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sexta-feira, 15 de julho de 2016

DE VISITA A... LAS CHARCAS DE ROSARITO

Frondosas saucedas en el propio dique del embalse: un entorno único en la zona próxima a Cáceres, realmente reticente a la hora de conceder entornos para la vegetación riparia.

Charca de Rosarito III
    El mismo día que el GP se juntó con sus amigos los buitres por los canchales de Aldea Moret, completamos nuestra excursión bicicletera en las charcas de Rosarito. Estos básicamente son un conjunto de humedales que están a medio camino entre Aldea Moret y los Barruecos, y que no siempre son fáciles de ver, puesto que permanecen casi ocultos desde los dos caminos de acceso principales. 
El berrocal granítico con sus típicos bolos permite "chimeneas" de cigüeñas.
Garzas y garcetas en las charcas residuales del verano,
delante de una barrera de juncos churreros y zarzamoras. 
   El lugar fue, en su parte norte, un campo minero de estaño a cielo abierto, en el que se extraía la casiterita a partir del lehm granítico, al igual que en los Arenales. Al igual que en este lugar citado, estas explotaciones causaron un gran impacto sobre el terreno, provocando hondonadas y hoyos en el y eliminando buena parte del suelo fértil. Pero también estas explotaciones acabaron provocando la aparición de numerosas charcas artificiales, favorecidas por la impermeabilidad del terreno granítico y creando zonas bajas húmedas, con agua durante al menos una parte del año (para los amantes de la geología, hay que decir que del estaño no queda nada). Estas charcas serían aprovechadas por el ganado de la zona, pero aquí la regeneración vegetal del terreno es más llamativa que en otros lugares, apareciendo especies riparias poco extendidas en otros sitios,
Los sauces en su forma arbustiva son abundantes por toda la zona,
 y señalan la presencia de agua durante buena parte del año.
incluyendo los Barruecos. 

Zanahorias silvestres a sus anchas en la orilla del embalse Rosarito I.
Cualquier charco está rebosando de anfibios, y por encima de todo,
ranas comunes. 
En el lado sur, donde está  el dique de Rosarito I, podemos encontrarnos un pequeño embalse más típico de la zona. Está hecho sobre una vaguada del terreno sobre un regato que acaba desembocando en las charcas de los Barruecos. Aquí, geológicamente hablando, el terreno en su parte alta está marcado por bolos graníticos, pero en su parte más baja dominan los esquistos, sometidos a metamorfismo de contacto. Quizás la diferente dureza de las rocas favoreció una mayor erosión de la vaguada sobre la que se construyó el dique.  En los berrocales cercanos se pueden ver un contacto directo entre los esquistos, con su estratificación original frente a la homogénea roca granítica, algo no siempre fácil de ver. Estos esquistos tienen forma bandeada en ocasiones y marcan la aureola metamórfica de contacto con el batolito de Cabeza de Araya, presente en toda la zona cercana del Salor. 
Culebra de agua... descubierta bajo un neumático viejo al lado de una charca.
    Lo más llamativo de la zona resulta la abundancia del sauce (Salix salvifoliae), en formas arbustivas e individuales, pero también formando estructuras más densas y alcanzando alturas arbóreas, sobre todo en la zona del dique principal. Esto constituye algo muy difícil de ver en las cercanías de Cáceres, y lo convierten en la única sauceda importante en todo el centro de la provincia. Acompañan a esta especie juncos churreros y zarzas en las zonas menos húmedas y espadañas en las charcas permanentes. 
Los esquistos son abundantes en la zona, negruzcos, bandeados
 y de grano fino, con alta presencia de cordierita y biotita. 
 Respecto a la fauna, anfibios, reptiles y aves se concentran en esta zona y son un interesante reclamo para aquellos que busquen el encuentro animal. Sin mencionar aquí la fauna piscícola, que atrae a bastantes pescadores a la charca de Rosarito, las culebras de agua (Natrix natrix), los galápagos y las ranas comunes son bastante fáciles de ver, especialmente en el verano, cuando estos animales se concentran en los lugares donde se mantienen masas de agua. 
Respecto a las aves, garzas, cigüeñas, cigüeñuelas, garcetas, garcillas bueyeras, pollas de agua y anades se ven también sin dificultad. A finales del verano es fácil encontrarnos bandadas de cigüeñas jóvenes posadas sobre esta zona en busca de comida. Durante el invierno, los campos cercanos están llenos de chorlitos y avefrías. Y todo esto sin olvidar que nuestro último avistamiento de buitres y milanos ocurrió a tan solo un par de kilómetros de la zona, y hace altamente recomendable la visita del lugar en bicicleta...

