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miércoles, 21 de agosto de 2019

El Universo que nos queda


Escribo esto tarde. Hay una nube negra a mano izquierda según miras hacia las montañas y puede que llueva. No me gusta esta época del año. Nunca sabes hasta cuando va a durar el buen tiempo.

Me gustaría poder escribir algo que tuviera sentido. Una historia corta. Una novela de trescientas páginas, pero creo que esa época ya murió y no volverá. En cierta forma somos la última generación de una civilización que nos dejará muy atrás, olvidados en un rincón en cinco o diez años. El mundo no agoniza sólo por el aumento de la temperatura o los plásticos en el agua. Creo que a la Humanidad se le han acabado los argumentos para seguir sintiendo las cosas. Es como si poco a poco nos sustituyera una forma de vida más pragmática donde no caben los tiempos muertos.

Me da la sensación de que estamos en el lado equivocado del mundo del futuro, cuando estábamos en el lugar adecuado de los últimos años.

La tiranía se lo inmediato y lo racional va dar paso a las creencias alocadas. Cada vez oigo a más gente discutir de viajes en el tiempo y física cuántica y menos de cómo organizarnos. Estamos desmembrados, tenía que ocurrir.

Supongo que aún daremos guerra durante un tiempo. Nuestra generación que superó a los hippies y a los yuppies, está en bancarrota de sentimientos, el mundo que creíamos que iba a durar para siempre ni siquiera ha tenido la decencia de terminarse, ha ido cambiando a golpe de Amazon y de booking.

A veces me siento pequeño. Y eso con suerte. Otras simplemente soy insignificante.

Mañana tengo una reunión con el inversor americano. Volveremos a hablar y hablar, las cosas se irán para más adelante. Hablaremos de sensores y de datos, de 5G y de la industria del control del agua. El oro del siglo XXI (el agua) con el petróleo del siglo XXI (los datos).

He creado una tecnología que en malas manos puede generar algo grande. En buenas manos.

Pero yo soy insignificante, recordémoslo.

Una gota en el océano de esta nueva civilización a la que tendemos. Creo que supe verlo llegar, como si una alarma me hubiera despertado en medio de la noche y me hubiera avisado, corre huye a las montañas que llega el tsunami.

Reconozco que vivo en estado permanente de alerta

A veces bajo la guardia y vuelvo al que a veces suelo ser en este blog. Sólo lo hago a veces.

Luego regreso a mis montañas y veo como se acerca la gran ola.

Y me sorprendo de que siga siendo tan ingenuo.

No hay un lugar suficientemente alto para huir de eso.

Nunca hay un lugar suficientemente lejos para poder estar solo.

Quizá por eso me gustó tanto Las Vegas. No por su cielo inmenso ni por sus carreteras de ocho carriles, ni por las luces, ni por la ostentación, si no porque nadie me molestaba en mi soledad. Cuando cruzaba el vestíbulo del hotel, lleno de máquinas de Slot nadie se fijaba en mí. Era anónimo, no insignificante.

Y para eso hay que encontrarse delante de lo inmenso.

Como yo contigo.

martes, 24 de julio de 2018

Pactar de igual a igual con el diablo


A veces creo que las cosas van a ser peor de lo que deberían ser. Ya se sabe, demasiadas cosas que me recuerdan cosas.

Nowergian girl me cae bien. Tiene al piel blanca como María, el personaje de Moriría por ella, rocio congelado sobre un cuerpo de nubes blancas. Me cae bien porque se ríe de mis gracias y porque pensamos igual: que el mar es infinito, que son mejores los gatos de ciertas personas, que existen los extraterrestres, que en 2015 se acabará el mundo... Y nos reímos.

Hace tiempo vimos juntos The Arrival. A mí me gusta Amy Adams desde que la vi en Sunshine Cleanning. En aquella peli (2012) también actuaba Emily Blunt, siempre me parece que Emily Blunt está desafinado a la cámara. No sé. Me da la sensación de que todo le da igual. También me cae bien.

La señora del Sol Poniente debe de tener un millón de años más o menos. A veces nos invita a Nowergian girl y a mí a su casa de la playa y nos cuenta historias. Vernos ir a comer al restaurante de las paellas debe de ser raro. Una noruega, una japonesa y un hobbit con orejas de elfo... extraño. Si hubiera una reunión de planetas en algún lugar del universo se parecería bastante a eso.

Pero no es eso de lo que quiero hablar.

El domingo fue uno de esos días en los que la señora Wasabi nos convocó porque tenía algo que decirnos. Yo ya sabía el qué. Es más. El viernes estuve trasteando en youtube vídeos de cosas raras. Es decir, yo no "sabía", más bien "intuía". Siempre hubo una conexión rara de personas de distinta forma de pensar y ser. Pero estaba ahí.

Nowergian girl es un icono por donde pasa. Nunca deja indiferente. A veces es poca cosa y otras es la explosión de miles de soles dobles agitando la galaxia.

Cuando cayó la noche y nos depedimos llovieron meteoritos de hielo sobre la nave espacial de mi coche mientras me daba un beso.

"No te confundas. Es lo que perece" dijo.

La vía láctea marcaba el camino de vuelta a casa mientras en la radio sonaban Klaus & Kinski y yo pensaba que cuando nombramos al demonio se escuchó un único trueno.

Y la señora Toyota y Nowergian girl dijeron "es una señal" como si el mundo en realidad hablara con lenguaje de signos pero sin manos.

Y yo, que soy de no estar atento, me quedé pensando que me gustaría que el diablo no existiera, pero que, de existir, pudiera tratar con él de igual a igual.

Y en ello estoy.

Esperando a que llame.

Sabiendo que si Fausto pudo recuperar su alma, yo también puedo.

O ya lo he hecho.



Cuando estuve en Los Angeles estuve en muchos lugares donde pasa la película. A veces creo que vendería mi alma por estar allí de nuevo. A veces me pregunto que hago aquí y no lo sé. Echo de menos la fuerza que tenía hace sólo un par de años.

No sé.

Es como si nada fuese lo que tendría que ser.