino en el análisis que realiza sobre la presión fiscal de los beneficios empresariales.

Lo cierto es que uno ya está cansado de explicar una y otra vez lo mismo. Y también de leer manipulaciones interesadas. De unos y de otros.  Y no voy a volver a explicarlo porque ya lo hice hace un par de años a un colega del autor del artículo. También al señor Montoro hace unos meses. Y también expliqué hace tiempo que los beneficios empresariales están sujetos a una presión fiscal superior al 40%.


jueves, 26 de enero de 2017

Nada que añadir...




 

sábado, 3 de diciembre de 2016

Mi amigo Manué y sus realidades

Bueno, pues ya tenemos otra subida de impuestos sobre la mesa. Y si se creen ustedes que la van a pagar las empresas porque afecta, fundamentalmente, al Impuesto de Sociedades, van listos. Porque además de que las subidas de impuestos no son neutras para la actividad económica y, por tanto, para los ciudadanos, ésta incluye otro catastrazo, subida de impuestos especiales -menos mal que el vino y la Cruzcampo se libran-, incremento de las bases máximas de cotización, mantenimiento del atraco a mano armada que supone el Impuesto sobre el Patrimonio...

Y claro, todo ello porque hay que reducir el déficit. Que digo yo, que alguna vez tendrán que probar a reducirlo por la vía del gasto. ¿Más recortes? ¡Te quieiyarcarajo, picha!, que diría mi amigo Manué. Y es que Manué, aunque le enseñe los números, dice que vale, que mucho gráfico, que muchos colorines, pero que él no llega a fin de mes, que lleva 8 años en el paro, que los vecinos de su barrio andan más o menos igual de tiesos y que la culpa de todo es del austericidio ese. Sin duda, un magnífico caldo de cultivo para el populismo y un freno para que políticos mediocres y cortoplacistas tomen decisiones valientes.

Porque es innegable que la realidad de Manué y sus vecinos del barrio es la que es y esa realidad no la cambia un gráfico por muy verdad que sea. Pero también lo es que lo suyo no es culpa de que el Estado haya recortado el gasto corriente, el que afecta a los ciudadanos en el corto plazo. Y no lo es porque ese gasto no se ha recortado. No lo digo yo, lo dice el propio Estado.






Como puede observarse en el gráfico, el gasto corriente, el que se emplea para el funcionamiento diario del Estado, los servicios y las prestaciones al ciudadano, lejos de disminuir, se ha casi duplicado desde 2001 y se ha mantenido durante los años de la crisis, siendo además el de 2015 el más alto en términos nominales de la historia de nuestro país. El recorte brutal durante la crisis, casi de un 50% respecto del principio de la misma, se ha producido en las inversiones públicas, ésas que el ciudadano no percibe en el corto plazo, pero que reducen la competitividad del país en el medio y largo plazo, con las consecuencias que ello tiene para el crecimiento economico y el empleo futuros. Pan y votos para hoy, hambre y reproches para mañana.

Sí, ya sé que esto, a Manué, se la trae floja mientras siga sin poder pagar la luz, pero yo se lo cuento. Lo que haga con esa información ya es asunto suyo.


viernes, 29 de abril de 2016

El poder de la imaginación o la imaginación al poder

Ya lo conté hace algunos años, pero como hoy me he encontrado una infografía que dice más o menos lo mismo con unos colorines muy chulos, pues la pongo aquí. A eso hay que añadir los impuestos indirectos, tanto "normales" -IVA, IBI, etc...-, como especiales -gasolina, alcohol, tabaco...-, que pueden aumentar la confiscación fácilmente al 50%-60%. Porque no me dirán ustedes que un 60% de la retribución de un puesto de trabajo no es confiscatorio...


Fuente: Wolters Kluwer


Hagamos ahora un pequeño ejercicio de imaginación. Imaginen que no reciben ni pagan servicios públicos y que, por tanto, su nómina neta se duplica como mínimo. Imaginen después que para recibir los servicios públicos que actualmente reciben tienen que ir todos los meses a ingresar en una cuenta del Estado la misma cantidad que ahora pagan de impuestos, pero con el dinero contante y sonante sacado de sus cuentas corrientes. Parece lo mismo, pero no lo es. Ahora, usted recibe su nómina neta, con los descuentos realizados y los impuestos indirectos los paga casi sin darse cuenta porque los tiene asumidos como parte del precio de venta. Si tuviera que hacerlo de aquella otra forma, usted haría visible el enorme esfuerzo que le supone pagar el actual Estado de Bienestar y sería más crítico y exigente con nuestros políticos. Intenten hacer de vez en cuando ese sano ejercicio mental y a lo mejor se convierten, nos convertimos, en mejores ciudadanos.

