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sábado, enero 25, 2014

las formas disconformes





Me suele dar pereza destinar esta bitácora a comentar mis andanzas y publicaciones (siempre creo que voy a aburrir a los lectores, quizá porque el primer aburrido soy yo), y por ello no he hablado hasta ahora de Las formas disconformes, el compendio de textos críticos que libros de la resistencia, de la mano de su responsable Juan Soros, tuvo la generosidad de publicar el otoño pasado. Lo hago en esta ocasión porque el miércoles que viene, 29 de enero, el libro se presenta públicamente en el Centro de Arte Moderno de Madrid (Galileo, 52) y parece que ya va siendo momento de romper mi silencio. Me acompañará el poeta y crítico José Luis Gómez Toré, uno de los escritores jóvenes a los que más admiro (acaba de coordinar, por ejemplo, un espléndido dossier sobre José Ángel Valente para el último número de Cuadernos Hispanoamericanos, no os lo perdáis), y supongo que parte de la presentación la dedicaremos a sostener un breve coloquio sobre poesía y crítica, su necesidad o pertinencia, los vasos comunicantes que las unen… en fin, cuestiones que espero no se vuelvan demasiado áridas en nuestras manos (o en nuestras voces).

Publicar un libro de crítica literaria es algo más que predicar en el desierto. Son libros de venta casi inexistente, que interesan solo a un puñado de lectores cómplices o iniciados. Sospecho que siempre ha sido más o menos así, pero ahora los tiempos son incluso más ásperos. Y, sin embargo, escribiendo la mayor parte de estos artículos y reseñas (sobre Octavio Paz, Luis Feria, José Ángel Valente, Orlando González Esteva, Olvido García Valdés o Juan Carlos Mestre, entre muchos otros) me parecía que seguía en el reino de la creación, que las fuerzas que debía poner en juego no eran distintas, en esencia, de las que suele exigir la poesía. Al final se trata de hacer hablar a las palabras, de hablar a través de ellas, de dejarse hablar por ellas. Hay ideas y párrafos en este libro que tienen tanta vida, al menos a mis ojos, como cualquier poema. Y que escribí con enorme placer, un placer al que se añadía –además– la posibilidad de hacer justicia a obras muy admiradas, muy queridas. Dicho esto, asumo que este libro vive en los márgenes del zoco literario, en una calleja oscura por donde apenas pasan posibles clientes. Por eso el valor de libros de la resistencia es doble; una resistencia activa, un seguir haciendo como si nada, como si fuera la cosa más natural del mundo. Por cierto, que la editorial ha colgado en su página web el texto de introducción que escribí para el libro, así como la ficha técnica. Ahí se explica con claridad cuál fue mi intención al escribir y reunir en un solo volumen estas piezas. Todas ellas, aclaro, dedicadas a poetas y escritores hispanohablantes.

El miércoles 29 de enero un puñado de escritores y lectores se reunirá en una librería de Madrid para hablar de crítica y creación, de la necesidad de admirar y celebrar al otro, de leerlo y comentarlo, de estudiarlo y aprender de él. Casi parece un milagro en los tiempos que corren.




miércoles, diciembre 05, 2012

monósticos 4, 7





...IV

Parpadeas igual que una pantalla en un salón vacío.
En el fondo del bosque las palabras no pesan.
Un niño se perdió volviendo a casa, y así comienza todo.
Tengo los ojos rojos de tanto hablar contigo.


...VII

Una casa. Un salón. Una pantalla.
Si no sabes qué ocurre, afina los oídos.
Fuera, el viento sacude los pliegues de los toldos.
Vida es lo que se deja interrogar.
Unos dedos son unos dedos son unos dedos.
Fuera, el viento perturba el agua de los charcos.
Si pones atención, oirás voces.



de Monósticos (Del Centro Editores, 2012)
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sábado, noviembre 17, 2012

monósticos / el libro


V.

No queda nadie en pie, los tuyos duermen.
El silencio se vierte sin prisa en tus oídos.
Un no es no es no.
No hay nadie a quien culpar, ningún pretexto.
Alguien, en otra noche, piensa furiosamente en ti.





«Formatos matemáticos para mundos interiores, aritmética de selvas». Así definió el poeta Eduardo Moga, en un mensaje reciente, los Monósticos que acabo de publicar en una hermosa edición ilustrada gracias al esfuerzo y el compromiso de Del Centro Editores. También el poeta Álvaro Valverde, en su bitácora, le ha dedicado una inteligente y generosa entrada, como todas las suyas. Aunque el libro se ha publicado en edición limitada (quizá no tanto: cien ejemplares), poco a poco va encontrando un puñado de lectores bien predispuestos. Debo confesar que me siento cómodo en este formato y este ámbito de recepción, tan domésticos: de alguna manera, preserva para los poemas esa intimidad en la que nacieron y de la que, tal vez, nunca deberían salir.