Zonas de acceso abierto a los embalses de Rosarito.


sábado, 9 de julho de 2016

ROCAS DE LA ALCAZABA DE MÉRIDA

Construcciones típicamente musulmanas con torres cuadradas, reaprovechando
la antigua base romana 
Juan paseando por la calzada romana dentro de la alcazaba. 
Materiales nobles: capitel visigótico en mármol.
   Y seguimos hablando de piedras. Esta vez nos movemos un poco más al norte y llegamos al Guadiana y la ciudad de Mérida. En opinión del GP, una de las mejores ciudades de Extremadura para ver la geología local en sus antiguos muros. Precisamente, al igual que Cáceres, porque buena parte de sus vestigios históricos están desnudos y no encalados, podemos rastrear bien cuáles eran los materiales usados por las civilizaciones romana, visigótica y árabe y cómo es la petrología próxima a este lugar. La gran diferencia con Cáceres es que Mérida tiene una mayor complejidad geológica que la que aparece en la primera, y lo que podemos encontrarnos en sus restos arqueológicos, son una auténtica colección de rocas variadas y singulares. De hecho, la ubicación de Mérida en el lugar que está actualmente obedece no solo al fértil valle del Guadiana, sino también a la
Roca gabroide en los muros exteriores de la alcazaba, con típica
textura gris.
 disponibilidad de rocas apreciadas por los romanos para la construcción, como el mármol o el granito.
Roca bandeada gneisítica, con el gabro como posible roca de partida
  El lugar del anfiteatro y el teatro romano es quizás el mejor lugar para investigar estos pedruscos, por la enorme cantidad de bloques a la vista sin el recubrimiento de granito o mármol y mezclada con la argamasa típica romana, y otro día meteremos algunas fotos. Pero en esta ocasión nosotros -Juan y el GP- estábamos disfrutando de la orilla del río y de la alcazaba, un lugar menos conocido, pero interesante
 geológica y arqueológicamente hablando.
Anfibolita de grano muy grueso, posiblemente extraída de las cercanías de
Mérida. También en los exteriores de la alcazaba.
 Nos ubicamos históricamente: la alcazaba es una imponente fortaleza que se levanta a orillas del Guadiana. Mérida no fue la gran ciudad romana durante la dominación árabe, pero siempre mantuvo una población lo suficientemente significativa y levantisca para que los árabes se preocupasen de mantener una guarnición importante que garantizase el orden en la ciudad. Por eso a principios del siglo IX, y por culpa de los levantamientos mozárabes contra el poder del emirato de Córdoba, Abderamán II ordena el levantamiento de esta gran fortaleza, reutilizando buena parte de materiales romanos y también visigóticos y empobreciendo lógicamente
Roca de carácter diorítico por la presencia de anfíbol, más oscuras
 que los granitos típicos.