En fin, que me repito una vez más por si alguien sigue pensando que la educación, la sanidad o las pensiones son gratis. O que el dinero público no es de nadie, como ya dijo una célebre ministra socialista. O que la corrupción no va con él y por eso siguen votando a quienes se quedan con nuestros dineros o los malgastan en trapicheos de amiguetes. 


domingo, 27 de marzo de 2016

De leyendas urbanas y otras ignorancias

Ayer escuché varias veces en una tertulia televisiva a un miembro de Podemos, el señor Ramón Espinar para más señas, afirmar que más de la mitad del PIB corresponde a rentas del capital y que, sin embargo, tres de cada cuatro euros de ingresos públicos proceden de las rentas del trabajo. Lo dijo Espinar como lo podía haber dicho, y de hecho lo dicen, Pedro Sánchez el intermitente, alguno de los hermanos Garzón o cualquier sesudo informe de CCOO o UGT.

Ya sabemos que usar la Contabilidad Nacional para apuntalar la clásica cantinela marxista de la explotación del trabajador a manos del malvado empresario vende mogollón, pero de quienes llegan a la política pretendiendo exhibir decencia, transparencia y rigor cabría esperar algo más de todo eso de lo que presumen. O al menos de aquello último.

Empecemos con un poco de culturilla macroeconómica en la que intentaré no ser demasiado técnico ni aburrir en exceso al personal, pero que es imprescindible para entender la falsedad de esa afirmación sobre el reparto de la tarta del PIB entre asalariados y propietarios del capital. El PIB es el valor final de todos los productos y servicios que se producen en un país por sus residentes en un determinado periodo de tiempo, normalmente un año. Puede expresarse en diversas unidades, aunque lo normal es que se haga a precios de mercado, y puede calcularse por distintas vías.

Por la vía de la demanda, sumando el consumo privado, las inversiones, el gasto público, las exportaciones y restando las importaciones. De esta forma, todo lo que se haya producido en el país, o lo han comprado los consumidores finales -familias, administraciones públicas...-, o lo han comprado las empresas -inversiones en equipamiento, bienes inmuebles, existencias no vendidas...-, o lo hemos exportado a otros países. Pero como también hemos comprado bienes y servicios no producidos en el país, para el cálculo final debemos restar del consumo total esos bienes y servicios, es decir, las importaciones.

Por la vía de la oferta, es decir, calculando el valor final de lo que se ha producido en cada uno de los sectores productivos.

Y finalmente, por la vía de la distribución de rentas, es decir, comprobando a quiénes han ido a parar los ingresos procedentes de la venta de esos bienes y servicios: asalariados, empresas e impuestos netos indirectos.

Obviamente, el resultado final debe ser el mismo con independencia del método que empleemos, pues la diferencia entre usar uno u otro radica únicamente en que se nos muestra una fotografía del mismo objeto tomada desde distintos ángulos.

La afirmación que hacía el señor Espinar en ese debate se refería precisamente a esta última forma de presentar el PIB, que para 2014 arrojó los valores del cuadro. Pueden consultar el PIB, calculado por los tres métodos y para varios años aquí.




Como se puede ver, lo que el señor Espinar denomina rentas del capital o beneficios -después veremos que el excedente de explotación bruto no se corresponde con las rentas del capital-, no sólo no supone más de la mitad del PIB, sino que ni siquiera llega al 43%. Ojalá fuera ese el único error cometido, pues en tal caso no pasaría de ser un pequeño error de cálculo que no invalidaría sus conclusiones de que las rentas del capital no pagan suficientes impuestos. Pero no, su error va más allá porque es un error de fondo, de concepto, de ignorancia o, en su defecto, de indecencia y deshonestidad intelectual.

¿Y por qué? Porque las rentas del capital, los beneficios de las empresas, no coinciden ni de lejos con el excedente bruto de explotación. Lo que en la Contabilidad Nacional se denomina "Excedente de explotación bruto/Renta mixta bruta" es la suma, entre otros conceptos, de los beneficios de las empresas -que es la magnitud a la que se pretendía referir el señor Espinar y todos los que, como él, ignoran o manipulan los datos-, más los intereses que deben pagar los empresarios por los préstamos recibidos, más las amortizaciones de sus bienes de equipo o consumo de capital fijo, más los beneficios de las empresas públicas, más las rentas imputadas a los propietarios de viviendas -sí, han leído bien, el PIB incluye el valor teórico de autoalquilarse la propia vivienda-, más los ingresos de los autónomos...

