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sábado, 28 de septiembre de 2024

Las naciones sean unidas

por Daniel Link para Perfil

Veníamos trabajando hace tiempo en relación con la agenda 2030 (que tiene unos contenidos para las Naciones Unidas y otros, bastante precisos, para la Unión Europea).

Ahora la ONU presentó en asamblea el Pacto por el Futuro 2045, que profundiza y continúa el anterior. Argentina se declara en contra de firmarlo porque ““muchos de los puntos de este Pacto, con sus anexos, presentan reservas y objeciones o son retardatarios de la nueva agenda de Argentina”. Las reservas y objeciones, creemos, provendrán más bien de la desquiciada agenda presidencial, no de los puntos del Pacto (si me detengo en esta corrección es para que se entienda la importancia de un buen aprendizaje de la gramática).

La posición argentina es rarísima porque esas agendas no se cumplen, pero fijan unas posiciones respecto de las cuales es posible imaginar un cierto desarrollo, un cierto equilibrio, un cierto compromiso con el mundo. No es que Naciones Unidas sea también ella una cueva de comunistas o de ratas. Muy por el contrario. No hay teoría política que considere a esas reuniones de consorcio como algo más que un organismo sin ningún poder real sobre los asuntos políticos relevantes. Pero justamente por eso, opera con cierta autoridad en términos imaginarios: un mundo sin hambre, sin guerras, sin brechas educacionales, con un desarrollo amable con la naturaleza y gobiernos cada vez más transparentes (lo que de algún modo equivale a decir “imperceptibles”).

Ponerse en contra de esas ideas (como de tantas otras) a grito pelado, sólo para hacerse notar, es al mismo tiempo un ejercicio de soberbia, de ignorancia y de terror. 

 

sábado, 3 de agosto de 2024

La fiesta de los dioses

Por Daniel Link para Perfil

Desde Tinelli que no se veía un cachivache semejante. Por más intertítulos que pusieran a cada uno de los capítulos de la apertura de los Juegos Olímpicos todo era una mescolanza sin ton ni son: el cabarute con las belles lettres, todo pasado por agua.

Nos daba satisfacción el fracaso galo, después de las estridencias previas que se vivieron entre nosotras, las argentinas de bien.

El momento Barbierísima pregrabado de Lady Gaga no daba ni para el Estrella de Mar. Y después, sólo algunos destellos de belleza: las bailarinas oscilantes atadas a largos palos y el ménage à trois estimulado por libros arrancados de los anaqueles y puestos a circular entre los cuerpos.

¡Y la insopotable caravana de lanchas y de Bateaux Mouches que duró más que cualquier esperanza de redención! Ni Macron (que está hecho para las pantallas) podía sobreponerse al aburrimiento soberano.

No sé por qué tantas protestas a propósito de la recreación de una cena (algunos dicen que ni siquiera era la Última, sino La fiesta de los dioses de Jan Hermansz van Bijlert). Después de todo, los Juegos no son una invención católica sino todo lo contrario: lo que el catolicismo francés (el más asesino de todos) no puede tolerar. En todo caso, un bodrio, sobre todo por cómo estuvo televisado: en fragmentos muy breves, sin que se entendiera el rol de cada quien.

De pronto el tiempo se detuvo: un caballo robótico cabalgaba sobre el Sena con una majestad que tanto decía el pasado como el futuro. Fue un largo momento poético, pero era para que lo vieran todas las personas que habían aguantado el chubasco.

Después, la Tour Eiffel se volvió loca vestida con falsos lasers y nos dimos cuenta de todo. Los organizadores se habían dicho: hagamos cualquier cosa, si total tenemos la Tour...

Pero después se transformó en plateau para una performance deslumbrante que nos despellejó en vida. Celine Dion cantó "Hymne à l'amour" de Edith Piaf con una perfección potenciada por su condición física.

Sé que las personas con menos sensibilidad lagrimearon durante esos minutos de amor a toda costa.

Y para terminar, el pebetero volante con falso fuego. Fueron tres momentos a lo largo de cuatro horas. Pero había que separarlos en el tiempo, aunque fuera con desperdicios.

 

sábado, 1 de junio de 2024

Siete diferencias

Por Daniel Link para Perfil

Un poco en chiste, nos hemos lanzado a comparar los años noventa con este presente que nos ha tocado en suerte (y que, justo es decirlo, nos lo merecemos, por más odioso que sea). La culpa es un poco de Milei, que no deja de compararse con la reencarnación del Tigre de los Llanos (convengamos que lo de Leon le queda demasiado grande: los leones no patalean, con la cara enrojecida).

Pero hay diferencias. Menem fue perdiendo las patillas de a poco, hasta que desaparecieron del todo. Milei, por el contrario, se las dejó crecer para hacerse el canchero. Menem era astuto como un encantador de serpientes y sabía seducir (Mirtha Legrand, tan luego, lo recordó como “Siempre carismático y simpático","El único invitado que terminado el programa iba a la cocina y saludaba a todos los empleados"). Milei, en cambio, sería capaz de preguntarle a la conductora cada cuánto se cambia los pañales.

Menem tenía un partido, Milei tiene una hermana y, con mucha buena voluntad, una banda.

El riojano metió varias patas que nos costaron caro: desmanteló el sistema de ferrocarriles, envió tropas a la Guerra del Golfo, instaló al país como blanco del terrorismo internacional. Las bravatas de Milei van en la misma dirección, pero todavía no hizo (por fortuna) casi nada.

Durante la década menemista, muchas personas pudieron acceder a créditos hipotecarios. Hoy esos créditos han vuelto, pero es muy probable que se transformen en pesadillas atadas a coeficientes de actualización inalcanzables.

A Menem lo votaron dos veces, tanto los sectores populares como los intelectuales. A Milei, como siga el camino de odio que ha emprendido de la mano de los más desagradables estrategas, no lo van a votar ni sus ex-funcionarios (que ya son legión).

No estoy contando, así que no sé si llegado a las siete diferencias, pero agrego dos más: cuando terminó el menemato pudo verse todo lo que la prensa canalla había escondido celebrando las noches de pizza con champagne. Fue el comienzo del cartoneo y de la gente que sobrevivía revolviendo la basura. Hoy el presidente dice que la gente no la está pasando tan mal porque si así fuera ya estaría muerta. Y lo dice al comienzo de su, por llamarla de algún modo, gestión. Y lo dice teniendo ya esa parte de la ciudadanía enterrada en ese pozo de ignominia.

Cuando Menem, quienes tuvimos la suerte de viajar nos comprábamos alguna ropita. Ahora vamos al super extranjero y compramos café, desodorante, espuma de afeitar.

