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viernes, 20 de marzo de 2015

FOTO POR TÍ_Selfiando, que es gerundio. O acabará siéndolo...

Salí a pasear un rato con Valencia rebosante de gente por los cuatro costados. La ciudad no es muy grande, y el casco antiguo era un auténtico hervidero. Las fallas en las calles, y las calles llenas de personas. Y las personas llenas de móviles. Y los móviles se han convertido en una auténtica necesidad para calmar los narcisismos. Para satisfacer al propio ego. Para anunciar a todos que estamos, y que estamos ahí, o allá o aquí.

Esta buena mujer, solitaria ella, llegó sin demasiados ambages móvil en mano, levantándolo mientras lo miraba en una postura cercana a la luxación cervical. Su interés se centraba en buscar su propia cara dentro de la dichosa pantallita, y en enmarcarla contra un fondo adecuado, vaya usted a saber cuál. Movía de modo bisoño su brazo y rebuscaba el ángulo concreto, convertida la pantalla del teléfono en retrovisor de la realidad que compartíamos, y que por otra parte, ignoraba con desvergüenza y despreocupación apabullante. Trataba a todas luces de aderezar la composición con la consabida guinda que, cómo no, había de ser ella misma.

Ocupaba yo un rincón de la acera, pegado a la pared y sin molestar a nadie, a la espera de las  sorpresas que sin duda me aguardaban entre la muchedumbre, y justo entonces fue que esta señora se posó, cual mosca en dionaea, a escasos tres palmos de mi cara. 
Invisible no soy ni transparente, y ante la insolente amenaza de su brazo cercano a mi parietal, me defendí encarando mi cámara y apuntándole directamente entre ceja y ceja. A decir verdad, no traté de disuadirla ni de impedir que culminase en su empeño, y como en efecto no desistió de culminar su tarea, sólo me dejó la opción de defenderme..., y disparar.
Darle, le di.

¿Gané?

Buen fín de semana Calados!

viernes, 24 de octubre de 2014

FOTO POR TÍ_Los pisos de los bancos

Piso piloto. Gracias a los bancos.
País este de pandereta, chorizos y malnacidos. Últimamente las noticias me dan naúseas, aún más, más cada vez. Es imposible no maldecir a tanto impresentable. Es imposible no querer romper la cara a guantazo límpio a todos los de las blacks, y a tantísimos otros.
¿Qué se puede esperar si no hay más porque nos lo han robado estos listos? Me avergüenza cada mañana formar parte de un país con una clase dirigente como esta. ¿Es tan difícil no mancharse de todo lo sucio cuando se es político en este país? ¿Quedará alguno honrado? ¿Alguno podrá ser decente? No guardo esperanza alguna.
Poco tengo. Pero lo peor es que aún espero menos.

viernes, 16 de mayo de 2014

FOTO POR TÍ_¿Empujas o arrastras?



Persigo la luz entre callejuelas del centro. A esa hora de la mañana todavía no se ha inundado el cielo del reflejo solar, y la luz es dura, cae abrupta y bruscamente cincelando edificios y fachadas sobre la ciudad, cruda y despiadada, desbocada y sin demasiados miramientos. Esculpe de un martillazo todo lo que golpea, incluyendo el rostro de este hombre al que seguí y esperé con mi objetivo en su camino hacia la mancha de luz sobre el enlosado.
Al pasar frente a esta calle envuelta aún en la profunda sombra le vi, empujando su carrito de la compra. Para mí que lo empujaba más como quien sujeta un bastón, que como quien va o viene de la compra. Estaba claro que el hombre no era un chaval, pero lo peor no eran sus años, tenía importantes problemas en su aparato locomotor. Se impulsaba dando pequeñas y compulsivas sacudidas a su inoperante tren posterior, a cada una de las cuales aprovechaba para en un corto pero decidido movimiento, empujar unos cuantos centímetros su carrito de la compra, vacío diría yo. Lo suficiente como para hacer avanzar su cuerpo al instante siguiente, esos poquitos y necesarios centímetros de más.

El hombre y su cadencia casi robótica, su movimiento de mecanismo dañado, de juguete a punto de romperse, de pobre lisiado que se las apañaba para continuar con una vida lo más normal posible, me ha hecho reflexionar esta mañana, mientras buscaba un rayo de luz y perseguía su huella mirando las baldosas, mientras dejaba que trazara las diagonales de esta foto.