Por tanto, si queremos comparar renta de los asalariados y renta de los empresarios, no podemos usar directamente la magnitud que figura en la Contabilidad Nacional como "Excedente de explotación bruto/Renta mixta bruta", en adelante EBE, sino que habrá que corregirla restando todo lo que no es renta empresarial.

¿Y eso cómo se hace? Buena pregunta. Sobre todo teniendo en cuenta que el EBE no se calcula midiendo cada uno de sus componentes por las dificultades de su medición, sino por diferencia entre el PIB y las otras dos magnitudes -remuneración de asalariados e impuestos netos sobre la producción-, que sí son fácilmente medibles. Hay quienes estiman el consumo de capital fijo en unos 200.000 millones y las rentas de alquiler imputadas en unos 100.000 millones, lo que arrojaría una cifra de unos 146.000 millones, más próxima ya a los beneficios empresariales, pero de la que habría que restar aún las rentas de los autónomos, los beneficios de las empresas públicas y últimamente las actividades de prostitución o drogas, entre otras magnitudes. Es probable, pues, que los beneficios empresariales no superen el 13% del PIB.

Podríamos realizar otros ejercicios teóricos para aproximarnos al cálculo de los beneficios empresariales partiendo de otras fuentes de datos, como la Central de Balances del Banco de España, la Agencia Tributaria o multitud de trabajos de investigación de especialistas en la materia, pero uno de los objetivos de este artículo -demostrar que los beneficios empresariales están muy lejos de suponer más del 50% del PIB-, ya se ha cumplido con creces, así que no merece la pena seguir aburriendo al personal con más datos.

Otra de las leyendas urbanas que también conviene desmentir es que las rentas del capital están sometidas a un tipo impositivo menor que las rentas del trabajo, afirmación que casi siempre acompaña al discurso anterior con la intención de demonizar al empresario y santificar al trabajador. Esta leyenda se alimenta del erróneo y permanente runrún de que los beneficios empresariales sólo son gravados por el Impuesto de Sociedades, olvidando que tales beneficios son gravados dos veces, una con el citado impuesto, y otra con el IRPF, cuando los beneficios que restan tras el pago del Impuesto de Sociedades son repartidos a los accionistas. Ilustrémoslo con un sencillo ejemplo.

Imaginemos una pequeña empresa que facture 500.000 euros al año con un beneficio neto antes de impuestos de 25.000 euros. Esa empresa pagará por impuesto de sociedades 6.250 euros, suponiendo un tipo nominal del 25% y sin otras deducciones. Si los accionistas quieren retirar esos beneficios, pagarán a su vez por IRPF un 21% de los 18.750 euros restantes, es decir, otros 3.937,5 euros. El resultado es que el empresario ha pagado por las rentas empresariales obtenidas un 40,75%. ¿Algún asalariado con unos ingresos brutos de 25.000 euros al año paga un 40,75% de IRPF?

No sé cuántos habrán llegado hasta aquí y lamento realmente que sean necesarios tantos párrafos, tantas palabras y tantos datos para desmentir lo que con tanta facilidad, apenas dos frases, cala en el imaginario colectivo.

La culpa no es el ciudadano, que no tiene por qué convertirse en un especialista en Economía o en Derecho, sino de la indecencia intelectual de nuestros políticos. Ayer era el señor Garicano, hoy el señor Espinar y mañana será cualquier otro.

En cualquier caso, me conformo con que este tipo de entradas consigan que algunos de los parroquianos que me leen sean críticos por principio con las cosas que les escuchan a nuestros políticos, que no se las traguen sin contrastarlas con otras fuentes, porque el sectarismo es una de las peores enfermedades de nuestra democracia.


miércoles, 9 de marzo de 2016

De la política y otras enfermedades de transmisión intelectual

Cuando uno escucha a un economista que echó los dientes en un determinado partido, léase los hermanos Garzón sin ir más lejos, uno sabe ya a qué atenerse. Pero cuando un economista, hasta hace bien poco brillante e independiente, se pone al servicio de una ideología y está dispuesto a manipular la realidad para defenderla, uno empieza a pensar que para entrar en política debe ser requisito indispensable dejarse la honestidad intelectual colgada del perchero antes de salir de casa.

Que conste que no se es peor ni mejor economista por defender que se deben subir o bajar los impuestos. No, no es eso lo que me parece indecente, sino mentir para justificar una u otra postura. Y hacerlo a sabiendas. Porque quien ha dicho lo que ha dicho sabe perfectamente que es mentira que las empresas que hacen operaciones internacionales estén pagando un 5% de impuestos. Hasta tal punto lo sabe, que ha matizado, como quien no quiere la cosa, que las que pagan eso son aquellas que hacen operaciones internacionales.

