Malakh's Reviews > El arte de tener razón

Curiosamente, la única disconformidad que puedo manifestar acerca de esta edición del popular ensayo de Arthur Schopenhauer es el título bajo el que se ha presentado en castellano. El mismo resultaba de inicio un problema, ya que el manuscrito original carecía de un epígrafe que sirviera de denominación. En Parerga y Paralipómena el filósofo hizo referencia al texto, primero como Dialéctica erística y posteriormente como un Bosquejo de lo esencial de toda discusión. El título escogido tiene cierto sentido, ya que hace referencia a la definición schopenhaueriana de la dialéctica, pero no obstante obvia una diferencia fundamental en la lógica interna de la obra: la que existe entre tener razón («Recht haben») y llevar razón («Recht behalten»). Y es que lo que Schopenhauer pretende con este estudio no es describir un método para alcanzar la posesión de la razón, es decir, la búsqueda de la verdad objetiva – asunto del que, a su parecer, debe preocuparse la lógica –, sino «establecer y analizar aquellas estratagemas de mala fe en la discusión». De forma sencilla: un estudio de los diversos ardides que se ejecutan con el fin de vencer en una discusión, esté o no la razón de nuestro lado.

El filósofo de Danzig plantea las disputas dialécticas como duelos de esgrima, en los que carece de importancia en el momento de la pugna quien tuviera (o llevara) la razón en un principio: «tocar y parar, de eso se trata en la dialéctica». Si el objetivo fuera averiguar la veracidad de una tesis o resolver genuinamente un problema, estaríamos ante un problema de la lógica, mientras que si el propósito radicara directamente en el engaño, hablaríamos de sofística. De esta forma, el pensador reunió en este opúsculo, cuya redacción finalizó en 1831 y que finalmente dejó sin publicar, la cifra de 38 estratagemas mediante las cuales abrirse paso hacia la victoria en cualquier disputa dialéctica que se nos presente, sea en el ámbito familiar o en un entorno público. La obra constituye esencialmente un complemento a las investigaciones de Aristóteles sobre esta materia, que Schopenhauer consideraba poco exhaustivas y a las que trató de aportar sus experiencias en el campo del debate.

De todo ello resulta un pequeño libro ameno, ingenioso y que demuestra unas grandes dotes de observación, ya que no pocas de las estratagemas propuestas representan falacias argumentales a las que estamos ampliamente acostumbrados. El establecimiento de conceptos que beneficien nuestra argumentación – Schopenhauer nos da como ejemplo dos términos habituales en la España del momento, «serviles» y «liberales», sin duda escogidos por los últimos –, el recurso a las opiniones universales como argumento de autoridad o el ataque al adversario bajo su inclusión en alguna categoría socialmente aborrecible – «fascismo» o «comunismo» constituyen dos buenos ejemplos contemporáneos – son algunas de las artimañas dialécticas que pueden resultar familiares. También resulta divertida la mofa abierta y directa que Schopenhauer dirige hacia la ciega confianza popular para con los «expertos» o las «autoridades» de diverso tipo. En cualquier caso, el autor desaconseja la discusión con cualquiera que más que la búsqueda de la verdad tenga en mente una victoria argumental que resulte gratificante para su vanidad.

Asimismo, esta edición incluye un pequeño ensayo del filósofo italiano Franco Volpi en el que, bajo el título de Schopenhauer y la dialéctica, bosqueja una historia de la dialéctica y su concepción desde la Grecia clásica. Así, trata de iluminar, por un lado, la relación de la dialéctica con el saber científico, y por otro, con el engaño erístico al que Schopenhauer introduce en una identificación plena. En este texto complementario, por consiguiente, sitúa los antecedentes de dos ideas desiguales de la dialéctica como fueron las de Schopenhauer y Hegel. Mientras el primero la redujo a su mínima expresión, como una teoría del tenaz afán del hombre por poseer de su parte la razón, su odiado colega situó a la dialéctica como «alma de su sistema, es más, la expresión misma de la vida del espíritu».