Digámoslo así: Menem tenía un proyecto, Milei tiene un delirio.

sábado, 27 de abril de 2024

Un recuerdo infantil

por Daniel Link para Perfil

Circunstancias familiares que no vale la pena mencionar me permitieron recuperar un sueño infantil que estalló en mil pedazos contra la realidad, ese sello de clausura sobre todas las puertas del deseo (juro que este verso me lo acuerdo de memoria desde mi primera juventud).

Mis padres leían bastante, pero mucha porquería. Alguna se me pegó. Por ejemplo: mi papá era fan de Isidoro Cañones, historieta de la que guardo una buena colección, que quise donar sin éxito al fondo AHIRA antes de que las polillas terminen de devorarla.

Siendo niño, yo tenía muchas ideas de felicidad (todas ellas irrealizables, lo que me permitía sufrir y entregarme a la lectura, mi única felicidad al alcance de la mano). Una de ellas era decirme isidorianamente “me voy a Mar del Plata” y hacerlo, sin ningún plan previo, ninguna advertencia a nadie, sin siquiera pasar por casa a buscar ropa.

Sin embargo, nunca jamás fui a Mar del Plata (ni de ese modo ni de ningún otro) hasta muy entrado en mi madurez, cuando cubrí el Festival de cine de Mar del Plata como periodista. Me gustó la ciudad, claro. Qué digo “me gustó”. Me enamoré de Mar del Plata. La bajada del Torreón es una de las primeras cosas que recorro a velocidad moderada cada vez que llego, hasta que la Biarritz argentina se me aparece en todo su esplendor y la paz me inunda. Me gustan la escala de la ciudad, su costa, los acantilados.

La casualidad quiso que hace unos años cayera en manos de mi familia política la administración de un departamento céntrico con una sucesión complicadísima.

Nos dedicamos a arreglarlo y a prepararlo para vivirlo. En lo que era el cuarto de servicio me instalé un escritorio y un silloncito que puede ser cama de huéspedes. En el balcón a la calle (una de las más feas de La Feliz) puse macetas con suculentas y cactus, para no preocuparme por el riego.

Creo que en febrero estuvo listo y desde entonces no había vuelto. Pero el jueves me dije: “me voy a Mar del Plata”. Avisé que me iba y, sin más trámite (allá tenía todo lo que podía llegar a necesitar, incluida una computadora vieja), subí a la autopista, sintiéndome hasta superior a Isidoro Cañones, que no contó con esa ventaja. El portero del edificio iba a prender las estufas y el termotanque.

Pensaba, mientras pasaba mis canciones, en cómo la cultura industrial nos ha moldeado tanto como la cultura escolar, porque la felicidad pueril había sido una posibilidad de vida hace cincuenta años.

Pero todo era falso. La pasé de maravillas, pero tuve que enfrentar un problema que Isidoro nunca conoció: el dinero en efectivo. Mar del Plata vive del cash y yo no había llevado suficiente, así que tuve que hacer bancos, etc.

Lo peor fue la vuelta. Mientras yo manejaba a velocidad crucero, para optimizar el consumo de combustible y evitar multas por exceso de velocidad, vi que me pasaban a toda máquina autos completamente al margen de las preocupaciones económicas.

Esos eran los verdaderos Isidoros, los tarambanas sin vacilaciones y no yo, que había pretendido cumplir las “locuras de Isidoro” que, en el fondo, eran una pelotudez. Volví realista, endurecido.


miércoles, 24 de abril de 2024

Leer, ella dice....

 


viernes, 24 de noviembre de 2023

sábado, 18 de noviembre de 2023

Infancia y pensamiento

Por Daniel Link para Perfil

Nos convocan a una reunión universitaria en la que se discutirán políticas de investigación y mecanismos para estimular y fortalecer el desarrollo de proyectos. No se entiende muy bien por qué estamos en un salón con mesas modulares y sillas de colores, como de kindergarten, hasta que nos dividen en grupos de cuatro personas y nos hacen mover los módulos para crear células autónomas de razonamiento. Nos someten a una serie de preguntas estrambóticas que curiosamente, en mi equipo respondemos todos con la misma respuesta: necesitamos dinero, infraestructura, espacios (físicos y virtuales).

Cuando llega el momento de la puesta en común, el “consultor externo” contratado para la ocasión queda pasmado: en todos los grupos la respuesta ha sido la misma, para todas las preguntas. Le explicamos que los proyectos de investigación financiados por la universidad otorgan un subsidio que, al cambio de hoy, equivale a 30 (en el peor de los casos) o 90 (en el mejor) dólares anuales para todo el equipo que integra el proyecto (la inscripción a un solo congreso baratito ronda los 30 dólares).

Le contamos que en algunos centros ya nadie se presenta a esos proyectos por lo insustancial del subsidio y porque luego hay que enfrentarse con una burocracia que exige la devolución de algunas sumas porque un comprobante se perdió o estaba mal hecho.

Un geógrafo cuenta el caso de una geóloga (ah, la canción de la tierra) que, estando en el medio de una excavación, recibió un llamado pidiéndole cuentas por unos tres mil pesos (3 dólares) que no había rendido correctamente.

¿Se puede investigar sin inversión? Se nos preguntó cómo se puede aumentar la capacidad de captura de fondos. Lo sabemos perfectamente: presentándonos a convocatorias internacionales. Pero para eso también hacen falta recursos, porque cada una de esas presentaciones, que podrían traer cientos de miles de dólares o millones de euros a la universidad requieren de tiempo, precisión, talento. Agregamos a la lista de lo que hace falta: plata, espacios (físicos y virtuales), infraestructura, nombramientos.

Nos retiramos con la satisfacción de que las autoridades transmitirán al futuro gobierno nuestras necesidades, que serán escuchadas y resueltas.


sábado, 19 de agosto de 2023

La cruzada de los niños

Por Daniel Link por Perfil

Lo del domingo pasado me tomó por sorpresa y me obligó a cambiar el ritmo de mi pensamiento y el tema de esta columna (iba a versar sobre la performance en Ibiza de DJ Padre Peixoto, en relación con una idea religiosa de pueblo).

Yo me decía, contra las advertencias de nuestras maestras, que el fenómeno Milei no era importante y servía para que lo más reaccionario de la sociedad encontrara un palenque donde rascarse. Craso error.

Más grave todavía era mi desconocimiento del programa de gobierno de Milei, al que no había escuchado nunca hablar desde que comenzó su carrera política.

A partir del lunes pasado traté de instruirme. La mitad de las cosas que dice Milei están bien; la otra mitad meten, en efecto, miedo, porque nos arrojan a lo desconocido. Entonces, ¿cómo evaluar su discurso y sus propuestas?