las defensas romanas de la ciudad. 
 Lo mejor arquitectónicamente hablando de la alcazaba se ve mejor por fuera que por dentro, con la excepción del edificio que conecta a través de una larga galería doble, construida todo en sillares de granito  con un
aljibe ubicado prácticamente por debajo de la muralla, cerca del río, y de los restos romanos excavados en el nivel inferior de la construcción árabe. 
Alternancia de materiales oscuros -cuarcitas, gabros, anfibolitas- y
sillería de granito de origen romano, y nuevamente, reutilizado por los árabes. 
Balas de cañón en granito de la época de las guerras civiles
de Juana la Beltraneja (finales del siglo XV).
    Los materiales que se usan en la construcción son extremadamente variados. Por supuesto el granito es el dominante para las torres y muros defensivos, de origen en buena parte romano, y utilizando de tanto en tanto otras rocas. En el interior, el mármol aparece -nuevamente reutilizado por los árabes- para los dinteles y frisos de las puertas, como se ve en el acceso al aljibe -aunque no tenemos ni idea si esa es su ubicación original, o si se ha hecho después-. No hay que olvidar que el mármol es la piedra de lujo y ostentación entre los romanos y visigodos. Sin embargo, en los muros orientados al río es muy fácil ver materiales de relleno, menos nobles, como son rocas básicas, cuarcitas, anfibolitas, sin apenas pulido, unidas por argamasa y que se asemeja bastante a las construcciones pobres de Cáceres. Aquí podemos encontrarnos de cuando en cuando interesantes ejemplares de dioritas,
Mérida fue cantera gratis para todos los pueblos posteriores a Roma:
aquí, sin problemas para reutilizar tumbas romanas abandonadas. 
 anfibolitas, gabros, algunas calizas y cuarcitas, a veces con mineralizaciones visibles de pirita pseudomórfica o de otros minerales de hierro. Son llamativas las anfibolitas -según los mapas geológicos de la zona- por el tamaño de sus granos. Por cierto, si damos una vuelta por los parques del río, no será difícil encontrarnos con serpentinas verdosas impregnando calizas oscuras.   


Sillares romanos reutilizados en el muro exterior
de la alcazaba, mostrando agujeros (posiblemente
estarían recubiertos de otro material). 
Impresionante pasadizo hacia el aljibe,
construido en granito y con un muro
de apoyo en el centro, dividiendo en
dos la galería

Construcción a hueso, y almohadillado.
Typically Roman...
Dintel con decoración visigótica, y esculpida
en mármol. Reutilizada por los árabes para el fantástico aljibe de la alcazaba.
Mapa geológico de los alrededores de Mérida: 2 y 3 son granitoides con anfibol, gabros y rocas dioríticas, 22: serie negra (grauwakas, pizarras y lutitas negras). 36: calizas.... 

domingo, 30 de agosto de 2015

LOS CAÑONES DEL SIL... SEGÚN EL GP


      Imponentes murallas verticales de granito se levantan desde el agua embalsada. Los puntos más altos alcanzan los 800 metros de altura, frente al nivel del río, unos 300.  
    Y terminamos este productivo agosto con otro post del norte, fuera de las fronteras típicas del GP. Es inevitable no hacer una referencia a esta excursión veraniega entre las provincias de Lugo y Ourense. El cañón del Sil es una maravilla geológica y paisajística que merece la pena ser visitada para quienes viajen por estas zonas del interior de Galicia, tan olvidada habitualmente por el turismo. El GP, que es galego de interior (algo relativamente raro), no puede evitar reivindicar este tipo de excursiones para aquellos que pasan por la zona, solo llamados por las campanas de Santiago de Compostela o las playas de la costa...
     Primera cosa que destacamos para el geólogo visitante ajeno al Sil: la profundidad de sus desfiladeros, alcanzando 500 metros en algunos puntos, sobre un terreno fundamentalmente granítico (los tramos pizarrosos-lutíticos al final del cañón provocan ya otro paisaje más abierto y aterrazado por el hombre). El origen no se lo debemos al Sil, sino más bien al contrario, el río vino después de la fractura. En los últimos momentos de la orogenia alpina, el viejo zócalo granítico se fracturó profundamente, y el Sil aprovechó la coyuntura para encajarse en ella. Para alguien acostumbrado a los berrocales extremeños y los Barruecos malpartidenses, el granito aqui presenta un aspecto radicalmente distinto, más diaclasado, fracturado y cortante que los bolos redondeados de la penillanura. Las formas que produce, sin embargo, son también extraordinarias, con una verticalidad que da vértigo. La petrología, sin embargo, resulta relativamente parecida a la que encontramos en nuestros batolitos (no dejamos de estar en el macizo hercínico).  

Majestuosas paredes verticales dominan el paisaje. El GP esperaba encontrar algún bicho posado sobre ellas, pero no se distinguía gran cosa... Suponemos que habrá que conocer mejor el sitio.
  
