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sábado, 4 de julio de 2020

"Ensayo sobre la ceguera"

En el año 1995 el escritor portugués José Saramago publica "Ensayo sobre la ceguera". 
La novela narra una epidemia de ceguera que se extiende por un país sin nombre. Un hombre en la calle en un semáforo en rojo se queda ciego súbitamente, es el primer caso de una enfermedad que se expande fulminante. La esposa de un médico milagrosamente mantiene la vista. Surgen los bajos instintos, el miedo y la condición de ser invisible y no poder ser juzgado se convierte en la coartada perfecta para cometer todo tipo de atrocidades.
José Saramago parece haberse adelantado en su novela a los tiempos que nos toca vivir.
 El escritor nos obliga a parar y a reflexionar sobre una experiencia única, sobre la ética, la solidaridad y los afectos, a cerrar los ojos para poder ver.
La esposa del médico piensa: "No creo que nos hayamos quedado ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos pero viendo, ciegos que pueden ver, pero no ven".
Los ciudadanos de la ciudad decidieron no ver la crueldad que se esconde bajo la superficie en sí mismos y en los demás.
Lo mismo puede decirse de la pandemia de COVID-19, que ha expuesto muchas injusticias y desigualdades arraigadas y también la irresponsabilidad.
Muchos parecen negarse a mirar o ya se están olvidando.
La soledad de la cuarentena, la pérdida de un ser querido, el esfuerzo sobrehumano de los médicos, enfermeros y todos los sanitarios. Las publicaciones en las redes sociales, las fotografías, los escritos, ayudarán a recordar...

Un día, COVID-19 también pasará. ¿Qué quedará?
No podemos permitirnos olvidar.


domingo, 3 de abril de 2016

Un escritor nunca muere...

Los escritores no mueren. Cuando un escritor muere, si es que muere, regresa. Nunca se va. Es un rayo que no cesa, como si de un modo u otro siempre hubiese tormenta, aun en verano. Huye lejos y se queda. Escribe en círculo. 
Si sientes muy próximo a un escritor, pues acarreas el peso de sus libros contigo igual que si fuesen las llaves de casa o el dinero justo para el pan que llevas en el bolsillo, su ausencia repentina produce un extraño vacío. Es normal. Se llama tristeza y desolación.
La muerte del escritor, si eso fuese posible, al principio resulta inhumana, pues crees que te adeudaba un nuevo libro. Abre un enorme socavón en el salón de tu casa, justo en el lugar que ocupa la novela que no escribió. Lentamente, releyendo lo viejo, que no deja de ser nuevísimo, te repones.
El escritor nunca desaparece completamente; no sabe. Fallece solo para decir que está aquí, presente, y que es hora de releerlo. Pongamos que muere mal, y eso es bello. Sigue escribiendo, para sembrar la idea de que su fallecimiento fue un crimen injusto que se puede reparar.
La muerte es un invento de la Literatura, igual que el amor, el paso del tiempo o Nueva York. Si el autor es bueno se va diciendo "me voy, me voy, me voy, pero me quedo, pero me voy, desierto y sin arena". Al final muere, sí, aunque no mucho; de mentira.

Fragmento del artículo escrito por Juan Tallón  (escritor y periodista español)