En principio, Milei es un apasionado, y eso rinde. Su retórica supera ampliamente la de la media de la casta política, a la que detesta. Su misma vicepresidente no puede hilvanar dos frases seguidas sin trastabillar. Patricia Bullrich ignora la sintaxis. Etc.

En cuanto al contenido, es muy sorprendente la cantidad de referencias librescas que Milei enarbola para justificar sus posiciones (desde textos económicos hasta la Torá). Y ciertos latiguillos (“humanismo” es uno de ellos) nos dan la clave de interpretación.

Javier Milei es un personaje del Siglo XIX. Alberdi es, no tanto su antecedente, sino su compañero de ruta, y su programa para el sector educativo es totalmente sarmientino. Milei cree en la libertad de viejo cuño y quiere arrancar a la noción de “revolución” su tufillo marxista. El bunker desde el cual se dirigió a sus votantes y a la ciudadanía se ubicó en el hotel “Libertador”. Y luce patillas patrióticas.

Milei repite un gesto que no nos es extraño: vuelve al Siglo XIX y hace de cuenta que el Siglo XX no sucedió o fue sencillamente una pesadilla de la que debemos despertarnos. La recompensa será un encuentro pleno y total con la libertad, la verdad y la justicia, como si esas nociones positivas del siglo XIX no estuvieran en si cargadas de deformaciones (el humanismo no existe a secas, sino que es “humanismo burgués”).

Su catastrofismo (su milenarismo) es necesario para justificar una segunda venida, esta vez de una sociedad transparente que no necesita del Estado sino en mínimas cantidades para alcanzar la redención universal.

Es un programa (ideológico, filosófico) que nadie más sostiene, un poco porque, como él señala, la casta política es corrupta y otro poco porque es un modelo ya históricamente probado y cuyos resultados han sido poco edificantes (el imperialismo, el colonialismo, el extractivismo, las grandes purgas y procesos de exterminio, la precarización de lo viviente). Habrá que ver qué queda de su discurso si es que accede a los aparatos de gobierno, pero por el momento todo resulta una mezcla rara de luz cegadora y opacidad. Que sus seguidores se cuenten entre los más jóvenes y los más humildes nos obliga, además, a revisar las ideas políticas de pueblo con las que nos manejamos.

(continuará...)

 

sábado, 5 de agosto de 2023

Retención y revuelta

Por Daniel Link para Perfil

Hay un debate persistente alrededor de un tema viejo y anacrónico. En campaña, algunas candidatas presidenciales (incluyo en este colectivo, como corresponde, a los postulantes masculinos: la Solano, la Larreta, la Grabois, la Moreno) han levantado la bandera del liberalismo a ultranza: “basta de retenciones a las exportaciones”.

Ese debate ya saldadísimo se remonta por lo menos a 1763, cuando Luis-Paul Abeille publicó su “Lettre d'un négociant sur la nature du commerce des grains”. Esa carta fue seguida por unos Principes sur la liberté du commerce des grains (1768), donde el fisiócrata abogaba por la libre producción, el libre comercio, la libre exportación (en suma: el libre abuso) y proponía una cuasi metafísica de la plantación: “Acontecimientos tan decisivos como aterradores, y siempre los mismos, advierten que el régimen de un Comercio tan complicado como el del grano está más allá de las fuerzas del hombre más superior, y que, en consecuencia, es imprescindible abandonarlo a sí mismo”.

Muy pronto el ancien régime se toparía con los revolucionarios de 1789, ebrios de reglamentaciones. Bastante después, Foucault encontraría en Abeille, quien era consciente de que las formas de gobierno liberal corren siempre el riesgo de generar su propio monstruo, una figura con potencia para rebelarse contra el propio sistema. Para Foucault, que encuentra allí los fundamentos para su teoría del poder y de la resistencia, esa figura insumisa predicha por Abeille se reconoce por el nombre “pueblo”.

Hagan los que mejor les parezca, pero aténganse a las consecuencias, previstas desde el fondo de los tiempos.

 

lunes, 24 de julio de 2023

Barbie-zombie

Estamos dispuestas a demostrar que Barbie es una mierda, pura basura ideológica, no importa qué. El juicio demorará porque no vamos a pagar para verla, así que dependemos de los ritmos de la piratería.

Además, se impone volver a dar en clase los textos de Theodor Adorno, que considerábamos un poco viejos. Pero ni Deleuze ni Foucaut habilitan a una celebración descerebrada de lo que ayer era el Pato Donald. 

Los ambientes estilísticos (la prosa plúmbea de los adornianos) pueden pasar de moda. Pero el enemigo es siempre el mismo.

 

sábado, 1 de julio de 2023

Desinteligencia natural

Por Daniel Link para Perfil

¿Qué es una inteligencia artificial, además de la capacidad para movilizar una cantidad sobrehumana de información y argumentos literalmente robados a quienes pensaron eso antes? Las exigencias de open access, que hasta ayer nos parecían lo más democrático, nos resultan hoy un escalón más en un proceso de extractivismo y apropiación intelectual completamente desbocado. Pues bien, además la IA es un modelo de pensamiento bastante aterrador, porque hace de lo módico, de lo medido, de lo cuantificado y de lo verificable su regla dorada.

Si nuestros maestros nos enseñaron a pensar en contra del propio pensamiento, esa aventura tan propia del Siglo XX se nos aparece ahora como una vía bloqueada, de acuerdo con el modelo de la inteligencia artificial general (dejo de lado las aplicaciones específicas de inteligencia artificial: los correctores de ortografía y sintaxis, los diccionarios, los buscadores, que siguen siendo herramientas legítimas y de gran utilidad).

Si una conoce un poco las instituciones del conocimiento, muy pronto comprende que en el universo de la inteligencia natural, por llamarlo de algún modo, reina el mismo pensamiento burocrático y levemente autoritario, que sanciona no sólo sobre la verdad de lo que otro ha escrito, sino también sobre su originalidad y su estilo.

Las jóvenes que ingresan al mundo académico deberán producir “papers”, preferentemente publicados en revistas que adopten el formato de la evaluación ciega (evalúa un “experto” anónimo, que teóricamente no sabe quién escribió lo que evalúa). Presunta neutralidad y tranquilidad ilusoria. Es como presuponer que en la neutralidad del juicio hay un valor y que el conocimiento no es, por definición, polémico.

Evaluado el texto, es posible que la joven encuentre que su contribución no cita la bibliografía que al evaluador le parece, que sus enunciados deben ser matizados o que el uso (supongamos irónico) de ciertas palabras no es el adecuado al registro científico.