      Segunda cosa que llama la atención al visitante ornitólogo: el silencio. No hay bichos, no hay pájaros. No se ve absolutamente nada. La guía hablaba de milanos negros, halcones, nutrias y meloncillos, pero no vimos ni un triste milano. Evidentemente, el ruidoso catamarán no ayuda. Quizás fue mala suerte, pero acostumbrados a ver pájaros hasta bajo las piedras, al GP le llama mucho la atención esta ausencia. En una visita rápida por la red, los ecologistas se quejan de que el río Sil y su espectacular paisaje esconde por detrás un río muerto, el más polucionado de Galicia, producto de un embalsado excesivo y los procesos típicos que acompañan (eutrofización, pérdida de especies autóctonas, contaminación aguas arriba, desecación del río en algunos tramos). Al igual que pasa con nuestros ríos embalsados como el Tajo, no todo es tan bonito como parece.  
      Tercera cosa digna de considerar: la peculiar vegetación. Para el que venga de tierras más cálidas, se encontrará con que la ribera sur tiene una vegetación muy típica del bosque mediterráneo: encinas, sobreiras (alcornoques) y madroños nos harán sentir como en casa. Esta vegetación mediterránea se introduce como una cuña desde el interior, O Barco y fundamentalmente el Bierzo, ya en tierras leonesas. El contraste entre una orilla, de vegetación tipicamente oceánica, con la mediterránea, añadiendo la vegetación de ribera en las gargantas (el río Sil no tiene, evidentemente, por el embalse) hace el paisaje muy llamativo. A esto se le añade la acción antrópica, generando terrazas de viñedos en lugares inaccesibles, excepto por el curso de agua, que se remontan a la Edad Media.
  Evidentemente, la acción del hombre no queda ahí. Mucho antes del embalse y las terrazas, este lugar ha sido habitado desde la antiguedad por eremitas de los primeros siglos del cristianismo (desde la época sueva, al menos), atraídos por el aislamiento del lugar. Con la Edad Media y el movimento monástico, la zona acabó siendo controlada por grandes monasterios (San Pedro de Rocas en la primera época, y luego Santa Cristina y San Estebán) que todavía hoy se alzan restaurados, una vez superado el abandono de la desamortización del siglo XIX. Pero esto supondría hablar de otro tema de gran magnitud, que dejamos para mejor ocasión.

 Vegetación de encinas y alcornoques en la ribera sur. Acostumbrados a los carballos, resulta algo extraño de encontrar por aqui, aunque en realidad los alcornoques se pueden encontrar por todo el valle del Miño.
Diques feldespáticos, fuertemente alterados, intruyéndose en los estratos pizarrosos. Este terreno marca el comienzo del cañón propiamente dicho. 

sábado, 1 de agosto de 2015

DE VISITA A LAS TINAJAS (MARMITAS DEL RÍO TOZO)

En la fotografia superior, vemos una gran poza sea abre al pie de la foto, produto de la unión de varias marmitas. En el escalón superior, se ven las tinajas, más marmitas incipientemente conectadas entre sí. En la foto lateral, aspecto de la típica erosión torrencial sobre el granito, en varias marmitas en otro punto del río. En la fotografía de abajo, el amigo Natalio. en mono de trabajo,  mostrando con cara sonriente sus "tinajas". 

















