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martes, 5 de noviembre de 2019

Crónica: Leer a dos en Poemad, ay de los duetos


       De POEMAD, el creciente festival madrileño de poesía, Mientras la luz ha visto cuatro duetos, cuatro. Ocho poetas, ocho. No son pocos. Esto de las dobles lecturas es una iniciativa a la que el Festival apostó desde el principio –recuerdo un Gimferrer/Colinas de porca memoria– y que desde hace tiempo va calando en diferentes actos poéticos. Es buena fórmula si encuentra la dinámica exacta. Por lo que vimos, no parece fácil.  Alguien puede pensar que con ella se busca la paridad (tan cara para ciertos colectivos alguaciles), pero no. Son más libres en Poemad, son normales. Vimos cinco mujeres, tres hombres. Ocho poetas.
 
     Estuvo tenso, nos pareció, poco cómodo Basilio Sánchez en la Residencia de Estudiantes para leer la contemplación celebrativa de su Loewe, He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes, una poesía que atiende a lo cordial, al concilio con la Naturaleza y al enigma del hecho poético desde la amabilidad de las formas. Es buen poeta. Sobrado desde la media sonrisa, Jaime Siles, como en tantas otras ocasiones. Tal vez tenga motivos. Anunció su próximo libro y algo leyó de él. Estuvo largo, contundente, monótono. Tal vez mejor sus aproximaciones a los poemas que los poemas mismo, que suelen carecer de sorpresa y abundar en rimas (salvemos el Adiós, Carlos Edmundo). No hubo entre los poetas ni diálogo, ni miradas, ni complicidad. Uno vive desde lo sencillo, el otro desde el saber sabido.
 
     El domingo 27 ocurrió la explosión rumana de Ana Blandiana. Es amable saber cuándo se está ante un/una poeta sin adjetivos. El dueto parecía venir patrocinado por Galaxía Gutemberg, que ha editado a Ana y a Boris A. Novak, su compañero de lectura. Para confirmarlo, Jordi Doce introdujo a ambos. Serio, con poca cintura, dijo bien sus sabios folios (ver aquí). No dialogó, no preguntó. Bien por decisión bien por falta de servicio de traductores. Los poetas no dijeron ni una sola palabra más allá de la lectura de sus poemas, que aparecían traducidos en la pantalla. Sabemos que es difícil dialogar en público sin que parezca artificio, pero ¿se debería intentar? No obstante, la sala se cargó de magia. Espléndida Ana en sus formas –grandísima lectora­– y en sus poemas, cordiales siempre, pero incisivos; claros, pero directos al tuétano del temblor. Parecieron magníficamente traducidos. Aguantó Boris el envite con poemas cargados de ironía, discursivos, reflexivos, caminantes por la zozobra que supone vivir.
 
     El mismo domingo y a continuación, la versión más pétrea. Un muro contra otro. Ni Amalia Iglesias ni la china Zhou Zan dijeron siquiera buenas tardes al público. Tras una presentación de aliño, sus individuales lecturas. Amalia de sus últimos La sed del río y Totem. Sin novedad. Salvo que en la pantalla aparecían traducidas al chino, un buen gesto para los espectadores de tal lengua, que los había. De Zhuo Zan poco que contar, sin melodía en su decir, sin inflexiones de voz, con la dificultad de traducción entre idiomas tan alejados, nos pareció que sus temas eran más propios de la cultura occidental que de aquello que alberga nuestra conciencia por poesía china. Qué seco todo, qué difícil. Se fueron sin esperan siquiera los aplausos. Casi corriendo. Tal vez porque en la sala quedaban ya pocos espectadores.
 
     Todo distinto el miércoles 30, con la deseada lluvia en el exterior del Instituto Cervantes. Vino de Mallorca, Antonia Vicens. Y creo que con cierto temor. Su Premio Nacional sorprendió casi tanto como sus declaraciones. No conoce Madrid. Tuvo al lado, no enfrente, a Raquel Lanseros, sensible y amparadora. Porque hubo miradas y manos entre ellas, el público se sintió parte de ambas. Fueron poetas juntas. Sonó bien el catalán mallorquín de Antonia en poemas pegados al día a día de la casa, del pare, de la mare, que ella introducía en un castellano que denotaba poco uso. Traducidos en pantalla, aparecieron de Lovely (dedicado a su padre) y Tots els cavalls. Raquel puso todo para hacer el ambiente dulcemente cálido, tiene esa virtud. Y el público numeroso entró en su poesía –tan clara, tan de las cosas y las gentes, tan bien tramada, tan de suave fortaleza– con el corazón atento. Fue tremenda su lectura de Dos corazones, esa madre de Matria en voz refleja, esperanzada, que habla y supone del amor como único agarradero. Al terminar, las personas se arremolinaron en sus alrededores. (Aquí video)