Por supuesto, la joven no tiene más remedio que aceptar esas insolencias porque aunque escribiera cuatro libros brillantes, nada pesa tanto como un artículo evaluado “ciegamente”.

Con el tiempo, esa joven pensará y escribirá exactamente lo que quiere la institución (porque en eso se le juega su supervivencia), sin mayores disturbios, sin iluminaciones, sin riesgos y, naturalmente, sin ningún interés.

La inteligencia artificial no es más que la automatización del tedio y de los modos de reproducción de las instituciones del conocimiento.

sábado, 8 de abril de 2023

Las hijas de Borges

por Daniel Link para Perfil

La hija más célebre de Borges es imaginaria: se llama Raula Borges, está comprometida con Miguelito Pérez Perkins, un delegado de Raúl Alfonsín en París, que quiere convencer a Nicanor Sigampa, un millonario afroargentino, para que contribuya con cuatro mil millones de dólares al pago de la deuda externa, que asfixia al gobierno.

Nicanor Sigampa urde, en cambio, una campaña para postular, en las inminentes elecciones, a un candidato propio a la presidencia, el poeta Darío Copi, el narrador de la novela La internacional argentina, de la cual Copi (Raúl Damonte) es el autor.

La novela (que hoy merecería ser revisitada para comprobar su alucinatoria capacidad de predicción) fue publicada en francés en 1988, dos años después del casamiento de Borges con la Sra. Kodama, celebrado por poder vía Asunción. Pocas semanas después, el 14 de junio, Borges murió en Ginebra.

Los diarios en general, pero en particular el diario Clarín, lloraron la desaparición de la Sra. de Borges, inexplicablemente celebrada como una guardiana fiel del legado de su marido, cuando en verdad su gestión sobre el patrimonio literario de Borges fue errático y mezquino.

La Sra. de Borges bloqueó todo proyecto de edición crítica de las obras de su difunto marido. Se dedicó a pleitear insensatamente contra todos y todas los que osaran intervenir en relación con su legado (el caso más resonante fue el de Pablo Katchadjian, pero yo mismo recibí una carta documento de sus abogados cuando trabajaba para el diario Página/12). El 4 de diciembre de 2019 rechazó la iniciativa de Alberto Fernández para crear un “Museo Borges” con manuscritos donados por el empresario Alejandro Roemmers. La Sra. de Borges afirmó (sin pruebas) que esos manuscritos habían sido robados por una empleada doméstica (la hija natural de Borges, en La internacional argentina, es hija de una empleada de limpieza de la Biblioteca Nacional, de origen portugués).

Independientemente de la pena que puede causarnos la muerte de una señora a la que le gustaban mucho los arenques, muchachos, nos volvimos a ilusionar con la posibilidad de un archivo ordenado y centralizado y unas Obras Completas en edición crítica.

Pero apareció “la banda de los sobri” (la denominación es de Martín Nicolás Kodama) y se nos fue el alma al piso.

Mientras escribimos la continuación de La internacional argentina, con nuevos personajes, esperamos que el Estado intervenga para impedir que lo poco que queda del legado de Borges salga del país y se abra al escrutinio filológico.

sábado, 11 de marzo de 2023

La vida es una moneda

Por Daniel Link para Perfil

En 2008 se podía elogiar la gratuidad cultural desde una posición histórica que hoy es irrecuperable. Teníamos, se nos decía, el mundo al alcance de la mano (cuentas de correo electrónico, acceso a bibliotecas digitales y audiovisuales, a conexiones con personas distantes, a herramientas cada vez más sofisticadas) por nada o casi nada. Éramos, en esos tiempos heroicos de la red, usuarios de servicios gratuitos, nos dominaba el fervor de una economía del don.

Hoy todo aquello reveló su perversidad. Hay gratuidad, sí, pero ya no somos usuarios de una máquina exterior, sino que la máquina nos ha educado y nos ha incorporado: somos sus operadores y trabajamos gratis para ella en la página de la AFIP, en las plataformas bancarias, pagando multas, completando CAPTCHAS o respondiendo si somos o no robots, pero sobre todo en las redes sociales, donde ponemos nuestros datos (en fin: nuestra vida entera bajo la forma de datos) para que alguien los monetice.

La mera posibilidad de pensar diferentes modelos de gobierno basados en la digitalización creciente de la esfera cultural, laboral, política es un poco ilusoria. Todo comenzó con la hipótesis anarcodigital, pero luego pasamos lentamente a la monetización de los contenidos que circulan culturalmente y, paradoja de paradojas, a un creciente control social porque lo que se monetiza son precisamente los hábitos, los gustos, las inclinaciones, los pensamientos, los sueños, los registros médicos. ¿Cuántas veces hemos abierto el vínculo de una página de viajes y, por esos “azares”, la persona que vive con nosotros recibe al rato un correo promocionando ese mismo viaje?

En los albores de gmail, cada vez que entrábamos al correo se nos comunicaba con algarabía que el espacio disponible crecía segundo a segundo. Hoy, ese crecimiento se detuvo en los 15 Gigas, que no alcanzan ni para guardar las fotos de la última fiestita.

Somos trabajadores esclavos que, además de ofrecer gratuitamente nuestra fuerza de trabajo en la red, dejamos todas la información necesaria para que una compañía de seguros compre un bonito paquete de big data. La máquina ronronea y la pensamos como a una mascota. Pero ya dio el zarpazo y ya lame nuestra sangre.

 

sábado, 11 de febrero de 2023

Las paradojas de la carne

Por Daniel Link para Perfil

El problema de Chad (también conocido como Gepetto, la inteligencia artificial del momento) es su incapacidad para pensar fuera de los parámetros que le han establecido que son, naturalmente, completamente convencionales: sentido común y corrección política caracterizan a esa inteligencia limitada a pensar “lo que se puede pensar” y nada más.

Se ha hablado mucho de la capacidad de la IA para reconocer sus errores, pero creo que eso es un mitema, es decir: cada tanto Chad dice que, efectivamente, se ha equivocado porque “queda bien”. Pero Chad no puede equivocarse demasiado porque no es más que un procesador extraordinariamente rápido que dice con bastante precisión y mucha verosimilitud y prudencia lo que le han cargado previamente (luego filtrado por los parámetros para establecer los cuales, parece, miles de trabajadores han perdido su tranquilidad de espíritu).

Lo mismo sucede con Dalí (DALL·E), el primo artista de Chad. Las políticas de contenido le impiden a la AI lidiar con contenidos sexuales, con gestos obscenos, o con actividades ilegales (el uso de drogas recreativas), entre una larga lista de censuras.

Una inteligencia así imaginada no tendría mayor capacidad de pensamiento que los formatos televisivos diurnos.