"Los impuestos españoles son unos impuestos con unos tipos muy elevados pero con muchísimos agujeros. Son como un queso gruyer en los que al final termina pagando una empresa grande con operaciones internacionales un 5% cuando el tipo es cinco veces mayor". Eso dijo ayer el señor Garicano en una entrevista radiofónica que pueden escuchar entera aquí.

Pues no, señor Garicano, usted sabe perfectamente que las grandes empresas internacionales no pagan un 5% en el Impuesto de Sociedades. Y además, no es necesario mentir para defender una subida del tipo efectivo, que yo no comparto, pero cuyo planteamiento es legítimo. Claro, que es posible que la política le fría a uno las neuronas e incluso la honestidad. A lo mejor no le vendría mal echarle un vistacillo a lo que contábamos por la taberna el verano pasado. Que uno no da clases en la London School of Economics, pero tiene su puntito...


viernes, 13 de marzo de 2015

De reformas fiscales y otras cobardías políticas...

Afirmar que las grandes empresas apenas pagan impuestos y que los beneficos empresariales están mejor tratados que las rentas del trabajo sólo puede ser producto de la desinformación.

En primer lugar, si nos atenemos a la información oficial de la Agencia Tributaria, en 2012 -últimos datos disponibles-, el tipo medio efectivo de las grandes empresas fue del 19,9% y el de las empresas de reducida dimensión del 20,7%. En fin, pongamos que pagan un 20%. Para redondear.

En segundo lugar, cuando las empresas distribuyen beneficios a sus accionistas, éstos deben pagar entre el 21% y el 27% del dinero recibido. En fin, pongamos que pagan un 25%. Para redondear.

¿Eso qué significa? Pues que de cada 100 euros de beneficio generados por una empresa, 45 euros son para Hacienda. En fin, pongamos que pagan un 45%. Para redondear.

Y además, a diferencia de la tributación por IRPF, ese 45% varía poco respecto de la magnitud del beneficio generado, de la renta recibida por la persona física en forma de dividendos o similares. Si se trata de 100 euros, paga un 41%. Si se trata de 24.000 euros o más, paga un 47%. En cambio, para las rentas del trabajo, la tributación va desde el 0% para los 100 euros, hasta el 47% a partir de 60.000 euros, pasando por varios tramos intermedios.

¿Alguien sigue pensando que las rentas procedentes de la actividad empresarial están mejor tratadas que las rentas procedentes del trabajo?

¿Para cuándo un debate serio que plantee un impuesto directo único que se limite a gravar los flujos de renta de las personas físicas, como ya se planteaba por aquí hace un par de años? Ésa sí que sería una verdadera reforma fiscal... ¡Con dos cojones!


domingo, 4 de enero de 2015

Del señor Moya y otros premios...

"Le pedimos a Díaz que tome el ejemplo del presidente Rajoy y que rebaje de manera inmediata aquellos impuestos en los que tiene competencia normativa, y rebaje la carga tributaria a los andaluces porque eso generará mayor renta disponible en el bolsillo de los andaluces, mayor consumo, inversión y generación de empleo" (Vicesecretario de Economía y Desarrollo Rural del PP andaluz, ¡toma ya, señor Moya!)

Imagino que se refiere el señor Fernández de Moya -luego le doy el premio que se lo estoy envolviendo-, a la rebajilla fiscal del señor Rajoy. Ésa que se hará en dos tiempos, mitad en 2015 y mitad en 2016, años de elecciones. Ésa que dejará el escenario impositivo por encima del que se encontró cuando llegó al poder en 2011 con un programa en el que prometía, entre otras cosas, bajar impuestos. Ésa que supondrá un incremento real de la presión fiscal en un punto hasta 2017, según ellos mismos reconocen.

Está muy bien, y además es cierto, eso de que rebajar la carga tributaria genera mayor renta disponible, mayor consumo, inversión y empleo. Pero estaría mejor si se lo creyeran. Y ya, señor Fernández de Moya, sería la polla si además de decirlo y creérselo, lo hicieran.

Y disculpen el vocabulario soez, pero es que no he podido resistir la tentación de la rima. Podría haber sido peor y haberlo mandado al carajo o a mamarla.


sábado, 3 de enero de 2015

Pues yo no lo termino de pillar, oiga...

"Es muy significativo de la buena evolución económica española en 2014 que las matriculaciones de turismos hayan crecido un 18,4%"

Así reza esta mañana un editorial periodístico que continúa diciendo, algunos renglones más abajo, que "hay comunidades en las que nueve de cada diez nuevos coches matriculados por los particulares se han debido al Pive".

