I'll be back
Daniel Gigena para La Nación
por Daniel Link para Perfil
Está terminando la Bienal de Venecia, tal vez la peor de la que se tenga memoria. Por supuesto, los debates sobre sus contenidos fueron puramente ideológicos: mentar la extranjería, como hizo el comisario general Adriano Pedrosa al elegir el lema de esta Bienal, ¿es una política inclusiva o excluyente?
El asunto puede ser interesante pero palidece ante una fatal evidencia: la mediocridad apabullante de la selección oficial en Arsenale, una de las dos sedes de la Bienal, que incluso llegaba a opacar algunos de los extraordinarios envíos que podían admirarse en los Giardini.
Los enemigos de la politización del arte aplaudirán mis palabras pero les advierto que es poco lo que podrán aprovechar de ellas. La Bienal pasada (The Milk of Dream, curada por Cecilia Alemani), igualmente tensionada en relación con políticas de la visibilidad y la equidad, mostró una selección soberbia de piezas de arte: abrían ante nuestros ojos mundos que estaba ahí pero no habíamos sabido ver o que se nos habían escamoteado. L'art pour l'art es una consigna política que el Siglo XX demostró insostenible al poner en contacto indiscernible el arte con la vida.
No es, por lo tanto, lo político del arte a lo que hay que achacar el estrepitoso fracaso de esta bienal 2024, sino al haber provocado que en el pasaje de una categoría (“arte”) a otras categorías (“Sur Global”, “indígenas” , “personas queer”) la experiencia de lo viviente quedara asfixiada en un puñado de etiquetas sin sentido.
Lo que se vio en Venecia este año fue un “arte inerte” e impolítico: no sólo fuera de la política sino, sobre todo, incapaz de suscitar la menor emoción.
Sirva como ejemplo el de una señora argentina (es difícil decir su nombre, que oscila entre la líquida lateral y la vibrante múltiple, según quién lo pronuncie) con una obra que constaba de acuarelas y papeles escritos y dibujados al mismo tiempo con pereza imaginativa y con obediencia al mandato recibido. La “obra”, en su trivialidad, fue ¡premiada! No tanto por su calidad sino por el carácter “queer” o “trans” de la persona que la produjo.
Dentro de poco estarán premiando “la intención del artista” o su grupo familiar, lo que sería la mayor traición a las batallas estéticas del Siglo XX.
Por Daniel Link para Perfil
Me parecían simpáticas las giras de Victoria vestida de gaucha. Mi simpatía hacia ella tenía que ver no con sus insostenibles posiciones negacionistas sino con la antipatía que le tienen en el Poder Ejecutivo. Me equivoqué. Victoria tampoco la ve. La derecha argentina es ignorante, lee poco y mal, le parece que todo lo que se ha escrito ha sido una conspiración de la que es urgente salir. Entonces argumentan a partir de un resto encontrado, por poco, en un tacho de basura.
Victoria enarboló cuatro libros que integran una colección que se da a leer en las escuelas secundarias para demostrar que estaban pudriendo las cabezas infantiles (extendiendo la noción de infancia mucho más allá de la edad de imputabilidad que defiende su colega Patricia). Conozco desparejamente a las autoras de esos cuatro libros. A la que menos conozco es a Sol Fantin, así que concentro mi perplejidad en su libro que es, no sólo según sus palabras sino por lo que dice, un alegato contra la violencia de género contra mujeres. Cuenta su propio sufrimiento. Curiosamente el twitero libertario Agustín Laje sostuvo que libros como Si no fueras tan niña fomentaban la pedofilia; Villarruel, que “la exaltaban”. Todo sucedía en la misma loca semana en la que Argentina votaba en absoluta soledad contra una declaración de Naciones Unidas que condenaba la violencia hacia las niñas y las mujeres. Al mismo tiempo que el gobierno argentino fomentaba y exaltaba la violencia contra las mujeres (eso es un voto en contra) el texto escrito por una mujer como reparación personal y como señal de alerta era condenado en una perversa inversión de objetivos. Creíamos que los tiempos judiciales de Lolita (novela que he dado a leer miles de veces) habían quedado atrás.
En su descargo, Sol dijo: “que pretendan censurar un libro como el mío, me pone en alerta, como si en realidad fuera otra cosa lo que se discute”.