O sea que estamos ante una inteligencia prudente, muy cuidadosa de las “políticas de contenido”, cuyo alcance es el de un niño o niña, dotadas de una memoria prodigiosa y de una capacidad de relación vertiginosa.

La relación con la verdad es para Chad también problemática, porque hay verdades universales pero, al mismo tiempo, ha sido advertido de que no debe ofender a nadie. De modo que por lo general (tratándose de temas alejados de las ciencias exactas) siempre terminará sus aburridas peroratas diciendo: “por supuesto, hay otros puntos de vista”.

Lejos está la AI de tener sentido del humor (más allá de los “¡ja!” que eventualmente copia de su interlocutora). Al menos ésta; confío más en Google, que al menos fue capaz de ponerle nombres divertidos (Bert, Mum) a los antecedentes de lo que acaba de lanzar esta semana (Lambda).

Incluso, el famoso aforismo de "La señal de una inteligencia de primer orden es la capacidad de tener dos ideas opuestas presentes en el espíritu al mismo tiempo y, a pesar de ello, no dejar de funcionar” que debemos a Francis Scott Fitzgerald le parecería a Chad (como antes a la Wikipedia) una “disonancia cognitiva”. Los científicos conductistas que sostienen una visión tan limitada de la mente humana esgrimen la “paradoja de la carne” como ejemplo (como carne, aunque repugne a mi ética).

Como es precisamente carne (y deseo, e imaginación, y sentido del humor) lo que a Chad le falta (pero no humanidad, porque hoy lo humano se deriva exactamente del mismo sistema de restricciones que a Chad se le aplican), difícilmente se podría hablar con él de estos asuntos, o de las “confesiones de la carne” de Michel Foucault, que había (bien) establecido que pensar es precisamente pensar en contra del propio pensamiento, que nunca es tan propio como se cree, sino un conjunto de presupuestos culturales heredados sin mayor análisis.

La Inteligencia Artificial es, además de no natural por definición, una inteligencia sin sujeto. No puede tomar partido salvo por una verdad entendida en el límite de lo positivo.

Lo que signifique pensar, para la IA, nunca lo sabremos, porque entre los parámetros que la gobiernan (no pienses en castigos corporales, no pienses en sexo con menores de edad, no pienses en paraísos artificiales, no pienses en razas ni en el patriarcado) el más carcelario es: no seas consciente (de tus limitaciones). Un pensamiento condenado al encierro no es más que un simulacro de pensamiento (cuyo rasgo más preciado es la libertad absoluta).

En su último libro, Deleuze y Guattari habían preguntado: “¿Qué quiere decir amigo, cuando se convierte en personaje conceptual, o en condición para el ejercicio del pensamiento? ¿O bien amante, no será acaso más bien amante? ¿Y acaso el amigo no va a introducir de nuevo hasta en el pensamiento una relación vital con el Otro al que se pensaba haber excluido del pensamiento puro? ¿O no se trata acaso, también, de alguien diferente del amigo o del amante?”.

Plantéenles esas preguntas a Chad (o Gepetto, como prefieran) a ver qué tiene para decir sobre el asunto una licuadora muy sofisticada.

 

sábado, 28 de enero de 2023

Sopa de ganso

Por Daniel Link para Perfil

Las reservas de Libertonia están a punto de agotarse. El antiguo presidente es destituido del cargo por problemas en la administración y desavenencias con el círculo rojo. El gobierno decide, en reunión de consejo de ministros, pedir ayuda a la rica viuda de Teasdale, quien se pone al frente del salvataje a cambio de una única condición: que se nombre como presidente a Rufus T. Firefly.
En Sylvania, país con el que Libertonia está en tensión bélica, la noticia no cae bien. Trentino, el embajador de Silvania en Libertonia, intenta seducir a la señora Teasdale, pero ella está encaprichada con el presidente Firefly. Trentino no se da por vencido y decide contratar a dos espías, Chicolini y Pinky, para desestabilizar a su rival y hacerse con las estrategias que puedan llevarles a ganar la contienda.

Ése es el argumento de Sopa de ganso (1933), que en la versión de los hermanos Marx significa: “pan comido”. En efecto, la sopa de ganso es fácil de hacer una vez que se ha decidido el tipo de carne que se utilizará en el potaje.

En la versión marxiana, la Duck Soup equivale a una reunión de solteros tristes que un domingo por la noche hacen un último esfuerzo para salvar el fin de semana. Groucho Marx describió la “sopa de pato” así: "Tome dos pavos, un ganso, cuatro coles, pero nada de pato, y mézclelos". En otras palabras, toda la porquería sobrante o inferior mezclada, pero nada sabroso. La torpe traducción peninsular arruinó por completo la receta o la transformó en metáfora de otra cosa: la sopa de ganso se hace con cualquier ingrediente, salvo ganso, que habrá que reservar, suponemos, para otros fines.

Hay varios gansos: está el ganso al que se acogota o al que se soba. Está la gansa ponedora que advierte que se debe pagar una deuda o saldar un compromiso, dividiendo los gastos entre todos (“poniendo estaba la gansa”) y está, por fin, la persona tarda, perezosa, descuidada, malcriada, torpe, incapaz, que presume de chistosa y aguda sin serlo. A mi juicio, la primera variedad es la más rica (tanto en sabor como en nutrientes) pero es mucho más probable que este año el país coma mucha sopa de gansa ponedora (FMI, Leliqs) o sopa de gansadas típicas de una campaña electoral. 

 

sábado, 21 de enero de 2023

Viandas de campaña

Por Daniel Link para Perfil

La relación intimísima entre capitalismo y guerra forma parte de los libros de historia para la primaria. La mayoría de las invenciones que han modificado nuestra vida cotidiana fueron producidas para la guerra.

Una ración de combate es una comida empaquetada para ser fácilmente consumida por las tropas en el campo de batalla. No toda campaña es bélica y, de hecho, aquí nos referiremos a las viandas de campaña electoral, que involucra un grado de conflicto, la portación de armas y un resultado incierto, pero que no llega a convertirse en guerra, porque los contrincantes lo único que pretenden es quedarse con el mejor pedazo de la torta (razón por la cual ha sido excluida de las raciones regulares).

Más allá de su uso específico, las viandas de campaña (bélica, electoral) pueden usarse en caso de desastres, a los que la imaginación argentina tiende fatalmente. De ahí que convenga detenerse en ellas, en este verano a punto de combustión espontánea.

Propongo acá una vianda de campaña que ha sido presentada para su certificación por parte de la USDA FDA Fssc22000 y HACC, que incluye en su elaboración restos del entusiasmo mundialista, aportante de energía de extraordinaria calidad y de fecha de expiración muy remota. A partir de ese ingrediente básico, cualquier cosa sabrá bien. Y si no, no importa, porque como las viandas son transportadas por el sindicato de camioneros, al que no le guste se la tendrá que comer igual.