Más de 700 millones de euros gastados para sostener la industria del automóvil. Más de 700 millones pagados por quienes no compraron ni piensan comprar un coche. Más de 700 millones que no se dedicaron a inversiones productivas, investigación, sanidad, educación... Más de 700 millones gastados en alterar el precio de las cosas. Más de 700 millones para sostener artificialmente puestos de trabajo en un sector destruyéndolos en otro.

Seguramente será verdad que el incremento de la demanda de automóviles "es muy significativo de la buena evolución económica española". Pero yo no lo termino de pillar...


lunes, 24 de noviembre de 2014

Sólo por recordarlo...

Hay quienes dicen que el impuesto del IRPF no es suficientemente progresivo, que los que más ganan deberían pagar aún más. Pero los datos son tozudos.

Según las últimas estadísticas del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas publicadas por la Agencia Tributaria correspondiente a 2012, en ese ejercicio se presentaron 613.754 declaraciones con rendimientos superiores a 60.000 € al año, que pagaron 21.700 millones de euros.



Dicho de una manera más gráfica. El 3,17% de las declaraciones aportaron el 32,43% de la recaudación total del impuesto.

Sólo por recordarlo...


miércoles, 2 de julio de 2014

Ni un solo español...

Dice nuestro presidente que "no hay ni un solo español que ya el año que viene vaya a pagar lo mismo o más impuestos, todos menos".

Debe ser que cuando uno se acostumbra a mentir, a no decir lo que piensa, termina por no pensar lo que dice. Manipular sobre asuntos opinables es relativamente cómodo porque siempre se podrá decir que es una cuestion de perspectiva. Pero mentir sobre asuntos absolutamente objetivos y comprobables es de estúpidos. O de gente que se sabe por encima del bien y del mal. Comprobemos la afirmación del presidente.

Imaginemos un contribuyente, por ejemplo un director de Recursos Humanos de una empresa mediana, con una base liquidable de 60.000 euros. Imaginemos que este contribuyente vende por 75.000 euros un pisito que tiene en la costa y que adquirió en 1.986 por 13.000 euros, unos dos millones de pesetas. Imaginemos que tiene unos ahorrillos invertidos en acciones de Telefónica que le han reportado este año 1.000 euros en dividendos. Imaginemos, finalmente, que la empresa le entrega un incentivo anual por cumplimiento de los objetivos en forma de acciones propias por un valor de 9.000 euros.

Cuando en 2015 haga la declaración de la renta correspondiente a 2014, arrojará el resultado que se refleja a continuación. Obviaremos las deducciones en los cálculos por simplicidad, aunque el resultado no variaría sustancialmente si las contemplásemos y, en cualquier caso, lo haría en perjuicio del contribuyente.
  • Por la base liquidable general de 60.000 euros pagaría 20.231,19 €.
  • Por la ganancia patrimonial procedente de la venta de la vivienda no tendría que tributar, pues al haberla adquirido en 1.986, esa ganancia patrimonial sería cero aplicando los coeficientes de actualización y abatimiento en vigor. Estos coeficientes pretenden eliminar el efecto de la inflación a lo largo de los años y que el contribuyente no tribute por ganancias ficticias resultado de una variación nominal y no real del patrimonio.
  • Por los dividendos recibidos de la acciones no deberá tributar, pues los primeros 1.500 euros recibidos están exentos.
  • Por el salario en especie que supone la entrega de acciones por parte de la empresa tampoco deberá tributar, pues hasta los 12.000 euros están exentos siempre que se mantengan al menos durante tres años.

Si aplicáramos a este mismo ejemplo el anteproyecto de ley, los cálculos serían los siguientes:
  • Dado que se ha eliminado la exención de tributación de la entrega de acciones al trabajador, la base liquidable pasaría de 60.000 euros a 69.000 euros, al tener que contabilizar dicha entrega de acciones como rendimiento del trabajo. La cuota que correspondería a esa base liquidable asciende a 23.545 €.
  • Por la ganancia patrimonial procedente de la venta de la vivienda deberá tributar, pues la reforma elimina los coeficientes de actualización y abatimiento. Así, el importe de esa ganancia, que se integra en la base del ahorro, ascendería a 62.000 euros, correspondiéndole una cuota de 13.760 €.
  • Por los dividendos recibidos de la acciones deberá tributar, pues se ha eliminado la exención de los primeros 1.500 euros. Dado que este importe viene a incrementar la base del ahorro calculada en el punto anterior, tributará por el tipo marginal resultando una cuota de 240 €.

Sumando todos lo conceptos, la cuota ascendería a 37.545 €. Comparando lo que pagaría ese contribuyente antes de la reforma -20.231,19 €-, y después de la reforma, queda meridianamente claro que el presidente miente.

