Mostrando entradas con la etiqueta Ropa. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Ropa. Mostrar todas las entradas

viernes, 30 de mayo de 2014

FOTO POR TÍ_Leviatán




Era la primera vez que íbamos a una tienda de auto lavado de ropa. Se han puesto de moda de un tiempo a esta parte. Necesitábamos dejar como nuevo un edredón que llevaba todo el invierno con nosotros. Encima de nosotros. Literalmente. Sólo de noche eso sí.
Otros años hemos recurrido a la tintorería, pero por no sé bien qué motivo, esta vez elegimos usar uno de estos autoservicios. Todo allí funciona a base de carteles y, por supuesto, de monedas de un euro. Allí sólo estábamos nosotros y el silencio de las máquinas, como cíclopes mudos y muertos...

Pronto seleccionamos casi a la vez una de las máquinas. Fue un flechazo… Algo extraño y casi sobrenatural de su enorme ojo de buey que nos atrapó a las primeras de cambio. En mala hora. Sus botones,  sus cromados… todo en ella la verdad, era exactamente igual a las demás, pero sea como sea, fue ésta. 
Así que decidimos que la número 1 sería nuestra lavadora. Lo ponía en un adhesivo, y era además la primera empezando por la izquierda. Tras superar nuestra ignorancia al respecto a base de ir leyendo todo lo leíble, (incluso todo lo que ponía sobre las máquinas que no íbamos a usar, los consejos en caso de avería, cómo usar la máquina de cambio de billetes en monedas, y hasta una invitación para abrir nuestra propia tienda franquiciada de auto lavado) decidimos que había llegado la hora de meter el edredón en aquella enorme boca…

Poco sospechábamos que a las primeras de cambio y sin previo aviso, tras unos cuantos achuchones a nuestro edredón, unos cuantos giros enloquecidos, y bastante agua y espuma, iba a surgir del enlatado mar embravecido aquella enorme bestia como surgida del averno. Su mirada penetrante, hostil, implacable, terrorífica, aquella mirada desde ese ojo terrible…
Jamás podré olvidarlo.

Por supuesto, el edredón se quedó allí dentro abandonado a la suerte que le deparase el leviatán. ¡A ver quién es el valiente que hubiera esperado a que se abriera aquella puerta!
En todo caso y si os veis en la necesidad de recurrir a un servicio de auto lavandería, aceptarme un consejo: no uséis la número 1.

Porque..., era un monstruo sin duda..., ¿o no?¿o era tan sólo el edredón agitado y revuelto, enrrollado sobre sí mismo? ¡Cachis!
Un saludo Calados!
Emilio