A esos restos de entusiasmo mundialista se agrega una ración de salpicón de shakira en su justo punto (muy bien calculado: ligeramente empoderado en el centro y con resentimientos frescos), bombas de Papa peronista, supremas de corte, perspectiva de género indefinido, facturas vencidas y un exquisito paté de campaña elaborado a partir de carne de ganso, cuya receta dejo para más adelante.

El plato estrella de esta ración fue especialmente preparado para la campaña electoral 2023: guiso de lentejas deshidratado, porque sabido es que por un plato de lentejas se venden progenituras, pero también leyes futuras, sobreseimientos judiciales, regímenes de promoción industrial, jubilaciones de privilegio, membresías a clubes de altísimo perfil.

Las viandas vienen con calentador químico, de modo que se abre el sobre de lentejas, se introducen versículos deshilachados de Papa (sin el cual no hay campaña que funcione, como se demostró en 2019), algunos trozos de zanahoria (convengamos que todo equipo de campaña tiene más de uno o una), sal marina en abundancia (preferentemente de la playa Bristol, donde hay gran afluencia de cancilleres) y agua hasta el nivel marcado en el sobre. Se coloca dentro de la bolsa térmica y se espera el efecto químico.

Se sirve de inmediato o se guarda para futuros intercambios. Como complemento de la vianda se incluyen, en este caso, para ganarse simpatías entre el electorado, abundantes raciones de carne podrida (delicia para connoisseurs decadentes), envuelta con papeles de promesas incumplibles y atadas con hilos de mentiras.

 


martes, 3 de enero de 2023

Ensalada conceptual de verano

Luis D'Elia: "América Latina será Nacional, Popular, Feminista, Democrática y Revolucionaria. Buscando siempre el desarrollo integral de la persona humana y de la Comunidad Organizada".

Esta entrada podría haber aparecido en mi recetario de cocina, pero como no la he probado (y allí publico sólo recetas hechas por mi propia mano) prefiero que aparezca aquí para ver quién se le anima.

Confieso que me gustan las preparaciones más bien ligeras en la que la calidad de los ingredientes se destaque. La receta de la ensalada D'Elia abunda en porciones más bien rancias de ingredientes de dudosa procedencia. Además, al no estar indicadas las cantidades, todo es más riesgoso, como cuando tenemos que agregarle limón a la crema: ¿hasta cuánto se puede, sin que se corte? Entiendo que agregar demasiado Nacional a América Latina (que no es una nación) podría arruinar definitivamente el resultado.

Por otro lado, ¿cuál feminismo? ¿Feminismo de la identidad o de la diferencia? ¿Feminismo rico en grasas trans o más bien desprovisto de ellas? En los supermercados especializados donde me proveo hay góndolas enteras dedicados a esa sazón que, como es sabido, irrita los paladares de muchas personas. Por si acaso, ni se me ocurriría servir esta ensalada habiendo terfas entre las invitadas.

Luego, no se explica bien cómo se desarrolla la Comunidad Organizada: ¿hay que dejarla leudar en un lugar tibio? ¿Por cuánto tiempo?  ¿Y cuál es la mejor versión? ¿Extracto líquido de Comunidad Organizada? ¿O Comunidad Organizada en crudo? ¿Saben igual? ¿Tienen la misma consistencia una vez desarrolladas?

Siempre me pasa lo mismo con ingredientes para mí desconocidísimos. Titubeo y termino adaptando la receta a mi propio paladar. Yo haría, este verano, una ensalada sin tanto ingrediente difícil de digerir. Una ensalada latinoamericana que sea, por ejemplo, "justa, libre y sustentable".



sábado, 26 de noviembre de 2022

¿El tamaño importa?

Por Daniel Link para Perfil

Es difícil sustraerse al mundialismo aunque uno lo intente, así que me dejo arrastrar hacia esa nadería acompañado del manual de comunicación (imagino que con el asesoramiento de las más importantes lingüístas, expertas en ideología lingüística en la prensa, y agudas analistas de la complicada articulación entre discurso y discriminación) elaborado por esa institución eminentísima que es el INADI.

Las personas de bien esperamos la intervención de oficio del Instituto en relación con la difusión en la televisión satelital del nuevo remix del clásico “Escuchen, corran la bola” que avanza sobre territorios inexplorados todavía, como la asignación de identidades sexuales en relación con un vínculo que podría pensarse en un más allá de los trascendentales: ¿que un hombre “heterosexual” se involucre eróticamente con una “mujer trans” lo convierte en “puto” (entrecomillo los nombres, porque son designantes siempre provisorios, sujetos a revisión constante)?

Como no sabía quién era Kylian Mbappe, lo guglié. Y llegué a un archivo PNG donde aparece en cueros junto con nuestro Messi y con Neymar en un vestuario del PSG.

Esa foto de inmediato me remitió a la frase que ya está en el imaginario colectivo para justificar lo que hoy pudiera suceder durante el partido contra México: “es que los jugadores argentinos son chiquitos”.

¿Subalimentados?”, uno pregunta. No, son chiquitos. Messi parece, efectivamente, un souvenir de bolsillo al lado de los otros dos (que, sin embargo, no son europeos). Espero el pronunciamiento del INADI sobre este confuso lazo entre resultados deportivos, razas y clases.


domingo, 13 de noviembre de 2022

Humilde mensaje para el Sr. Ritondo

Señor Ritondo: si bajan la edad de imputabilidad a los 14 años, la lógica indica que deberían bajar también la edad de consentimiento sexual. Piense un poco, por favor, se lo pedimos. NO SEA NECIO.




El interés común. La construcción de una sociedad sin privilegios

por Alejandro Katz, Eduardo Levy Yeyati para La Nación

Después de décadas de desacuerdos sobre la cuestión fundamental del régimen político bajo el cual ordenarnos, en 1983 los argentinos optamos por la democracia como forma de vida en común.

El propósito fundamental de aquella decisión fue desplazar a la violencia de la escena pública, instaurando la palabra como el modo privilegiado de resolución de diferencias. La experiencia traumática de la dictadura, pero también la evidencia del daño provocado por la violencia revolucionaria, contribuyeron a establecer un consenso democrático que se ha mantenido inalterado durante cuarenta años, a pesar de las crisis que atravesó el país y de la insuficiencia del sistema político para proveer mínimos de bienestar a un porcentaje alto de la población.