lunes, 11 de marzo de 2019

Crónica primaveral: Raquel y Corredor-Matheos


      Puede que no orbital, pero sí atmosférica y poética: estamos en primavera. Y dos poetas una joven, y otro también lo celebraron la semana pasada en Madrid. En lugares que son ahora centros ciertos de atención primaria: Café Comercial y Librería Alberti. Madrid está agitado y hay praderas de hierba tras cualquier esquina.


Joaquín P. Azaústre y Raquel Lanseros
(Foto: L. Comba)
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      Está que arde el Café Comercial en esta primavera de 19. A los llenos de la planta baja añaden las llamas que se prende a media tarde en el “piso de arriba”. Rafael Soler, sabedor de la dejación de otros foros, es responsable de tales calores. Si mañana martes está prevenida una sesión conmemorativa de los 66 años de la Tertulia Montesinos, el lunes 4 tuvimos un acto de alta temperatura. Raquel Lanseros leyó y vivió de Matria, libro que recoge poemas urgidos por su reciente maternidad. Estuvo acompañada en conversación por Joaquín P. Azaústre, que hurgó en sus quehaceres actuales. Y lo hizo con la habilidad suficiente para que además de su sonrisa, de su buen ser, brillaran sus nuevos poemas. Estos que vienen envueltos en el estuche de lujo de la colección con que Visor pretende competir con Tusquets. Estuvo Chus, por cierto. Raquel añade aquí a sus provocaciones habituales (tiempo, historia, orígenes, lengua, los otros…) un nuevo lugar de extracción: el hecho de ser madre –qué enorme poema Todo corazón, con que obsequió. Toda Raquel es una palabra en busca de identidad, personal, poética y colectiva. No hay poema suyo en donde no se perciba la tensión de ser, el desafío de estar. Es poeta en el borde de claridades e intuiciones, en la frontera de lo celebrativo y lo significativo, en los límites de la constatación y la paradoja. Poeta de la dulce lezna y/o acerado bálsamo, vive en la elegancia de lo no fingido, y lejos, muy lejos, del acostumbrado patetismo español de cartón piedra. Poeta de una generación que pregunta desde lo joven al pasado y al futuro –poemas como Europa, el nuevo Frankenstein, como Epifanía en La Boca–, aparece también preocupada por el hacer poético: ese La loca más cuerda que abre el libro y que leyó en la tele hace unos días. Dijo de ella Joaquín que es capaz de fundir el verso claro y la exigencia, la técnica y la frescura. A lo que respondió que la poesía es un río que nace en la tradición, y corre para ser compartido. Agua y orillas para crear realidades paralelas, remarcó. Leyó con desparpajo contenido, habló de América como esperanza fecunda, agradeció a la vida. Matria (20 euros) es un paso firme que la confirma en sus lectores, esos que recuerdan sus impecables Croniria y Las pequeñas espinas son pequeñas y a los que acaso despisten poemas como el soneto incluido o los descritos en inglés (su otra lengua).


José Corredor-Matheos dedicando
(Foto MCBarri)

