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martes, 5 de octubre de 2021

Dos poemas de Mariana Feride

 



Esta ciudadana del viento vio luz primera y dacia junto al Danubio. Esta poeta española es infatigable, dúctil, revolvedora. Pinta, escribe, busca, convoca, ama, vive sin tregua. La recuerdo, el pelo entonces por unos días rojo, acunando en su pecho un libro mío, discreta, yéndose de la sala casi de tapadillo. Era 2015. Mariana Feride es un temblor amigo al que he dado desde entonces múltiples abrazos. Ha publicado, bien recientes, los tres libros que se ofrecen en la fotografía. Huracanea. Arde. Es rayo en las motivaciones que la llevan y la traen desde programas de radio para Argentina hasta sus tareas como delegada en Madrid de la Asociación Nacional de Escritores de España. Centinela en las tertulias y organizaciones de poetas, vencedora del miedo, mira a su zaga sin antorchas, sin ansias, sin ninguna necesidad de pagar peaje por lo vivido. He visto a pocas personas más atentas al futuro que ella. Más atentas a la poesía que ella. Ella, que doblegó el dolor, que abandonó su lengua natal por la adquirida. Porque es así como siente la poesía, en castellano, junto a las gentes que quiere, donde percibe ser suelo y azul. 


         Dueña de una obra represada, el muro se rompió en 2019, cuando publicó Obsequium, una introspección desatada. Luego llegó El oído del viento, justo con la pandemia, y el más reciente, 2021, Odisea sin nombre, donde estalla su concepción existencial del mundo, donde sus dibujos vocean más que ilustran; donde el espíritu confronta lo real sin recelos, sin los papeles de víctima y/o verdugo definidos, separados. 

       Vivir para la poeta Mariana Feride es siempre un riesgo asumido, buscado. Basta mirar sus dibujos, basta acampar en sus versos. Gusta de tildar a sus poemas como avisos, como lámparas encendidas en territorios rebeldes.

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Venderme


Vendo poesía,
vendo poesía, madre,
y no estoy loca.
 
Vendo poesía,
vendo poesía, padre,
pero tú
ya no puedes verme.
 
Vendo poesía, prima,
vecina, acacia querida, luna.
 
Vendo poesía madre,
y no estoy loca.
 
Vendo poesía y
es ahora cuando descanso.
 
(de Obsequium)
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Consciente
(Artículo de fe)
 
No soy hija, nieta ni hermana de nadie,
no es que no me honre,
sino que me asfixia.
Acostumbrados a creer que tenemos que aceptarlo todo,
callarnos,
gritar organizado,
sufrir ajeno,
disfrutar circo y arrogancias
y cada vez menos pan,
asistimos al infinito y al arcoíris con estupor, silentes.
¿Quién nos mata nuestra esperanza, quién aprovecha nuestra existencia?
Amenazas con la irradiación cuando ya casi somos zombis.
Mire usted, yo no quiero ser parte de esta miseria, de tu crimen,
de esta infinita matanza de pensamiento y de espíritu;
me delimito, y silbo, y grito cuando quiero y cuanto quiero,
porque puedo.
No soy hija de nadie, ni protectora de falsos símbolos.
Soy yo, me he ganado este derecho por nacimiento.
 
(De Odisea sin nombre)

 

viernes, 14 de junio de 2019

Dos poemas de Mariana Feride en "Obsequium"

Mariana Feride en la Feria del Libro.
 


      La voluntad de vivir es el Danubio de Mariana Feride. Nacida rumana en Braila, la ciudad de las acacias, vive en España desde hace más de una decena de años. Ama este país, que también considera suyo, como ama la poesía y la pintura. Escribe en español, su lengua a la par que el rumano. Mujer en lucha con las adversidades, se vuelve ala y viento al compás de los amigos, al son del poema. Dice sentirse ciudadana del mundo, sentirse cosmos en el gran cosmos. Es miembro de varios grupos literarios y delegada de la Unión Nacional de Escritores de España. Termina de publicar su primer libro con el título de Obsequium en la editorial Juglar. Hay en él un existencialismo cercano a la rabia, una intensidad de cuerpo roto que aprisiona, una búsqueda de la palabra esquiva que hace cómplice al lector. Y hay sobre todo una enorme alegría salvadora que, atravesada por la proximidad de los suyos y de su tierra, la acerca y la aleja a/de los recuerdos. A lo largo de Obsequium se hace evidente una doble presencia: la de un antes y un después del viaje que cambiará su vida, un viaje sin renuncias, pero abierto a la aceptación, y por otra el peso indeleble de un azar quirúrgico que atenaza su cuerpo y lo llena de sombras. Dice de él Alfredo Piquer que es un libro meditado y largo, gestado con intensidad y reflexión, con autenticidad y con desgarro. Y lleva razón. Leyendo Obsequium se tiene la sensación de un latido permanente, de caminar al lado del río de la vida y sus rumores.

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CON LOS OJOS BARCOS

Con los ojos barcos en mares sin fin 
vivo leyes al revés, 
y tierras desprendidas de los cielos. 

No pregunto nada, 
vivo la justo, lo dado, 
y hago crecer raíces nuevas aunque venga la noche.

No he venido a preguntar, 
sólo a escuchar el viento, la caída de la nieve 
y como crece en mi interior la herida. 

He venido, nos hemos conocido, 
ahora doy otros destino a mis barcos 
que volverán a navegar al albur.


VENDERME

Vendo poesía, 
vendo poesía, madre, 
y no estoy loca. 

Vendo poesía, 
vendo poesía, padre, 
pero tú 
ya no puedes verme. 

Vendo poesía, prima, 
vecina, acacia querida, luna. 

Vendo poesía, madre, 
y no estoy loca. 

Vendo poesía y 
es ahora cuando descanso.