Sí, es otra cosa: es nuestro mismo derecho a la existencia lo que se discute. El derecho a la lectura, a la información y al pensamiento crítico. La razón es muy simple y vuelvo a repetirla: la derecha argentina es hoy tan bruta que no va a poder poner otros textos, textos suyos, en las listas de lecturas escolares. Entonces es mejor que nadie lea nada. Nunca.
En cuanto a confabulaciones: Aurora Venturini está muerta (y lo está desde antes de que sus libros tuvieran éxito) y es dudoso que Alberto Estanislao Sileoni se juegue su merecido prestigio en aras de una hipotética corrupción de menores.
Victoria piensa que si a alguien le dan a leer una página donde dice “verga”, esa persona querrá chuparla. Adhiere a los principios del Doctor Ky (personaje de Lamborghini) y a la máxima científica “Sos loco o te pica el culo”. Los métodos del Doctor Ky son carcelarios: sodomizar al otro hasta que se acostumbre. Nada de placer. Victoria, Victoria... estás adhiriendo a la política tumbera propia del Ejecutivo. Habrá que decirte, como a ellos: “nosotros no somos comunistas, pero eso que ustedes llaman comunistas, eso somos”. Ya lo vas a entender.
Ya está en los kioscos el número 2 de la Nueva revista de literaturas populares, proyecto compartido por la Cátedra.PHU y la Maestría en humanidades digitales - Untref. Este número lleva como tema central "Pueblos digitales. Del infinito universo y los mundos" y fue coordinado por Diego Bentivegna y Miguel Rosetti.
por Federico Cano para Paco
Aprovechemos la polémica, pues, para lo importante. Contemos nuestras listas de lectura, hagámoslas conocer, discutamos qué se da y qué no en las aulas (y si acaso podramos preguntarnos si podremos dar lo que hoy no podemos), mostremos la secuencia espectacular en la que 17 adolescentes se quedaron casi una hora en silencio mientras la profe encaraba Cometierra, o en la sorpresa de los cinco guachos, allá al fondo, que no pueden creer que Edipo se coja a la madre, mate al padre, o las tres pibas al costado, charletas, que murmuran el escándalo gustoso de que Romeo tenga veinte y Julieta trece (¡y todavía no esté embarazada!), o el petiso repetidor aquel, debajo de la capucha en noviembre, que en secreto se mueve anímicamente cuando descubre, entre el pomposo lenguaje popular de la España posmedieval, que Lazarillo es un pibe al que lo violaron toda la vida. Y es que finalmente, frente al aturdido auditorio del scrolleo en el bondi, eso que somos todos, la palabra escolar quizás pueda, en su anacronismo, imponer un tiempo diferente, utópico, para decir lo que nos pasa. Y es que, hermosamente, y esto sí aprendámoslo, un pibe, una piba, quien sea, no importa la edad, cuando se engancha con un libro, cuando se produce el acto de la lectura, colabora en la magia y en el milagro.
Por Daniel Link para Perfil
No recuerdo un tiempo tan confuso y tan difícil de entender en sus proyecciones de futuro. No creo que se trate de una distorsión personal, porque los resultados de las elecciones (aquí, en los Estados Unidos) parecen significar lo mismo: desconcierto, cuando no desesperación, ante el vértigo de los cambios que vivimos asociados al mismo tiempo con las transformaciones del mundo laboral, educativo, familiar (todos los antiguos espacios de socialización y formación ciudadana) pero, sobre todo, epistémicas (una episteme es como una red de saberes más o menos asumidos como verdaderos en un momento histórico determinado: supone correspondencias, regularidades, instituciones).
Lo que más me sorprende es el regreso del “marxismo”, resucitado del arcón académico en el que se encontraba. Resucitado a medias, como una teoría de la acción política que hace más de sesenta años que ya no se aplica en ningún lugar del mundo, y que impugna con la energía del de un fanatismo que se asienta en la necedad: basta de complejidades, vayamos a lo simple.
La teoría de las ideologías (falsa conciencia, registro de lo imaginario, etc...), en cambio, ha quedado fuera del revival, sobre todo cuando más la necesitábamos.
Es una pena, porque lo que se escucha es un masacote de estupideces tan brutal que no se entiende que sobrevivan sino por la mediación de la Ideología como conciencia falsa y los Aparatos Ideológicos. Creacionistas, liberales que paradójicamente promueven un Estado autoritario, la misma ridícula idea de un Dios y, por lo tanto, de un destino prefigurado (y manifiesto), el pánico sexual, el patriotismo, en fin, todo aquello que, alguna vez, caracterizó al pensamiento más conservador hoy se mezcla con ideas de cambio, de nunca más, de salto hacia adelante.