¿Empujar o arrastrar?
Empujar implica pensar en avanzar siempre hacia adelante, al paso de la vida, al ritmo del camino que tenemos siempre por recorrer… Arrastrar, o aún peor, arrastrarse, suena a esfuerzo a contracorriente, a intento vano en mover lo inamovible…

Quien empuja manifiesta una actitud resolutiva, decidida, un trayecto de signo positivo y declarado, ejerciendo una fuerza a favor de las cosas. Quien arrastra tira de ellas, se empeña en dotar a algo de un movimiento que, lo que sea que se arrastre, parece no querer seguir y que por tanto resulta contrario a nuestro propio paso. La cosa arrastrada se podría decir que le sigue, pero en todo caso, no le acompaña…

Es una metáfora quizá compleja de imaginar, y por supuesto que son movimientos semejantes, parecidos sin duda, no sé si opuestos, tampoco creo que sean antagónicos… Pero según cómo se imagine la situación, la cosa da que pensar si empujamos o arrastramos, si dejamos que nos empujen o nos dejamos arrastrar, si vamos delante, ajenos a lo que se acumula a nuestra espalda, o mantenemos la mirada puesta en el rumbo de avance, ojo avizor y pendientes de la carga que transportamos sin perderla nunca de vista…
Sí, tal vez es algo que se puede enfocar de distintas formas, pero la pregunta es una y es clara, formúlatela como te apetezca y sobre todo, plantea tu respuesta tan sólo para ti mismo…: ¿Empujar o arrastrar?

Un saludo Calado!


viernes, 4 de abril de 2014

FOTO POR TÍ_ El Peztuche


Descubrí a este ejemplar por casualidad, mientras exploraba un vulgar estuche portaobjetos. Esta especie vive en los abismos más profundos y oscuros. Se alimenta de objetivos y otros aparatillos de índole normalmente fotográfico a los que tienta merced a un llamativo señuelo de cinta rematada en velcro que hace oscilar frente a su boca. Una vez atraídos, los aparatos quedan prendidos del engaño, tras lo cual son introducidos en su estómago. Cuando su particular "caña de pescar" está en reposo se destina a otros fines. Concretamente el peztuche la repliega sobre su dorso para sujetarse con firmeza al cinturón de su anfitrión. Menciono oportunamente que el peztuche es una especia parásita y vive a costa de otros ejemplares, concretamente humanos, donde ocupa un discreto espacio adosado a su cinturón, o bien en cualquier correa en la que encuentre acomodo.
Completa su eficaz reclamo mediante una llamativa marca en el interior de su boca, de vivo color escarlata, que representa una tarjeta de memoria. La señal oculta, de manera ingeniosa y oportuna, una cavidad a modo de glándula que se especula contenga un potente veneno que paraliza a su presa tras la ingesta.
Así, objetivo cazado, objetivo que permanece convenientemente ubicado en sus entrañas, cerrando el peztuche su boca mediante una dentadura en forma de cremallera antilluvia, a la espera de que el usuario de turno lo extraiga para su montaje en la cámara adecuada para el mismo.
Por si a alguien no le ha quedado claro, el aspecto del peztuche mientras se camufla es éste:

En la última foto se le puede ver en el momento de la captura de una de sus presas habituales.
Y sí, ya sé que parece un vulgar estuche a la venta en tiendas de accesorios fotográficos, pero no os dejéis engañar, el peztuche es voraz, muy voraz, y al mínimo descuido os quedáis sin objetivo. Avisados estáis. Eso sí, con suerte irá a refugiarse, dadas sus costumbres, a vuestro propio cinturón, por lo que será fácil recuperar el objeto de sus tripas...
¡Un abrazo Calados!
Emilio

Otra vez mi manía de buscar la polisemia de las cosas...

viernes, 7 de marzo de 2014

FOTO POR TÍ_Los renglones torcidos de dios

Siempre se ha dicho eso de que "Dios escribe recto, con renglones torcidos".

Paradoja de tres pares de narices, no como refrán, que bien es sabido, de estos se dice eso de que son perlas de sabiduría. Absurdo de concepto.
En cualquier caso y mirando al cielo esa fría mañana, fue para mí imposible el no fijarme en la oportuna disposición de las nubes, su forma de trazar sobre el azul del cielo aquella extraña falsilla, y que trajo a mi mente esos "renglones torcidos de dios".
Digo yo que dios no ha de escribir, ni con renglones torcidos ni de ninguna otra forma, que para eso el ser supremo no necesita apuntar nada, y sí en cambio y de un tirón, dicta sus máximas y leyes por pura inspiración... Divina. Y porque de hacerlo, además, ¿Cómo demonios va a ser esa estupidez de la rectitud dentro de la torcedura? ¿Qué idea imposible es esa? Supongo que interpreto esas palabras como una referencia a lo inimaginable e impredecible de los designios del divino. Más aún, lo rematadamente intrincados que han de ser estos, lo mal que lo hemos de pasar, por imperativo de los mandatos del hacedor, merced a esos sus designios, para, tras un tortuoso peregrinaje por los torcidos renglones de las leyes del altísimo, acabar consiguiendo con más sudor y lágrimas que otra cosa, nuestros sueños, rastreros las más de las veces, siempre pequeños, de mortales insignificantes y pecadores irredentos. O tal vez los suyos, camino infalible hacia la salvación eterna.
Sea lo que sea lo que consigamos hacer de nuestras vidas, dudo mucho que hubiera nadie, por muy dios que fuese, que deba previamente escribir el argumento que darán nuestros pasos. Ni renglones torcidos ni nada por el estilo. Nuestras vidas son lo que las leyes de la física y la matemática, la química y la biología, van haciendo que sean. Porque hasta la más baja de nuestras pasiones, y el más rotundo de nuestros fracasos, y, cómo no, el más aclamado de nuestros éxitos son y serán por cosas que nada tienen que ver con los designios de nadie... ¿O sí?

