Mostrando entradas con la etiqueta Retornos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Retornos. Mostrar todas las entradas

martes, 25 de mayo de 2010

Pequeños gestos



Tengo treinta y nueve años, dos meses y catorce días, dos gatos y un bonsai al que llamo Alberto, tengo la cabeza bastante mejor amueblada de lo que yo mismo creo y el corazón de un niño embobado. Me rijo por leyes poco convencionales, soy bastante asocial a veces pero sin embargo caigo bien y soy hasta divertido. Noto que la gente me acaba cogiendo cariño, un cariño que, para qué vamos a negarlo, nunca creo que merezca.

Tenía un sueño: quería ser escritor pero supongo que no tengo nada interesante que contar, así que lo dejé en el limbo. Tengo otro sueño desde hace años, llevar agua potable a quien lo necesita. Con el tiempo el sueño se fue convirtiendo en una pesadilla. Acabé haciendo depuradoras para personas que no lo consideraban necesario, me dejé la piel en ello, ahora tengo tres hipotecas que voy pagando a trancas y barrancas. Tengo el piso en venta y una propuesta encima de la mesa para trabajar viajando por el mundo a la búsqueda de proyectos de tratamiento de aguas. Quizá cumpla por lo menos uno de mis sueños.

Tengo el corazón hecho pedazos, unido con cinta aislante, creo que cuando nací ya lo llevaba así, ya casi estoy acostumbrado pero cada vez los pedazos son más pequeños hasta que un día se acaben convirtiendo en polvo. Entonces, supongo que no habrá cinta aislante que los pegue. Me pregunto qué pasará entonces.

Tengo un blog desde hace dos años y medio al que puse el nombre de un cómic de Frank Miller. Siempre he sentido curiosidad por quién me lee, siempre he tenido afán por conocer las vidas que hay detrás de cada comentario y leo sus blogs y me gustaría saber más de quienes no lo tienen. He de reconocer que me ha sorprendido que mi adiós fuera como esta primavera y que brotaran tantas flores. No sé si os habéis fijado que este año han crecido casi el doble que otros años. Me he emocionado hasta la lágrima pero lo negaré incluso bajo amenaza de muerte.

Siempre llego tarde a casi todo. Cuando la chica ha empezado a salir con otro, cuando el puesto de trabajo ya ha sido cubierto, cuando hace una hora que han decidido qué proyecto licitar. Siempre llego tarde y además nunca hay segunda oportunidad. Y no es que no lo intente pero es así. Debe de ser coincidencia. Cuando me cruzo con historias en las que ya van por la décima oportunidad y siguen desperdiciándolas me da rabia, pero una rabia muy flojita. Pocas cosas me importan de verdad, he aprendido a vivir en una gama de azules muy míos (no grises, que conste) en la que me sobresalto poco. Hoy he dormido fatal. Estoy cansado, tengo sueño, hoy el día es azul cielo apagado. Sólo yo sé el porqué.

Sólo yo sé el porqué, sólo yo sé de qué pie cojeo, sólo yo llego a mis propias conclusiones. Es lo que tiene intentar escribir novela negra, siempre hay un secreto que el protagonista acaba por descubrir. Construir engaños acaba por ayudarme a aclarar los que me encuentro, a sospechar de los malditos fallos de guión, a las incongruencias.

El otro día alguien me dijo algo que debería sorprenderme pero no lo hizo. Me dijo algo así como que yo captaba la atención por cómo escribía, enamoraba por la forma de ser al principio y esos ojos verdes que miran tan fijamente y acababa defraudando por la fatalidad que acaba siempre aflorando. "No dejas que nadie te ayude o aconseje, toni" me dijo. Supongo que tiene razón, yo también podría haberle enumerado sus tres porqués pero me callé, no venía a cuento. "Oye, ¿por qué lo dejamos tú y yo?" le pregunté. "Siempre tuve la sensación de que merecías alguien mejor que yo". "Nadie era mejor que tú" le dije. "Entonces me fui porque me sentía fuerte. Haces que la gente se sienta tan bien y tú estás tan cerrado... y entonces haces sentir tan mal". Entonces, pensé, no es que creyeras que yo merecía alguien mejor, lo que ocurría es que tú creías que merecías alguien mejor que yo. No dije nada, no me gusta decir cosas que no me gustaría que me dijeran a mí. Si ella era feliz con eso, yo no iba a remover aguas tan reposadas.

Sinceramente, no sé si voy a seguir con el blog, no sé si esta forma de escribir no hace otra cosa que reforzar esta reflexión, esta fatalidad. Lo mejor sería que hiciese algo "productivo" y acabara de una vez la novela, volcar esta rabiatristeza en el personaje para acabar desaciéndome de ella.


En cualquier caso, son planes que me reservo, a pesar de ser hoy un día azul cielo apagado, tengo la sensación de que precisamente hoy, he empezado a tomar las riendas de mi vida. Y no sabría decir exactamente el porqué. No sé si es porque tengo la oportunidad de cumplir uno de mis sueños, de salir de este agobio económico, de que he escrito unas cuantas líneas de la novela, o es porque he aceptado que hay etapas de mi vida que se acaban y empiezan otras. Otras que he ido soñando y construyendo poco a poco, sombras de las que ahora veo el objeto que las provocan. No sé qué me deparará el destino; pero sí sé que sabré afrontarlo.