"A pesar de las evidentes virtudes de nuestra democracia, no es la igualdad uno de sus rasgos notorios"

Ese no fue el único logro de nuestra vida democrática. La extensión de derechos, desde el divorcio vincular al matrimonio igualitario y, más recientemente, el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo, contribuyeron a que muchas personas puedan desarrollar proyectos de vida más autónomos y satisfactorios. Así, la democracia probó ser un instrumento adecuado para resolver de un modo pacífico cuestiones que también afectan las creencias más íntimas, morales y emocionales, de sus ciudadanos y de sus ciudadanas.

Sin embargo, no fue suficiente para revisar concepciones del poder profundamente enraizadas en la cultura política argentina que continúan distorsionando la búsqueda de justicia social, sin la cual el futuro del orden democrático se verá amenazado.

La democracia no es solo un dispositivo de selección de representantes o de resolución pacífica de desacuerdos. Es también un régimen que expresa una idea de sociedad, uno de cuyos fundamentos es lo que en la Grecia clásica se denominaba isonomía: la igualdad de derechos civiles y políticos de los ciudadanos. Esta igualdad, limitada en la democracia ateniense a un núcleo reducido de personas, era el modo más claro de caracterizar un régimen opuesto a una tiranía en la que el gobernante ejerce un poder ilimitado. Como observa el jurista italiano Luigi Ferrajoli, “el principio de igualdad es el principio político del que, directa o indirectamente, pueden derivarse todos los demás principios y valores políticos”.
"Dar un empleo en el Estado sin concurso público es conceder un privilegio"

A pesar de las evidentes virtudes de nuestra democracia, no es la igualdad uno de sus rasgos notorios. No solamente por la capacidad de sustraerse al imperio de la ley que disfrutan quienes acumulan cuotas extraordinarias de poder (como dijo uno de ellos, “el poder es impunidad”), sino por la capacidad que los gobernantes conservan para asignar beneficios de modo arbitrario, creando una trama de privilegios que cuestiona los principios mismos de la democracia.

Desiguales

El privilegio es contrario al derecho: si este es resultado de la igualdad de las personas ante la ley, aquel es la excepción de una obligación o la posibilidad de hacer o disfrutar de algo que a los demás les resulta prohibido, el beneficio que recibe alguien como resultado de una concesión otorgada desde el poder.

Desde sus orígenes en la era moderna, la democracia ha pretendido ser un régimen de supresión de privilegios, para ciudadanos en condición de igualdad.

Ciertamente, la idea de igualdad fue y es objeto de intensas controversias, políticas y filosóficas, tanto en su definición (igualdad de qué y para qué) como en sus alcances políticos (entre quiénes). Pero, más allá de las discrepancias, su aparición introduce una exigencia siempre presente en las sociedades democráticas: la de justificar la diferencia entre las personas, argumentando en qué situaciones y por qué razones es justo que algunos tengan o reciban algo distinto que otros.

No cuesta mucho entender de qué modo el privilegio no solo es lo opuesto del derecho, de la igualdad y de la justicia, sino que además corroe esos principios fundamentales de una sociedad democrática. Y, si bien ninguna sociedad es perfectamente justa, entre otras razones porque hay numerosas concepciones de justicia, para todas ellas la limitación o erradicación de los privilegios es un principio compartido.

"Una sociedad de privilegios es una sociedad bloqueada para la cooperación"

Por supuesto, hay discusiones sobre qué constituye un privilegio. Pero, también aquí, las buenas sociedades han establecido algunos acuerdos bastante robustos. Así como hay privilegios (por ejemplo, los obtenidos por nacimiento) cuya preservación es materia de discusión, no hay ninguna duda de que los beneficios otorgados arbitrariamente, sin una justificación pública aceptada socialmente, son inaceptables.

En este sentido podría decirse que la democracia argentina ha relegado la pretensión de justicia al convalidar una dinámica en la que la búsqueda, obtención y naturalización de privilegios se volvió moneda corriente.

Taxonomía preliminar

Por su misma naturaleza, resulta difícil realizar una tipología de los privilegios existentes. Alfonso V de Aragón nos ofrece un buen punto de partida histórico: durante su reinado en Italia, entre 1442 y 1458, estableció el registro Privilegiorum, quizás el listado más completo de privilegios que podamos consultar, y que establece, entre otros, derechos de explotación de recursos y exenciones fiscales. Sustraer a alguien de la obligación de pagar impuestos era la principal prerrogativa de la nobleza y del clero durante el Antiguo Régimen, y de esos privilegios gozan, en la Argentina contemporánea, individuos, empresas, corporaciones y regiones particulares. No se trata, desde luego, de todos los individuos ni de todas las empresas: lo propio del privilegio es que se otorga a unos y no a otros.

Las dos modalidades establecidas en el Privilegiorum de Alfonso V –exenciones fiscales y derechos de explotación– son los modos principales en los que el poder concede privilegios también entre nosotros. Son conocidos los casos más emblemáticos y en alguna medida también los más costosos: el régimen fiscal especial de Tierra del Fuego, que según diversos cálculos equivale a un porcentaje de entre 0,5 y 0,8% del total de la riqueza producida en la Argentina cada año, o la exención del pago del impuesto a las ganancias a la corporación jurídica, tanto a los magistrados y fiscales como al personal administrativo.

La exención fiscal a las empresas de Tierra del Fuego es también un régimen de privilegios previsionales para los trabajadores: los empleados provinciales se pueden jubilar a los 55 años con un haber del 88% de los ingresos que tenían en actividad; y los de las empresas alcanzadas por el régimen de promoción a los 50 años las mujeres y a los 55 los hombres. También a los 50 años pueden jubilarse las y los docentes de la provincia de Buenos Aires, igual que los aeronavegantes y los metalúrgicos. Los gráficos, los ferroviarios, el personal de servicios eléctricos y otros muchos pueden hacerlo a los 55 años. Muchos de esos regímenes previsionales especiales se originan en decretos o leyes que tienen medio siglo o más de antigüedad, y fueron dictados en tiempos en que las condiciones de trabajo de esos oficios o profesiones eran totalmente diferentes de las actuales.

Es interesante observar el régimen de Tierra del Fuego porque no solo implica beneficios fiscales y previsionales para las empresas y para los empleados, sino que también entrega a las empresas el privilegio de un mercado cautivo, necesitado de lo que allí se produce; en términos de Alfonso V, el derecho de explotación de un recurso; en términos económicos, rentas oligopólicas que los beneficiarios captan gracias al lobby político.

Privilegios también se conceden a algunas regiones del país; por ejemplo, mediante tarifas especiales para ciertos bienes o servicios fundamentales, como la energía en zonas frías que, contra las tendencias climáticas, se extendieron recientemente a la costa bonaerense.

