Mostrando entradas con la etiqueta novela. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta novela. Mostrar todas las entradas

martes, 23 de noviembre de 2010

Malevitch y Kapuscinski conversan sobre la muerte


Kassimir Malevitch, Cuadrado blanco sobre fondo blanco.



"Y el blanco, un blanco omnipresente, cegador, misterioso, absoluto. Un blanco que cautiva, pero si alguien deja que lo seduzca, si, queriendo adentrarse en él, cae en su trampa, morirá. El blanco destruirá a todo aquel que intente acercársele, que trate de descubrir su secreto. Los arrojará de las cumbres para abandonarlos congelados en los nevados llanos. Los buriatos siberianos consideran sagrado todo animal blanco; creen que matarlo equivale a cometer un pecado que sólo se redimirá con la muerte. Miran la blanca Siberia como un templo en el que mora el dios mismo. Se deshacen en reverencias ante sus llanuras y rinden homenaje a sus panoramas, siempre temerosos de que allí, de las profundidades blancas, llegue la muerte.


El blanco se asocia a menudo con lo definitivo, con el límite, con la muerte. En las culturas en las que la gente vive con el miedo a la muerte, los enlutados se visten de negro para ahuyentarla y aislarla, para circunscribirla al difunto. Por el contrario, allí donde la muerte se considera como otra forma de vida, una forma diferente de la existencia, los enlutados se atavían de blanco, al igual que visten al muerto. Aquí el blanco es el color de la aceptación, de la conformidad, de la resignación ante el destino.


Hay en este paisaje siberiano de enero algo que inmoviliza, que paraliza y oprime. Y ese algo es, sobre todo, su inmensidad, su inconmesurabilidad, su oceánica infinitud."



Ryszard Kapuscinski, El Imperio, página 41.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Correr


Correr. Forzar las piernas en concordancia con los brazos y el sudor, la aerodinámica y el esfuerzo. Sin mediación entre el cuerpo y su fuga. Correr. No para huir, si acaso de algo que está dentro y que jamás se desprende. Yo intento salir a correr cuando puedo, entre otras cosas porque intento huir de mí mismo y mis incoherencias. Corro, y nada cambia realmente, todo sigue en el mismo sitio. Pero mi mente lo enfoca todo de distinta forma. Corro y todo es diferente, aunque nada cambie. No hay records que batir, es cierto, pero la carrera siempre es infinita. Hay algo agónico en una persona que exprime su cuerpo hasta el límite, hay algo inmenso en un hombre que busca volcar la inmensidad en el movimiento de sus pies. Una vez hubo un hombre así, alguien que corrió más que nadie, que corrió de una forma que nadie había corrido, que pulverizó lo humano e instauró un nuevo reinado, una nueva especie que bien pudo llevar su nombre. Emil Zatopek fue un héroe de la antigua Grecia nacido en Chequia, el mejor corredor de todos los tiempos, un revolucionario del arte del cuerpo-máquina-y-su-velocidad. Lo ganó todo, y acabó de barrendero por defender la dignidad del hombre frente a la maquinaria brutal del totalitarismo. Zatopek corrió, y nadie podía alcanzarlo. Jean Echenoz ha escrito un libro maravilloso sobre el corredor, sobre la inocencia, sobre el siglo XX acelerando en una vieja pista de ceniza. Correr. Un libro pequeño y necesario. Con cierto aire de familia con algunas composiciones de mi Idioteca. Leer ese libro como se corre, para que todo siga siendo igual pero cambie, tras el sudor y la tinta, nuestro enfoque sobre el mundo.

lunes, 4 de octubre de 2010

La digitalización según Thomas Pynchon

"Si las pautas de unos y ceros eran "como" pautas de vidas y muertes humanas, si todo lo referente a un individuo podía representarse en expedientes de computadora mediante una larga cadena de unos y ceros, entonces, ¿qué tipo de criatura se representaría mediante una larga cadena de vidas y muertes? Tendría que ser al menos un nivel superior... un ángel, un dios menor, algo salido de un ovni. Se necesitarían ocho vidas y muertes humanas sólo para crear una letra del nombre de ese ser... su expediente completo podría ocupar un espacio considerable de la historia del mundo. Somos dígitos en la computadora de Dios, tarareó, más que pensó, en su fuero interno, al son de una vulgar melodía espiritual, y lo único para lo que servimos, estar muertos o vivos, es lo único que Él ve. Todo aquello por lo que lloramos, por lo que luchamos, en nuestro mundo de sangre y trabajo, le pasa desapercibido a ese intruso cibernético que llamamos Dios."
.
.
.
.
VINELAND, página 93. Thomas Pynchon