Alguien podría pensar que he elegido a un contribuyente con las condiciones necesarias para que mi tesis se corrobore. En primer lugar, aunque así fuera, lo cierto es que es una situación perfectamente posible y, por tanto, suficiente para que la rotunda afirmación del presidente quede desmentida. En segundo lugar, he elegido este supuesto porque me permite ilustrar fácilmente las modificaciones más importantes realizadas en el anteproyecto, y no sólo las que se ha encargado de airear el gobierno porque favorecen al contribuyente. Y en tercer lugar, existen realmente muchos contribuyentes que tienen sus pequeños ahorros en acciones, que perciben una parte de su salario en especie o que generan ganancias patrimoniales por venta de parte de su patrimonio. Porque si no existiera ese perfil de contribuyente, ¿para qué iban a realizar esas modificaciones en la ley?


domingo, 22 de junio de 2014

¿Reforma fiscal o trilerismo ilustrado?

Dice el gobierno que la prometida rebaja de impuestos supondrá un aumento del PIB del 0,55% en 2015-2016. Y que no sólo pretende compensar los sacrificios de los ciudadanos, sino fortalecer el crecimiento económico y dinamizar el ahorro y la inversión con un sistema tributario moderno, lo que favorecerá la creación de empleo. ¡Coño, pues para ser tan beneficiosa la bajada de impuestos ya han tardado...! Tan beneficiosa les parece, que entrará en vigor sólo parcialmente en 2015, año de elecciones por cierto, y no se completará hasta 2016. 

Así, con el juego de las retenciones a cuenta en la nómina -que no tiene por qué implicar una rebaja final de impuestos-, en Enero de 2015 -probablemente las elecciones serán en 2016-, el personal verá incrementados sus ingresos por la gracia del gobierno e irá a votar alegre y contento. Para cuando haga la declaración del ejercicio 2015, allá por Junio de 2016, y se dé cuenta de si realmente ha sido o no una bajada de impuestos, la papeleta llevará ya medio año en la urna.

De todas formas, habrá que esperar a que mañana publiquen los detalles en la página web del Ministerio de Hacienda, pero de lo que han dicho hasta ahora se deduce que se trata de una simple rebajilla del subidón de impuestos -que además ni siquiera devolverá la situación al escenario impositivo que se encontraron en 2011-, y no de una verdadera reforma fiscal. Se ve que lo de reformistas se queda sólo en su programa y en el espíritu. En esto y en la estructura y organización del Estado y sus poderes.    

Porque uno, que trabaja en el sector privado y tiene congelado el salario desde 2009, cuando se complete la rebajilla fiscal, seguirá pagando más de lo que pagaba en 2011. Y si incluimos en el análisis, como debiera hacerse, el efecto del IPC, en la mayor parte de los tramos ni siquiera llega a rebajilla. Recuerden que cuando los tramos impositivos del IRPF no se modifican en la misma medida que el IPC, el simple mantenimiento de los mismos puede suponer una subida efectiva de impuestos para muchos ciudadanos.

Y a todo esto hay que añadir, dicho sea de paso, que en el primer trimestre la deuda pública ha vuelto a subir en casi 30.000 millones de euros, alcanzando los 990.000 millones. Y subiendo.

En fin, que no sé yo por qué están tan contentos de haberse conocido...

lunes, 31 de marzo de 2014

De austericidios y etimologías

Como todo el mundo sabe, la consolidación fiscal -esa otra forma de denominar al no gastes lo que no tienes-, se puede conseguir por tres vías. O crujiendo a impuestos al personal para seguir gastando lo mismo o más. O gastando menos manteniendo o reduciendo los impuestos con los que se cruje al personal. O con una combinación de ambas medidas.

Nuestro gobierno hace tiempo que tiene clara la vía a utilizar. Y no lo digo yo, lo dicen su propios datos. Hace ya casi un año que lo conté con cierto detalle. Y hoy vengo a actualizar aquella información con los datos de 2013 para confirmar lo obvio: se consolida el austericidio.

Sí, austericidio. Han leído bien. Porque a diferencia de cómo se entiende ese término en los círculos más progres de nuestro país -aplicación de la austeridad a las cuentas públicas que está llevando al desmantelamiento del Estado del Bienestar, o algo así-, un análisis etimológico de lo más básico aplicado a dicho término, nos lleva a concluir que significa exactamente lo contrario: la muerte o desaparición de la austeridad. Así, el sufijo "-cidio" significa acción de matar, que aplicado al prefijo que lo precede, implica precisamente la muerte de lo que dicho prefijo significa. Así, suicidio significa matarse a uno mismo, filicidio matar un padre o una madre a su propio hijo y, obviamente, austericidio significa matar a la austeridad.