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      Sepan los que ignoran que José Corredor Matheos cumplirá dentro de poco 90 años y es un poeta en flor. En agua, en montaña, en paisaje, en pez, en vuelo, en geranio, en vida. Desde hace años, desde su Carta a Li Po. Es el asunto que la extremeña Fundación Ortega Muños ha editado, al cuidado de Álvaro Valverde y Jordi Doce, la selección El paisaje se hace en el poema (12 euros). Buen título, porque refleja la manera de entender que tiene este extraño, por singular, poeta manchego-catalán. Dicen que su poesía aspira a no ser notada, por ser fusión, contagio. Deseosa como está de ser palabra adherida al pájaro que pasa, a la hoja que cae, al son de una campana. Que procura ser de la misma naturaleza de cuanto existe y maravilla. O de cuanto es nada.  Corredor-Matheos es amigo del poema transparente. Más aún, si pudiera lo haría desaparecer. No las palabras, que venera, sino el objeto escrito que llamamos poema. Y todo para que no sea obstáculo que nos impida ver cuanto importa: léase las cosas que viven y nos dejan vivir en ellas, con ellas o en sus alrededores. Si pudiera, suprimiría al propio poeta como tal. El lector, el buen lector, percibe esa intención y se sabe con él sosiego, y se transforma con él en mirada caminante. Dijo Jordi Doce al presentarlo que es poeta de lo breve, del verso corto y decir ligero, de los instantes iluminados. Que es poeta reconciliado y reconciliador. Zen o franciscano, a elección. Dijo también que el libro se ha elaborado como una unidad y debe leerse como libro exento y único, que contiene poemas nuevos. Dejó tiempo, qué bien, para que el poeta dijera. Y Corredor dijo de su amistad con Godofredo Ortega Muñoz, el pintor de los paisajes místicos. Y dijo de sí mismo. Declaró ser moderada y felizmente apocalíptico, porque caminamos como sociedad hacia un derrumbe necesario y oportuno. Que cada poema es para él una sorpresa. Que todos nacen del no planteamiento y se levantan sin permiso. Que es también sincrético: todos somos todo. Y lo dijo varias veces. Viéndole hablar, moverse, hacerse fotos, preguntar a todos y escuchar a tantos amigos como acudieron, cualquier testigo declararía en juicio que es uno con el tiempo, que la mitad del camino no ha llegado aún para Corredor-Matheos, que su cuerpo y su mente están recientes y limpios. Y que todo sucedió en la Alberti y en la tarde del 6 de marzo.

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AMOR PROPIO


Aún no la conozco, pero sé que me piensa
Me contempla también, de vez en cuando.
Tiene fotografías, vídeos, grabaciones, 
                                   quien sabe si hologramas.
Mientras yo me preocupo 
por cualquier nimiedad cuyo fin no recuerda, 
ella sueña la dicha que sería 
volver a estar un rato en mi lugar.

La anciana que seré me quiere más que yo.

                                             RAQUEL LANSEROS

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Sé que es una montaña 
porque vuela, 
porque nunca está quieta, 
indecisa 
entre el cielo y la tierra. 
Sé que es una montaña 
porque no necesita 
saber que estoy aquí, 
clavado, contemplándola.

                                 JOSÉ CORREDOR-MATHEOS



domingo, 11 de octubre de 2015

Setas en los escaparates del otoño


   Hay capachos enormes y repletos tras el cristal de los escaparates madrileños. Luego de un verano de estallido, el otoño pasa por Madrid con el color del cobre, con la benevolencia propia de bosques y gobernantes sabios. La poesía, seta humilde, persistente y generosa, aprovecha los resquicios entre las piedras de la agitación, la tierra estercolada de las librerías, las suaves lluvias editoriales y el sol amigo de los cafés para ocupar las laderas y acariciar con sus voces los escenarios que se le ofrecen. Todo parece dispuesto para la degustación de sus variedades. Las diferentes formas de su aliño, los chef, los cocineros, añaden el aliciente de lo diverso a tanta sugerencia. A la vista, a la venta quedan las de aroma mínimo o fragante, las de potente o flaca carnosidad, las que dejan memoria, las desposeídas, aquellas que revelan, las pseudos… todas se ofrecen en los puestos de los mercados otoñales. Otra vez vigorosas. 
    
Jueves 1, la seta geminada

Raquel Lanseros y Enrique Gracia Trinidad
(Foto móvil)

Raquel y Enrique son dos poetas poderosos, largos. Por su enorme capacidad productiva por su disposición abierta hacia todas las provocaciones. Dos acertados candidatos para la propuesta de Alicia Arés, una editora sagaz que celebra el nº 50 de su colección Cuadernos del Laberinto. Tras una portada tan sugerente como confusa, Raquel y Enrique han remozado una práctica literaria: trazar surcos paralelos con poemas de ambos alrededor de temas paralelos. Algunos universales, amor, tiempo, soledad, compromiso; otros de ocasión: entorno, trascendencia... Pero el jueves 1 en el sótano blanco y diagonal del Centro de Arte Moderno lo importante eran ellos, los poetas, sus personas: transparentes, decididas, auténticas. Se presentaron recíprocamente, a la manera EGT, obviando análisis poéticos y buscándose los entresijos personales. Lo importante fue su lectura. Un decir vigoroso en Enrique, susurrante en Raquel, celestemente entonado en ambos. De Raquel Lanseros me emocionó su señero Yago Bazal se deja ver dos horas, que guarda en sí muchas de las claves de su hacer: su respeto a la palabra, lo elegante de sus elipsis, los mundos que se saben deudores de la herencia recibida, el poema como valor en sí, la emoción como aroma del argumento, la claridad que sazona. Raquel es voz principal en el hoy de la poesía española. Y entregada. De Enrique Gracia Trinidad, poeta madrileñísimo, Sic transit gloria mundi, que leyó con la furia creíble que tiene su rebeldía de trabajador a lomo. De entre todos los oficios de Enrique, el suyo es ser poeta. Alguien que observa y cuenta a los demás la cara oculta de la luna, el interior del armario. Que hace instrumento la paradoja, venablo la ironía. Enrique mira cara a cara y prefiere la palabra a los conceptos. Y más si son obtusos. Tal vez piensa que los poetas que ocultan es por que temen. Dos voces necesarias (como se decía en las crónicas de los años sesenta).
10 euros.   