  “Estoy seguro que no te arrepentirás”, repetía el amigo Natalio, conforme descendíamos al cauce casi seco del río Tozo. Una fuerte pendiente del terreno dejaba ver de cuando en cuando, entre las encinas, las rocas desnudas del lecho del río. Lo que parecía un riachuelo típico de la penillanura cacereña, como el Tamuja o el Magasca, se iba convirtiendo en algo más espectacular, cuando  grandes bloques de granitos fracturados iban sustituyendo a la pizarra y dejaban asomar formas de mayor empaque sobre el paisaje. Natalio y su familia llamaban al lugar “las tinajas”, un enigmático nombre que dudamos si figura en algún sitio y que resulta casi patrimonio de los pocos cazadores y ganaderos que conocen la zona. Conforme nos acercábamos al sitio íbamos penetrando en el cauce, sorteando tamujares espinosos y saltando sobre grandes granitos fracturados. El amigo Natalio brincaba como un gamo, mientras nos decía que solía ir a pescar a las pozas del río barbos y carpas cuando era pequeño. “Venía de pequeño a pescar y a bichear con mi tío, que era cazador, buscando jabalíes y cosas así”. Y es que Natalio tuvo una infancia distinta para los años noventa, viviendo en una finca relativamente aislada en mitad de una dehesa, en un momento en el que ya era difícil encontrar familias de pastores dedicados en cuerpo y alma al campo y que vivían alejados de los núcleos de población. Normal que alguien así se moviese con tal agilidad y que tuviese la maña que mostraba con el ganado, tumbando ovejas y ordenando cabras en un suspiro.
Poco después, el GP descubrió por qué el lugar era conocido como las tinajas. Un pequeño desnivel del terreno había propiciado sobre el terreno granítico la aparición de una gran poza natural, que en realidad eran tres grandes marmitas que habían quedado unidas por la erosión. Por encima de ellas, se veían las tinajas, unas peculiares marmitas que al contrario de lo habitual mantenían una parte de la pared del granito y tendían a cerrarse por su parte superior. En pleno verano  el río va seco pero el interior de las pozas albergaban agua  con una profundidad de más de metro y medio. Indudablemente, la visita en el invierno debe ser más espectacular, aunque para los amantes de la geología difícilmente se podrán ver las marmitas mejor que en esta época estival. Subiendo algo más el río, nos dábamos cuenta que el tamujar se hacía más espeso –había que tener cuidado con los jabalíes en lugares cerrados, nos decía Natalio- y que el granito era sustituido por la pizarra, mucho más común en los arroyos de la zona. Los bolos de granito eran sustituidos por típicos dientes de perro y estratos de pizarra y grauvaka.  Al tamujar le acompañaban ahora las espadañas y las cañas. Pero, ¿de dónde habrá salido todo este granito? Se preguntaba continuamente el GP y le prometió a Natalio que se lo explicaría todo al día siguiente.
Ya en casa, iniciamos nuestras investigaciones. El GP estaba completamente pez en la zona y tuvo que empezar por un simple mapa para saber dónde estaba. El río Tozo es un afluente del Almonte, al igual que el Magasca y el Tamuja, y comparte con estos ríos sus características más típicas: ríos muy encerrados en su cauce, socavando la penillanura pizarrosa, con caudal muy variable y  sometidos a un fuerte estiaje que hace que durante el verano solo queden grandes charcos en su lecho. En su confluencia con el Almonte, el río forma una posición estratégica que fue ocupada por población humana desde tiempos prerromanos (el poblado de Azuquén). Nosotros visitamos el río cuatro o cinco kilómetros arriba, cuando empieza su encaje en el terreno. Geológicamente, el terreno está predominantemente  ocupado por el alodomo extremeño, como suele ocurrir (pizarras, grauwakas y algún conglomerado) pero presenta la peculiaridad en esta parte de estar atravesado por un gran dique de pórfido granítico, con un espesor de unos doscientos metros. Este dique presenta una orientación parecida a la FAP, y se prolonga unos quince kilómetros en dirección SO-NE, arrancando desde las inmediaciones de Santa Marta de Magasca. Aunque no hemos analizado a nivel macroscópico ninguna pieza del granito, en algún lugar con fracturas frescas observamos que tenían una coloración bastante clara y amarronada por meteorización, con presencia de moscovita y pocos minerales oscuros.
 Y es por esta especial condición del dique granítico, que el río Tozo presenta estas características tan peculiares en su paso por Las Tinajas. El desnivel de terreno y la intensa fracturación del dique ha provocado la creación de estas hermosas marmitas en uno de los puntos del río, la más grande de todas ellas (una marmita de gigante), ocupando una poza de más de seis metros de ancho. Resulta interesante cómo en su escalón superior, varias marmitas (las propias “tinajas”) van comunicándose entre sí y están en proceso de erosión. En realidad el GP no tiene ni idea si estas marmitas se realizaron en momentos de una climatología más húmeda o si el processo continúa hoy en día, pero la roca da muestras de grandes crecidas del agua que inundan todas las marmitas. En conclusión, este es un lugar geológica y paisajísticamente bien interesante, desgraciadamente en fincas privadas en las que el acceso no siempre es tan sencillo como en nuestras visitas más cotidianas. Agradecemos aquí al amigo Natalio por haber hecho de estupendo guía en nuestra visita, y hablaremos todavía de él en las siguientes entradas (la visita no acabó en las tinajas, ni mucho menos).