Triunfa un orden de discurso en el cual el “comunismo” existe sólo como títere esperpéntico (equivalente al gitano que secuestra niños). Se le adjudica a lo que ya no existe la responsabilidad por el pánico que provoca lo existente.
La masa de votantes se arroja sin hesitación a ideas de final: final del planeta, de las prácticas aprendidas o heredadas, de las culturas e, incluso, de un capitalismo urbano despreciado por los “interiores”. No tenemos, por un lado, herramientas teóricas; y el “progreso” y un régimen de acumulación insensatos nos han avasallado. Vivimos las mismas contradicciones de la Edad Media, que mandaba a quemar a los herejes, pero sin ninguna hipótesis de superación de la barbarie que vivimos. La Tierra ya no se mueve, y además es plana.
De las redes se puede decir todo lo malo que se quiera, pero lo peor que tienen es que no tienen curación, chicas. Cualquier muestra pedorra tiene un curador, cualquier edición crítica tiene un responsable por el establecimiento del texto (tarea desdichada para hacer una, pero que luego se agradece), cualquier colección tiene una directora, cualquier alumno tiene un maestro.
En fin... Cualquier noticia tiene un lector. Argentina vota contra una resolución para “eliminar todas las formas de violencia contra todas las mujeres y las niñas en los ámbitos público y privado, incluidas la violencia sexual y por razón de género, la trata y la explotación sexual y otros tipos de explotación”.
O sea: si Argentina no está a favor de eliminar, está a favor de conservar. OK.
Le escribí a todas mis amigas, señalándoles que, como argentino, la cancillería me había autorizado al cachetazo. Ninguna me contestó una obscenidad, pero todas me contestaron en términos que me tranquilizaron.
Pero volvamos a lo que importa: leo esto de La Nación. Chapeau, por supuesto, a quien ideó ese titular. ¡La Nación!
Luego, el gesto. Se puede leer de dos formas.
1. "Están locos", "Son siniestros", bla, bla, bla. Yo lo primero que pienso es: qué vergüenza, que afuera me miren como el ciudadano del país que no quiere votar contra el cachetazo a la fémina (eso es efecto La Nación).
2. La causa es estúpida. Es como el discurso de Miss Venezuela: "por la paz en el mundo". Cancillería dice: dejemos de joder con estas pelotudeces, hay cosas más importantes que discutir. Y, además, que votamos esta resolución es tan obvio que a nadie le interesa, nunca nadie se va a enterar. Entonces: votamos que no y se arma noticia.
3. Pero yo pienso que eso lo leo el mismo día que Trump nombra a un "antivacunas" como ministro de salud (o como se llame el cargo). O sea: no puedo creer que ellos "crean" eso ni creo por un instante que USA habilite a la polio o lo que fuere. Tampoco creo que usen tácticas tan sofisticadas para llamar la atención. Lo que me parece, y es lo más peligroso, es que están haciendo provocaciones. ¿A ver quién salta, a ver hasta dónde me dejan llegar?
Ya lo hizo todo el mundo, y lo había anticipado Hoffmannstahl, que es un poco el inspirador de este blog. El libro de los pasajes, El libro de Manuel, Puig, en fin...
Muchas veces la literatura se cansa de competiciones estúpidas.
"Los recortes del día" recuperará los recortes que les mando a mis amigas, a veces con los mismos comentarios que les mandé a ellas, a veces no (resguardemos un poco el ámbito de lo privado, caramba). No siempre serán recortes de periódicos, pueden ser de correos y, si me llega a mí alguno (porque no uso redes, y ustedes tampoco deberían) y me gusta, algun posteo en esos espacios de ignominia.
O sea: todo es muy pro-vo-ca-ti-vo.
Y, si no, que lo diga ella.
Por Daniel Link para Perfil
Primero se llevaron a Nicolás Posse, y no me importó porque no sabía quién era.