Debo reconocer que cada vez que le oigo esa palabra a Rubalcaba, a Cayo Lara y, en fin, a los progres de pacotilla que en este país son, no puedo evitar una sonrisa. Porque lo que realmente están diciendo es que es el derroche el que se está cargando el Estado del Bienestar, y no, como ellos pretenden decir, que es la austeridad la que lo está haciendo. Desde luego, yo estoy de acuerdo con lo primero.

Aclarado pues el significado de esa palabreja, inexistente en castellano y creada ingeniosa aunque torpemente por nuestra progresía, demostremos a continuación cómo, en efecto, hace ya muchos años que en nuestro país se consumó un austericidio que este gobierno está consolidando.

En primer lugar, mostremos la evolución del número de ocupados y la recaudación por impuestos (pulsen en los cuadros para agrandarlos):


Elaboración propia (Fuente: INE)



Elaboración propia (Fuente: IGAE)


Como se puede comprobar, entre los años 2011 al 2013, la recaudación impositiva no ha hecho más que subir mientras el número de ocupados no ha hecho más que bajar. O lo que es lo mismo, hemos pagado más impuestos entre menos ciudadanos, lo que significa que la presión fiscal, entendida como ya expliqué en su día, se ha incrementado sensiblemente.

Por otro lado, en el cuadro siguiente se puede comprobar cómo la deuda pública a finales de 2013 ascendía ya a más 960.000 millones de euros. En los dos años de gobierno del PP, se ha incrementado en más de un 30%. O dicho de otra manera, el austericidio de esos dos años ha supuesto que nos hayamos gastado 224.172 millones de euros, unos 38 billones de pesetas más de lo que ingresábamos.



Elaboración propia (Fuente: DatosMacro)


Y finalmente, se muestra el cuadro de la evolución del gasto de todas las Administraciones Públicas, en el que se han descontado las ayudas al sector financiero, tal y como se indica en la nota, para reflejar mejor el gasto recurrente de funcionamiento del Estado. Como se puede apreciar, el gasto total en 2013 es similar al de 2012, y muy superior al gasto existente en todos los años anteriores a 2008. El austericidio es evidente.



Elaboración propia (Fuente: IGAE)



sábado, 18 de enero de 2014

Espíritu de superación...

Si, como dice el gobierno, la medida de ampliar los conceptos por los que cotizan empresarios y asalariados busca fundamentalmente impedir el fraude, bien podría haberla compensado con una reducción del porcentaje de cotización equivalente al incremento esperado de ingresos. Como no lo ha hecho, resulta obvio que sólo aspira a recaudar más. Otra vez. Y ya van...

Cabrear a trabajadores y empresarios, y poner más palitos en la rueda de una posible creación de empleo, todo de una tacada, el nuevo logro de un gobierno que sigue superándose.


viernes, 21 de junio de 2013

De brotes verdes y barras marrones...

En una comparecencia del señor Montoro en el día de ayer de la que, lamentablemente, no he encontrado más que el video mostrado al final, extraído de un diario digital, y unas breves reseñas en las páginas web de La Moncloa y del Ministerio de Hacienda -a día de hoy, ni rastro de la comparecencia completa, a pesar de las quejas del señor Montoro de sentirse un Calimero incomprendido-, afirmaba nuestro ínclito ministro algunas cosas que, siendo ciertas, resultan tan sesgadas y parciales, que no ofrecen ni de lejos una imagen real de la situación.

Dejando al margen el daltonismo del señor Montoro -"...la barra marrón inferior..."-, complementemos algunos de los datos que aporta el pequeño de los Dalton.

Una primera cuestión para que ustedes puedan interpretar correctamente el primer gráfico que muestra y, de paso, adquirir algo de culturilla macroeconómica. La capacidad -que haya dinero de sobra-, o necesidad de financiación -que haya que pedir prestado-, de un país respecto del resto del mundo dependerá de cuál sea la situación de endeudamiento del sector privado y del sector público de ese país. Si el sector privado ahorra 100 € y el sector público se gasta 100 € más de lo que ingresa, no tiene que pedir prestado al resto del mundo, es decir, su balanza por cuenta corriente y capital -sus intercambios de bienes, servicios y capital con el resto del mundo-, será cero. En la medida en que el sector público se endeude más de lo que ahorra el privado, tendremos que pedir dinero prestado al resto del mundo y la balanza por cuenta corriente y capital será negativa. En caso contrario, prestaremos al resto del mundo y la balanza por cuenta corriente y capital será positiva. Obviamente, hay muchas combinaciones -que el sector privado no ahorre y el sector público sí, que ambos ahorren, que ambos se endeuden...-, arrojando cada una de esas situaciones un resultado distinto sobre la balanza por cuenta corriente y capital.