martes, 11 de mayo de 2010

un copo de nieve y un ladrón de morfina


Cada copo de nieve, observado bajo un microscopio, es único. Las formas caprichosas de la naturaleza adquieren su belleza imprevista casi por un milagro, y sin embargo se diría que hay un esquema perfecto. Casi mágico. Y cada copo es un universo en sí mismo. Irrepetible. Para que estuviéramos seguros de todo eso dedicó su vida "Snowflake" Bentley. Y además. La nieve, la guerra, el sueño, la droga: la literatura con mayúsculas donde cada lectura, como los copos de nieve, es una lectura única y distinta del resto. Eso pasa con la buena poesía, sí, y con las novelas de Mario Cuenca Sandoval. Leí Boxeo sobre hielo hace años y me impresionó que un tipo de mi edad más o menos pudiera haber escrito eso, ahora con El Ladrón de morfina me confirma que sí, que fue un milagro, que la maravilla puede ser distinta en cada copo de nieve, en cada libro, y sin embargo existir. No diré que Mario es el mejor novelista de nuestra generación, tampoco tengo datos para ello. Lo que tengo claro es que sus novelas son necesarias, son lecturas que transforman. El lenguaje no es inocente, como tampoco lo es la nieve. Si quieres saber la conexión entre los ángeles, los roedores, la morfina y la locura humana. Si quieres leer un libro en condiciones. Aquí tienes una oportunidad.



martes, 8 de diciembre de 2009

Henry Darger


Henry Darger. El enésimo loco que se hace de oro al morir. El enésimo colgado al que la gente apartaba la mirada cuando se cruzaban con él en vida, esa misma gente que ahora paga miles de dólares por alguna de sus láminas. Henry Darger era un tipo solitario, huérfano y con graves trastornos de personalidad desde niño. Dicen que jamás practicó el sexo por miedo a copular con su hermana dada en adopción. Obsesionado por la metereología estuvo años y años comentando y refutando las predicciones del hombre del tiempo, anotaba con celo los aciertos y los fallos. Decenas de cuadernos. Henry Darger, el hombre que iba cinco veces al día a misa. Escribió una autobiografía de 206 páginas a la que seguía la descripción pormenorizada de más de 4600 páginas sobre la destrucción de un pueblo por un tornado.

En 1911 aparece asesinada la niña Elsie Paroubek y se convierte en su gran obsesión. Colecciona recortes del suceso, improvisa un altar en su honor. Comienza a realizar la gran obra de su vida. El primer biógrafo de Darger, sin duda un oportunista, afirmaba que en realidad Henry era el asesino de la pequeña Elsie. A saber. El caso es que desde ese momento consagrará parte de su vida a redactar una obra inmensa, un ciclo heróico protagonizado por siete niñas llamadas las Viviens (Ashbery escribió un poema sobre esto) que lideran una rebelión infantil contra la macabra opresión de los adultos, los cuales persiguen, torturan y masacran a las niñitas. Toda una vida escribiendo e ilustrando más de 15000 páginas en apretados cuadernos. Y en silencio. Abrimos los cuadernos y encontramos un extraño mundo donde se mezcla la mitología cristiana con la guerra civil estadounidense y los recortes de revistas infatiles. Donde la violencia contra las niñas es brutal, donde estas se aparecen representadas como suaves transexuales. En fin. Que metan sus narices en eso los psicoanalistas y los buscadores de historias negras. Darger murió loco y solo, su casero encontró sus cuadernos y vio algo grande. Ahora Henry Darger es una celebridad. Ding Dong. Suenan las máquinas registradoras. El circo está completo, que pase el público y que la locura nos mire sonriente, domada, al otro lado de una vitrina.

lunes, 5 de octubre de 2009

El futuro de Ray Bradbury ya es hoy.


Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando la letra de las canciones más populares, o los nombres de las capitales de Estado o cuánto maíz produjo Iowa el año pasado. Atibórralo de datos no combustibles, lánzales encima tantos "hechos" que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan, tendrán la impresión de que se mueven sin moverse. Y serán felices, porque los hechos de esta naturaleza no cambian. No les des ninguna materia delicada como Filosofía o la Sociología para que empiecen a atar cabos. Por ese camino, se encuentra la melancolía. Cualquier hombre que pueda desmontar un mural de televisión y volver a armarlo luego, y, en la actualidad, la mayoría de los hombres pueden hacerlo, es más feliz que cualquier otro que trate de medir, calibrar y sopesar el Universo, que no puede ser medido ni sopesado sin que un hombre se sienta bestial y solitario. Lo sé, lo he intentado.

.

.

.

.

.