sexta-feira, 3 de abril de 2015

DE VISITA A... LAS MINAS DE PLASENZUELA

       
      Restos de una de las torres (dos paredes en paralelo) de las minas de la zona.
Restos de la torre: se combina el uso del ladrillo, la mampostería de granito y el uso grosero de materiales líticos de la zona.
 
      Volvemos al tema geológico, y lo hacemos con unas visitas que hemos realizado en este pasado invierno al grupo de minas de los alrededores de Plasenzuela. Son un conjunto minero que desde la carretera entre Cáceres y Trujillo se puede observar con relativa facilidad assomando entre las colinas adehesadas; superando las encinas se intuyen viejas torres de fundición y algunas escombreras de pizarra que muestran el antíguo patrimonio minero de la zona. Todos estos restos mineros se hacen más visibles tomando el camino hacia Plasenzuela desde la carretera Cáceres-Trujillo. En el valle desarbolado que atravesamos con el coche es fácil concentrar la vista en estos edificios y divisar nuevamente, los restos de chimeneas y torres. Otra cosa muy distinta, como siempre pasa, es llegar a pie hasta estos lugares. Muchas de estas minas están ahora cercadas y en terenos particulares, lo que no facilita mucho la visita. En algunos foros de geologia, los visitantes se quejaban de  alambradas y broncas de propietarios poco empáticos con los amantes de las piedras. Sin embargo, la que el GP ha visitado apenas reviste dificultad y no nos adentramos demasiado en terrenos ajenos. Las fotos de las torres, si el GP no se engaña, pertenecen a la mina Petra, aunque no lo sepa con seguridad.

     Vamos a nuestro asunto:  en términos geológicos, el suave valle que visitamos, sobre el que se instalan algunas de estas minas, constituye el limite entre el batolito de Plasenzuela -que se observa en los bolos graníticos y peñascos mirando hacia el este- y el conjunto pizarroso, soso y aburrido del Alodomo centroextremeño. Es una zona por tanto con cierto metamorfismo de contacto que puede observarse en algunas de las pizarras y esquistos de la zona, aunque no resulte tan llamativo como en otras partes. Los que saben de estas cosas, comentan que en el contacto de ambas formaciones geológicas, y en zona predominante de cizalla -una deformación particular de las rocas ígneas-, se filtraron en vetas y filones toda clase de compuestos químicos rarillos, que acabó ofreciendo una paragénesis denominada tecnicamente de Zn-Pb-Ag. Es decir, que estamos en una zona con altos índices de sulfuros de plomo (galena) y zinc (blenda), junto a otros sulfuros y antimoniuros más complejos. Para acompañar todo esto, además, tenemos cuarzo y siderita como minerales predominantes. No piensen que todas estas maravillas se ofrecen en forma de cristalones atractivos y deseados por los pedrusqueros. Nada de eso: son formas densas, en general, de siderita y blenda. Y todo esto removiendo la pizarra dominante. A pesar de ello, el GP se llevó muy contento para casa algunos ejemplares de siderita y blenda masiva "encajada" en la roca dominante (contando con que no tenía estos minerales, la visita fue un tremendo éxito).