Seguro que el Altísimo tiene además ocupaciones distintas que andar escribiendo las vidas de los que nos movemos por estos mundanos escenarios. Yo más bien lo imagino repasando a conciencia, una y otra vez, las fórmulas de las trayectorias, elipsis e hipérbolas de todos y cada uno de los astros, estrellas y demás planetas, planetoides, meteoros y cuerpos celestes, que allá en el principio de los tiempos se le ocurrió ir poniendo en cada rincón del universo para llenar la nada con la que se encontró. Por la cuenta que le trae no vaya a ser alguno choque y se monte la de dios...
¡Qué sé yo! En fin, por suerte tenemos el fín de semana para pensarlo. Un saludo calado.
Emilio

viernes, 10 de enero de 2014

FOTO POR TÍ_¡¡¡Chanquete ha muerto!!!

Ahora que la navidad se ha ido y ya nos nació el "Hijo", pues pongo hoy una foto que se me antoja a mí el "Espíritu". Ahora sólo falta el padre...
Entre tanto llega os diré que este es el remate de una bonita escultura que se encuentra en el paseo de la Malvarrosa, en la playa de Valencia. Dicho monumento es "in memoriam" del actor valenciano que dió vida al personaje que nombro más arriba, el desaparecido Antono Ferrandis.
Chanquete para quien no lo sepa, es un personaje de una archifamosa serie de la televisión española de los 80.
A mí, la verdad, aquella serie me pilló con 33 años menos, hecho un chavalín de una edad no demasiado alejada de alguno de sus "protas", por lo que, qué queréis que os diga, no sin cierto sonrojo..., la veía como quien no mirase, pero la veía. Una de las escenas más míticas que anticipaba casi un abrupto final a la misma (afortunadamente, era aquella una época en la que las series acaban de verdad, sin castigarnos ni con reposiciones, ni con "temporadas" que alargan "ad æternum" la agonía de personajes y espectadores) es la muerte del personaje citado, padre espiritual de aquella pandilla veraniega cuyas aventuras se narraban en las sobremesas del fin de semana, no recuerdo el día.
Tras el último aliento del tal Chanquete, uno de los líderes del grupo de amiguetes corría, lágrimas y melena al viento, por la playa del veraniego pueblecito de sus correrías gritando enajenado eso de "Chanquete ha muerto". Inolvidable... e insoportablemente patético al tiempo. ¡Qué recuerdos! No sé si echar la pota recordando tan avergonzante momento, entristecerme por la emotiva despedida del viejo marinero, o reirme a mandíbula batiente de aquellos tiempos en los que aquellas cosas enternecían al personal. Símplemente lo recuerdo esbozando una sonrisa y pensando eso de que, pese a todo, cualquier tiempo pasado nos parece mejor. Eso sí me emociona. Lo reconozco.
Sea lo triste o ridícula que sea la escena, allá cada cual cuando la viera si es que la vió, lo cierto es que tropecé con esta estatua una mañana de Noviembre y Chanquete me importó tres pares de pepinos. Que sean cuatro. Lo que hice fue girar en torno al monumento y encontrar el lugar exacto para que la piedra se convirtiese en el mismísimo espíritu... No digo santo. Pero a mí me lo trajo a la mente.
¡Saludos calados!
Emilio

viernes, 8 de noviembre de 2013

FOTO POR TÍ_Canasta de 2

Parada en la esquina, la mujer que viene de la compra con una generosa cesta de la idem, ni imagina que llegará a casa con algo más en su interior. Concretamente una pelota de intenso color magenta que un extraño ser, avituallado cual buzo galáctico, y oriundo del planeta Grafiti, está lanzando para encestar...

Al ver este excelente trabajo en la pared de la calle Na Jordana, pensé que sería bueno quedarme a decubrir a dónde lanzaba el personaje aquella pelota. A mi entender, el pelotazo debería de recibirlo cualquiera que asomase por la esquina. Pero antes de que eso ocurriera, y por suerte para el que no pasó, al poco rato, una amable transeunte, mientras departia con el vecindario, tuvo la ocurrencia de permanecer unos instantes a tiro del lanzador. O eso me pareció a mí. 