Después cerraron las universidades y no me importó, porque yo ya estaba jubilado. Cuando se llevaron a Mondino no dije nada, ya que si bien amo Córdoba no soy banquera ni diplomática. Cuando vinieron a llevarse a los “comunistas” infiltrados en Cancillería, no protesté, ya que yo no era comunista. Cuando suspendieron la financiación de los envíos a la Feria de Frankfurt y de Guadalajara no me preocupé, porque yo no participaba de esos eventos. Cuando se llevaron a los radicales, me callé, ya que yo no era socialdemócrata. Cuando quisieron suspender el Festival de Cine de Mar del Plata, no me indigné, ya que no hago películas. Después se llevaron a los periodistas e hicieron quebrar a las empresas de medios, pero no me importó, porque no soy periodista ni leo diarios. Cuando fueron a buscar a los sindicalistas no protesté, porque me daban asco esos ladrones acomodaticios. Después quemaron los manuales para ESI, pero no me importó porque sabía que el deseo mueve montañas. Pero cuando se llevaron a Victoria Villarruel, sentí un escalofrío. Ahora las neue Hitlerjugend, cuyo objetivo es formar líderes y «hombres de bien» para el futuro, golpean a mi puerta y no hay nadie que pueda detenerlos.
Se ha cumplido el ciclo previsto por Elías Canetti en Masa y Poder, a quien Horacio Verbitsky aludió en una de sus columnas (que ya no pueden leerse): “una suerte de comunicación directa y sin filtros entre el líder y sus seguidores” (eso es el fascismo, tal como enseña Canetti) ha diseminado la demencia y la destrucción.
Por Daniel Link para Perfil
Los nombres no son indistintos y nombrar no es una operación neutra. Cuando alguien nombra a otro o se nombra a si mismo “Argentino de Bien” presupone un conjunto exterior a ese designante: habrá “argentinos de no bien”, es decir del Mal. Una vez lanzado ese nombre equívoco y discriminador, quienes no se identiquen con él caerán en la bolsa de los que pueden ser exterminados, insultados, explotados. Todos los privilegios para unos y todos los tormentos para los otros.
La gramática (¡lean, che!) conoce de estas distinciones. Está el “nosotros exclusivo”, que excluye al tú de ese colectivo. “Nosotros, oh Dios, te rogamos que....” Dios no forma parte de la comunidad orante. Y está el “nosotros inclusivo”, que abraza y asimila al “tú”: “Debemos esforzarnos para liberarnos de esta lacra”. Por supuesto, las corrientes que abrazaron el “lenguaje inclusivo” (nombre que detesto) dirían que todo ejemplo de nosotros inclusivo es una patraña.
Lo mismo puede decirse de los nombres: hay nombres de primera persona (yo), de segunda persona (tú) y de tercera persona (él, el que no participa del acto comunicativo). La oposición “Casado / Soltero”, sólo puede ser sostenida por un Tercero que es el Estado, que también separa entre “Trabajador / Jubilado”. De “Argentino” puede decirse lo mismo: sólo el Estado sostiene ese nombre. En contra de esa nominación de tercera persona, el cantante Rodrigo nos regaló un hermoso ejemplo: “Soy cordobés y ando sin documento / Porque llevo el acento de Córdoba Capital”. Independientemente de la identidad documentada de tercera persona, Rodrigo se nombra a si mismo como participante de una comunidad por un rasgo de lenguaje (la curva tonal, el alargamiento de la sílaba previa a la acentuada).
Durante muchos años se nombró “Clase Mierda” a la clase media. Lo curioso es que quienes lo hacían participaban de esa clase estadística. “Clase Mierda”, “Kuka”, “Viejo puto” son nombres de segunda persona. Son los nombres que nos arrojan a la cara no un tercero más o menos distante como el Estado, sino aquellos que, efectivamente, se comunican conmigo. Uno puede apropiarse de esas designaciones y transformar un nombre de segunda persona (una injuria) en nombre de primera. Es el caso de “marica”, que fue rápidamente incorporado a la lengua de las locas. A veces el Estado abraza los nombres insultantes, convirtiéndolos en nombres de tercera.
Por lo general, la política inventa nombres. Que alguien se diga “libertario” cuando es un conservador de manual del siglo XVIII sólo quiere decir que pretende ocultar su verdadera identidad detrás de una máscara (superhéroe, supervillano) que hace pasar por nuevo lo que es más viejo que los Diez Mandamientos. La potencia del nombre “libertario” durará mientras dure el espejismo y el ensueño de la primera persona. Hasta ahora no ha sido aplicado como nombre de segunda (“ustedes, los libertarios”), ni mucho menos como nombre de tercera. Es, para decirlo con un término que irrita la sensibilidad libertaria, una autopercepción o, mejor: una percepción de si que no se corresponde con la realidad.