     Estas minas de plomo, muy típicas en nuestra región -sobre todo Badajoz-, 
fueron explotadas masivamente en la época del "expolio" minero español, es decir, la segunda mitad del siglo XIX y los primeros años del siglo XX, tiempos dorados del plomo en todo el país. Los restos arqueológicos que observamos tienen ya más de cien años, pero no parecen importar demasiado. Lo que nos queda en las torres son típicas construcciones que alternan ladrillo -en las ventanas-, cuarcitas y burda argamasa en los muros y sillares de cantería en las esquinas, como si de antíguas fortalezas medievales se tratase. Toda la estrutura de madera que estaba en el interior de las torres está naturalmente desaparecida y las entradas a los pozos oportunamente tapadas en recientes obras de rehabilitación de la zona. Merece la pena detenerse ante las imponentes chimeneas de ladrillo y los hornos de fundición. Son restos de un passado minero ya lejano, pero que en Plasenzuela no se há olvidado por una suerte de reconversión del sector. Del plomo se han pasado al granito, y en el batolito se abren canteras considerables de esta roca.
   
Mineralizaciones de blenda. Junto a ellas, era fácil encontrar siderita masiva y también cuarzo filonario con pequeños cristales de blenda, pirita y galena.

quarta-feira, 14 de janeiro de 2015

DE VISITA AL... EMBALSE DE SIERRA BRAVA (ZORITA)

 
 
El embalse de Sierra Brava, early in the morning. Aún abundan en el agua restos de árboles, buenos posaderos para aves acuáticas, sempre que no haya demasiados pescadores.
Bandadas de grullas posando en los llanos cercanos al embalse. Desde ahí vimos el aterrizaje de bandadas enteras.
Un pobre lagarto ocelado despertado de su letargo. Los ocelos azules,  y sus grandes escamas en la cabeza le delatan. Nunca el GP lo contempló con tanta tranquilidad...
 
 El embalse de Sierra Brava está ubicado en las cercanías de Zorita, en la carretera en dirección de Madrigalejo. Es un embalse construido en 1996 y se ha convertido en un interesante centro para la observación de aves y para la pesca. El G.P. no tenía ni idea de su existencia, pero su primo Carlos (ornitólogo entusiasta y amante de la fauna silvestre) ya hizo sus investigaciones particulares y se convirtió en el perfecto guía de la excursión. Nuestro objetivo principal era el avistamiento de grullas, unos bichos que el GP no había visto nunca antes (sí, carencias que tiene uno). 
Y lo cierto es que el comienzo de nuestra visita no fue nada esperanzador. Conforme nos íbamos acercando al embalse, atravesando dehesas, algunas bandadas de grullas levantaban el vuelo, pero no encontramos nada más. Al llegar al observatorio de aves, en la misma orilla, un pescador había puesto su coche justo delante, con lo que tampoco logramos ver nada allí. Tan solo una solitaria garceta se había atrevido a posarse sobre las ramas muertas de las encinas cubiertas por el pantano. 
       Un poco más de fortuna tuvimos dando una vuelta por la dehesa del lugar: un sapo corredor y un lagarto ocelado compartían sueño bajo un madero muerto que el GP no pudo evitar la tentación de levantar. Cogujadas, herrerillos, carboneros, petirrojos, lavanderas y colirrojos iban de una encina a otra en la dehesa. Carlos, que andaba estrenando cámara nueva, no dejaba de disparar fotos en medio de insultos y amenazas a sus amados bichos: "no te muevas, cabrona", grandísima hija de puta" etc etc; una extraña forma de manifestar nuestro amor por estos pajarillos (en cualquier caso, siempre es mejor disparar una cámara que una escopeta). Las fotos que aquí mostramos, por cierto, son gentileza de nuestro primo. El GP ha perdido pericia con estos bichos... Sí se entretuvo más con un fantástico corro de setas formado por pie azul, la única seta invernal que encontramos en la dehesa.
         Cuando decidimos ir a la presa del embalse, nuestra suerte cambió por completo. Camino del mismo tuvimos la suerte de ver grandes bandadas de grullas en búsqueda de comida por la dehesa, junto a las siempre presentes avefrías. Y ya en la presa, nos aguardaba el espectáculo de ver miles de anades en el centro del pântano: lo que eran esos bichos es algo que dejo de la mano de Carlos. Aunque esto es un espectáculo habitual para los lugareños y otros muchas personas escasamente interesadas en el mundo de las aves, teníamos la sensación de colarnos por un momento en un documental de naturaleza y ser sus protagonistas. Y todo esto en una mañana... la visita bien que había merecido la pena.  
Típicas formaciones de "dientes de perro". Enclavado en el alodomo extremeço, las grauwakas y en menor medida las pizarras hacían su aparición con este relieve residual.
Miles de patos congregados en el embalse, con la sierra de Logrosán al fondo.
Un sapo corredor incordiado por el GP al levantar un tronco. Tenía la sensación segura que algo habría debajo. Lamentamos la faena para el pobre bicho...