¿Qué es lo que viene a decir el señor Montoro con el primer gráfico? Pues que como en 2012, lo ahorrado por el sector privado es prácticamente igual al déficit del sector público, el país no se ha endeudado -más de lo que ya lo estaba, le ha faltado añadir-, con el resto del mundo. Bueno, sí, un poquitín, sólo unos 1.700 millones de euros de nada. Por cierto, y para ser precisos, lo que él llama en el vídeo balanza por cuenta corriente es realmente balanza por cuenta corriente y capital, pero vamos, pelillos a la mar. 

¿Y qué es lo que resulta criticable de su discurso? Pues que, lejos de reconocer el enorme esfuerzo del sector privado, que desde 2009 dejó de incrementar su deuda para comenzar a ahorrar, destruyendo de paso millones de puestos de trabajo, afirma gozoso y pizpireta que lo que nos está sacando -así, en gerundio-, de la crisis, es la reducción del déficit público en dos puntos de PIB -la famosa barra marrón...-, que es la que facilita que se reduzca la posición financiera de nuestro país. ¡Dos puntos de PIB de ahorro frente al enorme esfuerzo privado! ¡Con dos cojones! Y eso, admitiéndole que no contabilice las ayudas financieras en el déficit, lo cual es mucho admitir porque ni su Intervención General del Estado ni Eurostat excluyen dicha partida del déficit, con lo que el déficit de 2012, lejos de decrecer un 2% de PIB respecto de 2011, ha aumentado más de un punto. ¡Hombre señor Montoro, después se quejará de que sus colegas catedráticos le hagan la pedorreta...!

En cuanto al cuadro que refleja la evolución del consumo público, algunas precisiones. En primer lugar, nuestro ministro refleja únicamente el gasto en salarios y en consumo de las Administraciones Públicas, que representa aproximadamente el 35% del total de gasto público. En segundo lugar, presenta su evolución en términos relativos, lo que oculta a la vista lo importante, a saber, que después de ese titánico esfuerzo de reducción del consumo público -que, insisto, representa sólo el 35% del gasto total-, éste continúa siendo superior al nivel previo a la crisis. En tercer lugar, mientras estamos en niveles de consumo público parecidos a 2007, otras partidas realmente impulsoras del crecimiento a largo plazo, como la inversión pública, se han reducido un 41% respecto a 2011 -frente a poco más del 5% del consumo público-, y casi un 60% respecto de 2007.

Para ilustrar la realidad de una manera distinta a como lo hace el señor Montoro, observen la evolución interanual -tal y como él hace con el consumo público-, de la inversión pública.




Elaboración propia (Fuente: IGAE)


Y ahora observen la evolución del gasto total, del consumo público y de la inversión en términos absolutos y a precios corrientes.




Elaboración propia (Fuente: IGAE)


Y todo esto con una importrante subida de impuestos, por supuesto. Fíjense en la evolución de los ingresos por impuestos corrientes -IRPF, IVA...-, teniendo en mente la evolución del número de trabajadores.




Elaboración propia (Fuente: EPA)

Elaboración propia (Fuente: IGAE)


En fin, como diría el señor Montoro, mírenlas y grábenlas... Y saquen ustedes sus propias conclusiones.








lunes, 15 de abril de 2013

¡Sorpresa...!

Por una vez estoy de acuerdo con Rubalcaba: a nuestro país le hace falta una reforma fiscal en profundidad.

Pero sólo en eso. Porque la reforma no debería perseguir ni una recaudación adicional de 40.000 millones -más bien mantenerla o reducirla y reasignar las cargas-, ni endurecer unos impuestos -los de patrimonio, donaciones y sucesiones-, que ni siquiera deberían existir por manifiestamente injustos.

De todas formas, a ver si me sorprenden y son valientes e imaginativos. Simplificar los impuestos directos unificándolos en uno: un impuesto sobre la renta de las personas físicas comprensivo de todos. Eliminar el impuesto de sociedades y los relacionados con el patrimonio. Gravar los flujos de renta sin distinguir su naturaleza, no los stock de riqueza.


miércoles, 27 de marzo de 2013

Sin comentarios (XXVIII)

Un curioso gráfico interactivo de la OCDE con la evolución de la presión fiscal a la que están sometidos los salarios en distintos paises. Si alguien quiere más detalles, no tiene más que pinchar aquí. Sin comentarios.