[de Fahrenheit 451, 1953]

miércoles, 22 de abril de 2009

sobre algunos cadáveres exquisitos

Hace muy pocos días nos bombardearon con la noticia de la muerte de J.G. Ballard. Supongo que todos más o menos sabéis quién fue este escritor. El cine nos acercó varios de sus mundos de auténtica pesadilla posmoderna: ahí queda esa magnífica Crash del amigo Cronenberg. Podemos decir que Ballard era uno de los nuestros. Su ojo clínico. Su insaciable dedo en la llaga. Su vocación eminentement artística y quirúrgica. Aún hoy sus exploraciones formales se siguen teniendo como referencia vanguardista, mucho de lo que se nos vende como ultramoderno no es sino una sombra de aquello que ya nos mostraba el viejo Ballard en sus primeras obras. Desde aquí y siguiendo el tópico de que no hay mejor homenaje para un escritor que leerlo, quiero recomendaros a todos, con la voz y las vísceras en la mano, el que es mi libro favorito del señor Ballard. Un libro que me ha condicioando también bastante como escritor, aunque esa influencia todavía no se pueda rastrear con soltura en mis libros.



Amigos, lean La exhibición de atrocidades. Es toda una experiencia.






Cambiando de tercio, y para los que estéis por Almería o cerquita, mañana se celebrará un recital itinerante con poemas de Valente que serán leídos en los rincones emblemáticos de la ciudad donde el poeta dejó algún tipo de huella. Los "lectores" serán nuestros dos premios Goya: Jordi Dauder y la pequeña Nerea Camacho. Quien se apunte que esté mañana a las 21:30h en la plaza de la Catedral. Tiene buena pinta el asunto.

martes, 11 de noviembre de 2008

dos novelas de ahora



No soy un gran lector de novelas, lo admito. Me cuesta mucho que una historia o un estilo me enganche y me haga avanzar página a página . Durante cierto tiempo mi ojo se habituó a la lectura de poesía y a la de otro género que considero afín a este: el ensayo. Así que leo novela sin ansiedad, van rachas en que devoro sistemáticamente varios libros que me quitan el sueño y el hambre, y otras veces pasan varias semanas sin que abra una nueva historia o bien me quedo atrancado en las treinta primeras páginas. Así va la cosa. De esta forma mi manera de acercarme a la novela es cautelosa y sin un plan prefijado. Lo que menos leo son, lógicamente, novedades. Aunque de vez en cuando cae algo.


En los últimos dos años ha habido dos novelas que me han sacudido como no esperaba que lo hicieran libros de autores "jóvenes" nacidos en España. Y desde aquí, por esa conmoción y esa fe os recomiendo su lectura. Por un lado está Derrumbe de Ricardo Menéndez Salmón, de la que mucha tinta(analógica y digital) se ha derramado y que conecta de una manera brutal con alguno de los temas y de las perspectivas que yo mismo he intentado abordar en mi último libro: el terror, el mal, el absurdo, en un estilo frío, quirúrgico, a ratos lynchiano. En fin, Derrumbe está del carajo.




La otra novela es anterior y se ha hablado menos de ella, eso tiene publicar en Berenice y no en Seix Barral. Es la primera novela del también poeta Mario Cuenca Sandoval, Boxeo sobre hielo, al autor y a esta obra los han metido en el saco de la generación nocilla, y yo me atrevo a decir que es uno de sus miembros más válidos. Este libro es una historia compleja, fragmentaria, donde encontramos microensayos sobre el vampirismo, alta filosofía del cuadrilátero, mujeres enigmáticas, pasadizos a la locura y al corazón podrido de Europa. Hay escenas brutales como la de la prueba psicológica a la que someten a uno de los protagonistas. En fin, que es una novela muy buena, que se agranda si entendemos que es su primera aproximación al género.




Pues eso, si leen pocas novedades de narrativa española porque no se fían o porque no tienen tiempo, o porque son unos vagos como yo, no pueden dejar pasar la oportunidad de leer estos dos. A mí por lo menos me gustaron.

miércoles, 30 de julio de 2008

quiero ser como Cormac McCarthy

Ayer me llamaron del periódico para preguntarme por mis lecturas veraniegas, en ese espacio donde cada día un personaje de la fauna almeriense dice qué anda leyendo. Lo mío saldrá mañana jueves o el viernes. Este verano estoy leyendo bastante, pero no dudé en contestar mi recomendación estival, y es que hacía mucho que no flipaba tanto con una novela, para quitarse el sombrero y ya puestos hasta el cuero cabelludo. Hablo de Meridiano de Sangre, de Cormac McCarthy. De otra forma este hombre consiguió con ese libro lo que yo he intentado con La flor de la tortura, es decir, la belleza del horror. Es un libro intenso, poético, de un lenguaje poderoso y unos personajes brutalmente brutales. Qué maravilla el Juez Holden. No se preocupen los que no la han leído que no va a haber aquí ningún tipo de spoiler, sólo leanla, leanla, por todo lo que más quieran.






Por cierto, ya anuncian que hay una futura adaptación al cine por parte de Ridley Scott, ¿eso es bueno? sí si pensamos en Alien o Blade Runner, y ¡no! si pensamos en casi todo el resto de su filmografía...