sábado, 10 de maio de 2014

DE VISITA A... LAS TUMBAS DEL CORCHAO (MALPARTIDA)

Ladis, nuestro particular guía, sentado sobre una de las tumbas convertida con el paso de los siglos en un perfecto banco. Lo que fue un cementerio se convirtió con el tiempo en un romántico sitio para las parejas del pueblo que venían a pasear hasta estas peñas.

     Hacía mucho, mucho tiempo, que ya había quedado con el padre de mi cuñado, Ladislao, para hacer una visita a unas tumbas de Malpartida, desconocidas para el G.P. La cosa se demoraba por multitud de imprevistos. Cuando no era Juan, era el trabajo, y cuando no, el mal tiempo. Pero por fin encontramos un hueco en la agenda para que en el puente del uno de mayo pudiésemos escaparnos y que él me enseñara algunos secretos de Malpartida no tan conocidos para los forasteros como el G.P. 
     Ladis, además, se emociona con su pueblo. Lo siente y le duele, como a Unamuno le dolía España, por lo menos. Te cuenta la historia de cada casa, de cada rincón, con entusiasmo y pasión. Se enfada con lo que le parece que está mal hecho o abandonado: da igual si es una depuradora o una tumba romana: todo cae bajo su interés. Se detiene a hablar con cualquiera parroquiano o con turistas suizos  y lo hace chapurreando en un espanglish tan divertido como eficaz y comunicativo. En definitiva, una persona ideal para que tengas un buen vistazo del pueblo y pases un buen rato, si tienes la curiosidad del G.P.  
     El lugar que primeramente queríamos visitar es lo que se conoce con el nombre de El Corchao. Este lugar es interesante por dos cosas. Primero, una fuente que da nombre al lugar, que muestra aguas blanquecinas ("canas", las llaman aquí), con un alto nivel de sales disueltas en el agua. Estas aguas salobres, según Ladis, fueron usadas continuamente en Malpartida, incluso para el consumo humano (aunque hoy evidentemente se tienen por no potables). El otro detalle de interés es la necrópolis tardorromana o altomedieval que aparece diseminada por los peñascos graníticos de la zona. Algunos estudios muestran su parecido con las tumbas de Los Arenales, por su forma y aparición, pero lo cierto es que sabemos bastante poco de las mismas, puesto que fueron saqueadas o abandonadas desde hace siglos y apenas quedan otros vestigios que los rectángulos excavados en la propia piedra. Quizás estas eran las tumbas de familias pudientes, ya que es muy posible que los restos de otras familias descansasen sobre la propia tierra y desaparecieran con rapidez. En cualquier caso, no son más que conjeturas aventuradas del G.P. 
    Ladis se quejaba con amargura del abandono del lugar. "Ni un miserable
La fuente de aguas canas del Corchao, con la depuradora
al fondo, donde se podían observar patos y galápagos.
letrero, ni una indicación, ni nada". Un estado de abandono similar a otras tumbas en los Barruecos o en los Arenales, donde es difícil encontrar el lugar si no estás familiarizado con él o te llevan directamente hasta allí. Junto a la desinformación, la fuente del Corchao está debidamente restaurada, pero el letrero que muestra la fuente del Corchao difícilmente se puede leer por el gamberrismo o la dejadez. Al final, los enemigos de nuestro patrimonio acabamos siendo nosotros mismos...


Otra tumba, mostrando esta vez un espacio excavado para la cabeza, y orientada hacia el oeste.


Dos tumbas adultas sobre una gran mesa de granito. Los eucaliptos del final muestran la colina de San Isidro, lugar donde se celebra la romería más importante del pueblo. A unos cien metros a la izquierda, transcurre la carretera hacia Los Barruecos.