Persigo la luz entre callejuelas del centro.
A esa hora de la mañana todavía no se ha inundado el cielo del reflejo solar, y la luz es dura, cae abrupta y bruscamente cincelando edificios y
fachadas sobre la ciudad, cruda y despiadada, desbocada y sin demasiados
miramientos. Esculpe de un martillazo todo lo que golpea, incluyendo el rostro
de este hombre al que seguí y esperé con mi objetivo en su camino hacia
la mancha de luz sobre el enlosado.
Al pasar frente a esta calle envuelta aún en la profunda sombra le vi,
empujando su carrito de la compra. Para mí que lo empujaba más como quien
sujeta un bastón, que como quien va o viene de la compra. Estaba claro que el hombre no era un chaval, pero lo peor no eran sus años, tenía
importantes problemas en su aparato locomotor. Se impulsaba dando pequeñas y
compulsivas sacudidas a su inoperante tren posterior, a cada una de las cuales
aprovechaba para en un corto pero decidido movimiento, empujar unos cuantos
centímetros su carrito de la compra, vacío diría yo. Lo suficiente como para
hacer avanzar su cuerpo al instante siguiente, esos poquitos y necesarios centímetros
de más.
El hombre y su cadencia casi robótica, su
movimiento de mecanismo dañado, de juguete a punto de romperse, de pobre
lisiado que se las apañaba para continuar con una vida lo más normal posible,
me ha hecho reflexionar esta mañana, mientras buscaba un rayo de luz y perseguía su huella mirando las baldosas, mientras dejaba que trazara las diagonales de esta foto.
¿Empujar o arrastrar?
Empujar implica pensar en avanzar siempre hacia adelante, al paso de la
vida, al ritmo del camino que tenemos siempre por recorrer… Arrastrar, o aún peor,
arrastrarse, suena a esfuerzo a contracorriente, a intento vano en mover lo inamovible…
Quien empuja manifiesta una actitud resolutiva,
decidida, un trayecto de signo positivo y declarado, ejerciendo una fuerza a
favor de las cosas. Quien arrastra tira de ellas, se empeña en dotar a algo
de un movimiento que, lo que sea que se arrastre, parece no querer seguir y que por tanto
resulta contrario a nuestro propio paso. La cosa arrastrada se podría decir que le sigue, pero
en todo caso, no le acompaña…
Es una metáfora quizá compleja de imaginar, y
por supuesto que son movimientos semejantes, parecidos sin duda, no sé si
opuestos, tampoco creo que sean antagónicos… Pero según cómo se imagine la
situación, la cosa da que pensar si empujamos o arrastramos, si dejamos que nos
empujen o nos dejamos arrastrar, si vamos delante, ajenos a lo que se acumula a
nuestra espalda, o mantenemos la mirada puesta en el rumbo de avance, ojo
avizor y pendientes de la carga que transportamos sin perderla nunca de vista…
Sí, tal vez es algo que se puede enfocar de
distintas formas, pero la pregunta es una y es clara, formúlatela como te
apetezca y sobre todo, plantea tu respuesta tan sólo para ti mismo…: ¿Empujar o
arrastrar?
Un saludo Calado!