Hacía mucho tiempo que no leía nada de
Juan Manuel de Prada de quien guardaba buen recuerdo, aunque ya algo difuso, de libros anteriores. Con esta última novela "
Me hallará la muerte" me he reencontrado con su estilo rico e intensamente descriptivo, con su sorprendente adjetivación y con su forma de escribir que podríamos decir que se encuentra en las antípodas del minimalismo.
En el libro que nos ocupa, el protagonista, Antonio Expósito, es un joven
sin oficio, familia ni futuro, un maleante de medio pelo que malvive en el Madrid de los
crudos años de la posguerra del trapicheo, el hurto y demás triquiñuelas. Cuando su último golpe
fracasa y acaba matando a un hombre, Antonio se ve obligado a huir
y no se le ocurre mejor opción que alistarse para luchar en la
División Azul y marchar al frente ruso en plena guerra mundial. Allí
encontrará a tantos otros jóvenes que se han alistado como él,
para huir de una condena o de una vida mísera, razones mucho más prosaicas, sin duda, que el patriotismo
y el fanatismo ideológico de los que les arengan a luchar contra el
comunismo sin moverse de sus cómodos sillones; todos ellos huyen
hacia la guerra, a expiar sus culpas bajo la promesa de que “
un
valiente no le debe nada a nadie”. Allí, en el campo de batalla,
tratarán de obtener una gloria que limpie su pasado y descubrirán un
código de honor que no existe en la vida civil. En Rusia Antonio conocerá a Gabriel Mendoza, su oficial al mando, tal vez el único hombre íntegro y leal a sus ideales en muchos kilómetros a la redonda. Tras pasar enormes desgracias en la guerra y como prisionero de los rusos, Antonio regresará a España donde se debatirá entre asumir una nueva vida, una nueva identidad que promete ser brillante, o recuperar lo más preciado que abandonó al marchar: una mujer que aún le quita el sueño. No tardará en comprobar que cuando una mentira se pone en marcha es difícil de parar, crece como una bola de nieve arrastrando todo a su paso.
Destacar, como es habitual en el autor, el vocabulario riquísimo y cultivado que emplea a todo lo largo del relato, con numerosos vocablos y expresiones
castizas y anticuadas, de jergas diversas y culturismos en ocasiones desfasados, pero que crean unas potentes imágenes con unas descripciones acertadísimas plagadas de metáforas que densifican la lectura, la cargan de matices, transmiten las sensaciones con más agudeza, llevándote a leer con algo más detenimiento, desviando en
ocasiones la atención del fondo de lo que se lee a la forma en la que
está escrito. Reconozco que me ha costado seguir adelante muchas veces, que no es una novela que se pueda leer a la ligera, que no es una lectura fácil, sino de las que requieren tiempo y dedicación. Y esa riqueza lo mismo puede resultar de agradecer por la calidad de la prosa que convertirse en una rémora que ralentice la lectura, dependerá seguramente del ánimo y el humor del lector y de lo que conecte con la historia y sus personajes.
Lo que sí logra De Prada es trasladarnos a los mismísimos paisajes fríos y
desolados de Rusia que dibuja con sus crudas descripciones del campo de batalla y del
ambiente desesperado de los que saben que están perdiendo la guerra y,
para más inri, entregando sus vidas por una causa que no es la suya. El cuadro que realiza de la guerra es desgarrador, muestra la inutilidad de esta, el desperdicio de vidas que supone, la crueldad de las muertes en el campo de batalla. Abundan las escenas cargadas de deshumanización y odio también en los campos de prisioneros que se me han hecho muy complicadas de leer por su crudeza, al tiempo que me mantenían enganchada por su viveza y realismo. Por lo que se refiere a su retrato de la sociedad madrileña de los años de la posguerra
, refleja un ambiente sofocante y sórdido, cargado de tristeza y miseria económica y moral.
"una ciudad demasiado angosta para los sueños, demasiado aturdida de ambiciones y banalidad"
Una imagen crudamente realista y excesivamente pesimista y chusca de aquellos años de escasez y penurias, de supervivientes, maleantes y buscavidas, de hipocresía de los que sustituyen la ideología y los principios por el arribismo y la falsa moral. Demasiadas sombras y pocos elementos positivos en esta España que nos propone De Prada.
Una lectura, en fin, no apta para todos, no adecuada para quien busque una lectura de evasión y relajo pero sí para quien quiera disfrutar de una prosa riquísima, de una magnífica pluma que, por eso mismo, escarba demasiado hondo, tal vez, en la naturaleza de las personas. Un magnífico envoltorio para un contenido más bien triste con una visión excesivamente pesimista de la especie humana.