Cuando esas percepciones imaginarias no comprometen la totalidad del nosotros inclusivo “argentinos”, a quién le importa. Cuando es la bandera de la destrucción, habría que tomar un poco de distancia y denunciar la fantochada.
A la hora de nombrarnos a nosotros mismos, pensemos qué clase de nombres asumimos como propios. Yo soy padre y abuelo, como nombres de tercera persona, pero soy “abueloca” como nombre de primera. Fui profesor (nombre de tercera), soy escritor (nombre de primera y de segunda)... ¿Soy casado o soltero? ¿Y si estuviera separado? “Separado” parece un nombre de primera persona pero también es de segunda, porque llegamos a ese punto de acuerdo entre dos (de otro modo, sería “abandonante” o “abandonado”, y ahí te quiero ver para decidir el propio lugar). ¿Llegaré a ser un “viejo puto” o un "viejo meado"?
Nombres políticos: “Republicano”, “Peronista” (¿pero cuál es su significado, hoy por hoy), “Comunista” (tanto puede ser un nombre de segunda, en la boca soez de los conservadores o un nombre de primera, en boca de personas que leen libros). Cuando el Sr. Macri se nombró como “Viejo Meado” no transformó el lugar del nombre, que sigue siendo de segunda persona, pero lo dirigió a un otro Tú.
Ser, en todo caso, es ser nombrado.
El esfuerzo se agradece Carlitos.
La primera vez que lo decís, el caso de mundo está mal. Es "Sic transit gloria mundi", y es la gloria DEL mundo y no en el mundo (en cuyo caso la "o" habría sido legítima).
Al final se corrige así que ahora lo entiendo: dijo “mundo” al principio, porque si no se le despistan los telespectadores. Y por ahí creen que es una forma de lenguaje inclusivo.
Independientemente de las identificaciones (o no), la exhibición de carnes de vedette es rara…..
Por Daniel Link para Perfil
Almorzaba en la galería de adelante. Las perras dormitaban bajo la mesa, deshechas de calor.
Me quedé observando a un pajarito juntando ramas para su nido. Es una hipótesis, porque agarraba un palito y levantaba vuelo con destino a la copa de algún árbol y después volvía a hacer lo mismo. Debería saber más de pájaros para deducir de ese comportamiento el género y la clase de nido.
Lo que a mí me sorprendió fue que hiciera sus tareas a poco más de un metro de nosotras (las perras y yo), como si no nos temiera.
Al día siguiente de esa escena sucedió otra similar. Yo regaba (en verdad, abandono la manguerita donde pienso que hace falta, mientras sigo escribiendo; cada tanto la corro de lugar). Se había formado un charco y venían unos pajaritos a bañarse. Cuando fui a mover la manguera, los pajaritos colorados y grises se apartaron un poco pero no abandonaron sus juegos acuáticos. Una vez más, parecía que no me temían.
Eso me alegró un poco y me imaginé como aquella vieja loca de Mi pobre angelito, que fungía de percha para las palomas. Detesto a las inmundas palomas, pero por suerte no hay demasiadas acá: habrá aves de rapiña que las espantan.
Tampoco hay loros, esa otra plaga sonora. Tengo amigos con casas en la provincia en cuyos jardines es imposible conversar por el estrépito del lorerío.
Los que yo veo y con los que vivo son pajaritos de esos pequeñitos, elegantes, idiotas (de donde viene la caracterización “cabeza de pajarito”), pero que cantan divino todo el día. Me gustaría, como dije, saber las variedades, porque no es lo mismo un benteveo (no he escuchado trinar a ninguno, todavía) que un cuclillo (aprendí algunos nombres de la Lista actualizada de las aves de la provincia de Buenos Aires).
Una vez, se cayó un nido sabe Dios de dónde. Gaby Bejerman, de visita, se empeñó en salvar al pichoncito de su muerte segura. Por supuesto, cuando se tuvo que ir me lo dejó a mi y pese a mis ignorantes esfuerzos (o precisamente por ellos), a los dos días el pichón había muerto.
Mis pajaritos son criaturas delicadas y frágiles y me pregunto si la progresiva confianza que tienen conmigo no se les volverá en contra, cuando se crucen con uno de esos niños asesinos que gustan de matar aves a cascotazos.