Miércoles 7, la seta dialogada

Manuel Rico y Emma Rodríguez
(Foto móvil)

   Es un excelente narrador y periodista, a más de editor y magnífico cronista de paisajes, Manuel Rico presentó, miércoles 7, en el subte de La Central de Callao, su último libro de versos Los días extraños. Y lo hizo a través de una entrevista con Emma Rodríguez, una de las grandes críticas literarias de España y mantenedora de la página Lecturas Sumergidas. Esto de la entrevista, se sabe, es un recurso más propio de las presentaciones de novelas. Los narradores la aprovechan para desvelar claves de creación y trabajo. Se va imponiendo también en poesía, en donde la creación no es tan cosnciente y en donde lo habitual era, ¿es?, la lectura del poeta tras una provocación anterior. Así crece lo nuevo. Las preguntas fueron claras, esenciales, sin ánimo de segundas intenciones, diversas. Las respuestas fueron claras, esenciales, sin ánimo de segundas intenciones, repetitivas. Al aire del poemario, según pudimos comprobar después, en la lectura. Insistió Manuel Rico, insistió, en que su anterior libro, escrito en época de crisis, Fugitiva ciudad, atendía a lo colectivo y que en éste había dado prioridad a lo íntimo, al viaje interior, al huracán de la memoria, a la remembranza de los momentos que traídos al ahora nos parecen felices. Resumiendo, de la extrañeza que procura el yugo del recuerdo. Dijo que a partir de este eje se fueron forjando los textos del libro. Los hijos, su crecer, la esposa, las casas, los erizos del verano, las carreteras abandonadas, las chicas de los setenta, un viaje a Chicago, los afanes juveniles y el qué se fizieron manriqueño…  El autor defendió (de palabra y de obra) el intento del poema como emoción frente a quienes lo conciben como revelación lingüística (o como sugerencia). En el coloquio posterior, José Elgarresta apuntó a la edad como causa del camino emprendido. Javier Lostalé destacó la corporeidad en alguno de los poemas. Parece que pueden tocarse, dijo. Buen público y selecto. No se apenen los ausentes, seguro que habrá periplo de presentaciones por la geografía madrileña, como hubo con el libro anterior. Es edición de la granadina Valparaíso, de Javier Bozalongo. Cada vez más presente, más urgente.
10 euros  

Viernes 9, la seta del yo diluido

Javier Lostalé y Corredor Matheos
(Foto móvil con perdón)
   
   Sereno y contenido, certero, el texto de Javier Lostalé para introducir a uno de los grandes, a José Corredor-Matheos, poeta de manchego origen, siempre renovado, hombre de vida y habitación barcelonesa. El Ateneo servía de marco, en su ciclo Viernes de la Cacharrería, a las palabras de Lostalé  recordando las características que desde Carta a Li-Po (1975) sostienen -tiñéndola de especias orientales- la poesía de Corredor Matheos: la disolución del yo, el cuestionamiento de la propia identidad entre, por y con las cosas, el vacío como actitud biológica, la quietud, el recogimiento como manantial, el oído atento a todo lo que habla con el silencio, la atención a todo lo que sucede sin apenas suceder: el poema incluido, la paradoja del ser que busca ser en otro y al mismo tiempo la conciencia del no ser, la fusión con la Naturaleza, la confusión con la Naturaleza. Todo dicho con el recato del que sabe que nada averigua, del que sabe que describe lo manifiesto. Luego, la pureza vital, el vigor desconcertante y la alegría lectora de los 86 años de Corredor-Matheos hizo del tiempo un diamante. Leyó decidido una selección de su poesía reunida y del último Tusquets, Sin ruido, a un publico numeroso y conocedor que rememoraba en su voz unos textos que no desmentían a quien lo presentó. Leyó con presteza, con calidad de brinco, con la ilusión del que esparce. Estuvo feliz e hizo feliz a los presentes. Quiero recordar sobre todos el poema Yo soy un pez que va por el jardín, cuya circunstancia situó el poeta en el silencio ajardinado del Monasterio de Montserrat, y al que advertimos como paradigma de su modo de sentir, de una manera de ser todo y nada en los demás, de su sinceridad al disolverse en pez, en vuelo, en árbol con el agua, con el ave, con las hojas. El aplauso, tan inhabitualmente cerradísimo como prolongado, negó la cortesía, abrió las puertas a la sinceridad. Entre los que tal hicieron  creo recordar a José Cereijo, a Ángel Guinda, a Pilar Gómez Bedate, a Antonio Daganzo, a Rafael Contreras, a Fernando López Guisado, a Jesús del Real, a José Ramón Ripoll, a Aurora Auñón, a Cristóbal López de la Manzanara, a Juana Vázquez, a Juan Antonio Marín… tan cercanos en la sala. Y en el bar.   

