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342 pages, Mass Market Paperback
First published April 12, 1976
He caminado por las calles de Nueva Orleans como el Segador Maldito y me he alimentado de vida humana para mantener mi propia existencia. No soy un mortal, padre; soy inmortal y condenado, como los ángeles puestos en el infierno por Dios. Soy un vampiro.
¿Qué significa morir cuando puedes vivir hasta el fin del mundo? ¿Y qué es "el fin del mundo" salvo una frase?; porque ¿quién sabe siquiera lo que es el mundo? Yo ya he vivido dos siglos, he visto las ilusiones de uno hechas trizas por otro, he sido eternamente joven y eternamente viejo, carente de ilusiones, viviendo de momento a momento de una manera que me hizo imaginar un reloj de plata repiqueteando en el vacío; con la superficie pintada, las manecillas delicadamente talladas sin que nadie las mirara, iluminado por una luz que no era luz, como la luz con la que Dios creó al mundo antes de que creara la luz. Latiendo, latiendo, latiendo, con la precisión del reloj, en una habitación tan vasta como el universo.
—El mal es un punto de vista —me susurró ahora—. Somos inmortales. Y lo que tenemos ante nosotros son las fiestas suntuosas que la conciencia no puede apreciar y que los seres humanos no pueden conocer sin arrepentirse. Dios asesina y nosotros también; indiscriminadamente. El arrasa a ricos y pobres y nosotros hacemos lo mismo; porque ninguna criatura es igual a nosotros, ninguna tan parecida a Él como nosotros, ángeles oscuros no confiados a los límites hediondos del infierno sino paseando por Su tierra y todos Sus reinos.
si crees que Dios creó a Satán, debes percatarte de que todo el poder de Satán proviene de Dios, y que Satán es simplemente una criatura de Dios, por lo que nosotros también somos criaturas de Dios. En realidad, no existen las criaturas de Satán.
La gente que deja de creer en Dios, o en la bondad, sigue creyendo en el demonio. No sé por qué. No; sé muy bien por qué. El mal siempre es posible. Y la bondad es eternamente difícil.