Aquí puede leerse mi contribución al World Humanities Report. Y aquí, la versión de lo mismo en castellano.
Como decía Auerbach: “Nuestra patria filológica es la Tierra (la nación ya no puede serlo)”. El espíritu no es nacional: Paupertas e terra aliena.
Y también: perfectus uero cui mundus totus exilium est (Hugo de San Víctor): ése es el debido amor al Mundo.
Por Daniel Link para Perfil
En una escala aeronáutica, empiezo a ver una película promocionada como “surrealista y de suspenso”, para comprobar la degradación del nombre de la vanguardia más longeva del siglo XX.
La premisa de la película es de una estupidez pasmosa. Cuenta una reunión de viejos compañeros de colegio o de universidad con motivo del casamiento de uno de ellos. Invitan al “resentido” de entonces, que se presenta con un juego grupal que ha desarrollado en su compañía de software: mediante un sencillo dispositivo, las personas pueden cambiar de cuerpo. Los amigos, no se entiende bien por qué deficiencia mental, se someten con algarabía al intercambio de cuerpos (ojo, tampoco se trata de ponerse cachondos: las chicas con las chicas y los chicos con los chicos). Las muertes, como era de prever, se desencadenan. Pero me detengo en lo primero que les impresiona: verse desde fuera.
El asunto es interesante desde el punto de vista existencial: mirar a los padres es verse a uno mismo desde fuera (porque, inevitablemente, seremos atraídos hacia esos modelos de comportamiento), etc... Pero también sucede cuando se viaja y se experimenta lo mismo.
Estar en Roma es como ver la identidad rioplatense fuera de uno.
Es como un espejo deformante, porque se ve en su total pureza aquello que hemos adaptado, disuelto, mezclado, precipitado, pero que sigue en el fondo, haciéndose notar.
Por ejemplo la intensidad italiana, que después de un par de semanas se vuelve un tanto agobiante (“si no hay trauma, no hay amor”, repiten los intelectuales y los artistas italianos un poco en broma y bastante en serio), queda disuelta en el bullicio hispánico, el ensimismamiento indígena y el humor judío y juntos producen un ambiente estilístico y una tonalidad afectiva muy diferente de los excesos operísticos romanos.
Por otro lado, ¿tienen los romanos la chance de verse desde fuera (de si)? Probablemente no, dado que han sido desde siempre el centro del mundo, y tal vez por eso cultivan la diferencia mínima: allí todo es napolitano, calabrés, siciliano, veneciano, florentino, milanés.
Habrá que estar en el norte, pienso, para poder ver a Roma desde fuera, para encontrar lo romano levemente descolocado, brillando en soledad.
Por Daniel Link para Perfil*
Hoy es un día de incontables celebraciones no del todo convergentes aunque coincidan en el mismo día y recuerden el mismo acontecimiento. En Argentina se festeja el Día del Respeto a la Diversidad Cultural, mientras que en España y en sus embajadas se brinda por el Día de la Hispanidad. Chile llama a recordar el Día del Encuentro de Dos Mundos (designación que me parece extremadamente feliz). Nicaragua prefiere recordar el Día de la Resistencia Indígena, Negra y Popular y Venezuela se contenta con recordar la Resistencia Indígena. Mientras Estados Unidos recurre al sistema de estrellas (Columbus Day), México y Perú reinvindican las tradiciones precolombinas con sus respectivos Día de la Nación Pluricultural y Día de los Pueblos Originarios y del Diálogo Intercultural. Más teórica, Bolivia ha fijado el Día de la Descolonización y Bahamas y Belice, indiferentes a los rigores del exterminio y el extractivismo, llaman al 12 de octubre Discovery Day y Pan-American Day.
En Roma, donde estamos ya preparando las valijas para volver a casa, una amiga italiana tuvo que decidir ayer entre concurrir a la Embajada de España para el consabido brindis o una reunión de consorcio: se decidió por lo segundo, mucho más decisivo para su vida cotidiana. Nosotras, en cambio, dedicamos la jornada a supervisar los últimos detalles del montaje de la muestra fotógrafica de Sebastián Freire “Corpi senza padroni” que inaugura hoy, en la galería Roma Smistamento. Si bien la muestra replica la exitosísima “Cuerpos sin patrón” del año pasado en Valencia, su apertura en un día tan especial le da un sentido específico.