martes, 27 de mayo de 2014

Promociones ingenuas. (Especial Feria del Libro 2014)


Chatterton. Elena Medel.
Visor
   El libro va de mujeres. Y del reloj de la vida. Dicen que recuerda lo de Maiakovski, aquello de se ha quebrado la barca de las ilusiones -del amor decía él- contra la vida cotidiana. Elena Medel, andaluza de Córdoba, ha descubierto esa circunstancia y lo cuenta en los poemas; y además apunta en uno de ellos, asustada, que lo de la madurez vital, o sea, cuando una se hace mayor, es el paso previo a la putrefacción, como pasa en la fruta. Tremendo. Y que Chatterton, joven e inglés, se suicidó muy pronto y no llegó nunca a ese estado. Ni conoció el fracaso. Y que ella quiere quitarse la espina y va a ir a visitar su tumba. No piensen que insinúa nada. El libro no es muy largo. Elena dice que ha tardado siete años en escribirlo, que ya no tiene prisas. Al libro le han dado el premio Loewe (el joven). Elena tiene publicados ya tres libros. Tiene 28 años, un dato que todos subrayan. Debe ser muy importante, seguro. 10 euros.



Nueva York después de
muerto
. Antonio Hernández.
Calambur
   A este libro, a pesar de su portada, le han concedido hace pocos días el Premio de la Crítica. Sección Poesía. Antonio Hernández es andaluz de Arcos de la Frontera, pero vive y trabaja en Madrid desde casi siempre. Antonio era muy amigo de Luis Rosales y eso ha influido y mucho para que se decidiera a escribir este libro-río. Los poemas de Nueva York después de muerto, editado sin red por Calambur, hablan de poetas. Hablan del autor, claro, y de Luis Rosales, y de Federico García Lorca, y de Nueva York. Está muy bien así porque el lector puede conocer los estilos y preocupaciones de los dos grandes poetas granadinos a través de la reflexión potente de Antonio Hernández. También puede saber las cosas que no pasaron. Es algo largo, pero no debe asustar: si los críticos lo han leído y les ha gustado, qué mejor garantía de que ustedes lo pueden leer y además les puede gustar. No suelen equivocarse cuando se reúnen. 16 euros.



Las pequeñas espinas son
pequeñas.
Raquel Lanseros.
Hiperión
   Su autora, Raquel Lanseros, es andaluza de Jerez, y está muy solicitada, pero mucho. Queremos decir que viaja. Que está lanzada y dando lecturas de sus poemas por casi toda España, el País Vasco y Cataluña. El libro ha sido publicado por Hiperión, aunque la autora tiene buenas relaciones con Visor. Esto prueba que los premios son más limpios de lo que muchos creen. Tanto en Soria como en Jaén. El título insinúa algo de microtamaños repetidos y de juego penetrante, se ve enseguida. Pero no, no es eso, es un canto a la vida. Lo dice Raquel en el índice y en el vídeo promocional: rocío (infancia), mariposas (adolescencia) y utopía (juventud) son el prólogo del resto de nuestra existencia. Hay que vivir alegres. Vivir merece la pena, qué caray. Lo de las espinas se refiere a los pesares que a uno le van apareciendo, pero si uno es valiente esos pesares se vuelven pequeñitos y los puede arrancar. Ánimo. 10 euros.  



Nota: Los libreros y los editores que patrocinan estas Promociones Ingenuas en busca de nuevo público para la poesía advierten que los precios anunciados sufren, durante la Feria del Libro, una reducción del 10 por ciento. También que deben ustedes aprovechar esta oportunidad inmejorable de leer a poetas actuales por poco dinero.