Animal Slaughter Quotes

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Christopher Hitchens
“The noble old synagogue had been profaned and turned into a stable by the Nazis, and left open to the elements by the Communists, at least after they had briefly employed it as a 'furniture facility.' It had then been vandalized and perhaps accidentally set aflame by incurious and callous local 'youths.' Only the well-crafted walls really stood, though a recent grant from the European Union had allowed a makeshift roof and some wooden scaffolding to hold up and enclose the shell until further notice. Adjacent were the remains of a mikvah bath for the ritual purification of women, and a kosher abattoir for the ritual slaughter of beasts: I had to feel that it was grotesque that these obscurantist relics were the only ones to have survived. In a corner of the yard lay a pile of smashed stones on which appeared inscriptions in Hebrew and sometimes Yiddish. These were all that remained of the gravestones. There wasn't a Jew left in the town, and there hadn't been one, said Mr. Kichler, since 1945.”
Christopher Hitchens, Hitch 22: A Memoir

Juan José Saer
“Se quedan un momento inmóviles y en silencio, mirándose, hasta que Wenceslao sacude la cabeza en dirección al cordero y dice:
—Lo despenamos y en paz.
Más adelante será una res roja, vacía, colgando de un gancho, después se dorará despacio al fuego de las brasas, sobre la parrilla, al lado del horno, después será servido en pedazos sobre las fuentes de loza cachada, repartido, devorado, hasta que queden los huesos todavía jugosos, llenos de filamentos a medio masticar que los perros recogerán al vuelo con un tarascón rápido y seguro y enterrarán en algún lugar del campo al que regresarán en los momentos de hambruna y comenzarán a roer tranquilos y empecinados sosteniéndolos con las patas delanteras e inclinando de costado la cabeza para morder mejor, dando tirones cortos y enérgicos, hasta dejarlos hechos unas láminas o unos cilindros duros y resecos que los niños dispersarán, pateándolos o recogiéndolos para tirárselos entre ellos en los mediodías calcinados en que atravesarán el campo para comprar soda y vino en el almacén de Berini, objetos ya irreconocibles que quedarán semienterrados y ocultos por los yuyos en diferentes puntos del campo durante un tiempo incalculable, indefinido, en el que arados, lluvias, excavaciones, cataclismos, la palpitación de la tierra que se mueve continua bajo la apariencia del reposo, los pasearán del interior a la superficie, de la superficie al interior, cada vez más despedazados, más irreconocibles, hechos fragmentos, pulverizados, flotando impalpables en el aire o petrificados en la tierra, sustancia de todos los reinos tragada incesantemente por la tierra o incesantemente vuelta a vomitar, viajando por todos los reinos —vegetal, animal, mineral— y cristalizando en muchas formas diferentes y posibles, incluso en la de otros corderos, incluso en la de infinitos corderos, menos en la de ese cordero hacia el que ahora se dirige Wenceslao llevando el cuchillo y la palangana.”
Juan José Saer, El limonero real