Diversidad, resistencia, multinaturalismo y diálogo son palabras que le cuadran bien a una muestra que exhibe y celebra cuerpos que se apartan de las normas hegemónicas y se postulan como espacios legítimos del goce y del pensamiento.
En Europa, donde la mayoría de las violencias coloniales encontraron su punto de condensación afectiva y teórica, son curiosamente reacios a percibir las tonalidades de piel de quienes, por “no-blancos”, sufrirían con certeza las requisitorias migratorias. Les llaman más la atención las morfologías óseas (las narices, los pómulos, las frentes), como si en esas profundidades se cifrara alguna verdad que las superficies impiden apreciar. Metafísicas de la carne, se dirá. Pero también estereotipización: aquello que no responde al arquetipo proponderantemente andino de lo americano no tiene la misma consistencia exótica.
Con los cuerpos trozados, intervenidos, escritos, en fin: signados (y esos signos son signaturas que a veces se identifican con la esfera humana pero a veces no) la disidencia parece más legible pero al mismo tiempo menos radical que la de aquellos cuerpos que sencillamente se abandonaron al hambre, a la gula, al pecado.
En ese límite que la corrección política no alcanza se cifra el secreto del arte de Freire, que apuesta a la felicidad y a la celebración antes que a la queja. El espacio fotográfico como el lugar del abandono y la alegría.
*Para nuestra sorpresa, la columna aparece reproducida en el sitio Calamuchita ya pero atribuida a un tal Hugo Filártiga, a quien ya le pedimos que aclare la situación y que envíe los datos impositivos del sitio para enviar la correspondiente factura.
Por Daniel Link para Perfil
En viaje laboral, me reservo una tarde para ir a uno de mis lugares predilectos de Valencia, la casa de Abanicos Carbonell (fundada en 1810), atendida hoy por Guillermo y Paula Carbonell, cuarta y quinta generación de una familia dedicada a la fabricación de abanicos artesanales. Guillermo es bisnieto del fundador (Arturo Carbonell Rubio) y cuenta: “A mi padre le sucedí yo iniciándome en este artesano trabajo hace mas de 40 años y aprendiendo todos sus secretos”.
Uso los abanicos Carbonell desde hace más de diez años y vuelvo siempre porque mientras yo pueda volver a esta tienda sé que el mundo tiene un centro y un sentido.
Esta vez, después de una tarde plagada de desencuentros, les llevé un abanico con una varilla despegada para que le hicieran el service. Guillermo estaba de mal humor y al principio dijo que no, que la chica se había ido, que volviera otro día, pero después salió Paula, con cola y pincel en la mano y me dijo que ella lo arreglaba.
Ya con el abanico en la mano, comenzó a negar con la cabeza y desplegó ante mí uno de los secretos del abanico. “No es sólo una varilla... Mire aquí, está viciado”….
Pegó la varilla y otra más que ella había descubierto despegada, pero le parecía que ese service no iba a durar porque el abanico “busca el vicio”.
La acompañaba una mujer más joven (¿su hija, la tataranieta del fundador? ¿o una empleada?) que se reía junto con nosotras. Luego entendimos que el vicio adviene cuando el abanico no se abre y cierra por sus pliegues sino por donde se le da la gana: ahí empiezan los problemas, que ya no terminan más.
Por supuesto, compré uno para reemplazar el viciado y les conté que el último que había comprado fue para mi hija, “uno blanco” dije. “De novia”, dijo Paula. Sí, le dije yo. Y le dije más: ya se divorció.
Pues yo llevo ya para 46 años. Son las nuevas generaciones, dijo Paula, que no aguantan nada, y señaló a la que supongo era su hija, otra señora, como si fuera el vivo ejemplo de la disolución del contrato matrimonial (y, por lo tanto, de quién sabe qué vicios).
“Yo aguanté 25 años, que es bastante”, dijo ella muerta de risa. Razón le dimos, desde ya, sobre todo porque el “aguanté” indicaba antipatriarcado silvestre.
Me volví con dos abanicos, uno nuevo y lleno de ilusiones y otro ya muy ahíto de vicios. Paula había insistido en que comprara uno del mismo color del que había llevado, azul, pero yo preferí llevar uno negro porque allí donde hay esperanzas y vicios, es seguro que más tarde o más temprano habrá duelos.