Como habrá quien no sepa de qué estoy hablando, recuerdo que Monósticos es un poema en 21 partes, algunas brevísimas, del que ya he ido dando muestras en el pasado. El libro viene acompañado de las imágenes –hechas para la ocasión– del pintor Haritz Guisasola y se puede adquirir llamando o escribiendo al Centro de Arte Moderno de la madrileña calle de Galileo (en cuya página aparece toda la información pertinente). Copio aquí la ficha técnica. Tal vez esté mal que yo lo diga, pero el trabajo de Claudio y Raúl, los editores del CAM, ha sido espectacular.


Monósticos. Poemas de Jordi Doce. Ilustraciones de Haritz Guisasola. Del Centro Editores. Madrid. 2012. Primera edición. Edición artesanal de 100 ejemplares firmados por el autor y el ilustrador impresos en papel Fabriano de 160 g. en rama presentado en carpeta revestida en tela con guarda de papel estampado a mano. 64 p. ISBN: 978-84-92816-58-3. PVP 29 €





domingo, octubre 21, 2012

monósticos / el libro



Haritz Guisasola


Quienes visiten esta bitácora recordarán la existencia de un puñado de poemas breves que han ido apareciendo a intervalos bajo el título –tal vez algo pedante– de Monósticos. Se trata de los picos visibles de una serie de 21 poemas que se gestó en dos tiempos (octubre de 2011 y febrero de este año) y que ahora ve la luz en un libro de artista que, bajo el amparo del Centro de Arte Moderno de Madrid, he tenido la fortuna de realizar en colaboración con el pintor y dibujante Haritz Guisasola. Todo se ha hecho con cierta rapidez pero también con mucho rigor y entusiasmo gracias al esfuerzo de Haritz y del editor Claudio Míguez (y a la mediación de, por lo menos, dos estupendos amigos: el galerista Luis Burgos y el poeta y editor Juan Soros). El resultado se presentará este próximo miércoles 24 en la sala del CAM (Galileo, 62) y estáis todos invitados.

Escribí Monósticos, como he dicho, en dos tiempos, y siempre en las primeras horas del día, recién despierto. Quizá de ahí provenga la atmósfera algo sonámbula del conjunto, como si no hubiera logrado desprenderme del todo de las nieblas del sueño. Ese ha sido, quizá, el gran reto de Haritz, del que salido triunfante: dar cuerpo y volumen a una escritura muy poco figurativa, que avanza casi por contagio o adivinación. Creo que nunca he escrito una poesía tan nebulosa y con menos soluciones de continuidad. El estilo de Haritz en estos dibujos (de los que doy aquí dos ejemplos) evidencia su talento para estar cerca de lo real sin ser realista, para trazar figuras y volúmenes sin dejar en todo momento de sugerir o abrir incluso una puerta hacia el enigma.


Haritz Guisasola


El otro desafío era, desde luego, el tener que responder a una obra ya escrita y cerrada. Esta colaboración no ha sido un diálogo de ida y vuelta, sino que los dibujos han surgido de la lectura de los poemas y tratan de habitar sus resquicios, los espacios en blanco, sin perder por ello presencia o autonomía. El trabajo de Haritz se basta y se sobra por sí solo. Al mismo tiempo, convive a la perfección con estos 21 «monósticos» y hace que este libro sea una realidad mayor que la suma de sus partes.

En dos años he tenido la suerte de colaborar con tres artistas muy distintos entre sí: Melquiades Álvarez, Javier Pagola y, ahora, Haritz Guisasola, con resultados igualmente variados. Hechas las cuentas, ninguna otra colaboración me ha deparado tantas alegrías y satisfacciones como la que pone en vecindad imagen y palabra, poema y trazo. Monósticos es un libro pequeño, casi un breviario, pero en él cabe la inmensa alegría del encuentro, del trabajo en común. Y es también una forma de entretener o acortar la espera mientras avanzo en mi nuevo libro de poemas, del que ya empiezo a entrever su final. Como dice uno de los «monósticos» finales:


Una lluvia menuda nos calaba los huesos.
Nadie miró la hora, sin embargo.
Callar era el camino, los pies en el camino.