En este villancico colonial se aprecia cómo la idea del Dios escondido llega a decirse en el Barroco como una adivinanza.
¿QUIÉN SERÁ, QUIÉN SERÁ? - Roque Ceruti (c.1683 - 1760).
(Villancico a 3, al Santísimo. "Archivo del Palacio Arzobispal de Lima", Perú).
Intérprete: Coro Exaudi de La Habana - Directora: María Felicia Pérez.
Imágenes: Pintura Barroca Boliviana.
–¿Quién será, quién será,
el que oculta sus grandezas
en la nube de un cristal?.
–El pastor amante,
el Sol más divino,
la sacra deidad.
–¿Quién será?.
–La fe le conoce,
también la esperanza
y la caridad.
[Copla]
La fe rendida le adore
con tan rara ceguedad,
que se pone más oscura
cuanto más ojos le dan.
De alguna forma veo realizadas aquí las palabras, tan oscuras siempre (en tantos sentidos), de Fernando Rodríguez de la Flor. En su libro La era melancólica. Figuras del imaginario Barroco, sugiere que el Dios escondido puede llegar a convertirse para el imaginario hispánico en un Dios engañador. Si lo que sostiene todo el mecanismo alegórico de conocimiento y explicación del mundo es la idea de que Dios dejó huellas de sí mismo en la creación del Mundo, que Dios es misterioso y sólo se puede conocer por la fe porque su sentido completo se revelará al hombre recién al "Fin de los Tiempos", ¿qué pasaría si en realidad somos víctimas de un engaño y nunca alcanzaremos el conocimiento verdadero?
Dice R. de la Flor:
"Es por la muerte, y únicamente por ella, en virtud de su virtus, que se puede acceder a la vida verdadera, y sobre esta paradoja fundacional se asentará todo el pensamiento trágico y tenebroso de la Contrarreforma hispana, presa de esta aporía. Todo en esta vida así entendida queda pospuesto al Día del Juicio Final; lugar implacable de la develación en que se mostrará la dies irae.
(...)
"La verdad estará desnuda; la historia revelará su sentido; los padecimientos ocultos, los méritos y los pecados quedarán a la luz resplandeciente. El "gran teatro" revelará a su guinista sólo al fin de los tiempos. Entonces, y sólo entonces, caerán todas las máscaras. Tal es el pensamiento alumbrado por este tiempo.
(...)
"Pero tan lejana resulta al fin la develación (o revelación), que cabe en la vigilia prolongada llegara a imponerse la peor de todas las suposiciones. Es decir: que el hombre cuya naturaleza misma se funda en la disimulación y el engaño, puede ser también a su vez la criatura engañada, perpetuamente condenada a no conocer ni conocerse. Ello hasta abrir esa posibilidad pavorosa que se presiente en el nihilismo barroco, y que Descartes, con gesto valiente, por un instante verbaliza como "idea" de un Dios mentiroso: la especulación sobre un demiurgo que hace del engaño su única naturaleza (y no ya sólo la mera mecánica que le permite probar al hombre su temple)."
Fernando Rodríguez de la Flor, Era melancólica, p. 171 y 172.