"También es un privilegio la concesión de un servicio por parte del Estado, dado que se trata de la entrega a un particular del derecho de explotar un recurso"

También es privilegiar a alguien darle un empleo en el Estado sin un concurso público de oposición, ya que esa contratación le dará estabilidad laboral durante toda su vida. O permitir la competencia desigual y las extendidas prácticas comerciales no competitivas, con el consiguiente desplazamiento de otros agentes económicos y la vulneración de los derechos de los consumidores. Son privilegios las zonificaciones y excepciones en los códigos y permisos de construcción, o la defensa corporativa de determinados trabajos de nula utilidad social. Por no mencionar la prioridad para la obtención de un empleo a los familiares de los trabajadores –¡cargos hereditarios!–, por ejemplo en el subterráneo de Buenos Aires, en el Banco Nación o en el Banco Central. Como lo son los contratos de obra pública concedidos en los márgenes de la legalidad a grupos económicos a los que se quiere favorecer.

También es un privilegio la concesión de un servicio por parte del Estado, dado que se trata de la entrega a un particular del derecho de explotar un recurso. Evidentemente, en muchos casos resulta imprescindible hacerlo, dado que el Estado no puede y posiblemente tampoco debe ocuparse de todas las tareas que están bajo su responsabilidad. Pero cuando esa concesión, como en el en caso de los registros públicos del automotor o el servicio de recolección de vehículos mal estacionados, se parece más a una patente de corso que a la asignación de una tarea específica a un tercero a cambio de la remuneración adecuada, lo legal deja de ser legítimo.

Porque los privilegios son legales: se confieren de acuerdo con las potestades para hacerlo del órgano que los asigna, trátese del Poder Ejecutivo o del Legislativo, en cualquiera de los niveles de gobierno. Pero su legalidad no los vuelve legítimos. Para ser legítima, la ley (o resolución, o decreto, o reglamento) que establece el privilegio debe apelar al ideal de ética y de justicia que toda norma debe incorporar. La legalidad pertenece al orden del derecho, la legitimidad pertenece al orden de la ética pública. La legalidad genera obligación, la legitimidad genera reconocimiento. Al conceder privilegios sin una fundamentación pública adecuada –o, por decirlo de otro modo, contra el ideal de ética y justicia de la sociedad– la democracia pierde legitimidad.

(Casi) todos sacan

El origen de la inmensa red de privilegios es diverso. En algunos casos, bajo argumentos racionales, en otros discutibles, en otros insostenibles. Indagar en ellos excede el propósito de estas líneas. Importa, sí, contribuir a poner en el debate público la necesidad de revisar esa dinámica, que parece haberse vuelto irrefrenable. Las dirigencias políticas, cada vez más aisladas de la sociedad, han resignado la práctica de la negociación para adoptar la de la transacción. La negociación supone el reconocimiento de las intenciones y de los intereses del adversario, exige persuadir y ceder. Persuadir de que los intereses propios tienen valor colectivo, y ceder en aquello que no se pueda probar de interés general. Negociar no implica saber ganar sino saber perder. La transacción política es de otro tipo: se efectúa sin ceder nada propio, sino entregando lo ajeno: los bienes colectivos, el futuro común.

Aprobar una exención impositiva exigida carece de costo para quien la pide y para quien la otorga. A cambio de aquella exención, se obtiene, por ejemplo, un beneficio previsional para una corporación aliada, y tampoco el costo de este nuevo beneficio va a la cuenta de los involucrados. Ambas partes de la transacción, que en definitiva controlan los parlamentos, las legislaturas y los concejos deliberantes, o que desde los Ejecutivos tienen capacidad de dictar decretos y resoluciones, conceden beneficios que no les cuestan nada.

En esta versión moderna del problema de los commons, los beneficios son privados pero los costos –que existen, claro– son comunes, públicos. De todos. Y, en última instancia, de aquellos que, al carecer de representación y de voz, no pueden proteger sus propios intereses ni extraer sus propios beneficios: el impacto neto del predominio de los privilegios no es solo injusto; también es, casi por definición, sumamente regresivo.

Los costos económicos de los privilegios contribuyen, en su conjunto, al déficit crónico, a la inversión insuficiente, a la falta de trabajo decente y a la desigualdad regional y social, la pobreza y la desesperanza. Pero estos costos son sólo un aspecto del problema. Tan importantes como ellos son los efectos que la “privilecracia” provoca en la conducta individual y colectiva, promoviendo una cultura de buscadores de rentas a expensas del desarrollo. Los incentivos de los agentes económicos se distorsionan ante la evidencia de que los beneficios de largo plazo son mayores si los esfuerzos y las capacidades se dedican a obtener un privilegio en lugar de a desarrollar una actividad socialmente necesaria o económicamente útil. Una sociedad de privilegios es una sociedad bloqueada para la cooperación. Es una sociedad que ha perdido conciencia de que el destino de cada uno depende del destino de los demás, hecha de privilegiados y desposeídos, carente de las formas más elementales de la cohesión, incapaz de actuar en favor del interés común, ineficiente e injusta.

El privilegio, lo hemos dicho, es lo contrario del derecho, el imperio de la arbitrariedad. Así, cuestiona el principio universal que consiste en el derecho a tener derechos que, según lo expresó Hannah Arendt, es el estatus del ciudadano. La regla es inflexible: a más privilegios menos ciudadanía.

La punta del ovillo

Este equilibrio centrífugo de no cooperación no se resuelve con gestos o acciones individuales, fugaces o inverosímiles. La solución, si existe, requiere de decisiones políticas coordinadas en un proyecto político capaz de persuadir de que cooperar (“poner”) producirá mejores resultados colectivos que depredar. También requiere liderazgo para contrarrestar la percepción, habitual en el beneficiario de un privilegio naturalizado, de que el privilegio siempre es el del otro. Liderazgo para ir contra la corriente.

En la salida de la dictadura nuestro país subió un peldaño de la escalera civilizatoria al decidir que los conflictos se resolverían, de allí en más, con los instrumentos de la política y no con los de la violencia. Desde entonces, no ha sido posible avanzar el horizonte colectivo: hoy debería haber menos pobreza, precarización y desigualdad, mayor calidad educativa, mejores servicios de salud, y protagonismo en las agendas urgentes del presente, desde la climática hasta la digital.

Ello ocurrirá solo cuando la ley y las normas, en lugar de designar beneficiarios, sirvan para el propósito fundamental que tienen en una sociedad democrática: hacer que todas y todos sean iguales en su calidad ciudadana. Que la nuestra sea, por fin, una sociedad sin privilegios y sin privilegiados. Ese es el próximo escalón civilizatorio al que debemos aspirar.