Aqui os dejo el momento. Juzgad vosotros.
Un saludo calado, con algo más ligero para esta semana.

viernes, 1 de noviembre de 2013

FOTO POR TÍ_Mausoleos urbanos



Cualquier ciudad de nuestros días se ve salpicada, más de lo deseable, de lo que yo llamaría: “pequeños mausoleos urbanos”. Cuando vemos esos ramos atados a farolas, vallas, dejados sin más en un mojón de un camino, pegados a una pared, atados a un árbol, sabemos, iconografía moderna mediante, que ahí, justo ahí, alguien tuvo esa última cita que todos tenemos concertada desde el mismo día en que nacemos.
Ignoro quién inició esa costumbre. Sin duda, quien lo hizo echó mano sin saberlo de lo más primario de sus instintos, y en un impulso que brotaba de lo hondo de un cariño roto, la impotencia, la amargura y la pena, obró el sortilegio de mutar el dolor en vida al depositar unas flores allá donde el alma querida dejara de respirar en un mal día.
Nunca entenderé porqué ofrecemos flores en memoria de los ausentes. Nada más sobrio, silencioso y oscuro que el ángel negro. Sin embargo, tras su paso, recordamos al que amamos dejando unas flores en un lugar señalado: una tumba o un recuerdo de ella. Unas flores, todo color, aroma y fragancia, promesa de vida futura.
Se me ocurre que es una metáfora de eso en lo que algunos confían gracias a la fe que confiesan, y que muchos, creyentes o no y pese a todo, esperan: la resurrección y la vuelta a la vida. Puede ser. En cualquier caso me llama la atención esa extraña asociación que hacemos al final de los días entre la pena de la ausencia infinita y la alegría del color de las flores.

A mí en cambio, cada vez que pienso en los que se fueron, me da por alzar la vista al cielo, mirar las nubes, y buscar en cada jirón desgarrado el guiño de un ser querido. Me gusta imaginarlo en algún celeste lugar, buscándome entre las gentes, cabalgando su espíritu en el viento, arremolinada su esencia entre las ramas de árboles añejos y entre la espuma de las rompientes de la mar. Mientras, casi sin querer, una sonrisa aflora a mis labios y un pensamiento fugaz me trae sin yo llamarlo el destello de su mirada a la memoria.

Vaya mi entrada de hoy, triste sin tapujos, por todos los ausentes. En especial por aquellos que un día cualquiera y sin motivo, sin enfermar ni arriesgar nada más que su cotidiano empeño por vivir la vida, fueron visitados por esa que no nombro y con la que, queramos o no, habremos de partir de la mano hacia un rumbo desconocido. 
Y con ellos todos los demás, los propios y los ajenos, los que conozco y los anónimos, los que gastaron ya ese billete sin retorno y los siguientes en taquillas. Por todos ellos me agaché en una acera y para todos ellos va hoy mi sincero y respetuoso recuerdo, en un gemido callado que ahogo mientras trago.

viernes, 11 de octubre de 2013

FOTO POR TÍ_Interioridades



Atraen mi mirada las casas en ruinas. Me turba poder mirar el paisaje íntimo y cotidiano de esos otros que miraron lo mismo, de tan distinta forma. Pienso en cómo sus ojos recorrerían los rincones que ahora se ofrecen, vacíos, indefensos, desnudos y caídos, a las lascivas miradas de cualquiera. De mí mismo.
Imagino historias de amor y de desamor. Imagino besos furtivos en los patios y jadeos en los dormitorios. Imagino manos cogidas bajo los manteles. Imagino gritos y lágrimas tras los gritos. Imagino niños creciendo y gritando y jugando. Imagino personas solas con la mirada perdida sobre la angosta calle tras los cristales sucios.
Veo muros desconchados, viejos papeles pintados despellejándose de sus paredes, restos de cuadros, de cortinas, de inodoros, de espejos, de vigas, de tuberías, de cables de la luz, de timbres. Veo los marcos de puertas y ventanas y no puedo evitar imaginar a quienes atravesaron aquellos vanos.
Las ruinas cuentan cosas de la vida de otros. Aunque sea tan sólo si uno es capaz de imaginarlas. Pero sobre todo, si uno se para al verlas y trata de oír lo que dicen lo que queda de sus ladrillos, de su cemento y su yeso. Quizá también y especialmente cuenten cosas de la ausencia de esos otros. Al menos, es seguro, cuentan cosas sobre un final, su propio final. Quién sabe si será eso lo que despierta mi interés por las ruinas. La presencia y la ausencia. La vida y la muerte.
Al fin y al cabo, dos caras de una misma moneda.