Esteban I
Esteban I | |
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Papa de la Iglesia católica | |
12 de mayo de 254 - 2 de agosto de 257 | |
Predecesor | Lucio I |
Sucesor | Sixto II |
Información personal | |
Nombre secular | Esteban |
Nacimiento | 200 Roma, Italia |
Fallecimiento | 2 de agosto de 257 Roma, Italia Véase Anexo:Tumbas papales |
Esteban I. Papa Nro. 23 de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Una de las víctimas de la octava persecución contra los cristianos, dictada por el emperador Valeriano.
Sumario
Síntesis biográfica
Primeros años
De nombre Esteban, el Papa Esteban I era ciudadano romano por nacimiento, pero de ascendencia griega, había nacido por el año 200 y era hijo de un tal Jovius. El Papa Lucio I, cuando estaba a punto de ser martirizado, dejó el cuidado de a la Iglesia a su archidiácono Esteban quien sería su sucesor en el trono pontificio.
Pontificado
Fue elegido Sumo Pontífice el 12 de marzo de 254. Comenzó por combatir a Marciano, obispo de Arlés, que profesaba la herejía de los novacianos. Su conducta con los obispos de España y San Cipriano, obispo primado de África, con más de 70 obispos africanos, con San Fermiliano obispo, y con muchos prelados de Asia, provocó grandes disturbios que hicieron que fuera objeto de opuestos comentarios.
Los obispos de España condenaron a Basílides, obispo de Astorga y a Marcial, obispo de Mérida, como herejes libeláticos, y los depusieron de sus iglesias; estos marcharon a Roma e hicieron una relación al Papa, el cual los admitió a comunión ostentando superioridad de poder; los obispos españoles llevaron a mal semejante usurpación, y aún más el que hubiese dado crédito a dos fugitivos sin oír antes a los muchos prelados que habían conocido de la causa.
Consultaron entonces a San Cipriano, obispo de Cartago y primado de la Iglesia de África, quien les dijo que tenían razón y que debían sacar del error al Papa, como lo hicieron. No fue menor el apasionamiento con que Esteban procedió con los obispos de África y Asia. Separó de la comunión de la iglesia a todos ellos, porque no se sujetaban a su opinión en la disputa de si se habían de rebautizar o no los que abrazaban la religión católica después de haber profesado la herejía y sido bautizados por herejes. Esteban defendía que no, porque el bautismo dado por los herejes debía reputarse válido. Los africanos y asiáticos que sí, porque suponían faltar en el hereje bautizante la verdadera intención, faltándole la fe. San Cipriano manifestó en una carta que Esteban ostentaba ser obispo de los obispos, y procedía aterrando; pero que se le debía tener miedo.
Le dio en cara con el buen ejemplo de San Cornelio, que había dejado tranquilos a los que seguían la opinión contraria. Hizo ver que el obispado es uno solo, cuyas facultades estaban poseídas lo mismo por un obispo que por otro; que cada obispo en su diócesis es sucesor del poder de uno de los apóstoles, y que cada uno de estos tuvo potestad igual a la de San Pedro, excepto en aquello que es propio de la presidencia para servir de centro de unidad de todos, y dio por fin a entender que el Papa Esteban se atribuía ejercicios mayores que los recibidos de Cristo.
Los obispos de Palestina escribieron una carta todavía más acre a los de África. San Agustín, pasado algún tiempo, escribió también sobre el asunto, diciendo que, en el fondo de la disputa principal, estaba d acuerdo con las opiniones de Esteban, pero no en el modo con que se condujo; acerca del pontífice, añadió que San Esteban prosiguió practicando la rebautización hasta su martirio, verificado en la persecución octava; pero que esto no debía producir obstáculos a la veneración que merecía y se le daba como a santo mártir, mediante que pudo proseguir en su opinión sin faltar a la fe, mientras tanto que la disputa no fuese terminada por un concilio plenario, pues no bastaba la determinación del Papa Esteban y del concilio particular de Roma y obispados vecinos, con cuyo acuerdo había procedido el Pontífice. Con motivos de los disgustos que mantuvo por las cuestiones citadas. Ordenó que las vestimentas que se utilizaban con fines eclesiásticos, no podían ser empleadas para el uso diario. [1]
Muerte
El emperador Valeriano comenzó a perseguir a los cristianos, Esteban estaba sentado en su trono pontificio para celebrar la misa cuando los hombres del emperador entraron y lo decapitaron. Murió el 2 de agosto de 257 y fue enterrado en el cementerio de San Calixto, posteriormente su cuerpo fue trasladado por el Papa Pablo I a un monasterio que había fundado en su honor. En el siglo XVIII su silla aún se conservaba manchada de sangre. La Iglesia Católica celebra el 2 de agosto como el día de San Esteban.
Véase también
Enlaces externos
Referencias
Fuentes
- San Esteban I - Diccionario Enciclopédico Hispano Americano p. 980 Tomo VIII
- Esteban I Papa santo - Enciclopedia católica